Esas diminutas estrellas
que te miran en la noche
ya estaban ahí antes que nacieras
y mucho antes que la primera criatura
que las contempló.
Están vivas, palpitan y conversan
entre sí como las ballenas en el océano
aunque no podamos escucharlas
ni comprenderlas
porque no hemos evolucionado
- ni lo haremos -
tanto como ellas.
Antes,
ellas nos verán morir.
Sus vidas son tan largas…
Nuestro tiempo es tan distinto al suyo
- apenas un instante -
que para ellas quizá
nunca existimos o ya estamos muertos.
Germán Hernández
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