No hay mapas que puedan abarcar una ciudad moderna.
Cualquier mapa es solo una instantánea de ese espacio en constante cambio y
crecimiento que representa la ciudad. ¿Cómo hacer, entonces, para encontrar
algo o alguien dentro del laberinto de calles y avenidas? Hay que buscar
referencias, rostros conocidos, edificios que están o estuvieron en algún
sitio, como la antigua Biblioteca y de allí, "cien varas al norte a
mano derecha, antes del parque".
Los parques pueden ser una buena referencia y un buen lugar para encontrarse, más aún siendo los parques un símbolo de espacio abierto. Me refiero a los parques públicos, por supuesto, no a los de diversiones, ni a los disneylands o a los malls, en donde tienes que pagar entrada o se reservan el derecho de admisión. Los parques, los no privatizados, son esos lugares donde la gente se encuentra y se desencuentra y donde pueden suceder los milagros más espantosos y las desgracias más sublimes, mientras se camina de prisa en busca de la persona amada, como es el caso de Raimundo, uno de los protagonistas de esta novela.
Los parques pueden ser una buena referencia y un buen lugar para encontrarse, más aún siendo los parques un símbolo de espacio abierto. Me refiero a los parques públicos, por supuesto, no a los de diversiones, ni a los disneylands o a los malls, en donde tienes que pagar entrada o se reservan el derecho de admisión. Los parques, los no privatizados, son esos lugares donde la gente se encuentra y se desencuentra y donde pueden suceder los milagros más espantosos y las desgracias más sublimes, mientras se camina de prisa en busca de la persona amada, como es el caso de Raimundo, uno de los protagonistas de esta novela.
Tania Hernández |
En Apología de los Parques, Germán Hernández nos
presenta a San José, precisamente, como una ciudad parque, un espacio público
en el que los personajes se mueven libremente, dejando a su paso gracias y
desgracias, en el que es posible encontrarse y desencontrarse con aquello que
se busca o perder lo que tan adecuadamente, nos hacía falta. Sin
embargo, no hay idealización, esto no es un paraíso. Aquí pasa la vida, y pasa la muerte, como pasarán frente a
nosotros las piernas de esa mujer que podría muy bien ser todas las mujeres o
una sola, cualquiera, hasta la suya. En este espacio abierto a lo real y a lo
surreal, los contornos se difuminan, y en los personajes cohabitan la
indefensión de “un peatón que intenta cruzar una calle” con el efecto
fulminante de un cerillo encendido o de una paloma muerta que perfora el pecho
de un conductor.
Adentrémonos entonces, a este espacio abierto. Pero antes de iniciar el camino, debo recordarles que no hay mapas, solo referencias. Los parques por ejemplo. O el hotel, o la zapatería, o las palomas muertas, o la vitrina de los maniquíes o el bar de la esquina. O simplemente, seguir a Raimundo y cuando llegue al parque, a su historia preferida, a la palabra clave, imagine cien varas al norte y luego cruza a la derecha.
Adentrémonos entonces, a este espacio abierto. Pero antes de iniciar el camino, debo recordarles que no hay mapas, solo referencias. Los parques por ejemplo. O el hotel, o la zapatería, o las palomas muertas, o la vitrina de los maniquíes o el bar de la esquina. O simplemente, seguir a Raimundo y cuando llegue al parque, a su historia preferida, a la palabra clave, imagine cien varas al norte y luego cruza a la derecha.
Tania Hernández[1]
Frankfurt 2014
[1] Tania Hernández. Escritora guatemalteca.
Reside en Frankfur, Alemania. Es autora del libro del libro de relatos Love
veintediez, 2011“
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