La pura verdad, es que cuando
salió “Vamos a tocar el agua” con bombos y platillos, cobertura mediática,
rumores de super ventas, a mí lo que me dio fue pereza. ¿Qué es esto? ¿Ahora
con lo de la “autoficción” los autores se entregan a una especie de farándula
literaria? ¿Es que no se aguantan a esperar a la (más digna tal vez) edición
póstuma de sus notas sueltas?
A lo mejor no eran más que
prejuicios míos, una especie de aprensión natural por todo lo que brilla
meteóricamente en el cielo. Así que magnánimo le di una oportunidad, y muy
pronto, me dejé llevar por el asombro y la sorpresa, de un libro que no sé, que
quién sabe qué evocará en la gente que no ha nacido todavía. Pero al menos a mí
me contó una travesía inesperada.
La crónica - relato hace
desaparecer al escritor, salvo señas y aclaraciones, siempre es la crónica de
un sujeto que está de viaje con su familia durante un año por alguna razón,
puede ser un ingeniero, un abogado, cualquiera, pudo ser Alemania o Turquía,
pero sobre todo una aventura para adentrarse en lo cotidiano, en el desafío de encajar.
El estilo de Chaves es tan dulce
y sin aspavientos, acierta cada vez, en la fragilidad y en lo evanescente de un
recuerdo que no remuerde, ni duele, ni culpa, y que solo busca sentido, la
honestidad de este libro es tal que conmueve, una pieza deliciosa, que enamora
por ser así: las palabras de un papá, de un escritor, de un esposo, de un
sobreviviente, de un peatón.
Germán Hernández
Hermoso comentario... No lo he leído aún. Saludos.
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