Gabriel Gurdián Castro debuta
como novelista con Madrugada 5:15, impresa por Editorial Germinal en su
colección Revenar en el 2012. Anteriormente el autor había editado una revista
“Me retracto de lo dicho” (2001-2006) y un poemario “De amores & destramos”
(2011).
Madrugada 5:15” es una novela
juvenil e ingenuamente escrita, donde aparentemente (no estoy seguro) entre la
1:00 a.m. y las 5:15 a.m., Rudy, un muchacho vano, hedonista y pequeñoburgués,
escribe sobre sus conquistas sexuales y borracheras.
Deliberadamente explícita e
irreverente por momentos, Madrugada 5:15
es la mayor de las veces aburrida y
retórica, aunque intenta romper con la
linealidad temporal donde los recuerdos y divagaciones del personaje parecen
surgir espontáneamente sin un orden estrictamente cronológico. Pese a ello, el
texto está pobremente escrito, y plagado de problemas de estilo, como el abuso
del símil y de la oración corta y sin duda el más serio: la rima asonante de
principio a fin, (como si el narrador pensara, hablara y actuara en verso) dando
como resultado una prosa cacofónica, descuidada y de mal gusto, aquí un par de
ejemplos[1]:
“Lo más difícil es la ternura, lo más
nítido es la pasión. Entereza sin culpa, como si fuera la peor
lucha. No sé qué es esto,
entiendo que no puede ser cierto. Tal vez en un tiempo
lo encuentro sin duda alguna lo siento. No es porque
no haya sentimiento, mucho menos culpa o falta de medios.
La situación no es nula. Al contrario, siempre fue poca y oscura.
El discontinuo uso de apariciones inconclusas marcan la entereza
mezquina del impertinente ardor a querer más acción”. (pág. 17).
“A veces dan demasiada pereza las normas
implantadas por esta ciudad. Si no fuera porque existen ciertas reglas
que se deben respetar, pasaría el resto de mis días persiguiendo mujeres
al azar. Qué ganas tengo de tocar, me muero por probar,
pero siempre es imposible, hay que hacer cosas absurdas para conseguir medios
para conquistar”. (págs. 27-28.)
El narrador, Rudy, parece no
tener nada más en la vida que conquistar muchachas entre fiesta y fiesta y
enamorarse de ellas con la misma facilidad que se cambia de pantalón, como
resultado sus evocaciones son cursis y lugar común:
“A mí me encanta el olor de tu piel.
A mí me encanta la pasión que aparece cuando me ves. A mí me encanta que
seas así, sin más ni menos, solo así. A mí me encanta cuando me
volvés a ver, me siento infinito, sin poder respirar, sin palpitación… a mi me encanta
cuando gritás mi nombre en la noche fría de enero, transformando todo en
un infierno carnal en el misticismo de la oscuridad.” (pág. 14)
“Y aunque
este poema no tenga ni pies ni cabeza, no sé por qué cuando me veo con
vos solamente soy así… un ser abstracto, completamente estúpido que desea
amanecer con vos. No como aquella vez del vino, ni tampoco todas las veces que
te he ido a dejar. Carajo, cuando amanece y seguimos hablando incoherencias sin
parar. Muertos de risa y yo con unas tremendas ganas de poderte besar.
Porque es casi imposible, como aplicar el razonamiento a una historia
humana destinada a la repetición.
Tal vez, algún día termine nuestra oración.
El día que termine, aún estaré incompleto sin vos.” (pág. 74)
Curiosamente y a pesar de sus
apasionados arrebatos, Rudy es profundamente misógino, las mujeres son
únicamente objetos de su placer, es incapaz de cualquier sacrificio o
compromiso, la mujer acaba siendo un objeto de su deseo hedonista y burgués, al
punto de acabar siendo un goce egoísta y decadente como el sustrato
socioeconómico y consumista al que pertenece:
“Una buena cogida es como un buen cague. Se
sabe siempre que, al terminar, uno va a acabar sudado, satisfecho
y cansado. A veces el proceso es dolorosos, por el esfuerzo realizado
(a veces uno puede acabar con la verga doblada o chimada) pero al final uno
queda con una buena sonrisa por dentro” (pág. 13)
“Es en estos momentos donde agradezco ser hombre.
No hay nada mejor que las mujeres, son como un vicio… mejor que cualquier
droga”[2].
(pág. 72)
“María
siempre se quejaba de que se la metía demasiado adentro. Siempre decía
que su[3]
verga le llegaba hasta el ombligo. Eran esas ciertas posiciones que tanto le causaban dolor a María. Yo solo
pensaba, “que hijueputa mujer más tallada”.
María siempre pedía estar arriba, de hecho,
esta era la única posición donde ella podía llegar al orgasmo. Era como si de
esta manera podía controlar la situación[4].
A si masajeaba su punto G con mi verga, a mi no me importaba mucho cual
posición estuviéramos haciendo, mientras fuera coger.” (pág. 79)
Con todo y que la novela desea
exponer estos encuentros sexuales de una manera directa y sin eufemismos, más
que exponerlos parece hacer una apología de ellos, cierto es que este recurso
muchas veces ha servido y sirve en la literatura como ruptura de la falsa moral
y los escrúpulos dominantes, y empleado con pertinencia y en el contexto
adecuado resulta estupendo, en el caso de Madrugada 5:15 por su gratuidad no
parecen más que pastiches de lo peor de un folletín pornográfico.
Tal vez, una lectura desde el
punto de vista sociológico o antropológico podría encontrar material útil para
elaborar tipologías alrededor del segmento de la población representado por el
protagonista de la novela, pero literariamente y estéticamente hablando,
Madrugada 5:15 no aporta nada, es un libro soso y superficial que no penetra en
los personajes y situaciones que narra. Le faltó al autor madurar el texto,
desprenderse emocionalmente de él; igualmente le faltó la retroalimentación y
la mirada fresca de unos lectores juiciosos para depurar su trabajo tanto en
contenido como en la forma (una revisión filológica resulta obligatoria) antes
de publicarlo. En general es una novela que le faltó oficio y en esta ocasión
también la rigurosidad de un editor menos laxo y más exigente.
Germán Hernández
Hay un detalle de gran importancia en la edición del libro: la tipografía. Yo no lo mencioné en mi reseña porque me parecía que no venía tan a cuento en una reseña. Estaba rogando que alguien más lo reseñara para poder desahogarme en un comentario. Veo que vos tampoco lo mencionaste, mejor aún. Es esto: si las interpolaciones de un posible monólogo interior ya hacen difícil llevar el hilo del posible relato, la tipografía seleccionada hizo que me diera dolor de cabeza leer la novela de Gurdián. A veces tenía problemas para leer más de diez páginas de un tirón. Cuando la tipografía de un texto tiene tal protagonismo, algo anda mal con un libro. ¡Por favor, nunca más!
ResponderEliminarCoincidimos Sergio, a mi también me dio dolor de cabeza lo de la tipografía, más parecía un libro mal impreso, una fotocopia borrosa. Yo tampoco lo mencioné en la reseña pues me temía que fuera un comentario chapusero, pero tienes toda la razón.
ResponderEliminarGracias por pasar!