6/3/13

Premios Nacionales 2012 ¡Se Acabaron los combos!




 
“yo sí creo que la poesía es totalmente irrelevante, pero justamente ahí está su importancia, qué lindo que sea irrelevante y que haya gente que le dedique tanto tiempo, tanta seriedad y tanta pasión”[1]

Luis Chaves


Por fin, en esta entrega de los “Aquileos” no hubo “combos” como en el 2011 y el 2010[2], y menos lo tristemente ocurrido en el 2009 y 2008 cuando los premios se declaraban desiertos porque “los escritores no sabían lo que decían”.

Esta vez, los premios nacionales en literatura nos han dado algunas alegrías.

En cuento, nos place que haya sido reconocido el trabajo de Carla Pravisani con “La piel no miente” teniendo en cuenta que junto a este había otro texto de igual valor como “Teoría del Caos” de Alexánder Obando compitiendo en un año que salvo estos, la narrativa breve fue cenicienta.

En novela, otra alegría, o más bien, una perpleja alegría, pues el “tierno cuágulo de escritura” que nos ha regalado Jorge Jiménez con su “Soy el enano de la mano larga larga” está más allá de la minúscula temporalidad del año en que se le premia.

Finalmente, - y aquí sí me voy a extender- en poesía, se ha reconocido a Luis Chaves y su antología personal “La máquina de hacer niebla”. Es poco usual que en los premios nacionales se prefiera una recopilación de obra publicada anteriormente[3], y parece que hay un mensaje implícito con esto.

En los últimos años, el árbol de la poesía costarricense parece bifurcarse  en dos ramas más o menos reconocibles, una es más oracular y rimbombante, la otra por oposición es más lacónica, eso en cuanto a sus tópicos, aunque en el fondo, (ramas al fin del mismo árbol) apelan en el fondo a una obstinada referencialidad (casi todo texto es referencia a otro texto, sea poema, canción, autor, pero siempre es constante esa mediación) y la epigrafitis (como si el lector tuviera que estar enterado de las lecturas del poeta) casi siempre gratuita y accesoria, - ¡Cuánto ganarían muchos textos sin tan estorbosas referencias! - . Como sea, la poesía de la cantina, el putero, la coca, la sucia ciudad, bla, bla, bla, bla, o por otro lado la de las imágenes blindadas que nadie entiende por que no dicen nada; en general, la poesía costarricense en este momento es bastante homogénea, su regularidad y su equilibrada calidad nos hace pensar  en que todos los poetas y sus obras son tan “buenas” que nada sobresale, nada se distingue del resto, y lo peor, nada interpela ni dialoga, poesía que el poeta lee y escribe frente al espejo, de espaldas a la gente que camina a pie, poesía que suena como la ejecución virtuosa de una canción que nadie entiende.

Por eso, es de tomar en cuenta la obra de Luis Chaves, que es poesía a pie, cotidiana, cuyos escenarios son usualmente (en especial en sus primeras obras) los recuerdos de la infancia y los parientes, la casa, los juguetes, los recuerdos que todavía se aman o se odian pero que no traspasan todavía el umbral de la inocencia, ni de la indiferencia. El peso de la poesía de Luis Chaves en muchos de los nuevos poetas nacionales es obvia, se nota, pero muy mal imitada. La obra poética de Luis Chaves transita prácticamente solitaria como la más relevante en nuestro país. Por eso no extraña  que fuera reconocida en esta ocasión, como no debería extrañar que otras obras anteriormente fueran premiadas como “Angeles para suicidas” (2010) de Alexander Obando que también es suma poética de un trabajo realizado a lo largo de una vida, o de “Puta Vida” de Virgilio Mora en cuento (2010) que es la reedición de viejos textos junto con nuevos.

Como sea, este año no hubo medio premios, ni combos, solamente textos que hay leer y someter a la implacable concupiscencia del lector.

Germán Hernández



[2] En esa oportunidad, hubo tal cantidad de “genios”, que no alcanzaban los premios, y en las categorías de cuento, poesía y novela los premios fueron compartidos, o mejor dicho, eran “medio premios nacionales” tanto que la remuneración económica también fue dividida a la mitad.
[3] Ha habido debates apasionados sobre el hecho de que una antología sea premiada, incluso se ha apelado a argumentos tristemente pobres como aquel de si es reglamentariamente correcto o no que se premie a una antología, cuando lo que cuenta es la calidad de la obra y nada más.


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