No entiendo esa poesía viscosa,
recargada de imágenes, casi siempre aleatorias, arbitrarias. Parece más bien un
juego de prestidigitación de palabras, como si bastara encontrar alguna clave
combinatoria que las haga sonar bonito, aunque no digan nada.
Y es que es necedad, obsesión y
horror al vacío la manera en que muchos poetas, como en este caso Paúl
Benavides en su poemario “Apuntes para un náufrago” arman su poesía,
atiborrando cada espacio de abalorios, de ripiosos colores y rimbombantes
lentejuelas, como si con toda aquella parafernalia pudieran darle sostén a los
reiterados tópicos de siempre: el “yo poeta” al que le pasan todas las cosas”,
el que pierde la inocencia, el escribe el primer verso, el que recuerda la casa
de los abuelos, el que estuvo en la izquierda, el que amó a la guerrillera, el
que se emborrachó en las cantinas, el que viajó… eso es casi como intentar
embellecer un raquítico arbolito de navidad.
No tengo nada que aplaudirle, no
es ni lo mejor ni lo peor de su generación, tan solo un poco más de lo mismo,
una poesía que se mantiene en la media.
Paúl Benavides |
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Entre las linduras que
encontramos en “Apuntes para un náufrago” podríamos mencionar la sobre
adjetivación, pero en especial aquel recurso amateur de formar imágenes
combinando palabras mediante la preposición “de”, o “del” no hay forma más
sencilla de hacerlo, veamos estos ejemplos tomados al azar:
Selva cósmica de orugas de luna
verde
Demonios del miedo
Daga de luz
El agrio despertar de la nada
El lento caminar de la tarde en
el pozo del hambre
Dejarla caer en la tempestad de
perros desbocados
Verdades de plomo
¡Son perfectamente
intercambiables! Observe:
Selva cósmica de luna de orugas
verdes
Daga de miedo
Demonios de luz
El agrio despertar de la tarde
El lento caminar de la nada
Dejarla caer en la tempestad de
plomo
Verdades de perros desbocados
¡Intente su combinación!
Germán Hernández.
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