Leer es un ritual hermoso, edonista y marginal. Leer es tiempo que robo
a las horas pico cuando viajo en autobús. Leer es tiempo que robo al sueño en
las madrugadas. Leer es siempre tiempo robado. Así leímos "Guirnaldas (bajo tierra)", (sobre todo en los
autobuses), en compañía de mi heterogénea playlist de Google Play, absorto para
el mundo encapsulado en la mole colectiva, y así, esa lectura de "Guirnaldas (bajo tierra)" y luego magnolias me hizo
soltar muchas veces una carcajada o una lágrima, para perplejidad de mis
compañeros y compañeras de viaje.
"Guirnaldas (bajo tierra)" ha sido una de las lecturas más gratas en mucho
tiempo, un culmen y una summa del estilo narrativo y compositivo de Rodolfo
Arias y un texto que definitivamente entierra la omnipresencia de aquella
primera novela “El emperador Tertuliano
y la Legión de los superlimpios” cuyo campo magnético amenazaba con tragarse
todo el mérito y todo el valor del resto su obra (la maldición del primer libro).
Para quienes ya conocen la obra previa del autor, reconocerán en estas “Magnolias (bajo tierra)” su inconfundible voz, su aparente levedad, su inagotable caudal de
referencias, su voluntad de aproximarse y hablarnos con familiaridad y que nos
hace exclamar en cada uno de sus personajes “yo conozco a ese tipo o a esa
tipa”, porque en eso consiste la “trama de la vida” en que todos, por infinitas
variables que no podemos controlar ni conocer estamos unidos con todo, y todas
las relaciones que se producen nos afectan a todos y todas. Porque además sus
personajes son entrañables, capaces de lo peor y lo mejor, Pumilla, Karla,
Pitoché, Manuel y todos los tipos y sustratos posibles hasta Eva, donde todo es retorno a la semilla.
Sobre ese territorio conocido, con el ritmo de esa voz familiar,
ilarante y conmovedora de Arias Formoso, el lector atravesará no un mundo por
descubrir, sino un cosmos por comprender, y todo ello ha sido posible gracias a un infame
mecanismo de cábalas, un mapa sincrónico y diacrónico consistentemente
ejecutado que hace converger todos los caminos. En este sentido Sergio Arroyo,
es quien mejor ha descifrado esa red en su reseña Líneas y conexiones.
Tanto el tramado, que une capítulo por capítulo, episodio por episodio,
como la composición de cada uno ponen en evidencia el dominio técnico y
plástico del autor; destaco en especial esa habilidad con el racconto y la
analepsis y la belleza parabólica con que está elaborado cada uno.
Rodolfo Arias Formoso |
“Guirnaldas (bajo tierra)” junto al “Más violento paraíso” de Alexander Obando
y “El enano de la mano larga larga” de Jorge Jiménez, componen lo que para mí
constituye el tríptico que derriba el flujo de la novela normal e irrumpen (cada
una a su manera y por sus propios medios) como lo más importante de la narrativa
costarricense en lo que va del siglo.
No me queda más que agradecer a Arias Formoso, por restablecer y
restaurar durante mi lectura, aquella vieja costumbre de sentir y conmover, y por el
exquisito botín literario que le robé al tiempo.
Germán Hernández
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