En el 2008, Carlos Cortés, gana
el premio nacional en la categoría de ensayo con “La Gran Novela Perdida”, obra
que para mí, más que ensayo es una auténtica novela. Dicha obra me cautivó y me
pareció provocadora y muy valiosa, a pesar de que muchos planteamientos e
incluso pretensiones de Cortés no los comparto.
Dos años más tarde, en el 2010 publica su colección de cuentos “La última aventura
de Batman”, y nuevamente es galardonado. Pero esta vez, no sentimos al Cortés
versátil, ameno, incisivo; más bien, nos parece un intento fallido, un libro
menor y discreto en el conjunto de su obra.
Son doce textos, divididos en
tres secciones que abarcan estadios en la vida de un mismo personaje más o
menos distinguible, salvo quizás “Nauseas”, “La bella durmiente de Nueva York”
“Chico conoce chica” y “La breve guerra civil del camarada Mora”.
En la primera sección, “Secretos
de familia”, arranca el libro con el cuento “La última aventura de Batman”, y
si bien es un texto eje para el resto del conjunto, nos sorprende que Cortés
pierda el control del narrador y por momentos se confunda con el narrador niño
y el narrador adulto.
“Nauseas”, es un texto ácido, que
no sabemos por qué motivo matiza y hasta oculta el asunto del aborto, cuando es
precisamente ese el asunto del texto, el tramado y estructura es interesante,
pero comenzamos a notar en este y la mayoría de cuentos cierta sobreedificación
accesoria y decorativa sin funcionalidad, por ejemplo cuando describe en ese cuento a un
personaje secundario: “Julio siempre daba
esa impresión de estar escapando de algo, de todos nosotros o de sí mismo.
Siempre buscaba desprenderse de una sombra que lo maniataba” ¿Y para qué
toda esta enigmática descripción si a fin de cuentas el único rol de Julio en
todo el cuento será pasarle un papelito con un número de teléfono al
protagonista? En todo caso, en este cuento no nos convencen los escrúpulos del protagonista,
tampoco dan nausea, hubiera preferido sin rodeos que me hablara de culpa.
“Retrato de mujer con los
instrumentos de la pasión” y “Viuda de blanco” giran alrededor del texto
homónimo y el acontecimiento de la muerte del padre del narrador, es como un
intento de abordarlo desde distintos planos y perspectivas, recurso que si bien
logra interesar, se lograría mejor en la trama de una novela en este caso.
En la segunda sección “Amores
imposibles”, comienza con “Bésame mucho”,
texto bien logrado, ahora sí el narrador está en su lugar de niño y como niño
contempla con extrañamiento distante ese mundo de adultos, la yuxtaposición
entre un mismo evento y la perspectiva entre sus actores.
“La bella durmiente de Nueva York”,
pudo ser un gran cuento, pero sentimos que tiene problemas de planteamiento, no
más arranca diciendo: “Mi padre siempre
me contó la tragedia de Tommy Vargas”, pero al final nos damos cuenta que
la tragedia no estaría completa ni podría contarse desde siempre, si no hasta 1990.
Nos hubiera gustado que fuera ese padre quien contara y no su hijo reelaborando
la narración, y luego el autor forzándola a que cupiera en una estructura que
la limitó, llenándola de referencias algunas veces como dijimos accesorias y
decorativas, como las del jazz, dejando muchos “supuestos” que no son tan
supuestos y que entorpecen la narración, ¿Por qué papá fue a ver a Flora en el
Hospital si nunca la conoció, cómo supo que había despertado, acaso sería una
especie de Albacea de Tommy? ¿Y si Tommy le había heredado su fortuna a Flora,
por qué ella estaba en un hospital de beneficencia?
“Chico conoce chica”, Donde “Y”
es él y “X” es ella, resulta en un texto bastante flojo, poco verosímil que se
mueve entre la realidad y el delirio de una noche, lleno de exageraciones como
aquello de coger en todos los moteles, se nos hizo cansado, por momentos
fragmentario sin lograr recoger tantos elementos; y por favor, que alguien nos traduzca esto: “Intempestivamente despertó. X se enroscaba
alrededor del pene y empezó a introducirse dentro de él poseída por una fuerza
en expansión.”
“El año en que me enamoré
perdidamente de Irenne Pucci”, remembranza e inocencia perdida. Eso sí, le
faltó a Cortés más sutileza para explicar lo que significa “achará”, y que por
cierto, cualquier lector no tico de verdad comprometido con el texto lo podría
averiguar sin ayuda del autor.
“La herencia de la Familia Freer”
con que empieza la tercera y última sección del libro, un cuento alocado, nos evocó ese azaroso y
singular mundo cortaziano de Cronopios y Famas y especialmente aquella novela
Los Premios. Nos hace sonreír melancólicamente.
“La Guerra Civil del camarada
Manuel Mora”, es el mejor texto del conjunto, certero, recreando unos
personajes y un tiempo y lugar con vitalidad y economía, y que por contenido,
está escrito equilibradamente, con honestidad y sin falsa beligerancia, un
texto que brilla solitario en el conjunto de este libro.
“En L.A. con el tío Ed”, cierra
el libro con un texto que comienza exquisitamente, pero se alarga demasiado en
lo puramente anecdótico, por momentos hermoso, por momentos aburrido (por
ejemplo casi tres páginas para explicar que pringó de orines la taza del
escusado y que el tío se enojo). Lástima que gastó tan pronto con su incesante
repetición el estribillo: "You’re better believe it, baby” hasta volverlo inocuo.
En general, un libro de muy
desigual calidad para un escritor como Carlos Cortés y su trayectoria.
Germán Hernández
Encuentro semejanzas entre lo que has dicho aquí y cosas que capté en "Cruz de olvido".
ResponderEliminarLo primero fue el inclemente desgaste de la frase Costa Risa (donde ni siquiera se tomó la molestia de adjudicar la debida autoría). La frase se repite y repite hasta que el lector se cansa de la chota sin gracia.
Segundo: le dedica varias líneas de explicación al lector sobre qué es la Cruz de Alajuelita, es decir, su novela está pensada desde una cultura vergonzante, desde un punto donde -según Carlos- hay que explicarle al lector extranjero qué son nuestros nombres y por qué son. Los francese no hacen eso con las calles de París, ni lo mexicanos con las de México. Mucho menos el Dante se detuvo para explicarle al "amable lector extranjero" quienes eran esa sarta de vecinos suyos que aparecen en la Divina Comedia (eso lo hacen los exégetas más adelante). Y de igual modo, Gutiérrez no pone apartados explicando las vericuetos geográficos de Limón o la Zona Bananera. La buena literatura se escribe desde la identidad propia sin convertirla en folleto turístico.
Pese a todo lo anterior, debo reconocer que, en términos generales, a mí me gusta la narrativa de Carlos Cortés. Hay partes de la misma Cruz de olvido que son momentos inovidables, así como en algunos otros de sus trabajos.
En general, Carlos es un buen escritor, pero tiene sus malos momentos.
Aprecio mucho tu comentario Alex y coincidimos plenamente.
ResponderEliminarMe llama mucho la atención que este libro de Cortés fuera premio nacional, es un muy irregular, donde sí rescato ese magnífico cuento "La Guerra Civil del Camarada Manuel Mora" pero como dije, brilla solitario en conjunto del libro.
Tremendamente interesante.
ResponderEliminarGracias, German, siempre es un placer entrar en Signo Roto, aunque sea a salto de mata como hago yo.
Ay, espero seas capaz de perdonarme.
Un abrazo