Abad Revelación
―Si pedimos a un Dios bueno, y aún así hay tanta
hambre, dolor, enfermedad, calamidad y colapso ¿no sería lo mismo o mejor,
pedirle a su adversario, el que es responsable de todo esto? ¿Cómo dejó Dios
que todo esto pasara?
―Tenés
una crisis de fe y es comprensible. Pero
los verdaderos responsables son los hombres, no es Dios. Y el instigador del mal de los hombres es el
adversario.
―Quisiera
llenarme de la fuerza que da el adversario, y hacer sufrir a esos que me
quitaron a mi mujer y mi hija. Mi vida.
―Dicen
que la venganza es hacer que el otro sienta el mismo dolor que nos hizo sentir.
¿Pero qué ganamos con eso? Terminaríamos matándonos los unos a los otros.
―Pero ¿no
es eso lo que hicimos ya? La extinción
es inminente.
El
generador de clatrato de metano fluctuó, y la energía que liberaba para
alimentar el campamento improvisado hizo que la luz y la ventilación titubearan
por unos instantes, y luego de manifestar su vacilación, volvió a la
normalidad.
―En este
momento me vendría mejor un padre que predicara que las cosas no tienen
sentido.
―Yo no
soy ese tipo de cura.
―Es una
pena... ―dijo el hombre afligido mientras los roedores despellejados seguían
girando circularmente sobre la parrilla para cocinarse de manera uniforme.
―Repite
conmigo La Palabra: Amarás a Dios tu
Señor sobre todas las cosas...
Pero un
sonido los interrumpió.
―Padre,
¿por qué no recita sus verdaderos mandamientos? ―invadió la fragilidad del
campamento una tercera voz, una forastera, una peligrosa y desconocida. La voz
de un barbudo sucio y hediendo que estaba armado.
―El Señor
esté contigo ―le dio la bienvenida el padre sin inmutarse, en tanto el hombre
del campamento que cocinaba de cuclillas llenó su rostro y pecho de sangre,
preparándose para el fin. El recién llegado le quitó el seguro a su arma.
―Recite
Padre: no puedo hacer daño a un ser humano, por inacción, o permitir que un ser
humano sufra daño ―comenzó a decir el forastero.
―Detente
hijo ―dijo el religioso poniéndose lentamente de pie. El hombre lo siguió, pero se irguió en un
salto violento, listo para luchar por su vida contra el sujeto armado.
―...debo
obedecer las órdenes dadas, excepto si estas entrasen en conflicto con el
primer mandamiento... ―siguió el forastero apuntando su arma al otro hombre
tenso y enardecido.
―...te lo
suplico ―repuso el padre.
―...debo
proteger mi propia existencia en la medida en no entre en conflicto con los
primeros mandamientos...― y sin esperar más, el forastero se dispuso a
descargar su arma sobre el hombre atemorizado.
Pero el
padre se interpuso y recibió por lo menos tres tiros, uno en la frente, dos en
el cuello. Pausa suficiente para que el otro se lanzara sobre el atacante,
clavándole el pulgar en el ojo, atenazando el afiance con la oreja. Cae el
arma. La otra mano lanzando repeticiones a la cara y los testículos, alternado
con rodillazos. Luego un mordisco para
arrebatar la otra oreja. Ya en el suelo,
la oreja desprendida y el hombre, repeticiones de una dos tres más patadas,
todas destructivas, huesos traqueando, órganos torcidos, sangre prensada
dejando el cuerpo estrujado. Por último,
un tiro de gracia a la bestia herida, un solo tiro para guardar el resto de las
balas, un tiro que por un momento dudó si ponerlo en el corazón o entre los
ojos, pero se decidió por la cabeza, para no toparse luego con esa bala si
llegaba a comerse el corazón en vez de las asquerosas ratas.
Una vez
descargado el disparo, se volvió a su acompañante herido. Pero no dio crédito a lo que vio.
No había
sangre, no había un hombre herido o agonizando.
Había cables expuestos saliendo del cuello y algunas piezas sueltas. El
abad desnudado por dentro. El otro se mantenía de pie, incrédulo. El cura se adelantó.
―Somos
pocos, cada vez menos lo que llevamos el mensaje del Señor. Tienes que
entender. Porque es tu fe la que te ha salvado.
Carlos
Alvarado Quesada. San José, Costa Rica. 1980. En 2006
la Editorial Perro Azul publicó su libro de cuentos Transcripciones Infieles. Ese
mismo año ganó el Premio Joven Creación de la Editorial Costa Rica con la
novela La
Historia de Cornelius Brown, (2007).
Revistas
como Los Noveles y Punto de Partida han
publicado cuentos de su autoría y fue incluido en la antología de relato
costarricense Historias de nunca acabar (ECR
2009). Periodista y politólogo graduado de la Universidad de Costa Rica, con
una maestría en Estudio del Desarrollo en la Universidad de Sussex, Inglaterra.
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