Mi Cadáver, Acrílico sobre papel por EMEBEZETA |
Cadáver
El cadáver estaba tirado ahí, viéndome, como si yo fuera el muerto y no
él.
Traté de ignorarlo por un rato, pero no pude. Me miraba con sus ojos
muertos llenos de vida, de una manera incómoda para un cadáver. Intenté
cerrando los párpados, pero el simple conocimiento de que al otro lado de mis
párpados había un cadáver que me veía, me volvió loco. Abrí los ojos. Ahí
estaba él, en el mismo rincón, viéndome.
Decidí cubrirlo con un trapo, para que ya no me molestara tanto. Al
mismo tiempo que lo cubrí, algo me cubrió a mí. Me asusté. Quité lo que me
cubría a mí, sólo para descubrir que el cadáver estaba descubierto también. Me
le quedé viendo, para intimidarlo, para darle a entender que el que estaba vivo
era yo y no él. En eso de estarlo viendo, me fijé. Sus cejas eran ridículamente
parecidas a las mías, lo mismo su boca, sus ojos, su pelo, su nariz, todo.
Me tomó un rato descubrir que el cadáver y yo éramos el mismo. Que toda
mi realidad era un espejo. Él era yo de su lado del espejo y yo era él en mi
lado del espejo.
Carla María y la vieja gritona
Carla María estaba tranquila en la mesa favorita de su restaurante
favorito, leyendo su libro favorito -”La Metamorfosis” de Kafka-, usando sus
lentes favoritos mientras esperaba a que su té favorito se enfriara.
Estaba pasando la página cuando una vieja entró gritando al restaurante.
Todos voltearon a verla, la vieja gritó más fuerte; tres meseros salieron de la
cocina para sacarla del restaurante. La vieja respondió a la presencia de los
meseros gritando maldiciones de pueblo, los meseros la tomaron de los brazos y
piernas. La vieja con un simple movimiento botó a los tres meseros.
Carla María se terminó resignando a que no habría paz para seguir
leyendo, cerró su libro y se levantó de la mesa, caminó hacia donde estaba la
vieja gritona y le dijo “Señora, ¿podría callarse?”. La vieja se calló por un
momento, luego regresó a gritar. Carla María se molestó, retrocedió un poco
para agarrar impulso, empujó a la vieja, hacia afuera, la vieja cayó al piso.
Gritó. Gritó de dolor, de agonía, de felicidad, de tristeza.
La vieja había gritado por última vez.
Mario
Cornejo nació el 9
de marzo de 1996 en San Salvador, El Salvador. Iniciado en la literatura a la
edad de siete años por su padre, Rafael.
Desde los doce años no ha dejado de leer y de escribir. Actualmente
trabaja en una colección de textos seguramente impublicable llamada “Dislexia”.
Ocasionalmente
escribe sketchs y obras de teatro vanguardista para guardarlos posteriormente
en un cajón con llave.
Estudia en
el colegio jesuita “Externado de San José” desde el 2002.
Descargue la Versión Imprimible de este cuento: Mario Cornejo - Cadáver
Para publicar en la Convocatoria Permanente de Narrativa
Síga las publicaciones y comentarios de la Convocatoria Permanente de Narrativa en Facebook
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu signo