Nací en Costa Rica y me crié en Costa Rica, un pequeño país en el istmo centroamericano, que respecto al resto de sus vecinos, recorrió la segunda mitad del siglo XX con una inusual estabilidad sociopolítica, casi al margen de los conflictos armados y sociales que desangraron cada país de la región. Mi madre, costarricense, es una mujer humilde, con una educación media y cinco hijos, yo soy el mayor de ellos. Mi padre, nicaragüense, un hombre itinerante y muy trabajador, igual que mi madre, con una educación media, no fui el primero de sus hijos, pero sí, su primer varón.
Por esta condición de ser hijo de una costarricense y un nicaragüense, siempre me he identificado como “tico-nica”, o “ticaragüense”, en todo caso, siempre me he atrevido a sentir en mis latidos la sangre de dos pueblos, ni más ni menos, independiente de mi status ciudadano.
A Costa Rica la he tenido siempre, como Cardoza y Aragón tuvo su Guatemala en las líneas de su mano, pero Nicaragua me llegó en la remembranza, en una misteriosa nostalgia infantil, con los relatos e historias de mi padre. Entonces Nicaragua en los recuerdos de mi niñez, era una tierra cubierta de lagos infinitos llenos de voraces tiburones… y el campo, casitas de campo, llenas de gallinas y árboles frutales, así fue mi primer recuerdo de Nicaragua, contado por mi padre, la Nicaragua de mi infancia, la viví a través de la infancia de mi padre.
Mi padre era de Diriamba, pero vivió su infancia en el gran lago, en el archipiélago de Solentiname, exactamente en las Ínsulas Extrañas de Cardenal y que he amado sin conocer durante toda mi vida, son exactamente para mí como lo sería para el Islam la Meca, o para los cristianos Jerusalén, ese punto de llegada donde se besan las piedras sagradas. Recuerdo que mi padre me contaba sobre el cielo lleno de estrellas en la noche, y el viento que soplaba alegrando los techos de las casitas, y me contó también cuando quemaban pólvora para la Purísima y otras fiestas, el cielo se llenaba de esa lluvia de luces, mientras el lago en calma, como espejo del cielo, reflejaba ese doble espectáculo, y mi mente divagaba, imaginando aquella guerra de luces, entre las dos bóvedas del cosmos.
Y por supuesto, muy pronto bebí de la poesía orgánica y animada de Nicaragua, de Darío, de Ernesto Gordillo, de Pablo Antonio Cuadra, de Joaquín Pasos, de Carlos Martinez Rivas, de Ernesto Cardenal, de Salomón de la Selva, de Gioconda Belli, de Leonel Rugama y tantos y tantos poetas nicaragüenses, que las listas se volvieron infinitas, y el deseo devorador de esa sustancia densa como el agua que se vertía en el suave registro de las letras.
También había una Nicaragua sombría, turbia… donde se narraban los crímenes de un dictador temible, de una dinastía dueña de la tierra, de los lagos, del aire y de la gente; y también estaba fresca la tragedia de un terremoto que destruyó la capital dejando muerte y escombros que nadie se atrevía a recoger para no olvidar que aquella tierra bramaba enfurecida cuando quería.
Por aquellos años de mi infancia, en Nicaragua se libraba una tercera guerra fundamental, según yo, la primera fue contra los filibusteros en la década de 1850, la segunda fue en las Segovias, librada por aquel masón de mirada océanica, y nombre de emperador romano, y cuyo apellido resuena desde entonces en miles de tonos y claves según quien lo escuche, Sandino, el nombre que se ha usado para todo, para alabar y escupir, para traicionar y para inmolar, para el amor y el odio, caleidoscopio luminoso, como los juegos artificiales vertidos sobre la atmósfera del gran lago. Pero esta tercera guerra, volvía a enfrentar al verdugo con su víctima, era otro Somoza, y otros Sandinos, y era la guerra.
Ahora sé, y comprendo mejor lo que ocurría en aquellos años en Costa Rica, porque nunca hubo un amor más hermoso y una hermandad tan firme como aquella vez entre Costa Rica y Nicaragua, se escuchaba aquel slogan: “desde algún lugar de Nicaragua, Radio Sandino” pero en Costa Rica todos sabían que transmitía desde aquí, que muchas casas fueron pequeñas clínicas clandestinas para recuperar a los guerrilleros heroicos, que muchos hombres y mujeres costarricenses y hasta muchachos de secundaria, trasegaron armas para llevarlas al frente desde la neutral y pacífica Costa Rica, que muchos ticos y ticas amaron tanto esa revolución que pelearon en ella, y murieron en ella, y su sangre no se derramó en vano en Nicaragua que fue una madre amorosa para recogerla.
La revolución triunfó y el dictador se fue, y así como miles lloraron y celebraron en Nicaragua, en Costa Rica también hubo banderas rojinegras celebrando en los parques. Hubo luego muchachos y muchachas voluntarios que se fueron al norte a alfabetizar, a construir casas, a enamorarse y embriagarse en esa pequeña esperanza que estaba pariendo Nicaragua.
Luego vinieron muchas cosas, el servicio militar obligatorio, la contra, el boicot, los errores, las piñatas… nadie sabía cómo se hacía una revolución, en esos momentos todo es demasiado nuevo, que no vale la pena seguir apuntando en la oscuridad buscando culpables.
A mi escuela comenzaron a llegar mis primeros compañeros nicaragüenses, el gobierno ya no apoyaba la revolución, por que los gringos llenaban de billetes los bolsillos y las conciencias de la clase política costarricense, Costa Rica era ahora según la propaganda: el último rincón de la democracia ante la amenaza comunista, y esos niños y niñas que no sabían de qué estaban huyendo, eran recibidos como una especie de héroes, el espectáculo era bochornoso.
Recuerdo a un compañero de segundo grado; Ariel, por qué se refugiaron sus padres en Costa Rica durante la revolución lo ignoro, y no me interesa tampoco suponerlo, solo me importa Ariel, era un niño igual que yo, pero lloraba, y en los recreos lloraba, y en los exámenes lloraba, se aislaba y ocultaba su rostro en un rincón, tenía su corazón destrozado, había un dolor terrible en él y a nosotros nos decían que era por la guerra…
La guerra era un fantasma que nos asustaba, recuerdo que en esos días se rezaba por la paz.
La democracia llegó tan ingenua como mi adolescencia. Pero igual que me llegaron las tribulaciones y las estrecheces de esos años, la más sombría pobreza en mi corazón y en mi vida, así quedó Nicaragua, llena de discursos y promesas que no se cumplieron nunca, porque la inversión extranjera prometida nunca llegó, y los campesinos nicaragüenses no podían llenar sus estómagos hambrientos con sufragios y se vinieron por oleadas hasta Costa Rica, pero esta vez no eran héroes que huían del comunismo, ahora eran borrachos, violadores, criminales, eran el chivo expiatorio para una Costa Rica que también se ahogaba en una marea triunfalista y mediocre de reformas estructurales, así, toda la frustración se volvió contra el “otro”, tristemente, el país donde me crié, para reafirmarse en sus mitos y la imagen de sí mismo, vertía todos sus miedos, odios y fantasías sobre aquellos hombres y mujeres nicaragüenses que buscaban cómo sobrevivir.
Manos nicaragüenses construyeron los hoteles de lujo, manos nicaragüenses recogen las cosechas del café, el “grano de oro” costarricense, manos nicaragüenses limpian las casas, lavan la ropa y cuidan los hijos de la burguesía y de la pequeña burguesía costarricense, ojos nicaragüenses vigilan sus casas, y cuidan sus autos a la salida de los bares y los salones de fiesta; silenciosamente este pueblo es el andamiaje sobre el que se construye otro país. Y para inflamar todavía más el resentimiento entre dos pueblos, la clase política de ambos países finge encendidos discursos sobre la soberanía y el derecho internacional, para que un río en vez de fluir, se petrifique y se levante como esos muros de vergüenza que levanta Israel entre su pueblo y Palestina, y como las bardas asesinas que levanta USA para contener a los mexicanos y centroamericanos, y que no quiere caer, como cayó en Alemania.
Los medios de prensa de un lado y otro, comparten sus cables y corresponsales para cubrir los hechos de sangre, y teñirlos todavía más de mórbidos motivos y conspiraciones aberrantes. Gacetilleros, seudointelectuales, y onanistas maliciosos, nos han llenado de un humor lleno de asco y amargura, se ríe sobre el llanto del débil, se ríe sobre el desamparo de una madre sin hijos, se ríe sobre la orfandad de muchachos analfabetos y solos.
Por eso, cuando en las calles de Managua he visto un auto de lujo y un niño limpiando su parabrisas, o los resort que pueblan las costas del pacífico en Costa Rica, comprendo que alguien de este lado y del otro se ha enriquecido con todo ese odio, que alguien le ha sacado provecho a todo este dolor.
Pero no, todavía no han derrotado al amor.
Tuvieron que pasar treinta años para que yo por fin pudiera estar en Nicaragua, treinta años por donde pasé muchas cosas, mucha vida, hasta que al fin pude sentir la furiosa transparencia del aire de Nicaragua, su horizonte circular e infinito, y mi alegría fue tan grande, que sentí que regresaba a donde nunca estuve, a volver sobre mis propias huellas.
Apenas tenía 14 años cuando mis padres, por razones que no importan ya, se separaron, mi hogar se había fracturado para siempre, intenté ser padre de mis hermanos menores, y fui mal padre, y peor hermano, un fracaso más… ¿Era posible entonces que esta unión sea verdadera?, es verdad o una mentira tibia y fragante que me inventé?
¿Es falsa acaso toda esta indignación y todos mis besos y abrazos para mis nicas en Costa Rica, idealizados por mí, llorando por doña Odilia, que cuidó a dos niñas costarricenses hasta su adolescencia para poder mandar las remesas para que otra criara a sus hijas, o a Oscar, un experto en acabados, que dejó impecables las paredes y pintura de mi casa, para poder levantar su casita gris, sin divisiones y de ladrillos desnudos en Chinandega?.
Volver a Nicaragua, y sentirla mía, poseerla y llenarme de mi amada tierra distante, sentir tu dulce aroma a piel que ha sudado bajo el sol, y que amanece fresca, llena de la tibia certidumbre de que siempre volveré, llenarme de tu música que suena a sonrisas, llenarme de la sutil soberbia de los que caen y se levantan con un estoicismo que embruja y se siente en el pecho, habitar por un segundo las mesas rencas, los caminos polvorientos, los senderos por donde el vértigo y la sangre me nublan, para abrazar a mi gente amada, que sabe vivir con sus cruces y su esperanza de bolsillo.
No le nieguen a este corazón que no puede latir sin sus dos costados, cuya sangre no coagula en ninguna dirección, que es hermano de otros como yo, de las nuevas generaciones de ticos-nicas, que como esa raza imposible que soñaba Vasconcelos, habita mejor en los territorios del aire que es libre y puede deslizarse sobre la tierra, porque eso soy, uno entre los miles que han nacido de un padre nica y una madre tica ó de un padre tico y una madre nica, soy de los que no distinguimos la diferencia en las pupilas negras, y que contaminamos la pureza ancestral del aislamiento.
Déjame regresar a ti, mi tierra amada, no me rechaces, la mitad de todo lo que soy germinó en tu vientre, no pongas marcas en mi frente. A la Costa Rica donde nací y mi crié, sólo le pido recibir la otra mitad de mi vida, todo lo que he hecho y todo lo que he construido lo he hecho con amor en los vórtices de su vertical geografía, pero no me pidan que elija entre las dos, porque dejarían de latir las dos mitades de este corazón.
Bravo, Germán. Y no es un aliento débil, al menos un intento por acercarme a todo esto.
ResponderEliminarHay cosas que me conmueven mucho y otras que me generan una rabia enorme (y sé que eso no es suficiente ni heróico). No me siento con herramientas para ponerme a argumentar o a defender posiciones con vos, porque a fin de cuentas no las tengo y tampoco eso has pretendido con este texto.
Si me bajo un poco del ámbito de la emoción que me produjo leer esto, te diré que me gusta también por su aliento a la vez narrativo y lírico, donde destaca lo mejor de un escritor que se está buscando.
Un abrazo.
Interesante, muy interesante y conmovedora la narración. Tal vez lo escindido de ese corazón es lo que lo impulsa a decir con tanta vehemencia...tal vez.
ResponderEliminarUn saludo venezolano,
OA
Hermano, me encantaría poder escribir aquí lo que siento en este instante, segundos después de leer tu hermoso texto y te juro que no puedo. Estoy llorando. Sí, bien sabés que también soy ticaraguense pues mi viejita y mi padre (que murió cuando yo tenía 2 años y medio) son nicaraguenses (por lo que soy producto ensamblado en Costa Rica por fabricantes nicaraguenses, y siento un amor profundo por su tierra, la misma de Darío y Cardenal, la misma del Pasos que escribió genialmente sus dulces seres monstruosos, la de Sandino y la de Quincho Barrilete, la tuya y la mía... Y es justo esa mujer nicaraguense que fue mi padre y madre, y lo sigue siendo, quien luchó por mis dos hermanos y por mi, quien me enseñó con su trabajo, esfuerzo, dignidad y amor, a entender que no era cierto eso que escuchaba de niño (y que lamentablemente escucho aun algunas veces)de que los nicas son malos y borrachos y agresores y... Y por ella y por el amor que aprendí a tenerle a nuestra Nicaragua Nicaraguita pude ser más fuerte y tal vez hasta mejor ser humano que muchos de los vecinos que una y mil veces nos llamaron nicas regalados o nicas hijueputas... No sé amado hermano qué es exactamente lo que quiero escribirte porque sigo llorando cuando pienso en los que destruyeron una hermosa revolución y, no sé, de verdad no sé porque aun no conozco ese otro país que tanto amo y al que he tenido que defender muchas veces por la ignorancia que da la xenofobia y no me basta con saber de memoria algunos versos de esos gigantes poetas ni con pedir orgulloso una Toña... Ves, ya estoy en el aire porque tu texto me conmovió, porque la vida me dio la oportunidad de que una maravillosa mujer nicaraguense como lo fue mi tía abuela me diera tantas lecciones de vida que llevo conmigo aunque esté por cumolir 10 aqños de muerta y porque Nicaragua me burbujea en la sangre... Porque te amo hermano y tus palabras que si bien, me hicieron divagar, son como un arbolito de luz creciendo en mi retina para dar fruto a mi corazón.
ResponderEliminarMe ha pasado algo muy extraño. Tus palabras me conmovieron mucho, pero fue la reacción de Byron la que me sacó las lágrimas. No tengo sangre nicaragüense reciente pero mi padre se refugió en Nicaragua tras el estrepitoso fracaso de su matrimnio con mi madre. Allí se volvió a casar, tuvo familia y me llamó a conocerlo cuando llegué a la mayoría de edad. Arribé en diciembre de 1976 a una Managua aún en el suelo por el terremoto del 72, pero aún así, la encontré mágica y soberana. El espiritu de lo nicaragüense es algo que viene desde el lago, pasa por Acahualinca y llega hasta tu mecedora y tu cerveza como el aroma de un ser querido.
ResponderEliminarHe estado en Nicaragua unas 6 o siete veces y nunca he dejado de sentir ese embrujo ancestral entre sus palmeras. Es una magia que trasciende lo explicable. Es un espíritu que yace ahí desde que el tiempo es tiempo.
Por eso entiendo tu sentimiemiento y entiendo el de Byron, pero es que a veces se nos olvida lo obvio porque las clases dominantes tratan de esconderlo: Costa Rica fue colonizada desde Nicaragua, y los primeros costarricenses con educación universitaria, la obtuvieron en las universidades de Nicaragua.
Nuestro único mal ha sido la clase política de ambos países, siempre tan presta a sacar la manzana de la discordia para su propio beneficio.
Felicidades, Guega. Un texto excepcional.
qué puedo decir? ya Byron lo describió.
ResponderEliminarUn abrazo y anotado tu comentario pue!!!!!!!!
wou! cuando pienso en Nicaragua solo puedo tener gratos recuerdos, de un pueblo con mil dificultades, pero con gente valiosa, las 2veces que llegue a estar alli, bastaron para enamorarme, de sus campos, de su lago, de sus calles, de su pinto... aunque me decian que era mucho mas inseguro que CR, curiosamente me senti mas segura, mas cobijada, mas en el hogar!
ResponderEliminarCuando pienso en CR me pasan por la cabeza sensaciones de incertidumbre, de rechazo (aunque a mi pocas veces me lo hicieron, el ver su desprecio a hermanos noTICOS, me dolio!) sin embargo veo tambien gente valiosa, a la que le quieren o le hacen creer que es mas que cualquiera! que es un estadounidense en potencia! me lleno de incertidmbre! y me pregunto hasta cuando veremos que solo somos seres humanos, solo eso! y que ni uno es mas, ni uno es menos! solo somos!
profe! me quedo clavada en mis pensamientos! y en mis sentimientos! no hay mas que decir, solo que le mando un abrazo
A mi también me tocó y me conmovió profundamente tu relato. Creo que expresaste de forma hermosa sentimientos, sensaciones, intuiciones que he tenido a lo largo de mi vida de mezclado o mestizo nica-tico...
ResponderEliminarDurante mucho tiempo viví esa condición de mezclado con culpa: culpa por estar acá y no estar allá y viceversa. A veces, con indignación, impotencia y dolor, por el odio y desprecio que veo y siento de un lado hacia el otro y viceversa.
En algún momento, alguien a quien quiero mucho y que quiere mucho a Nicaragua, me dijo algo que me ayudo a tener una nueva forma de experimentar mi condición de mestizo nica-tico o tico-nica: me dijo que tenía que aprovechar mi condición binacional y el conocimiento emocional y racional que ello me daba de las dos sociedades, como una oportunidad para contribuir a demoler muros y para construir puentes y lazos de entendimiento entre ambos pueblos hermanos... me dijo: vivilo sin culpa, disfrutá tu condición de binacional sin complejos y, desde entones, así lo he hecho.
Gracias Germán por tu hermoso texto. Talvez algún día podamos hacer algún encuentro de mezclados para destruir muros y construir puentes entre nuestros amados dos lados de un mismo corazón, un abrazo
Alberto Cortés Ramos
Estimado Alberto, un placer recibir tu visita y tu comentario...
ResponderEliminarY no es mala idea pensar en ese encuentro de mezclados ticaragüenses, hacer visible lo que se ha vuelto invisible para la miope clase política de nuestros países y las empresas mediáticas que se mueven entre el día y la noche y no quieren ver lo que hay en medio: el ocaso y la aurora.
Gentil Germán,
ResponderEliminarSu voz, educada, se levanta por sobre aquellas voces que - pobres en su ignorancia - lloran al compás de los intereses políticos de turno, y por sobre aquellas que - ofensivas en su soberbia y su desparpajo - corresponden a los que nos mal-gobiernan. Que su clamor sea luz que ilumine y nobleza que enaltezca.
Un cordial abrazo.
Gianni Rossi
Costa Rica