El Éxtasis de la beata Ludovica Albertoni de Gian Lorenzo Bernini |
Recién, en redes sociales hice esta pregunta: ¿Dios tiene
sexo? El motivo de esta tenía más que ver con la resiente resolución del
Tribunal Supremo de Elecciones de eliminar la casilla de “sexo” en la cédula de
identidad. De esta manera, ser macho o hembra de la especie hominidae, es ahora
un asunto de género, de cómo las personas se sientan o definan así mismas.
Desde luego, esto provocó más de una reacción en diversos sectores, para los
colectivos LGBTI y especialmente para la población transgénero e intragénero,
es un reconocimiento a su humanidad y autodeterminación como sujetos, mientras que,
para otros sectores, supone una amenaza a la heterosexualidad, y donde la
biología determina el género de las personas asumido dicotómicamente en macho,
hembra, pene o vagina.
Personalmente, creo que si alguien se autopercibe como heterosexual, no debería temer nada, mucho menos la omisión o no en un
documento sobre su sexo biológico. Más bien, podría acercarse a las otras
identidades de género con sana curiosidad, para conocerlas y comprenderlas
mejor, creo que verán que en ellas hay tanta humanidad como en la propia. Es
comprensible sentir recelo y temor hacia lo desconocido, pero no es tolerable
persistir en ese desconocimiento, como también es necesario buscar las maneras
adecuadas de comunicar, sensibilizar y persuadir a las personas, sin que se sientan
amenazadas.
Volviendo a la pregunta, ¿Dios tiene sexo? Me refería a si
Dios es macho o hembra, no a si tenía relaciones sexuales, pero bueno, con
picardía muchos y muchas de quienes escribieron en mi muro de Facebook se
fueron por ese sentido, bandidillos, más de uno y una se la pasó bien
divertido. Incluso algunos aprovecharon para lanzar sus "herejias", pero en el caso de los no creyentes tales "erejías" no tienen efecto, no se puede ofender algo que no existe. Pero sí se ofende a las personas creyentes, y creo que eso no se vale, no es una estrategia muy eficaz de convencer a otros sobre nuestras creencias, y tampoco es una actitud respetuosa de la diversidad de visiones de mundo (acertadas o no) pero tan legítimas como la propia. Pero bien, ahora trataré de formular mi opinión al respecto.
Independientemente de que seamos o no creyentes, Creo que, al
referirnos a Dios, categorías como sexo no aplican, se trata de un ser
metafísico, no es macho ni hembra, simplemente Dios no tiene sexo de la manera
en que la humanidad lo entiende. Ahora
bien, la humanidad en sus infinitas representaciones e idealizaciones de lo
divino, siempre, con la intención de aproximarse o comprenderlo lo ha
antropomorfizado, es decir, hemos hecho a Dios a nuestra imagen y semejanza,
pero todas esas representaciones de lo divino no despegan del suelo, están muy
lejos de lo que nos quieren explicar y presentar. En ese sentido es
comprensible la desconfianza que sienten las personas no creyentes hacia la
mayoría de esas representaciones.
Entonces diremos que, ¿toda representación de lo divino es falsa?
Pues sí, lo es. Pero, por otra parte, juega un papel como vehículo que conduce
al ser humano hacia su propia experiencia de lo metafísico, tanto para bien
como para mal. Para mal, cuando el sujeto renuncia a su búsqueda personal de lo
divino y lo sustituye por su imagen, es decir, que su práctica se queda en las
formas ritualizadas y representaciones aprendidas.
Usualmente, las instituciones religiosas son las portadoras
de estas representaciones, y pueden ser un vehículo que permite a los sujetos a
realizar su propia búsqueda de espiritualidad, pero no por eso tienen el
monopolio de esta, la cual es una experiencia que puede ser vivida fuera de las
instituciones religiosas, y eso incluye a quienes no son creyentes. Véase que
cuando me refiero a la espiritualidad no me estoy refiriendo a lo metafísico, ni
a lo divino estrictamente, me estoy refiriendo a una experiencia que puede ser
liberadora para el sujeto, que le inspira y le da sentido y propósito a su
existencia, sea dentro o fuera de las instituciones religiosas, sea deísta o
no.
Ahora bien, y dado que mi pregunta inicial fue interpretada
como: ¿Dios practica el sexo? Pues volvemos a las representaciones de lo
divino, esquivo siempre, incognoscible desde la experiencia humana, y sin embardo
hemos sexualizado a Dios a lo largo de la historia de la humanidad, quizá para
entenderlo, para acercarnos a lo divino. Y quizá las más hermosas de esas
representaciones sean mediante la analogía del amado y la amada, desde el
cristianismo son muchas esas representaciones de Jesucristo en el rol del
amante que posee a su amada representando a la iglesia, algunas de estas son
sencillamente exquisitas, especialmente las literarias, desde los poemas del Cantar de los Cantares, pasando
por San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Ávila, los sonetos de Sor Juana Inés
de la Cruz y más cercano hoy con la poesía mística de Ernesto Cardenal en obras
como “El telescopio en la noche oscura”.
Sí, quizá la más acabada, y la más hermosa forma en que los
hombres y las mujeres a lo largo de la historia han intentado para acercarse a
Dios, vislumbrar y comprender su amor y entrega recíprocas, no pudo ser
descrito de mejor manera que en ese encuentro, en cuerpo y alma, en la carne,
en el amor erótico, en el sexo.
Germán Hernández.
Excelente artículo. Lo compartiré con su debido permiso. Gracias
ResponderEliminar