¿Por
qué dedicar estas entradas a la Obra de Alexánder Obando y su persona? Porque
sin duda, es uno de los autores que más ha influido a mi generación tanto a
poetas como narradores jóvenes costarricenses, ha sido veleta y aspiración para
muchos, porque su obra supone un antes y un después en la narrativa
costarricense y porque no es frecuente en nuestro país dedicar un examen
extenso, crítico (fuera de lo académico) y digno a nuestros escritores
contemporáneos, y una última razón, porque me unen un cariño y amistad inmensos
con Alexánder Obando.
1. Primeros Años
Retrato de Alexánder Obando, Oleo sobre lienzo, 2010, del pintor Cecil Gaspar |
Arranquemos
de una vez por las generalidades, dónde y cuándo nació, en cuál kindergarten
estudió y todas esas cosas que nos acreditan como miembros de la sociedad.
Alexánder Obando nació en Costa Rica en 1958. Muy pronto, en 1964, su familia
emigró a los Estados Unidos de Norte América, ¿la razón?
“problemas económicos. Mi madre había
tenido un aserradero (en la época cuando ella y mi padre habían hecho dinero)
pero una mujer joven, trabajando en una cosa tradicionalmente masculina, tenía
pocas posibilidades. Después de que vendió el depósito abrió una pequeña sodita
(Sodita El Carmen) 25 metros al este de la antigua Biblioteca. Clientes de
renombre: Manuel de la Cruz González (entonces dueño de la propiedad donde
estaba la soda), Ricardo Marchena (mi pediatra) y Julián Marchena, hermano de
Ricardo y director de la biblioteca. En 1964 alistamos maletas y nos fuimos a EUA
como residentes legales (en esa época era más fácil).
Instalados en Los Ángeles, California, empecé la escuela ese mismo año en la Hobart Boulevard School, desde primero hasta el quinto año. Luego me trasladaron a Saint Thomas the Apostle School donde hice sexto, sétimo, y un poco el octavo año.”[1]
En
1972, Alexander Obando retorna a Costa Rica e inicia la secundaria, los motivos
oficiales:
“aprender bien el español y evitar los
colegios infestados de drogas de Los Ángeles. Pero la razón real: mi madre ya
tenía planes secretos para que la familia regresara a Costa Rica. Entre 1972 y
1975 estuve itinerante en entre CR y los EUA: de marzo a noviembre en CR y de
Diciembre a febrero en EUA. Pero ese arreglo salía muy caro. En 1975 mi madre
se vino definitivamente conmigo para Costa Rica. En EUA, se quedaba mi hermano
recién casado.”[2]
Si
bien la lengua materna de Alexander Obando es el español, fue primero en inglés
que aprendió a leer y a escribir, para cuando aprendió a hacerlo en español ya
tenía más de siete años de hacerlo en inglés.
Ingresé al colegio en 1972. Ese año el director me condicionó la matrícula a que aprendiera a escribir en español y que me aprendiera de memoria el Himno Nacional. Tenía permiso ese primer año de llevar mis cuadernos en inglés y de hacer algunos exámenes de manera oral. Para segundo ya podía escribir en castellano (aunque mal) y ya todos los exámenes eran por escrito. Debido a que me devolvieron dos años yo era siempre el grandote y más viejo de la clase. Esa diferencia física aunada a una apariencia “no gay”, siempre me salvó del hostigamiento homofóbico en el cole. Fui de los pocos homosexuales que no recibió ningún tipo de hostigamiento (hasta 4to año, pero es ya sería otra historia.
Terminé el cole en 1976 pero no me gradué
por mis malas notas en matemática. Dejé el cole y me metí a sacar el
bachillerato por madurez en letras. Lo logré en 1978. Al año siguiente ingresé
a la UCR con la intención de estudiar Filosofía.).[3]
Sería
muy sencillo con lo dicho por Alexander Obando sobre su temprana definición por
una preferencia e identidad sexual, determinarlo y encasillar su obra literaria
en ella. Quienes lo conocemos desde hace años, sabemos que se ha sacudido del
forzado ostracismo que nuestra sociedad impone referente al asunto y por otra
parte, en medio de su beligerancia y actitud consecuente sobre la diversidad
sexual, este tópico ha sido uno más en la riqueza y densidad de su obra y no un
determinante de esta, y en el peor de los casos una etiqueta que otros han querido
sugerir con intenciones de parcelarla. Sobre esto último hemos bromeado y disfrutado
de su poesía, me decía Álex en cierta ocasión: - ¿Y qué te parecen los poemas
homo-eróticos? – me preguntó mientras hacía una lectura de Ángeles para
suicidas poco antes de su publicación - ¿Homo-eróticos? – Le pregunté yo – Pues
me parecen poemas de amor y despecho que tanto valen para un chico como para
una chica.
Pero
por otra parte, algo que sí ha sido latente y perturbador a lo largo de la vida
de Alexander Obando fueron sus problemas de la vista.
En el 80 mi vista empeoró sensiblemente así me operaron pero no dio resultados positivos. Ese mismo año me fui donde mi hermano a LA donde me quedé dos años (80-82). Las consultas y terapias allá tampoco dieron resultado. Diagnóstico final: senilidad visual por conjunción de cuatro enfermedades oculares: estrabismo convergente, miopía, nistagmos latente y astigmatismo agudo. Calculaban que me iría quedando ciego progresivamente, designio que poco a poco, lamentablemente, se está cumpliendo. Desde ese entonces, a mis 24 años, ya tenía una orden médica estricta que nunca he obedecido: DEJAR DE LEER.[4]
De vuelta a EUA, y luego a Costa Rica en 1982, son los años de la juventud, de la universidad:
“A retomar mis estudios, pero me pasé a
música, luego a teatro, luego filología española y finalmente a inglés. Puntos
altos en la U: ¡haber sido alumno de cinco cursos con Joaquín Gutiérrez no
tiene precio! (Gutiérrez, Carmen Naranjo y Chase son mis padres literarios en
CR. De una forma u otra dejo eso patente en “El más violento paraíso”). Hice
cursos en Bellas artes, Música, Filología española y Filosofía. En resumen
acumulé suficientes créditos para una buena formación humanista, pero no los
suficientes para una carrera en específico. Creo que tengo más de 160 créditos
universitarios por ahí.”[5]
Gracias al uso nativo del inglés y tres años de didáctica:
“Viví de ser profesor de inglés con
salario equiparable desde 1985 hasta 2008. Mi único problema era que no podía
trabajar en lugares donde el título fuese más importante que el desempeño. En
1994, aclimatándome muy bien en Centro Cultural Costarricense-Norteamericano,
tiré la toalla y dejé de ir a la U.”[6]
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