Los inmigrantes, no importa de dónde, son seres humanos de
desecho, los perdedores. No los quiere nadie, ni sus países de origen como
tampoco los países receptores. Pero nadie los aborrece más que el Libre
Mercado, pues los inmigrantes no compran pantallas, ni autos, ni celulares, ni
casas; los inmigrantes no se hospedan en resorts ni comen en restaurantes, no
compran ropa de marca ni suvenirs, no usan Master Card ni Américan Express, lo único que cargan es su pobreza y su
hambre.
En cambio, un lindo, redondo y rojo tomate sin aranceles
gracias al Libre Mercado todos lo quieren. El tomatito puede viajar libre por
el mundo, es mejor que cualquier inmigrante, por eso ante él caen todas las
barreras arancelarias y todas las fronteras para que el feliz tomatito viaje
libre por el globo, y llegue a las mesas del mundo, a tu mesa, a la de los
ganadores.
Germán Hernández
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