Sin duda, lo mejor de la novela
es la perspectiva narrativa, una especie de observador voyeur, que acompaña a
un anciano por el trayecto de su memoria y su deseo por fijar, como testigo de
su siglo, la historia a la que siempre llegó tarde… o antes.
Desde un punto de vista plástico,
el autor despliega su virtuosa habilidad mediante una prosa que describe
postales, exactamente, como las que Maximiliano y el Coronel intercambian, todo
en la novela es reconstrucción fotográfica.
Carlos Fonseca |
Coincidimos entonces en que
estamos ante la novela debut de un joven narrador poseedor de inagotables
recursos retóricos, de un notorio bagaje erudito y, sin embargo, el resultado
no convence.
El relato deviene en una
monotonía casi somnífera, la construcción fragmentaria de la misma hace que las
piezas del puzle sean todas iguales. En suma. No es más que exhibición
virtuosa. Con tantos recursos a la mano, esperamos de Fonseca más vitalidad.
Germán Hernández
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