Fotografía de Margarita Durán |
Si el Hombre de Negocios
llega una noche a tu casa
recíbelo, comparte tu comida
y tu cama con él
siéntate a su lado
deja que tome tus manos
y comience a contarte sobre sus viajes
seguramente hablará de los agentes de aduanas
y cómo ha salido al paso de sus quisquillosas preguntas
de los taxistas, de los bellboys
de todos los que han cargado entre sonrisas su equipaje
o de otros días más sombríos
cuando se demoraron los vuelos
cuando se extraviaron sus maletas
y otros asuntos y otras reuniones
desembocaron inútiles entre correos electrónicos
y mensajes de texto
mientras lo escuchas
no mires la hora en el reloj
no bosteces en su presencia
porque podría
olvidar dónde está
y quienes edificaron tu hogar
se sentirá para siempre en tu casa
y llenará todo
con su nombre y de pequeños presentes
que en su ausencia
llegarán puntuales cada mes desde ciudades distantes:
notas y servilletas llenas de palabras
tarjetas y discos, archivos y fotografías
rosas secas y joyas diminutas…
a pesar de todo ello escúchalo con atención
especialmente cuando no pueda sostenerte la mirada
porque eso querrá decir que confía en ti
se dejará desvestir como un niño
y sentirás su aroma de hombre y fatiga en el cuello y los puños de su camisa
el temblor de su cuerpo y las palabras dichas entre dientes
duerme junto a él
regálale tu sueño como el te ofrenda el suyo
porque él viene cansado de usar otros cuerpos
de repartir saludos y de mentir que es amigo de los desconocidos
y él quiere aprender tu nombre
el cumpleaños de tu hijo y esas cosas
que te comprometen como los viejos recuerdos
y la ropa íntima que reverbera sucia en la noche
en una cesta humedecida de tanto obedecerte
déjalo recorrer tu cuerpo
sobre los duros sufrimientos que hay en tus extremidades
déjate sentirte amada
y que tus nalgas
son dignas de algo más que una silla giratoria
que tus senos perduran más allá del asombro adolecente de los vecinos
porque alguien sabe beber ahora algo más que la sombría maternidad
de tus obligaciones
déjalo dormir hasta el amanecer
hasta las bocinas de los autos que aborrecen
el nuevo día y sus trayectos
sus necesarias habilidades y semáforos
déjalo besar tu hombro cuando despierte
porque nunca como en ese breve momento
sentirás toda su honestidad condensada
como ahora que quiere decirte que te ama
y que nunca había sentido otra piel como la tuya
tan suya como tu piel
como ahora que no sabe llamar patria
a tus ojos anegados y tus labios murmurantes
y tus pies fríos entre sábanas arrugadas
bajo la furiosa intensidad del aire acondicionado
espéralo hasta la última noche contigo
y no lo juzgues mientras se incorpora
llamando por teléfono y conspirando sus reuniones
sus juegos de cartas, sus momentos de éxito
porque esa noche el habrá descartado cualquier trato
habrá despreciado el prestigio y las cenas lujosas
para regresar a tus brazos
a los ásperos contornos de tus muebles
a la angustiosa verdad de tu pago quincenal
a las cobijas llenas de otros hombres por los que nunca preguntará
si sabes resistir como se resisten las naves que no naufragan
si reconoces la amistad de una vieja mujer que ya vivió estas noches
comprenderás que él no te hará ninguna promesa
que todo lo que te ha dicho será verdad aunque quisieras que te mintiera
que ya él tiene otra cama y unos brazos que lo llaman
porque él te ama como nadie más podrá amarte
porque no ofrece verdades intangibles que no salgan
de su tarjeta platino
porque no te humilla con ellas
porque te quiere completa y limpia
con el compromiso de no llamarte
y de regresar contigo cuando los negocios lo permitan
sospecha si quieres
pero él querrá estar contigo
no le creas
aunque destruyas todo lo que él te dio:
la única verdad por la que ha vivido
y si el día de su partida te pide que llegues al aeropuerto
y él llora en tus brazos
no es porque lo has perdido
es porque no tiene con qué darte las palabras necesarias
para resistir el día después de su partida
porque sabe que tu olvido es la única ofrenda que su último
beso le devolverá al sello borroso en su pasaporte.
Germán, me alegro mucho de que te hayás animado a poner este poema.
ResponderEliminarNo sé si es viejo o de lo último, pero me parece de lo mejor que te he leído. Sinceramente, supera por mucho tu poemario.
Es claro, fuerte, sugerente. En términos formales fluye, su ritmo es ágil. Desde el punto de vista de los significados, podría sucitar debates sobre una teoría del amor o sobre las relaciones de dominación en nuestras sociedades.
Esto por ahora. Regresaré a leerlo.
Saludos.
Muy bueno Germán, por muchos motivos. Pero escencialmente porque es una ventana a la vida de alguien más y en ese sentido libera un poco de la sofocante incomodidad que produce el constante acoso del intimismo confesional de nuestra usual poesía y por su afán compasivo, que recuerda al último Chekhov, que perdona todo, que comprende todo, dónde lo lógico hubiese sido esperar la postura quemada y cliche.
ResponderEliminarMe gustó. Hubo algo que me distrajo en el camino, yo vuelvo. Esta noche estoy cansada pero necesitaba darte las gracias por estar, me encanta que me pongas a pensar en letras.
ResponderEliminarUn abrazo,
OA
Leerte siempre es un placerazo hermano. Al leer nuevamente este poema (que ya había escuchado en tu voz y Julissa luego en la mía), viene muchas imagenes a mi cabeza. Imagenes escritas antes en tus cuento y poemas. En tus novelas. Y con esto no digo, ni por asomo, que te estés repitiendo, sino, que siempre que leo a Germán Hernández sé que lo estoy leyendo. Sí, leyendo al mismo que le gusta tomarse su tiempo para sentarse a escribir y a pulir sus ideas. Sus textos. El mismo que hunde una y otra vez el dedo en nuestra llaga y nos escupe la realidad en que nos movemos. Esto por ahora. Lo demás lo hablaremos frente a otros textos y varias botellas de cerveza.
ResponderEliminarAbrazos.
Es difícil explicar lo que me ha costado subir aquí este texto y el Cuento...
ResponderEliminarDebo callarme...
Gracias por no hacerme sentir un Intruso.
Guega:
ResponderEliminarEste es el mejor poema que jamás te he leído. Me perdiste por completo: creí (entre otras cosas, por el tuteo) que era un texto suramericano y escrito por una mujer. ¡Qué ejecución más limpia!
Miles felicides.
Seguimos en contubernio literario.
¡Tremendo!
ResponderEliminarMuy bueno, ejecutado con una precisión sublime, con un ritmo marcado y precioso; y el poema es intrigante, desolado y anímico, pero también con una ternura oscura que nace de una ambigüedad casi, o sin casi, moral.
Gracias por ello.
Un saludo!
simplemente me encanto, me identifique, me enamore... me encanto
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