Tras una pausa de 16 años, Juan
Murillo nos regala su segundo libro de cuentos “En contra de los aviones”. Editado por la ECR, y recién presentado
el pasado 18 de agosto, esta colección reúne 7 cuentos.
Valen las advertencias igual que
hicimos con su primer libro “Algunos se hacían dioses”. Cuando en la narrativa contemporánea se destaca lo pragmático, la
eficacia y el efectismo, los cuentos de “En contra de los aviones” pueden ser
problemáticos para el lector adiestrado en tramas truculentas y en la llaneza
cinematográfica.
Los argumentos de estos cuentos
los podemos resumir en una línea cada uno. Porque los hechos en sí, sólo son un
sustrato que sostiene al cuento como construcción y universo cerrado, Murillo
en ese sentido es un minucioso arquitecto, que prescinde de casi todo para
concentrarse finalmente en el material más básico y a partir de él esculpir sus
obras: lo que es andamiaje para unos para Murillo es el material primordial: la
palabra escrita.
Sentimos en las manos de Murillo
un esfuerzo consiente por modelar y crear desde la palabra misma en sus
elaboradísimas y premeditadas imágenes, entiéndase que no se trata de de una
prosa poética llena de arbitrariedades, sino de una voluntad ardua y
consistente por crear arte en cada línea, donde el texto finalmente es toda una
propuesta estética, virtuosamente elaborada y que además es un cuento porque
cuenta algo.
En ese esfuerzo Murillo se
involucra en una especie de manierismo hipertrofiado, de omnisciencia que
rescata cada fibra emocional y circunstancial en medio de las singularidades
que va creando en sus cuentos. Y por ese motivo, creemos que en ese acto de
narrar, se ha logrado un acto puro de arte, y un acto narrativo puro.
Muerte y Caos
Pareciera que los cuentos de
Murillo son como una especie de universo que se precipita hacia la entropía, en
La
soledad de la batalla todos los elementos dispersos, todos los
instantes, todos los recuerdos y todos los miedos del personaje logran reunirse
por fin para que este pueda exclamar su propio epitafio.
En La interpretación de los signos,
sin importar cuán enajenado creamos que está el personaje, podríamos admitir
por un instante que es portador de una verdad definitoria, y casi en un
instante seremos capaces de interpretarla, de conocerla, pero ese instante se
pierde, pero no por la culpa del protagonista, sino por nuestra propia
incapacidad, o como diría Pierce “matamos al interpretante”.
Los “Pájaros Negros” es una
pieza maestra, amorfa, mutante, donde las singularidades se difuminan y se
hacen corales y densas, donde se juega con los escrúpulos del lector, hasta
precipitarlo a la verdad de los sueños: donde algunos quisieron edificar un
mundo, “donde algunos quisieron hacerse dioses” encontraron la piara, y donde
quisieron sembrar semillas, dejaron vidrios rotos. Además un texto, en que lo
alegórico se mezcla y se funde con lo vernáculo, pero hay que leer con cuidado
las claves alegóricas de Murillo, su finalidad parece más estética, más
dispuesta a provocar e interpelar que aleccionadora.
Desde algún lugar de parajes,
por composición nos evoca Las Babas del Diablo de Cortázar, por situación, nos evoca
Sábado de Gloria de Benedetti. Es uno de los textos más intrincados y elaborados
del conjunto; capas y capas, en una especie
de collage, en donde lo alegórico otra vez, se fusiona con los hechos,
no nos explica, pero siembra semillas, deja rastros. En muchos sentidos, uno de
los textos más amargos de Murillo, y que junto a El final del día son
capaces de transportarnos por la vena afectiva de los personajes, restauran la
capacidad de sentir, de sacar las mayores virtudes y lo mejor de sí en los
protagonistas, esa capacidad en Murillo de poder plantar y construir esas situaciones
en escenarios que luego se transformarán en lápidas. El final del día, en particular
recrea el universo de lo monstruoso, hacia los parajes idílicos, su salida,
casi magnánima es posibilitar la trascendencia a la inversa de Desde
algún lugar de parajes donde de la exaltación de una vida sin límites y
llena de anhelos y potencialidades se desciende hasta el aplastamiento
definitivo de la derrota.
El Dragón, con toda su
carga simbólica y alegórica, nos cuenta un viaje hacia la nada, parece
avisarnos lo que viene en “En contra de los aviones” una sala de espera, un
largo viaje… y después la espera, siempre hacia una sola dirección, pero antes
la oportunidad de dejar el testimonio: “estuvimos aquí, luchamos, nunca nos
rendimos, es el momento de morir y
esperamos…” a la manera de la Soledad de las Batallas
Cuando llegamos a En
contra de los aviones, (en realidad dos cuentos uno inserto en el otro)
Murillo nos da un respiro, y ahora podemos disfrutar de uno de los cuentos más
sabrosos que hemos leído en mucho tiempo, menos grave, más hilarante, una vena
que sigo pensando ha sido tan poco recurrida en los últimos tiempos, cuando
nuestra narrativa tiende a veces hacia una abusiva solemnidad, en En
contra de los aviones es todo un retorno al goce y las sonrisas
cómplices, pero no por ello un texto que esté al margen del resto del conjunto.
Todo es caos que se precipita
hacia la entropía… todo acaba, todo es fin de mundo, todo se derrumba, como un
avión que explota en mil pedazos y que no puede restablecerse, nada escapa a su
muerte cósmica, a su conciencia, pero al final del relato, Murillo nos da una
esperanza, nos dice que no todo acaba aquí, que hay una salida, que todo vuelve
a comenzar otra vez, que es posible escapar de las habitaciones cerradas, “la nota en el bolsillo exterior de mi
maleta pequeña: “Te esperé pero no saliste. Llámame”. Un número y su firma:
Maite”.
Nos da mucho gusto que Juan
Murillo publicara este libro, por la importancia que ocupa hoy como crítico
literario, editor y autor, por el buen momento que atraviesa la joven narrativa
costarricense a pesar de que la mayoría de lectores se quedó en la década de
los años 40 del siglo pasado como si no se hubiera vuelto a escribir nada en
este país, nos alegra saber que este libro de Murillo será un texto crucial, y
un parte aguas, para lo que se viene escribiendo en la narrativa costarricense,
y contrapunto para lo que vendrá.
Germán Hernández.
Como te imaginarás, Germán, he seguido muy de cerca el desarrollo de la narrativa de Juan. A pesar de que se diga que hablar bien de los textos de un amigo es un pecado mortal, lo hago en este caso, porque simplemente me parecen narraciones muy bien trabajadas, que han quedado como producto de una depuración de años, en las que Juan ha dejado otros textos (los innecesariamente complejos, por ejemplo) en sus archivos personales, sabiamente.
ResponderEliminarEn la prosa de Juan no hay concesiones, facilismos, no vas a encontrar aquella supuesta y famosa "identidad costarricense", a pesar de que son cuentos costarricenses, claramente.
Es lamentable, por otra parte, que siga habiendo ensayos académicos dedicados solamente a la generación de los nacidos entre 1958 y 1963, cuando el ritmo de publicación parecería obligar a otra cosa, a ponernos al día, a que los académicos lean otras cosas y que hablen de otras cosas. Este libro es un perfecto ejemplo de que los caminos de nuestra narrativa son otra cosa ya, son nuevos, tratan otros temas, tienen una sofisticación poco vista antes.
Este libro da para hablar mucho más.
Llevas toda la razón Guillermo... va tomar algún tiempo y mucho esfuerzo que la actual generación se visibilice adecuadamente.
ResponderEliminarEn los ámbitos académicos, definitivamente hay un resago como de 60 años... simplemente no leen literatura contemporánea, es más cómodo hacerlo con textos más o menos "añejos", más o menos dentro del "stablishment" donde no hay nada que arriesgar...
Por otro lado, también hay muchos motivos de celebración, el libro de Juan es uno de ellos...
La crítica académica es histórica, y difícilmente puede proceder sobre las obras más nuevas si no ha habido un discurso previo sobre ellas en algún otro medio. La crítica académica no "califica", sino que "clasifica". Por eso es importante seguir machacando con reseñas puntuales como esta de Germán.
ResponderEliminarA mi parece admirable en Murillo la longitud de sus cuentos, esa carrera de fondo en el que se las juega todas, con riesgos considerables. En "La interpretación de los signos", "Pájaros negros" y "En contra de los aviones" es donde más claramente encontré la maravilla en este libro.
Me parece muy lúcido eso que decís de la entropía en los cuentos de Juan. Pero una cosa es la entropía y otra la hipertrofia, y en eso yo sí lamento los manierismos de algunos cuentos. Como decís, el lenguaje es material primordial, pero eso se puede (de debe) decir de cualquier texto. A mí lo que me parece es que a menudo ese lenguaje ofusca la narración. No creo que haya un concepto como "acto narrativo puro", pero en todo caso el lenguaje de Murillo está permeado de referencialidad y voluntad de estilo, y se puede acercar tanto a la poesía como al reportaje. Son formas de contar, pero difícilmente son puras. Por suerte.
Caray Gustavo, gracias!!!!
ResponderEliminarLo mío como bien dices, son reseñas, no poseo el instrumental de los críticos ni esas cosas. Es más intuición, hábito de lector, amor por la literatura, oficio de escritor, cosas ya lo sé, muy difusas y mágicas... pero es lo que tengo....
Tu comentario me anima a seguir.