3/10/16

El arca de Noé – Michael A. Barrantes



Adquirimos por recomendación (que es una mediación) en la pasada Feria del Libro el tomo de poesía “El arca de Noe” segunda entrega de Michael A. Barrantes. Al principio el título me insinuaba (atenido a la referencia bíblica) un bestiario, pero nada de eso; que el título no nos desubique ni nos detenga.

Abre el autor con un prólogo, o más bien una advertencia al lector donde expresa su deseo “de crear un vínculo directo con la gente, sin intermediarios” (pág. 5). Extraña búsqueda ésta, pues la primera mediación es precisamente la del autor, pues el vínculo es entre el lector y el texto, la segunda mediación es el prólogo, el libro mismo como objeto, su portada, la generosa contraportada del amigo Antonio Jiménez Paz, y luego entre el texto y el lector encontramos otras mediaciones inevitables: la experiencia, la vivencia, intereses, sentimientos y deseos del propio lector; lo que pretende el autor sencillamente es imposible e ingenuo. Más parece una inmunización, “creo que es una osadía que alguien más te diga lo que considera relevante de una obra para guiarte por ella, sin que vos tengas el primer contacto aún” (pág. 5). Eso sí va a estar difícil, porque el libro ya es “público” y ese aislamiento, esa asepsia que quisiera el autor también es imposible.

Estorbosa la majadería de este prólogo que encabeza a el poemario, puede el lector prescindir de esa mediación. O bien, asumirla como un subtexto que destaca (para alivio de todos los miembros del reino animal) que Michael A. Barrantes no es un espíritu puro y caga (con un dubitativo “si” y no con un afirmativo sí). Lo cual reiterará en ocho ocasiones a lo largo del poemario (págs. 5, 19, 25, 30, 38, 41)

¿Por qué “el poeta” como se autodefine la voz que leemos en estos poemas reclama un contacto directo y sin mediaciones con la gente, si al final solo parecen haber dos tipos de lectores para sus poemas: “viejillas beatas” para asustar y “compinches” para hacer guiños cómplices? La autoreferencialidad del “poeta” en este poemario es tan recalcitrantrante como el bucolismo intimista del trascendentalismo, ¿cuándo entenderán los poetas que a los lectores nos importa muy poco saber cuáles son sus parafilias, músicos y escritores favoritos? Al final, (sin quererlo quizá) se impone ese omnipresente Yo, Yo, Yo, Yo, donde más parece que el poeta es el único que caga, el único que coje, el único que se droga, el único que odia, el único que ama, inclusive el ¡único que sufre!, con esa auto conmiseración (que es un clisé) de “pobrecito poeta”:

“Está muy claro
que Dios no disfruta tanto
como cuando ve
que se despichó un poeta ateo.”
(Fuerzas naturales. Pág. 17)

“Ninguno de estos oficios cuenta la maldita soledad de escribir”
(Oficios. Pág. 32)

“No conocés un carajo lo que es la soledad
 Peor aún,
si no dedicás tres horas
a un poema
que no la hará regresar.”
(Críticas de un don nadie. Pág. 33)

Pero nadie publica en su muro
“Se necesita poeta”
(Verdades facebookianas II. Pag.35)

Y adelanto, para que no se me tome como moralina, que en nada me molesta el lenguaje soez en la literatura, ni en este poemario, sino lo mal aprovechado que está. Y dado que estoy en una situación intermedia, pues no soy una viejita beata a quien asustar, y tampoco compinche del poeta, me quedo a medio camino con un texto que no me dice mucho, y solo muestran al típico poeta iracundo, iconoclasta, con pretensiones infernales y malditas que ama a Sabina y odia Arjona, que ama Bukousky y odia a Cohelo, que por leer a Cortázar y darse cuenta que existe el Jazz se siente un Galileo cuando descubrió las lunas de Saturno. Este poeta que se muestra en este poemario es un clisé, y por eso nos aburre. No más leídos los primeros diez poemas y ya sabemos de qué van los cincuenta restantes.

Como bien decía mi abuela con su extensa sabiduría “no necesitas comerte la pizza entera para saber que es mala, basta que pruebes una tajada”. Aunque eso sería una injusticia, pese a las carencias del poemario, a sus escasos recursos plásticos, de repente nos encontramos atisbos de una subjetividad autoreflexiva capaz de entusiasmarnos, muy escasa eso sí, espontánea e inadvertida posiblemente hasta para el mismo poeta, pero que evidencia que es capaz de superar su endógena fórmula de poetizar y traspasar su imagen reflejada en el espejo en poemas como “Heterocromía” pág.18:

“No podía olvidar la octogenaria voz
de la animadora de Legrillón,
invitaba a deleitarse con los encantos
de la fenomenal Brenda o la espectacular Michelle

Entró a ese mercado
de tetas, culos y vaginas
como cualquier consumidor,
hasta que vio a Marcela,
la menos cotizada del establo

Tenía un ojo gris y otro verde

Una vez escondido el celular,
la billetera y el reloj,
probó a Marce

Pudo ver que por su ojo gris
caía una lágrima de asco
y por el verde una de amor.”

Poema vibrante, que nos cierra con una sacudida de ternura. Pero con el resto del poemario: ¿Dónde quedó el sarcasmo, el doble sentido, la ironía, la picardía, lo carnavalesco? Es lo que falta a estos poemas que parecen a veces transcripciones literales de las ocurrencias de cantina (que pueden ser geniales también (pero aquí no) si se les tratara con dignidad literaria y artística) y mientras el autor es fiel y rígido con su molde. Veamos estos dos ejemplos:

“Odiabas que me gustara jugar con tierra,
andar descalzo, masturbarme en la sala
o comer un sándwich mientras cagaba

No tolerabas que embarrar mocos en la pared,
que usara como bacenilla la olla de presión
o que en ausencia de papel higiénico
acudiera a las cortinas

Toleré tus reclamos con actitud estoica
pero tuve que dejarte
después de la rabieta que hiciste mientras cogíamos
solo porque traté de cagar en tu pecho.”
(Tolerancia. Pág. 19)

“Insistí en que me llamaras papi, era apropiado. No se refería a un tema paternal ni de ego. Por tres días tus lágrimas y maldiciones dieron en el clavo del motivo de mi insistencia en ese particular apodo. Era para recordarte que te pasé el papiloma. (Papi. Pág. 40)”

Michael A. Barrantes
La fórmula es sencilla, la descripción de eventos cotidianos, el “Yo” omnipresente y su incapacidad de empatía y reconocimiento de la otredad, no comparte, alardea, y luego el cierre buscando un efecto que golpee, que sea chocante, la misma fórmula repetida incansablemente se debilita en el conjunto del poemario, cuando ya el lector sabe de antemano lo que va a pasar.

En resumen, formalmente “El arca de Noe” tiene problemas de edición, la estructura de los poemas es plana, fácil de intuir y reiterativa, el autor exhibe pocos recursos literarios por lo que desaprovecha los materiales para poetizar, el tratamiento de lo soez está manejado de manera coloquial, algo que ya se hizo hace mucho y no representa la menor novedad. En cuanto a recepción ya hemos dicho que estos desgarramientos de “poeta maldito” no nos impresionan y más bien nos aburren. No logra esta obra salir de las cómodas circunstancias en que se escribe y el círculo en que se divulga, no da para un escándalo mediático, ni llamará la atención de las autoridades del Santo Oficio.


Germán Hernández


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu signo