12/6/09

Notas al Evangelio de Juan según Franz Hinkelammert



Franz Hinkelammer, en su trabajo El grito del sujeto, nos advierte de primera entrada que existe un prejuicio, un estigma sobre determinados textos, en este caso el Evangelio de Juan. Dicho estigma, tiene que ver con el hecho que se le considera “teológico” y por este hecho, las diversas disciplinas sociales no lo consideran relevante en su ámbito. A esto le llama “inmunización”.

A pesar de ello, Hinkelammer expone el Evangelio de Juan como un texto que habla de la realidad, y que tratando de interpretarla, concurren en él lo teológico, pero también lo político, y lo económico, y lo social… etc., más lejos aún, lo considera como un texto fundante de nuestra cultura.

Por tratarse de un texto, el Evangelio de Juan ha sufrido a lo largo del tiempo una inversión como conjunto de sentido. Esta inversión se da ante todo con la palabra “mundo” entendida como toda estructura de poder. El evangelio exige estar en el mundo sin ser del mundo, su contrario opera cuando siendo del mundo desaparece el pecado que se comete cumpliendo la ley.

Los cambios de conjunto del sentido, como en el caso de Juan se vienen dando desde el siglo segundo, el cristianismo que había surgido desde la perspectiva del pobre, se transforma en un cristianismo desde el punto de vista del poder; desaparece el conflicto con el mundo y con la ley, se vuelve un cristianismo del mundo con el mundo.

En Juan, los imperativos del mundo son el pecado, y el hombre que no es de este mundo no está sujeto a esos imperativos. El que es del mundo, condena en nombre del cumplimiento de la Ley, y está dispuesto a matar para que se cumpla la Ley. Por el contrario, Jesús exige soberanía frente a la Ley en nombre del sujeto como ser vivo. El ser humano no es para el sábado, sino el sábado es para el ser humano.

Lo que el mensaje de Jesús en el Evangelio de Juan parece sugerir con la proposición “Estar en el mundo sin ser de este mundo” no se refiere a una naturaleza mística y trascendente de Jesús fuera del mundo material, y que quienes lo siguen pertenecen a una especie de supra mundo espiritual a pesar de estar temporalmente en sus prisiones físicas y corporales. Al contrario, si entendemos al mundo como bien dice Hinkelammer como las instituciones, entonces todo cobra un nuevo sentido, las instituciones son creaciones humanas, los humanos no pueden estar sujetos a sus propias creaciones, y más bien éstas deberían subordinarse a la vida en última instancia.

¡Y a la vida en todos sus ámbitos! Quizás hoy día estamos atravesando la última crisis del capitalismo, que no consiste en la caída de la bolsa, o en la quiebra de sistema financiero, etc. Esta crisis, tiene que ver con el modo en que el desarrollo tecnológico y los imperativos del modelo de desarrollo vigente están amenazando la viabilidad de la vida del planeta mismo.

Estamos en el mundo: la sociedad de consumo, el modelo capitalista, sometidos a toda clase de mandatos que imponen “estilos de vida”, y no ofrecen “opciones de vida”. Las leyes del mercado se pretenden tan indiscutibles como la ley de la gravedad, incluso en su momento, Oscar Arias durante su segundo mandato como presidente de Costa Rica dijo: “es más fácil cambiar las tablas de la ley que modificar el TLC”. Ante estos determinismos, impuestos exteriormente al sujeto humano, a la naturaleza, al planeta entero como sistema viviente, podemos seguir esperando pasiva e inercialmente la utopía juánica de un Jesús que derrotó la muerte y quitó el pecado del mundo, o bien, asumir como bien dice Hinkelammer, esta utopía como nuestra, su realización está en someter al mundo y sus instituciones al servicio de la vida.

Germán Hernández