Siempre me he sentido tentado de escribir algo de teoría sobre el cuento, comentar y/o antologar algunos de esos casos ejemplares, pero creo que es un trabajo de una vida, y apenas hemos podido vertir algo de y sobre él cuando reseñamos el trabajo de los colegas y amigos.
Amigos!!!! es algo que no se puede decir sin sospechas y recelos en los medios "especializados y cultos" pero que justo y apropiado es desde este espacio que es mío, y de los amigos, de los que se asoman y visitan, donde podemos interpelar y cuestionar sin llegar a poner punto final y elevar altares de piedra.
Cabe preguntarse: ¿Por qué reseñar un texto que apareció hace ya 14 años? Tengo tres motivos: 1. Algunos se Hacían Dioses es la primer obra impresa de Juan Murillo, y por su ambición y propuesta técnica, seguramente será punto de referencia de lo que vendrá. 2. Porque el texto tiene vigencia física y concreta, todavía habita los estantes de algunas librerías como Claraluna en San Pedro e insto a que muchos después de estas notas vayan y acaben con ese pequeño lote que resta. 3. Juan Murillo es un viejo amigo de hace muchos años, y el tiempo y la distancia no nos han permitido más encuentros y más comunión, lo que no omite la deuda y el necesario reconocimiento de su trabajo, aquí vamos....
La Edición de Algunos se hacían Dioses, viene encabezada por una presentación llena de emotividad del hermano David Maradiaga, cuyo testimonio y obra lo van convirtiendo poco a poco en una poderosa y peligrosa figura mítica (a pesar de sus asesinos) y para bien de la vida. Luego los cuentos se dividen en cuatro secciones, la primera y última a manera de entrada y la última de epílogo, y las otras dos como cuerpo propiamente de los textos que están finamente unidos y son complementarios entre sí por ciertas sutiles reminiscencias, por pequeños objetos dejados intencionalmente entre la escenografía con el objetivo de distraer un instante, o de sugerir caminos tórridos y nuevos.
Así nos encontramos con textos como "Unico Ascenso" alegórico y simbólico, y que nos lleva al vértigo de hacer interpretaciones, donde el personaje casi sin coerción del exterior, ha aceptado la linealidad fatal de un trayecto único, que se cumple deontológicamente y que al final carece de sentido conforme se van contemplando los escenarios perdidos, a los que no se negó, la oportuidad perdida con la chcia de al lado que igual que nosotros se perdió a sí misma cumpliendo una misión que nadie le obligaba a cumplir.
En esa atmósfera de "vida perdida" de "fijación de la memoría" llegamos al cuento "Rios que van al Mar" donde se constata que los recuerdos no traen de vuelta las cosas sino su sombra, y por un momento un pasaje inolvidable con reminiscencias de Antoine Saint-Exupery, cuando el niño de las rosas pide al hombre que recuerda que le dibujen un tigre... con la sana desconfianza que todos los niños deberían tener y sentir por los sacerdotes y los hombres nostálgicos que regresan de un viaje infinito y solo ven escombros...
Conforme penetramos en la densidad estética de los textos, conforme se vuelven espesos, llegamos a narraciones como "Así matan los Dioses", "Pequeña Bohemia", "Inundaciones", donde quienes narran son fantasmas, o dioses, seres que han perdido la cualidad más importante: el control sobre su propia creación. Esa tonalidad fantasmal, esa casi petrificación de la acción en medio de un narrador que habla y reflexiona de los hechos dándo por enterado al lector de antemano exige a este último descifrar y buscar sin estar seguro dónde las claves que resuelvan el texto.
Esa sería una tarea más bien ingenua, no hay por qué buscar un "nudo" que al desatarlo resvuelve los textos, posiblemente no lo hay, en estos cuentos hay como pocas veces en la narrativa de nuestro país un afan deliverado por experimentar y someter a prueba el cuento propiamente como género literario, lo cual está perfectamente plasmado en textos como Huracán de Mariposas" y "Si Huyen de Mi yo soy sus Alas" donde la anécdota ha perdido toda su importancia, donde el recorrido del texto se hunde en el pesado hilo emosional de quien experimenta su popria circunstancia.
Un único texto en todo el conjunto es capáz de liberar a sus personajes de ese tórrido oceáno del que no pueden escapar: "Día de Resurrección" aunque para que esa liberación sea posible se tenga que aniquilar y destruir.
Húmedos y llenos de frío llegamos por fin hacia un lecho falso, en un texto magnífico: "Mujer que duerme" donde asechamos y seguimos mórbidamente junto al narrador hasta el callejón sin salidad de la realidad, de la puertas cerradas, de las ventanas a oscuras, hasta el territorio donde solo suponemos, o volvemos a recordar.
Cerrando la obra, un misterioso visitante: Jacinto, podría ofrecernos las respuestas no de la vida, pero sí para vivirla... se podría elegir la inercial y moribunda respuesta. También se podría desafiar la propia creación y transformarla...
No recomendamos el libro de Juan Murillo a los lectores acostumbrados a textos planos, corrongos y llenos de moralejas... en "Algunos se hacían Dioses" la elaboración de los textos ha sido tan meticulosa hasta llegar a algunos excesos plásticos, pero siempre se mantiene dentro de sus límites, y es a su manera una ejecución magistral del cuento, una manera de afirmarse definitivamente en un género que solo admite a quien lo transgrede dentro de sus propios límites y en esta oportunidad, Juan Murillo nos ha permitido saborearla.
Recomiendo también la excelente reseña de Guillermo Barquero a propósito de Juan Murillo y Algunos se Hacían Dioses dando clic aquí.
Germán Hernández.
Juan Murillo |
qué bien, complementas la lectura con mi recién hallazgo del libro y que ya empezé a digerir!! Desde el título,es un libro sugerente y cuestionador...
ResponderEliminarsaludos
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarGracias por tus comentarios a mi trabajo Germán, se aprecia mucho tu opinión.
ResponderEliminarAún no termino de leer este cuentario. Ya les contaré.
ResponderEliminarY para el menú de hoy:
http://directorioblogscr.blogspot.com/2010/05/recomendaciones-de-blogs-7.html
Saludos
El cuentario de Juan tiene algunos "engolosinamientos" (excesos, oscuridades) de un autor muy joven, pero es de construcción tan sólida que termina por imponerse por una rara calidad de pequeña joya.
ResponderEliminarLuisiana, bienvenida, gracias por tu comentario y en hora buena que estas líneas complementen tu lectura. Espero no haber influenciado negativamente tu lectura.
ResponderEliminarQuerido Juan, pues creo que estaba en deuda mi pequeño comentario. Y siempre es un gusto tenerte de visita por aquí.
Asterión... Manda güevo mae... a leer... ;-)
Sentenciero, Necesaria observación, siento igual que tú esos excesos, que afortunadamente no son por ingenuidad, sino deliberados... no lo había dicho, pero siento en la narrativa de Murillo algunos atisbos de Severo Sarduy, Lezama Lima... no sé.
Saludos!!!!
Nada inoportuna la mención de Sarduy y Lezama. El libro de Juan se comporta como esos otros metales pesados de la literatura mesoamericana. Leer el cuentario de Juan a fines de los noventa me costó un huevo y luego me enfureciá: no sabía si amaba los textos o los odiaba. Eso me preparó, precisamente y sin saberlo, para la lectura de Lezama y Sarduy.
ResponderEliminarSí, es una joya muy pesada, casi un yugo contra el horizonte de expectativas del lector habitual, pero una joya, al fin y al cabo.
Tu eres más atrevido que yo mi precioso Alex, y contigo de mi lado, puedo saborear mejor esos odiosos textos de Murillo que amamos tanto...
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