17/5/17

Arelis y Garabato - III

Ilustración de Arelis Hernández Sánchez


Rescatada de las calles, la pequeña Garabato se vio de pronto en un ambiente totalmente desconocido para ella. Ahora todo estaba limpio y tibio, había camas grandes y pequeñas en todas partes de esa casa en las cuales podía retozar y dormir cuando quisiera, y también había muchas tasas siempre llenas con comida, y otras con agua limpia, incluso cuando tenía necesidad de hacer pipí o popó, había unas bandejas de arena donde podía hacerlo, era un lugar fantástico pensó Garabato.

Pero para su sorpresa había también otros gatos, no pequeños como ella, sino de todas las edades, tamaños y colores, ahí conoció a Georges Simenon, Jules Maigret, Lenin y Trosky, a Jean Paul Sartre, Eunice Odio, Yolanda Oreamuno, Gioconda Belli, Julio Cortázar, Juan Carlos Onetti, Nicolai Leskov, Aslan y Bell… ¿Qué son estos nombres tan extraños? Se preguntaba Garabato. Maigret, uno de los más viejos y gordos gatos de la casa le explicó todo sobre ellos, de la extraña casa a donde había llegado y de los humanos que vivían con ellos.

“Verás, de alguna manera todos llegamos como vos a esta casa, somos los gatos que nadie quiso, y cuando el hambre, el frío y el abandono era todo lo que había para cada uno, unos humanos nos sacaron de ahí y compartieron su hogar con nosotros. Al principio da miedo, uno no sabe que es lo que esos gigantes de dos patas quieren, no sabes si quieren comerte o qué, pero de repente los escuchas hablar, los humanos hablan demasiado, y te ponen un nombre extraño, y luego te ponen un apodo, yo por ejemplo me llamo Jules Maigret, y mi apodo es Tamugo. Pero el caso es que ellos parecen ser muy felices con tan solo vernos, es agradable sentir sus caricias, y dormir junto a ellos, incluso nos sacan a pasear, yo ya he estado muchas veces en la playa. Bienvenida hermanita, espero que seas muy feliz de vivir con nosotros”.

Garabato ronroneó emocionada, restregó su rostro y su lomo contra el de sus nuevos hermanos y hermanas, y se sintió muy feliz en su nuevo hogar, el cual exploró con cuidado, saltando sobre muebles y mesas y observando con atención los extraños objetos que cubrían las paredes de esa casa…

- ¿Qué son esas cosas que cubren las paredes? – Preguntó Garabato.
- Son libros. – dijo Maigret.
- ¿Y para qué sirven?
- No sirven para nada si no sabes leer. – Le respondió Maigret mientras lamía sus patitas.
¿Y si aprendo a leer? – Insistió Garabato.
- Si aprendes a leer lo descubrirás.
- Quiero aprender a leer. – Dijo Garabato.
- Los gatos no leen, le respondió Maigret.
- Los gatos tampoco hablan. – contratacó Garabato.
Maigret sonrió como sonríen los gatos y le hizo un guiño.
- Eres muy lista. ¿De verdad quieres aprender a leer?
- Claro! ¿O acaso quieres que me pase todo el día lamiéndome y durmiendo?
- Maigret, con una mirada pícara y un maullido de triunfo respondió:

- Ok, yo te enseñaré a leer.

Germán Hernández.


12/5/17

Un adiós para John Lennon – Mario Salas



Un adiós para John Lennon, es la ópera prima de Mario Salas, quien además fue reconocida como Premio Nacional Aquileo Echeverría en la rama de poesía 2015. Publicado por Arlequín en ese mismo año, consta de cuarenta poemas.

Este premio nacional, como es usual, no quedó exento de recelos y cuestionamientos. Eso sí, no cabe reproches del tipo: “es un escritor debutante” muchos más lo han sido antes, o bien “es un académico” pues en los últimos años ello es casi requisito, y no excepción, solo en 2015 los Aquileos premiaron a un académico en cada categoría salvo en cuento, y todos ellos de gran honestidad intelectual y autores de obras vigorosas y de valor.

Mejor es meternos directamente en el texto y obviar lo extra literario. Examinemos algunos poemas.

Arranca el poemario con “Verano con montañas”, contemplativo y bucólico:

"Como el dorso de un reptil prehistórico
las montañas
reposan serenas
en el azul de enero

Las veo por mi ventana
las nubes
revientan en sus crestas como olas

A sus pies
la iglesia de Moravia duerme
ebria de verano"

De primera entrada se ve que es un texto bien trabajado, omite toda puntuación y se apoya en los versos para sugerir las pausas y dar ritmo y cadencia al poema. Las imágenes son una combinación de símiles “como el dorso de un reptil prehistórico”, las nubes revientan como olas” y prosopeyas “las montañas reposan serenas” “la iglesia de Moravia duerme ebria de verano”. Nada inusual en la manera que regularmente se compone poesía. El uso del símil es una de maneras más económicas y fáciles de componer imágenes bonitas. El poema no es más que una mirada desde alguna ventana en el cantón de Moravia intentando embellecer lo que mira de manera objetiva y limpia, pudo hacer lo mismo con las aves, los peatones, los autos, los perros callejeros… y hacer símiles bonitos con las innumerables cosas que se cruzan por una ventana, pero solo dio para las montañas, las nubes y una iglesia. Un poema bonito de verdad, nada más. Esta será la tónica de todo el poemario.

Continúa con el poema homónimo, “Un adiós para John Lennon”, el carismático beatle, cuya obra musical y su iconoclasta estilo es efectivamente inspirador para muchos hoy día (pese al lastre de Yoko Ono). Leamos el poema por partes:

“John Lennon
hermano
compañero de los días en que descubría
el sentido de las cosas
el pelo largo
los prohibidos territorios del mañana
los fresales eternos donde Lucy
desde el cielo
nos mostraba sus diamantes psicodélicos
en los días de las marchas contra ALCOA
cuando me hiciste soñar con mundos
donde no habría fronteras
ni cielo arriba
ni infierno abajo
solo la piel
dulce en el abrazo
en una tierra para siempre compartida”

De nuevo la añoranza, el tono evocador, la imagen del beatle parece andamio en la formación juvenil del poeta, luego hace referencias a sus canciones, las más reconocibles y fuera de lugar son el galimatías que hace entre “Lucy in the sky with diamonds” y “Strowberry fields forever”, sendas apologías a las drogas de moda de la época, el LSD y la heroína (sin importar las ingenuas explicaciones de Lennon desmintiéndolo) poco que ver o tal vez todo que ver con la atmósfera contestaría de los sesentas y setentas, “psicodélicos”, acertado y literal adjetivo. Pero tampoco se crea que el recurso de hacer referencias a canciones es algo nuevo, más bien es un recurso cansón y relamido en la poesía tica de hoy, por lo que evidentemente es un poema a tono con lo que suele escribirse y publicarse.

“Comprendí
que tu cólera y la mía eran la misma
al ver lo distantes que estaban esos mundos
y a las momias destilando su baba sobre auroras
aún en gestación
me enseñaste
a llamar las cosas por su nombre
a descorrer el velo que nos roba
la conciencia del dolor
y nos impide abolirlo”

Toda una revelación mesiánica este Lennon en la vida del poeta, aunque el fraseo tenga un sabor a retórica apologética que vale lo mismo para un Lennon un Numumba, un Ché Guevara o un Camilo Torres, al menos estos otros más cercanos a nuestro tropical contexto.

“No les gustó que gritaras

“Libertad para Angela Davis”
“Poder para el pueblo”
“Den oportunidad a la paz”
cuando los mercaderes de la guerra traficaban
su mercancía perversa
Vos
príncipe de los hippies
arcángel rebelde
Cómo me hubiera gustado abrazarte
llamarte hermano
en la incertidumbre
en el dolor
en la esperanza
cuando la misma jauría que ladra mi pesadilla
pidió tu cabeza”

Más referencias, más retórica de la época y que no nos llame a equívocos, no fue la CIA la que mató a Lennon sino uno de sus fans, bien frikie por cierto.

“¿Qué nueva revelación nos preparabas
tras las lunas de cristal de tus anteojos
cuando una bala nos privó de tu voz?
ahora
que ya las canas vetean mis sienes y una
huraña desconfianza
asoma a veces por mis ojos
recurro a tus canciones
y entonces vuelvo a ser un joven
rebelde para siempre
con la esperanza desenvainada
dispuesto a no transar con el imperio del miedo”

Un adiós sin despedida, el poeta no pasó de John Lennon, se quedó ahí, estático.

Ya tenemos algunas claves de la poesía de Mario Salas, poemas bien compuestos, recursos retóricos usuales, con sabor a añoranza. Un poeta que no arriesga, su eficacia consiste en armar imágenes bonitas y comprensibles, en cuanto a los tópicos, la mujer es uno de ellos, eso sí, mujer fetiche, veamos:

“Tu pelo es una selva
misteriosa
con parajes secretos por donde asoma
la seducción su garra
….
pero tu selva borró todo vestigio suyo
como quizá algún día también destruya
toda huella de mi paso”
(En “Tu pelo es una selva”)

El problema de los poemas bonitos es que se prestan a toda clase de interpretaciones ¿La selva de arriba o la de abajo? Y si su selva borró todo vestigio suyo ¿Se quedó calva?

Siguen más poemas de mujer-fetiche, “Anémona”

“Ante el bosque de coral
Un temblor
Cuando estás junto a mi
encienden sus fuegos los volcanes
las galaxias palpitan de alegría”
(En “Navega conmigo”)

“Te oiría hasta que las horas se durmieran
mansamente en tu regazo

niña tonta
mujer de otro”
(En “Si vinieras”)

O el paradigmático poema “Guitarra”

“Bella compañera es mi guitarra
armada de seis cuerdas
que son como seis dardos
apuntando al corazón de la tristeza

Cuando nos encontramos
al pie de la escalera
se acurruca en mi regazo

Entonces vibra entre mis brazos
como una tibia amante”


Definitivamente, con un buen arreglo de guitarra tendríamos un bonito bolero, que es lo que corresponde para un lugar común tan gastado.

Hasta encontramos poemas guerrilleros, claramente influenciados por la poesía comprometida de los ochenta, y posiblemente escrita en esos años.

“¿Brillaba este mismo sol
El día
En que cayó el guerrillero?
¿Eran tan azules las montañas?”
(En Ometepe)


En general un poemario lleno de clisés, lugares comunes, de poesía bonita. Pero pensándolo bien, eso es lo que el mundo necesita, y lo que la poesía nacional necesita, sobre todo porque un año antes,  en el 2014, el premio nacional de poesía recayó en una obra que era muchas cosas, experimental, virtuosa, atrevida, de ruptura, me refiero al poemario de Esteban Ureña con “Minutos después del accidente” el cual desató ciertas reacciones en medios universitarios como el Semanario Universidad, “Afán de ruptura” justifica Premio Nacional de Poesía”. Otorgar el premio al año siguiente al poemario de Mario Salas supone entonces un retorno al equilibrio, a lo normal, a lo que lo que la poesía debería ser siempre: un animalito domado, dulce, tibio y peludo al cual acariciar sin temor a que te muerda; un premio en manos de un académico, es decir, a un verdadero intelectual y hombre culto y no a cualquier diletante y sus estridencias. Premiar poesía bonita entonces es un esfuerzo enorme por hacer retornar las fuerzas de ying y el yang en su eterno movimiento pendular hacia el equilibrio… a la salomónica solución de seguir con el nadadito de perro.


Germán Hernández


11/5/17

Arelis y Garabato - II

Ilustración de Arelis Hernández Sánchez


Pero antes de contar las aventuras que tuvieron Arelis y Garabato, creo que es importante contar cómo fue que ellas se conocieron, y todavía más atrás, cómo llegó Garabato y Arelis a la casa donde vivían.

La mamá de Garabato, era una gata callejera, libre y sin hogar. Estaba embarazada y buscaba un lugar donde tener a sus gatitos. Un día encontró una abertura en un techo, entró y le pareció un lugar seguro para tener a sus gatitos y así lo hizo.

La mamá de Garabato tuvo cinco gatitos, uno de ellos era Garabato, al principio ella y sus hermanitos la pasaron muy bien. Durante el día, la mamá de Garabato dormía y sus cinco gatitos se pegaban a sus tetitas para alimentarse con su leche, cuando la mamá despertaba los lamía para limpiarlos y por las noches salía a cazar para reponerse y seguir alimentándolos.

Conforme crecían los gatitos, estos comenzaron a maullar en las noches llamando a su mamá, extrañaban su calor y su dulce leche. El ruido molestó a las personas que vivían bajo el techo, pues era el techo de una casa. Un buen día, cansados del ruido que hacían los gatitos y que no los dejaba dormir, unas garras humanas tomaron a los gatitos y los arrojaron a la basura. Nadie se imagina los maullidos de dolor de una madre que ya no encuentra a sus bebes. Imposible contar aquí lo que pasó con los gatitos abandonados en la podredumbre, con hambre y con frío.


Y a pesar de tanta adversidad, Garabato temblorosa a como pudo salió del basurero, caminó tambaleante por las aceras, con sus maullidos llamaba a su madre muy lejos de donde estaba hasta que cansada y triste, se hizo un puñito y maullaba. No encontró nunca más a su mamá, no supo nunca cuál fue la suerte de sus hermanitos. Ahí estaba Garabato, sola y maullando al vacío. Escuchó un ruido, observó la luz de una puerta que se habría, un impulso la hizo saltar hacia adentro, y esta vez sintió un par de manos tibias que la recogían del suelo.

Germán Hernández


10/5/17

Pregunta estúpida: ¿Por qué los combustibles deberían ser carísimos?



Los combustibles que hoy se utilizan en nuestro país como la gasolina y el diésel se emplean especialmente para el transporte. La percepción de las personas es que son muy caros, y es verdad, lo son, y esto se debe a muchas razones:

Primero, Costa Rica no tiene ni produce petróleo, dependemos totalmente de las importaciones que el país realiza a los países productores. Actualmente los precios son relativamente bajos, pero subirán y no tenemos ningún control sobre los precios.

Segundo, pagamos muchos impuestos por los combustibles que utilizamos, casi la mitad de lo que pagamos por los combustibles son impuestos.

Tercero, las gasolineras, empresas privadas que venden los combustibles, se dejan el 9,32% de ganancia.

Cuarto, en los precios de los combustibles también se transfieren obviamente los costos administrativos y operativos de Recope, estos representan más o menos 7,5 % de lo que pagamos.



¿Sabías que casi el 60% de los gases de efecto invernadero responsables del calentamiento global que emitimos son por los combustibles fósiles que usamos en el transporte de personas y mercancías? Reducir ese porcentaje es y debe ser una prioridad.

Por eso, yo pienso que los combustibles deberían ser carísimos, y que deberíamos grabar con mucho más impuestos su consumo, tanto para desestimular y racionalizar su uso, como como para subsidiar la construcción y operación de medios de transporte alternativo y que usen fuentes renovables y limpias de energía. Me refiero al ferrocarril y al metro eléctricos.

La reducción en el uso de combustibles fósiles significaría una reducción en nuestra huella de carbono, una reducción de vehículos en las carreteras, menos carros significa menos presas y menos presas significa alargar la vida útil de las carreteras, y carreteras menos deterioradas significa ahorro en su mantenimiento y ello significaría más recursos para otras necesidades, pues nuestros escasos recursos ya no se emplearían para importar fuentes sucias de energía que no producimos.

Movernos mediante un transporte público como el metro y el ferrocarril eléctricos de manera segura, rápida, confortable y mediante fuentes de energía limpias y renovables mejoraría
nuestra calidad de vida. ¿Qué hace falta para hacer eso realidad?


Germán Hernández´


5/5/17

Dialéctica de las aspas – Gustavo Arroyo



Encantador debut para Gustavo Arroyo; (raras veces se puede decir eso de una ópera prima), “Dialéctica de las aspas” es un poemario por demás inusual, lleno de una extraña frescura y un tratamiento del humor insólito y solitario en medio de la selva de solemnidad de la poesía criolla.

Impreso por la EUNED en el 2014, Dialéctica de las aspas consta de tres secciones, I. Veintinueve ángulos de una dialéctica con 29 poemas, II. Veinticinco aspas giratorias con sus correspondientes 25 poemas y III. Corolario, de un solo poema, homónimo del libro.

Exploremos algunos poemas, deslicémonos entre fragmentos, el poemario en su primera sección arranca bien con “Reacción axiológica de ciertas figuras planas” (no tema el lector ante estos rimbombantes títulos, no son más que alarde picaresco) en él no podemos dejar pasar la sugestiva riqueza de versos como:

“La tentación de tocar sitios indebidos
bajo vestiduras de jotas y reinas
siempre pudo más
que el arte de revolver el mazo
pensando en las siete virtudes
para no caer doblemente en el vicio”

Así, vamos advirtiendo que en la poesía de Arroyo existe un modo de tratar lo vernáculo con seriedad existencial, que lo transforma discursivamente. Para Arroyo, todo tiene trasfondo y validez, sin poses iconoclastas, más bien con guiños, sonrisas, la imagen exacta de lo vulgar se vuelve trascendente:

“Lo que ha caído del cuerpo,
espontáneamente o por acción intencionada,
representa un paso más
hacia el oeste de los dedos.

Cabellos, dientes, uñas,
en casos graves hasta piernas y ojos,
se desprenden de su base para nunca más volver.
Igual que la leña.”
(En “Amortiguación higiénica”)

Nótese el sugerente inicio del poema anterior y el afortunado tratamiento del lugar común en la segunda estrofa, Arroyo se divierte al escribir, y es también capaz de compartir el gozo que siente al hacerlo. Hasta su aséptico erotismo nos hace sonreír en poemas como “Ejercitación selectiva”:

“En plena acción,
los jadeos son truenos degradados
que explotan en la cercanía de los nervios.

Eso de hacer el amor
es a veces doméstico,
a veces ambulante,
siempre plural.

No se trata precisamente
de un asunto del alma,
pero es parecido.”

No es que su poesía sea coloquial, es que logra exprimirle el lirismo y la belleza plástica a lo más obvio:

“Entre grillos, calor y deseos,
esta erección me resulta incómoda.
ya no fumo, y eso vuelve todo peor.
La tarde me consume de nuevo,
Sin piedad”
(En “Sin piedad”)

“Estoy anudado en pensamientos
que reviven la estúpida manía
de bañarme con los ojos cerrados
por el miedo a los mirones,
a los que apuñalan por encargo,
o a quienes solo desean
anular lo poquísimo bueno
que aún hay en mí.”
(En “Sapiens”)

Construye poemas de enorme hondura, aunque sean poemas de amor o quizás por eso mismo:

“Tengo miedo del hombre que soy cuando nadie está conmigo,
cuando todas las compañías se agotan de manera irremediable.
Tengo miedo de hacerme daño, queriéndolo o no,
cada vez que la secuencia del recuerdo
se aviva sobre las paredes;
por eso temo haber envenenado la comida
mientras pensaba en los deberes que no quise cumplir.
Tengo miedo de esta lluvia
que le moja la espalda a mi historia
desde las nociones más lejanas.
Tengo miedo de los libros y de la música
porque en ellos podría encontrar verdades
a las que abrí su jaula hace muchos años.
Pero el mayor de los miedos
está fuera de mi
y lleva tu nombre.”
(En “Minuta de temores”)


“Este amor tiene casi de todo:
vísceras, impulso,
azar, ambivalencias,
una rosa encapsulada,
viejos cortometrajes
y hasta un poema que grita con intenciones

….

Estás, sin duda,
ante un amor de antología,
incompleto por muy poco.

Solo faltás vos.”
(En “Industria fallida”)


“Hace tiempo que dejé de creer en lo eterno,
incluidas deidades y bestias del inframundo.

Cuando me negaste tus brazos
la saliva se volvió más espesa
en su tránsito inevitable.

Ya no hubo secretos de vida o muerte,
ni hataciones empañas,
ni sábanas que lavar con urgencia.

El amor dejó de desordenarnos
justo antes de acabarse
(En “Temporalidad del desorden”)


En todo caso,
habíamos acordado compartir solo una mentira:

la del amor.
(En “Derechos de autor”)


El poeta sabe moverse por las cosas, sabe nombrarlas, desde la cotidianidad y lo personal, las toma sin perder el propósito del poema, no son poemas sobre las cosas, las cosas son materiales para los poemas, “Consejerías culinarias” un bello ejemplo de ello.

“Cocino el arroz como lo hacía mi tío,
el que murió de sida.

Me repitió muchas veces
que se debe tostar el grano con esmero,
sin llegar a quemarlo.
Que se debe hacer despacio,
como se hacen las cosas importantes.
que en la forma de cocinar
las personas evidencian lo que sufren,
lo que anhelan, lo que ocultan.

Mi tío tenía razón.

Generalmente,
quienes queman el arroz
son arribistas y degenerados.
Capaces de los actos más viles,
como robar una res
y descuartizarla en la madrugada.

Por eso sigo los consejos de mi tío
y soy muy cuidadoso con el arroz.

No vaya a ser que por una ligereza
alguien descubra mis secretos.”
(En “Consejería culinaria”)


Cierra esta primera sección del poemario con “Dos caras/una moneda” un poema tan desolador, y al mismo tiempo reconfortante, que nos hermana en la obviedad y lo desconocido. Y hay otros poemas con ese tono, es que no entiendo bien cómo Arroyo lo ha logrado, pero siento en cada uno que me dice algo que yo he sentido, algo en lo que yo también había pensado, y que él ha sabido cristalizar de manera virtuosa, esférica y puntual:

“Sé que no voy a morir el día que quiero,
ni en la forma deseada.
He pensado en mi muerte
con pánico dulce,
con una soledad mohosa.
Aterrado y en silencio,
como se enfrentan las realidades
cuya explicación se oculta en la parte inaccesible de las alcantarillas.

En la muerte somos un calco de las ratas
y de las pestes insectiles.
El mayor desarrollo vertebral
no nos libra de la imposibilidad electiva,
salvo el caso de suicido exitoso.

¿Qué ropa vestiré es día,
o será lo mío la desnudez postrada?
¿Me quedarán dientes aún
y lágrimas de salvamento?

Lo evidente se enfriará,
con gasto de igual tiempo que al inicio.

Porque -excepto en el ínterin de incubación-
Vida y muerte dependen
De un mismo respiro.”
(En “Dos caras/una moneda”)


La segunda sección del poemario “Veinticinco aspas giratorias”, es más de lo mismo. Es decir, guiños, agudeza, sonrisa, por eso, la razón para esta división del poemario está velada para mí; aunque eso sí, hay que reconocer que decae un poco, no hay esa contundencia, ese ritmo líquido que nos deleitó durante la primera sección, aunque cabe destacar soberbios poemas como los dos que encabezan dicha sección, tal es caso de “Dentición urbana” donde Arroyo invierte con exquisita habilidad el desarrollo en devenir, y en “Ingratitud pluvial” nos lleva por un juego de yuxtaposiciones que consigue asociar con las inevitables analogías diluvianas, castigadoras, sin arcoíris al final:

“Cuando los edificios crecen hasta el top
llega el momento que dejan caer sus semillas
y son demolidos remedio.
El suelo vuelve a exhibir la desnudez
que las ropas de concreto habían escondido,
según las normas de la moral constructiva.
algo resurgirá

Los dientes están completos de nuevo.
Volverse adulto también es una forma de demolición.
La más cruel y silenciosa.”
(En “Dentición urbana”)


“Llueve, ahora nueve meses al año,
y no como antes llovía.
llueve de una manera extraña,
enferma,
atlántica,
como si las aguas escondieran
una intención desalmada de inundar,
de comerse el alcantarillado,
de apadrinar desastres repentinos.
antes no llovía así.
nunca.
Llovía acompasadamente,
con sanas proporciones meteorológicas
que basaban en la resistencia
Y no en el rencor.
A veces he pensado
que en estos días el agua cae del cielo
con el ánimo de asesinarnos.”
(En “Ingratitud pluvial”)

También destacan otros poemas como “Egoísmo de combustiones lúdicas” por su original referencia a la purificación:

“Jugaba a incendiarse con desmedida frecuencia,
y su mayor felicidad
era la del puñado de ceniza
que se esparcía sin itinerario.

No buscaba victorias,
sino reducciones:
el incendio era su camino seguro
al anonimato
o, al menos,
hacia un rol accesorio.

Por eso jugaba sola.
no quería compartir
el fuego liberador
de la hoguera inexistente.”
(En “Egoísmo de combustiones lúdicas”)

O su apologética al vicio de fumar en “Protocolo de un vicio concreto” donde reafirma otra vez que todo es objeto maleable en los versos de Arroyo, con el más descarnado erotismo de todo el poemario:

“Pocas cosas odio de tal forma como que me pasen un cigarrillo
con el filtro ensalivado.

Denota descuido en el hábito
e inobservancia de las nomas para fumar,
que nunca han sido catalogas.

No es la manera compartir la saliva a gusto,
lo que sí ocurre con algunos besos
y también en la devolución posterior al sexo oral,
para hacerla partícipe del sabor de las regiones
que por sí misma no alcanza.

Esa cuestión tan delicada de la otredad
no debe tener cabida
en el nombre arte de reciclar nubes tóxicas.”
(En “Protocolo de un vicio concreto”)


Esta poética “con las cosas” vibra intensamente también en versos como “Carpintería optimizada” o mejor decir, su fina ironía para redefinir el mito de Sísifo:

“El martillo del carpintero
tiene al otro lado del percutor
un par de dientes que desclavan.

Es decir,
trae aparejados
el logro del acierto
y la enmienda del error.

Así como ella,
que con los mismos labios
pone el primer beso
y arranca el último,
sin importarle
los clavos que sobran.”
(En “Carpintería optimizada”)


Pero pese a todo habíamos dicho que esta segunda sección decae, especialmente por poemas que no logran salvarse, carentes de “chispa” con cierres flojos que no amalgaman ni redondean los poemas y se afean con la retórica “popera” que no se salva por su espontaneidad, ni por su borrachera posmoderma, tal es el caso de: “Iluminaciones de “Single Ladies”. Y es que dentro de unos cuantos años nadie estará obligado a la ociosa tarea de saber quién es Beyoncé y tampoco a descifrar este poema:

“Mientras Beyoncé
se triplica en pantalla
por un asunto de anillos
que no termino de captar
-debido a mi consabida problemática
con la música en inglés-
Comprendo que los rótulos con vacas negras y fondo reflectivo
a veces son prevenciones
y otras, profecías.”

Es una suerte que en el hospital
dejen ver la televisión.

Gustavo Arroyo


Cierra este poemario con la sección compuesta por un poema con el título homónimo del libro. Algo obvio y esquemático para mi gusto, y para lo virtuosamente demostrado en el cuerpo del poemario. Pero tenemos en general un bello libro, y la promesa cumplida de un magnífico poeta.


Germán Hernández


Arelis y Garabato - I

Ilustración de Arelis Hernández Sánchez


Había una vez, un gato llamado Garabato (aunque eso no es cierto, porque no era gato, sino gata; y tampoco es cierto que se llamara Garabato, pues su nombre era Simone de Beauvoir) que vivía en una casa llena de gatos, con una niña llamada Arelis y sus papás.

Cuando la niña llegaba de la escuela, rendida por tanto estudio, nada le parecía mejor que tirarse en la cama y encender el televisor. Entonces, Garabato que la amaba muchísimo, saltaba sobre la cama y caía en los regazos de ella para que no pudiera alcanzar el control remoto y acercaba su naricita fría y húmeda hasta la nariz de la niña que al sentir su roce soltaba una carcajada y entonces comenzaba a hacerse pequeñita pequeñita pequeñita hasta que dejaba de reír y estaba lista para montar sobre el lomo de Garabato, bien agarrada de sus orejas, salían juntas por alguna ventana, y de ahí hasta al techo y de ahí a explorar un mundo lleno de aventuras para las dos.

Germán Hernández


4/5/17

Pregunta estúpida: ¿Por qué el transporte público es un derecho humano?



Vamos a hacer un simulacro, más o menos aproximado a la realidad de muchos y muchas; digamos que eres un ticomeseteño y que más o menos de lunes a viernes debés moverte de un punto a otro a trabajar, o estudiar, o cumplir con alguna obligación rutinaria. Digamos que en promedio el tiempo de viajar de un punto a otro al salir de casa y llegar a tu destino ida y vuelta te toma diariamente 3 horas, (hora y media de ida y hora y media de vuelta) puede ser un poquito menos, y tristemente un poco más, pero promediemos en esas 3 horas; eso significa que en esa semana de lunes a viernes viajas 15 horas y al mes 45 horas, y al año cuatrocientas noventa horas, solo en viajar en medio de terribles atascos y presas. ¿Sabés cuánto valen expresadas monetariamente esas cuatrocientas noventa horas? Bueno, el salario por hora de un trabajador no calificado es 1227.75 (mil doscientos veintisiete colones y setenta y cinco céntimos) si lo multiplicamos por esas cuatrocientas noventa horas son: 601597,50 (seiscientos un mil quinientos noventa y siete colones y cincuenta céntimos) ¡Al año! Eso es más de dos salarios mensuales para una empleada doméstica o un trabajador de construcción (y sólo ellos saben la falta que les hace esa platita). ¿Por qué no haces el ejercicio de calcular cuánto valen tus 490 horas perdidas viajando al año? Seguro que es mucho más.

Y ojo, no le estamos sumando el costo de transporte, sea público o particular, el cual seguramente incrementará sustantivamente el costo. Sin duda un robo que la inmensa mayoría de personas asalariadas o por cuenta propia debe costear enteramente de su ingreso sin apoyo ni subsidio estatal o patronal.

Pero dejemos de lado lo económico, (que es lo de menos) y pensá en todo lo que podrías hacer con esas cuatrocientas noventa horas perdidas: podrías dormir más y mejor, podrías dedicar más tiempo a estudiar, a leer, a pasar tiempo con tu familia y la gente que amas, piensa en cómo mejoraría tu vida si pudieras recuperar tan solo la mitad de esas horas inútiles que pasas manejando en las presas (si eres chofer), nada hay más democrático e igualitario que las presas, ahí no importa si manejas un Hiundai Elantra modelo 91 o un Audi A5 del año. Y si viajás en bus, no me digás que mensajear en el teléfono y leer memes estúpidos es pasar el tiempo, ni me digás que estudiar o dormir en sus asientos es dormir o estudiar realmente.

La falta de planificación y los intereses e influencia de muchos (transportistas, comercializadores de autos, constructoras, políticos, etc.) son los culpables de que te estén robando 490 horas anuales, en otras palabras: veinte días de tu vida al año metido en presas, estresándote, enfermándote, matándote. Veinte días robados, porque no fueron tuyos, no los viviste.

Por eso, pienso yo, que el acceso al transporte público subsidiado, seguro, eficiente, limpio y confortable para todas las personas debería ser considerado un derecho humano, y jamás como una mercancía. La iniciativa de cualquier acción debe basarse en su taza social de retorno y no por su taza financiera. Mejorar la calidad de vida de las personas es un deber del Estado y todos los actores sociales, públicos y privados, no un negocio.


Germán Hernández