31/5/11

Variaciones Para una Ficción - En Club de Libros

Queridos amigos y amigas, este pasado miércoles 25 de mayo fue la presentación de mi primer libro "Variaciones para una Ficción" en el Instituto de México, quiero aprovechar para agradecer a todas las personas que asistieron a este pequeño evento. 

Quiero hacer un agradecimiento muy especial a Evelyn Ugalde por darle seguimiento a la actividad y enviar una periodista de Club de Libros para entrevistarme y hacer una breve crónica del evento. 

A Continuación la nota publicada por Club de Libros




"Variaciones para una Ficción" se presentó con gran éxito
 

En una noche oscura, la cual avisaba que pronto vendría la lluvia, Germán Hernández presentó su primer libro “Variaciones para una ficción”, publicado por la Editorial UNED, un libro con varios cuentos que según afirma su escritor puede ser leído por cualquier tipo de público. El Instituto de México, ubicado en los Yoses fue el escenario en el que se pudo presenciar este nuevo nacimiento.

Germán Hernández comenta que la creación de su libro tardó aproximadamente diez años con lo que logró un proceso de maduración que aunque fue largo valió la pena. Su inspiración para escribir viene de una necesidad, él lo compara con el acto de respirar, para el cada cuento es como un “pequeño exorcismo” con el que puede expresarse.

Este escritor costarricense ha escrito varios textos los cuales aún no se publican, entre ellos una novela cuyo título no deseó revelar y que espera que pronto sea publicada. También ha escrito algunos otros cuentos y un poemario el cual no cree será mostrado al público.

“Son textos viejos, fueron escritos de diez a quince años atrás, fue una etapa muy juvenil. Me gustó añejarlos. Cuando los rescaté, ya no me sentía vinculado sentimentalmente con ellos y eso aventajó la publicación”, comentó Hernández. A sus 37 años dice que este libro no es suyo sino de la gente, desea que el público se apropie del libro.

Durante la presentación, Warren Ulloa escritor costarricense, quien fue uno de los  acompañantes de Germán en la mesa principal, afirmó que el lanzamiento de este libro es algo heroico ya que el género cuento es muy complejo y “Variaciones para una ficción” logró el objetivo.

Para el escritor, la sola presentación de su libro era difícil, por su personalidad pero sus amigos y familiares lo convencieron de dar este gran paso. También confiesa que a pesar que lo apasiona la lectura y escribir, titular para él es complicado. El titulo surgió con ayuda de la editorial quienes vieron que éste se acercaba mucho al contenido.

"Los invisibles" y "La Broma" son parte de los cuentos que podrá encontrar en “Variaciones de una Ficción” el cual ya está disponible en todas las librerías UNED  a un precio sumamente accesible. ¡Apoyemos la literatura costarricense!!!!

Tomado de: Club de Libros


27/5/11

Pedro León de las Animas Carvajal - Vocación de Exilio / Un Relato Vergonzoso


Vocación de Exilio 

Mi papá me preguntaba: ¿Vos ocupaste, Gabriel Tadeo,  los 46 pesos que yo había dejado en el bolsillo de mi pantalón? Después era mi mamá quien me reclamaba: Hijo, hemos invertido demasiado dinero en tu preparación intelectual. No nos digás ahora que todavía faltan muchos años para que podamos ver los frutos.

Mis hermanos, mis hermanas, junto con los hermanos mayores de mi mamá y las hermanas menores de mi papá, no decían palabra. Pero parecían coincidir  todos en el mismo acuerdo.

Todo aquello era parte de un mismo afán, de una precisión que me urgía para asumir decisiones inmediatas. Pero yo tampoco encontraba respuestas definidas. La solución se escurría esquiva entre mis atropelladas reflexiones. Así salí a las calles, eché a caminar sin rumbo definido. Después de muchas vueltas, atraqué en el vestíbulo de una pensión. Sentí hambre. Pero tampoco me decidí a gastar el poco dinero que todavía me quedaba. Me podría hacer falta después, pensé. Si yo encontrara empleo en este pueblo polvoriento, posiblemente la dueña de esta pensión me daría entonces el almuerzo, al crédito, por varios días. Mi vida estaría hecha a partir de ahí, aunque fuera monótona y mezquina.


Fui a consultar mis dudas con Pancho Monjarret y con Enrique Girasol, sentados ambos ante una de las mesas del corredor, frente al jardín, desayunando tarde, como si aquello fuera lo habitual. Ellos resumidamente me informaron, y me aconsejaron.

Tampoco escaseaban los saltimbanquis en aquellas lejanías, menudeaban las mujeres trapecistas de muñecas gruesas, abundaban los danzarines de cintura flexible y pantorrillas recias, había de sobra forzudos de mercado y gritones de cantina. Reunirlos, organizarlos, entrenarlos, promoverlos, programar sus funciones, podría ser mi oficio. Aunque construir un teatro, o levantar una carpa circense, era un proceso que podía consumir varias semanas. Tiempo perdido, tiempo muerto. ¿Cuándo entonces mi almuerzo?

Un último recurso era meterme a policía, sugirió entonces Enrique Girasol.

La delegación policial de aquel distrito también parecía ser otra pensión de gente pasajera, desaprensiva y menesterosa. Junto a la puerta de entrada encontré a Remigio Reyes, bachiller en letras y filosofía, contador público certificado, quien había sido mi vecino de cuarto en la Pensión Xalteva, en aquellos años remotos de nuestra inútil juventud. Remigio, que ahora era investigador secreto, con rango de teniente, había matado accidentalmente esa mañana a un presunto usuario de sus servicios policiales. Tampoco lo habían expulsado del cuerpo de aquella heroica institución, nada más por aquel accidente insignificante. Pero durante los meses sucesivos, Remigio Reyes debería vestirse de riguroso luto y, explicó con un gesto inequívoco, permanecer callado. Era su castigo. Entonces nos veremos el año próximo, le dije, y terminé de entrar.

En la entrada, se abría el espacio de un largo corredor. Los oficiales dormían en unas colchonetas alineadas sobre el piso. El primero y el único en levantarse a mi paso fue el estudiante desertor José López Urrutia, sus parpadeos delataban su culpabilidad. Su seudónimo profesional era ahora Gerson, aunque nunca había leído el Pentateuco, confesó.

En las oficinas, los jefes superiores me desengañaron. Lo sentimos mucho, Gabriel Tadeo, pero vos no das el ancho para desempeñar este oficio. Para ser policía, la primera condición es llamarse Chepe, Pancho, o por lo menos Toño. Además, hay que tener más quijada, más muelas, más agallas, más ojeras que vos. Tu destino, por otra parte, Gabriel Tadeo Novoa, sentenció el capitán José Miguel Pérez Cruz, oficial de turno,  será viajar, leer, escribir, conocer otras tierras, aprender otras lenguas, recorrer el mundo. Y regresar aquí hasta que te hayas hecho famoso y estés viejo.

Frente a la puerta de salida no me esperaba nadie, pero yo fui el único que lo noté. Caminé en dirección del antiguo hospital Santa Eduviges, sin preguntarme exactamente para qué. Al poco trecho, me alcanzó corriendo una mujer. Era mi esposa. Aunque yo no conseguía recordar en qué momento me había casado. ”Se te olvidó traer tus 46 pesos. Te podrían hacer falta en el camino”, dijo ella, tan previsora. En su cabeza estaban despejadas todas las posibles direcciones, ella tenía ideas precisas sobre los lugares adonde yo debería ir, y además por dónde debería comenzar. Pero igual tenía ella que dar unas carreras cortas, para igualar el ritmo de mi paso. Porque quien decidiría dónde cambiar de acera, de calle, de camino, o de ciudad, siempre sería yo.





Un Relato Vergonzoso

Domingo laboral, que redunda en una fiesta de beber y de sentarse a platicar (como si nos hubiéramos dado cuerda, mutuamente), con: sociólogas, siquiatras, antropólogos, poetisas y poetas, de tres o cuatro géneros distintos (porque existen muchas especies de poesía verdadera), ingenieros forestales, arquitectos, cirujanos especialistas, accionistas bursátiles, regentes de farmacias, subgerentes ejecutivos, administradoras generales, decoradores de jardines, escultoras de materias blandas, instaladoras ecológicas, todos muchachos bien vestidos y bien calzados, muchachas elegantes, desenvueltas, todavía atractivas, dignos herederos todos del talento y de las cualidades urbanas de sus padres.

Con poco y nada, aparecen referencias de una de las primas segundas de Vilma Sabina Monzón. Esta señora ha encontrado pareja, vive con su esposo, José Antolín Herradura, en Santa Azucena, compraron una casa rural, una quinta campestre, aunque a veces no logren ponerse de acuerdo con la prefectura provincial. La leña debajo de la parrilla arde, se consume y chisporrotea. Para todos estos asuntos son (serían) posibles expresiones más finas, o más exactas. Concordamos. Insistamos nada más en los detalles.

Con esa misma lista de invitados, se hubiera esperado un menú de carne de canguro, nutria o mangosta y búfalo de agua, mezclados con el jugo digestivo de nuestras conversaciones.

Por otra puerta, se aleja la poetisa núbil, conduciendo al bardo invernal hasta la propia entrada del mingitorio doméstico. ¿No era vergonzoso? Deberemos anotarlo en nuestra lista semanal de cagaditas diarias. Lo mejor fuera que nada de esto volviera a repetirse. ¿Encontraron ustedes en sus diccionarios lo que significa misantropus erectus?, habría preguntado, antes de levantarse al baño, el viejo poeta. Me temblaría ahora el pulso, si yo insistiera en retratar completo aquel elenco. Porque lo más vergonzoso de todo, sólo pudo ser la boñiga misma de nuestras conversaciones. Es vergonzoso, definitivamente. Aunque, hasta cierto punto, podríamos alegar distensión, desahogo laboral, reivindicación de libertad relativa. Este detalle anotalo por aparte. Porque existen infinitas variedades de poesía verdadera, había concedido el viejo poeta. Aunque casi  todas son falsas, nos advirtió. Pero Nieves Leudado me dejó solo en aquel círculo. Se fue a platicar por otro lado.

A nuestros anfitriones, aparte, los deberíamos colocar dentro de un nicho, rodeados de arabescos y doradillas (como retratados en una tela del famoso artista Luís Geranio Ramírez).

Hoy amaneció nublado, nuestros pies descalzos se congelan. En el jardín, ejecutan sus solfas unos menudos escuadrones emplumados. Arrancan un motor resfriado y apático, engranan y cambian de velocidad en el extremo de unos ángulos invisibles del patio de nuestra quinta, mientras, a lo lejos, otros motores trazan tangentes sonoras, como de carretera abierta y urgencia humana.

Llueve al fin enero sus congojas personales. Hay una ropa interior mía, tendida en ese patio, me advierte Nieves Leudado. El lenguaje polifónico de la lluvia multiplica las cesuras de nuestro silencio original. Ametralla un goteo persistente sobre unos huérfanos pedazos de cartón. Los glifos líquidos trazan líneas sonoras por el desfiladero y los desagües del fondo, entre pared y pared.

Queda un gran costal de basura, acostado bajo la lluvia, contra esa pared del fondo del garaje. El costal de basura abre la boca del estómago vomita papeles rotos, páginas de un diario, tarjetas de visita, ramas quebradas, hojas secas, cáscaras de frutas, latas y botellas vacías, vomita al fin unos desechos orgánicos semi-licuados, fermentados, putrefactos, y promete quejumbroso no volver a emborracharse durante el resto de su vida.

Lu 280102 


Pedro León de las Ánimas Carvajal. De nacionalidad terrestre, quiere como suyos a todos los elementos planetarios, a todos los seres minerales, a todas las especies vegetales o animales, quiere como suyos a todos los pueblos de la tierra, a despecho de todos los gobiernos, de todas las burocracias municipales, estatales o federales, a despecho de todos los intereses materiales que han separado y contrapuesto en parcelas territoriales, raciales, religiosas o geopolíticas al conjunto de la Creación Universal que, en su infinita diversidad, es UNA SOLA.



La totalidad absoluta de su obra escrita (en prosa y/o en verso) ha sido traducida desde un silencio indescifrable, hasta las playas o praderas de repasto del idioma español.

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20/5/11

El Observador de Aves - César Matamoros



El observador de aves
  
Su primera intención era esa exactamente, observar aves, compró además del telescopio y los binoculares, una pequeña guía de observación de aves que incluía un cuadernillo de apuntar.

Salió de la tienda viendo el cielo, pero encontró su primer problema, él vivía en plena ciudad. Cuando leyó aquel artículo sobre las propiedades de la ornitología amateur contra el estrés no tomó en cuenta que los pocos pájaros que había cerca de su casa eran ya difíciles de reconocer entre tanto tizne y humo, eso sin embargo no lo desalentó, puso con entusiasmo su telescopio en su pequeño trípode junto a la ventana y con los binoculares colgados al cuello se sentó a esperar.

Su ventana quedaba alta, lejos de la calle y el gentío, la vista desde ahí estaba parcialmente tapada por otro edificio similar al suyo también de apartamentos, tenía un poco de vista a un parque cercano y era precisamente ahí donde apuntaba con su telescopio.

Luego de un rato de espera un alboroto lo alertó y tan rápido como pudo enfocó el lente, ahí estaba como posando en la parte alta de un poste de luz su primera ave, con desatino buscó su libreta y el librillo guía, comparó las diminutas imágenes con la viva que veía en el lente y cuando la encontró escribió en su libreta:

“13:11 - Parque - Paloma Bravía (Columba livia)”

Poco después vio otra:

“13:21 – Parque – Zanate (Quiscalus mexicanus)”

Satisfecho con su avance se reclinó en su asiento y buscó más aves que espiar en sus quehaceres diarios. Largas comenzaron a hacerse las horas y su lista solo incluía además de las terrosas palomas lo que logró reconocer como una Guacamaya (Ara chloroptera) que probablemente se escapó de alguna casa. Siguieron pasando las horas en blanco, el nuevo pasatiempo comenzaba a ser aburrido. En más de una ocasión estuvo tentado a hacer trampa y escoger algún ave de las del libro y ponerla como avistada, pero desistió, más por vergüenza que por honestidad.

-Que aburrido- bufó y comenzó a mirar su cuarto a través de los binoculares, todo se veía enorme, veía con todo detalle la ropa interior sucia olvidada en la cama. Leyó las contraindicaciones de una caja de cigarrillos que estaba tirada al otro lado del cuarto, siguió una fila de hormigas que trepaba la pared hasta perderse en una grieta.

Tomó despreocupadamente el libro de aves y trato de ver cuánto podía leer a través del lente sin marearse. Puso el libro abierto en su regazo y en una página al azar leyó “para avistamientos en la ciudad es recomendable mirar hacia las cornisas, salientes y ventanas altas ya que son lugares ideales para anidar…”. No terminó de leer, automáticamente apuntó sus binoculares al edificio del frente y comenzó a examinar con detalle su morfología, no habían muchas salientes salvo unas pequeñas bajo ciertas ventanas, comenzó a aburrirse de nuevo y estuvo a punto de dejar todo de lado y hacer algo más pero algo llamó su atención, hubo un avistamiento, fue algo fugaz pero estaba seguro de haber visto algo, enfocó con cuidado y prestando mucha atención. Ahí estaba otra vez, dio un salto, era hermosa como ninguna ave retratada en el librillo de guía, se movía con gracia a pesar de que parecía estar en cautiverio, su corazón se le subió a la boca y se le hacía difícil respirar, apartó la mirada en un espasmo de pudor pero la tentación lo hizo suyo y volvió a mirar.

Era maravilloso verla sin ser visto, un ave de tal belleza no debería ser perturbada, olvidó por completo el librillo y se entregó a observarla sin tapujos. Su mirada no era estática, seguía la desnudez de su objetivo mientras ésta revoloteaba en su jaula traslúcida, hacía de vez en cuando algunos enfoques y acercamientos obscenos pero en general la veía en su ambiente con un enfoque amplio. Se movió con ella, se rió con ella, estuvo con ella y todo sin ella saberlo, eso era lo bello de su relación que comenzaba.

Los días fuera de casa comenzaron a sentirse como una tortura, la rutina que tan cómodamente había guiado sus pasos era ahora una espera inacabable, unas ansias capaces de carcomer hasta el acero, siempre tenía sed de ver más. El camino diario a casa se convirtió también en una carrera en la cual solo había descansó frente a la ventana aquella y a través del lente de aumento.

No era siempre a la misma hora, pero aquella ave exótica siempre tenía por lo menos un par de minutos que dedicarle a su ansioso fanático, ya fuera trinando por ahí con otras aves de menor belleza o tal vez posada en la ventana con la mirada perdida y un cigarrillo en la mano.

Él la miraba con adoración todas las noches mientras su metamórfico plumaje multicolor caía al suelo, la miraba mientras esponjaba su nido y al final se despedía de ella con un beso mientras la penumbra la engullía.

El librillo de aves quedó olvidado debajo de la cama, pues hacía días ya que él se había dado por vencido en tratar de encontrar el nombre de aquella exotiquísima aparición. Era como una mezcla de todas, la gracia de una y la delicadez de otra, el tenue matiz de aquella con el dulce volar de esta. Sea lo que fuese, él no lograba atinar a la razón que lo mantenía pensando en ella cuando no la estaba viendo. Su relación era perfecta, él la adorada de lejos y sentía en las entrañas algo magnético que jalaba hacía ella, ella era todo, ella se dejaba ver con transparencia, no se guardaba nada.

Él se hizo adicto a ella, y el tiempo pasó sólo aumentando su necesidad de ella, compartían todo hasta que un día frente al lente notó algo y pensó - Algo anda mal - ese día que parecía ser uno cualquiera se convirtió en una extrema angustia para él, su ave no estaba bien, se veía descolorida y la resonante picardía que era dueña de su mirada ya no lo era más, una extraña melancolía se había apropiado del lugar. ¿Qué le puede haber pasado?, él la miraba y se comía las uñas sintiéndose impotente, ella sólo tenía ojos para la luna y se envolvía a sí misma en humo de cigarrillos, la humedad que bajaba de su mirada hacía crecer en él como un hongo la desesperación y la impotencia. Durante días él languideció junto a ella, sin poder hacer nada, la situación iba de mal en peor, todo lo demás dejó de existir, él trataba de hablar con ella pero no parecía ser escuchado, su ave arcoíris lentamente se desvanecía en un mundo de blanco y negro.

Con el afán de alegrar un poco a su ave, él había comenzado a ponerle música, tomaba su vieja grabadora y apoyada contra la ventana abierta dejaba que se chorrearan las notas de cualquier disco que encontrara. El primer día que lo hizo notó en ella una reacción, parecía buscar la fuente del sonido pero desistió y continuó luego viendo el cielo como si la música no estuviera ahí, sin embargo él no renunció a su intento.

Hora tras hora él veía su belleza desaparecer, hasta el color intenso de sus labios parecía haber sido robado, ¿Cómo puede alguien, ser tan amado por otra persona y estar tan triste? La angustia lo carcomía y no había nada que él pudiera hacer. Fue entonces cuando comenzó a preguntarse si debía romper las reglas del observador de aves, se preguntaba si sería necesario perturbar su ambiente e intervenir.

Más tiempo pasó y él se sentía como un niño, después de mucho pensarlo había tomado la decisión de hacerlo, estaba muy preocupado por su ave, y necesitaba hacer algo cuanto antes, pero ahora que estaba frente a la entrada del edificio no se atrevía a entrar, veía a la gente salir y entrar con una facilidad extraordinaria, pero para él era muy difícil, se quedó un rato ahí de pie con las manos sudorosas, reuniendo el valor hasta que, como una exhalación y casi inconscientemente se dejó ir a través del hueco de la puerta, debió llevar unos bríos exagerados ya que una que otra persona lo miró extrañado, pero ellos no entendían que su misión era de rescate, cada uno de sus pasos de ahora en adelante era de vital importancia.

Había contado con precisión los pisos y las ventanas con su telescopio y una vez dentro vio que el edificio no era tan complicado y tenía la certeza de que esa puerta que tenía en frente era la puerta que aprisionaba a su hermosa ave, tocó, casi rozando la madera, produciendo un pequeño ruido, luego silencio. Estaba a punto de irse cuando la puerta se abrió, su corazón dio un salto, ella estaba ahí en tamaño completo, asomada por la abertura de la puerta con expresión vacía, si no fuera porque se movía y respiraba él habría jurado que estaba tallada en mármol. Se quedaron un minuto mirándose a los ojos, sin decir nada, él estaba maravillado, silenciado por tanta belleza, su ave, a pesar de la situación conservaba una apariencia etérea y fría. Ella despareció sin decir nada detrás de la puerta pero contrario a lo que él hubiera esperado, no cerró, dejó la puerta abierta como una invitación, él haciendo acopio todo su atrevimiento empujó la puerta y se hizo camino a través de lo que parecía una sala de estar. Ella se había acomodado nuevamente en su ventana cerrada y miraba afuera con la languidez que ahora la poseía, él a pesar de verla tan bella, no la consideraba más que un débil espectro de lo que era antes.

- Estás triste – dijo él con voz quebrada, como si llevara mil años sin hablar - ¿Por qué?

 Al escuchar esto ella se crispó por completo como si le hubieran clavado una aguja en la planta del pie, aun así no apartó la mirada del cielo, poco a poco se fue relajando y él tomo asiento cerca de ella, no sabía que más decir, aquello era lo único que se le había ocurrido, cualquier otra cosa dicha hubiera sido andarse por las ramas.

Ella con la mirada perdida en el cielo y el con la suya perdida en la blanca piel de sus hombros, era difícil contener ese impulso que sentía, era como si todas sus entrañas quisieran saltar sobre ella, y hacerla suya, su ave, tenerla por siempre y pasar las largas horas vespertinas mirándola en su jaula. Él se levantó y se acercó a la ventana, desde ahí podía ver la de su cuarto, no era fácil identificarla, estaba perdida en un mar de ventanas iguales.

 - Me voy, si necesitas algo… - dijo él pero se detuvo a media frase, giró sobre sus talones y buscó la puerta de salida.

 - ¿Eres el de la música? – dijo ella sin mirarlo, su voz también sonó quebrada, más como un graznido áspero, no era precisamente lo que él se imaginaba, él se detuvo y la miró, en esa pregunta no había ningún rastro de gratitud, ni de repulsión, nada, en ella no había nada, así que sin responder se marchó.

 Caminó desanimado de vuelta a su casa, no hizo nada de lo que tenía planeado, quería convencerla de que hay alguien que la ama, alguien que no duerme si ella no duerme, que no respira si ella no lo hace también. Arrastró los pies por las escaleras de su edificio y se sentía miserable, fracasado, se preguntaba si sería buena idea seguir visitándola, tal vez en una de esas encuentre el valor para atraparla.

 El descuido en que había caído su entorno era transparente para él, no existía nada que no estuviera fuera de ese tubo metálico con cristal que utilizaba para verla, tomó un largo suspiro y asomó un ojo por el lente, era extraño verla de nuevo por el telescopio luego de haber estado tan cerca de ella, pero esta vez había algo diferente,

ella estaba ahí en la misma posición de siempre, sin embargo la ventana estaba abierta y el humo de su cigarrillo se escapaba con el viento, extrañado inspeccionó la escena y notó un movimiento, ella ya no miraba al cielo, sino que parecía buscar algo con la mirada, divagó por un momento como contando ventana por ventana hasta que clavó los ojos en los de él, fue intenso, él se sobresaltó y se sintió complacido, pero aquello no era todo, los cambios seguían, ahora ella sonreía, él sintió su corazón estallar de emoción esa inconfundible curva en sus labios era para él un alivio, un ungüento sobre la herida. Se levantó lentamente para devolverle la mirada con el ojo desnudo pero el movimiento que comenzó cauteloso terminó siendo violento, pues antes de que él estuviera totalmente de pie, ella al borde de la ventana abierta decidió entregarse al vuelo.

Todo pasó muy lento, su ave estaba ahora en el aire, se iba a escapar, en la habitación de él todo fue caos, su silla voló a través de la pieza y el telescopio se rompió contra el suelo en una multitud de microprismas que desfragmentaron la luz en arcoíris diminutos, los fragmentos de telescopio hicieron una fiesta de cristal mezclándose con los de la ventana rota, eran todos espejos y en sus pequeños reflejos se podía ver un él, también en el aire, el cabello arremolinado y la mirada fija en su ave que volaba ya muy cerca del suelo. Él no tuvo tiempo de pensar, en la desesperación del momento sólo se le ocurrió seguirla y lanzarse en vuelo junto a ella, prefirió eso a dejar que se escape y perderla para siempre.
Heredia, Noviembre 2009



César Matamoros. 1983. Estudió Publicidad con énfasis en Creatividad.

Su obra está inédita, actualmente trabaja en dos proyectos, una novela en fase de revisión y un cuentario en proceso de donde sale la presente entrega.

Visite su Blog: Somniloquia y A veces Despierto



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13/5/11

Laura Casasa - Minimalismo



 

Minimalismo

   
A Lucía la hace feliz su casa blanca, los estantes vacíos, la línea moderna de sus muebles de microfibra. Tres jarrones iguales, con sus ramitas secas puntiagudas, exactamente como lo vio en Altesia. La alfombra blanca… imposible poner los pies en ella y mil mecanismos de no comás encima de la alfombra para evitar al máximo la inminente visita a Mr. Steam.

Nicho observa el panorama blanco de su casa intocable. No comer si no hay una bandeja enorme que recoja las boronas, no poner un pie en la alfombra, no sentarse en la microfibra que se arruga, no salir cuando llueve, no. Entonces, ¿qué le queda a Nicho más que crear su propio metro cuadrado particular entre la taza del baño y la puerta diminuta de la bodega debajo de la escalera, que es además el lugar donde Lucía nunca podrá ejercer su monarquía minimalista?

Se sentaba en esos escasos noventa centímetros… tenía la ventaja de ser un huesudo insípido, de manera que encajaba su cintura en la curva de la taza y colocaba su espalda exactamente en la pared, armonizando perfectamente con ese espacio noble de su casa, donde podía poner los pies en el suelo y sacar furtivamente alguna revista de Fórmula 1 que ya no compraba porque para qué leés esas tonteras si de todos modos nunca te has sentado en un carro de esos y probablemente nunca lo harás. Doblada en cuatro, en ese espacio invisible detrás de la taza del baño, la revista nunca sería descubierta.

La monocromía habitaba la casa como un tercero. La cocina metálica con lapsus azules, los baños negros, los cuartos blancos. Lucía repasaba con minuciosidad toda revista de decoración que existiera en los puestos. El manual de instrucciones era necesario. Si de casualidad visitabas su casa, ibas a encontrarte frente a una fotografía de revista. Y Lucía era así para Nicho, monocromática y simétrica, como sus jarrones beige con sus puntitas salientes y uniformes y Nicho la encontraba, de un tiempo para acá, tan insulsa como esos tres jarrones altos, en pie, que no hacían más que existir sin rebelión.
Nicho comenzó a decorar sus noventa centímetros. Primero comenzó a recortar imágenes de autos de las revistas y los comenzó a pegar con goma sobre la pared. El primero era invisible, oculto en una mínima esquina. Nicho pensó que, al salir, podría esconder su discreto acto rebelde con una planta. Finalmente lo hizo así. Después pegó otra un poco más arriba. Y otra. Su cuerpo vibró el día que se dio cuenta de que la planta no podía ocultar más sus imágenes y pensó que estaba en peligro. Decidió dejar esta insinuación, esperando que Lucía la viera y arrancara todo con Scotch Brite y 409. Pero Lucía no reparó en las imágenes y su vida transcurrió con la misma pasividad de siempre.

La buhardilla que servía para guardar algunas herramientas de jardín comenzó a convertirse en la trinchera de Nicho. Obsesionado con los objetos que encontraba, que llenaban las pulperías, los supermercados, las ventas de artesanía, comenzó a acumular cositas y a crear colecciones subversivas de ángeles, muñequitas con canasta, tapitas de botella, portarretratos, insectos disecados, postales de deportes, candelas… Descubrió las tiendas de chinos que consumió obsesivamente tres veces por semana y de las que obtenía sus objetos más preciados: plumeros de fibra de vidrio que cambiaban de color, fuentes de agua para escritorio, sombrillas fosforescentes para cocteles.

Todos los objetos estaban guardados en la buhardilla. Decidió sacarlos de ahí, poner uno disimuladamente en la sala de su casa. Pequeños actos terroristas para sacar a su mujer de quicio. Lucía llegó y vio un conejo verde que movía el hocico rumiando su burla en frente de ella. Lo tomó de las orejas y lo arrojó al basurero. Nicho… ¿sabés de dónde salió esto? Nicho no estaba ahí. Días después, bajando las escaleras, encuentra una pequeña fuente de agua funcionando clandestinamente entre las plantas del jardín. ¿Nicho vos conectaste esto? Nicho no estaba. Tres pares de ojos observan a Lucía en la ducha. Tres muñequillas de yeso, tres nigüentas que la miran mientras se escarban los pies y Lucía casi se desmaya del horror ante esos objetos kitsch a más no poder. Lucía comienza a perder el control, tenemos que hablar muy seriamente, como de qué será, de ese montón de cursilerías que estás trayendo a la casa, yo no he traído ninguna, no sé de qué estás hablando, el otro día vi un conejo verde, me deshice de él, pero han seguido llegando otros, vino una fuente de agua, vinieron unas muñecas de yeso, quiero saber qué está pasando en esta casa, no tengo idea, tal vez les gusta vivir aquí, pero quién los deja entrar, no sé, no tengo idea, ni siquiera los he visto, ¿no te los estarás imaginando?, ay Nicho, será, pero es que eran muy reales… y Nicho está feliz con los efectos de su plan.

Así que los ataques subversivos siguen. Lucía se descontrola, Nicho se siente cada día más poderoso. Lucía comienza a tomar calmantes. Nicho comienza a sentir un morbo cada vez mayor al ver a Lucía sin armas, cada día perdiendo su poder, así que decide ejecutar su golpe final. Pone toda una colección en fila, desde la puerta de la casa, y Lucía la sigue a punto de la conmoción hasta el baño, hasta la puerta del baño, hasta el mural de los fórmula 1, hasta el interior de la buhardilla donde todas las colecciones, una a una, la miran con deseo de poseer su casa y ella enloquece, se desmaya y Nicho la encierra para que viva para siempre en sus noventa centímetros. Mientras tanto, el plumero de fibra de vidrio inaugura la mesita del centro de la sala. 




Laura Casasa. Escritora, filóloga, lingüista. Profesora de Comunicación en el Instituto Tecnológico de Costa Rica. Ha desarrollado su carrera en el ámbito académico, en los temas de lenguaje y literatura. Cuenta con la publicación de varias obras especializadas en estos ámbitos. En la difusión del conocimiento lingüístico, colabora como articulista para el Suplemento Áncora del Periódico La Nación. En cuanto a la escritura literaria, desarrolla los géneros poético, narrativo y ensayístico. Obtuvo el primer lugar en el certamen de ensayo sobre temas mexicanos Premio Olmeca, en 1996. Luego de una etapa de silencio, regresa al entorno literario costarricense con las obras Posibles futuros, cuentos de costarricenses de ciencia ficción (EUNED 2009, en colaboración con otros autores), Los niños muertos (Ditsö, de Uruk Editores, 2010) y Parque de diversiones (Premio UNA Palabra 2009,  EUNA 2010). Además, publicó el ensayo crítico sobre literatura costarricense El disecador de abuelitas (EUNED, 2010). Actualmente prepara la publicación de su primer poemario y su primera novela.


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8/5/11

Siembra vientos y cosecha tempestades (Oseas 8,7)

Y si como dice la sabiduría popular, “para hablar y comer pescado, hay que tener mucho cuidado” yo recomiendo hablar con el hígado, ese órgano que no es bilis solamente, sino residencia del alma, el espacio donde toda sustancia se sintetiza y de donde brotan todos los sentimientos.

Pero hablar con el hígado exige sensatez y responsabilidad. En la edición del Semanario Universidad número 1895 del 27 de abril de este año, el Catedrático Miguel Rojas publica en la sección de opinión una notita llena de insultos a los Pueblos Autóctonos del territorio costarricense y a nuestros hermanos y vecinos de Nicaragua, la nota se titula “Nicaragua y sus ínfulas de imperio”. Donde expone al menos cuatro cuestiones: La Teoría de la conspiración imperialista Nicaragüense, El cinismo güegüense, La Juventud nazisandinista y la identidad de la nación boruca.


La Teoría de la Conspiración Imperialista Nicaragüense

Según Miguel Rojas, desde hace casi dos siglos Nicaragua viene ejecutando una sistemática estrategia de agresión contra Costa Rica, cuyo propósito es:

Gobernar a Costa Rica y
Anexarse el territorio de Nicoya y Guanacaste

Dice Miguel Rojas: “el 29 de octubre de 1821,comienza un proceso sistemático de agresiones por parte de los nicas, pues querían seguir dando órdenes”, “se inventaron la historia que todavía se la creen para ellos y sus fines militares expansionistas, de que Costa Rica les había robado el territorio de Nicoya y de Guanacaste”,

Para llevar a cabo su plan Nicaragua cuenta:

En primer lugar con un ejército militar de quince mil hombres  “se creen dueños de costa rica y son tremendamente ingeniosos para torcer y tergiversar cualquier palabra, acuerdo o estrategia maquiavélica de que cualquier medio justifica el fin de apoderarse a la brava, por fuerza de las armas de su ejército profesional de quince mil ahombres, con doctrina militar señalada en la recuperación de sus “territorios”

Y en segundo lugar con una invasión de civiles. “Un millón de nicaragüenses viven en Costa Rica en forma mayormente ilegal, primero los asesoran allá para que se vengan sin nada, luego vayan a la embajada en San José y saquen documentos. Primero invadan, segundo manden dólares y tercero pónganse a derecho medianamente curvilíneo. Y si no los apoyamos desde aquí en Managua por que los ticos tienen que respetarles sus derechos humanos”

Nos gustaría que el catedrático Miguel Rojas enumere exhaustivamente las órdenes que Nicaragua ha querido imponer a Costa Rica en los últimos 200 años, y nos gustaría también que citara las declaraciones de representantes nicaragüenses en ese mismo periodo que han invocado su soberanía sobre el territorio costarricense y cuántas veces hemos sido invadidos por ese ejército profesional nicaragüense y cuantos miles de kilómetros ha perdido Costa Rica por medio de dichas invasiones militares. El silencio de Miguel Rojas será obvio, porque todas sus afirmaciones son falsas, son “tan ingeniosas, torcidas y tergiversadas como las maquiavélicas estratégias de quienes él ataca”.

Todavía más fantasioso e ingenuo es la sola insinuación de que existe dentro de la conspiración nicaragüense la estrategia de enviar una invasión de un millón de civiles (también esperaríamos que citara la fuente autorizada sobre esa cifra) con instrucciones claras de cómo ingresar a Costa Rica. Eso es tan inocente como decir que México tiene una estrategia de invasión hacia USA por sus 25 millones de migrantes a ese país, o mejor todavía, que El Salvador está invadiendo a USA con su millón y pico de ciudadanos residiendo en California.

Las razones de la migración son diversas, existen razones estructurales y otras coyunturales, históricas, sociales, políticas y económicas que desafortunadamente convierten a Nicaragua (igual que otros países de la región) en un país que expulsa población, por su parte, Costa Rica, también tiene razones estructurales y otras coyunturales, históricas, sociales y políticas que lo hacen receptor de población migrante, un buen ejemplo de ello es la ausencia de mano de obra para satisfacer la demanda de empleo en diversas actividades agrícolas, de trabajo doméstico, seguridad, transporte, etc. Hasta el día de hoy no he escuchado a ningún tico quejándose que los nicaragüenses nos quitaron el empleo como guachimanes, o cogedores de café o como empleadas domésticas o como albañiles.

También le recuerdo a don Miguel Rojas, que no existen personas “Ilegales” quizás su estatus migratorio no esté en regla según los procedimiento de cada país pero de ahí a ser “ilegal” existe una gran diferencia.


El Cinismo Güegüense

Según Miguel Rojas, toda esta conspiración es resultado del cinismo güegüense, dice Miguel Rojas “ése güegüense que se acomodó corruptamente al poder colonial español en vez de combatirlo a muerte”.

Sólo para no olvidar, la obra del Güegüense sintetiza la fusión de las culturas españolas e indígenas que combinan el teatro, la danza y la música, y es considerada una de las expresiones folclórica y literaria más sobresalientes de la era colonial en América Latina. La obra teatral fue escrita por un autor anónimo en el siglo XVI, siendo una de las más antiguas obras de teatro indígena de nuestro hemisferio. Se transmitió oralmente durante muchos siglos hasta que fue escrito y publicado en un libro en 1942. La primera versión escrita tiene 314 parlamentos y fue originalmente escrito en náhuatl y español. "El Güegüense" representa el folklore de Nicaragua, por lo tanto, la UNESCO lo proclamó "Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad" en el 2005 convirtiendo a Nicaragua en el único país en América Central  con 2 obras maestras proclamadas por la UNESCO. (fuente Wikipedia).

Así que don Miguel Rojas ofende el patrimonio oral e inmaterial de la humanidad y el folklor nicaragüense gracias a  extrañas galimatías entre folklor y conspiración. Le falta mucha autoridad a don Miguel Rojas para hablar sobre sometimiento colonial, pues hasta dónde puedo observar, su idioma, su dios y costumbres occidentales, coinciden bastante armoniosamente con la herencia de los invasores, inclusive, el espacio territorial que habita es un legado de la administración política y territorial de la colonia.


La Juventud Nazisandinista

Más galimatías, pero esperamos también una detallada elaboración teórico conceptual de un catedrático universitario de esa cosa llamada nazisandinismo (sospecho que me quedaré con las ganas). Dice Miguel Rojas: “La juventud nazisandinista es fanática del ejército y del partido sandinista, de pelear, de ser muy machitos y hacerse machorros pegando gritos, agrediendo todo aquello que sea Costa Rica”

Yo, he tenido la oportunidad de trabajar al lado de jóvenes nicaragüenses de la juventud del FNT, de universidades y del sandinismo, he conocido muchachos y muchachas con disciplina, muy críticos y llenos de sueños y expectativas, que con mística y determinación han respondido con vehemencia a las convocatorias y acciones que se les reclama. También he sentido su cariño fraterno, sus contradicciones e interrogantes, saben que a veces han sido utilizados y no se reprimen de decirlo y reclamarlo cuando es necesario, sueñan con su revolución y no renuncian a construirla, los insultos sin conocimiento de primera mano de Miguel Rojas son inaceptables.


Sobre la identidad de la Nación Boruca

Y sobre esto, como haciendo un contraste ente el Güegüense y la identidad costarricense, Miguel Rojas roba sin sonrojo algo que le es completamente ajeno: la identidad de la Nación Boruca, dice: “el juego de los diablitos de boruca, puro Costa Rica, es un símbolo nacional de resistencia perpetua y no de no entrega a ningún imperio, porque a diferencia de los llamados güegüenses los borucas libran una lucha sin cuartel cíclicamente cada año, lucha a muerte contra el imperio español, contra cualquier fuerza exterior nacional o extranjera que los quiera esclavizar” y tiene razón en parte, porque la lucha boruca lucha también contra la Costa Rica idealizada de Miguel Rojas que los quiere desplazar para convertir sus tierras en un lago en nombre del progreso y la modernidad, pero se equivoca Miguel Rojas cuando dice de los borucas “puro Costa Rica” porque los borucas son y han sido mucho antes de Costa Rica, son una cultura en sí misma que no le debe nada a Costa Rica, tienen una cosmovisión del mundo, una lengua propia; en su lugar, Costa Rica (igual que el resto de países de nuestra región) son un invento bastante reciente, resultado y resabio colonial. Debería tener cuidado Miguel Rojas cuando insulta a una cultura, dígale lo mismo a los Chinos “Puro Japón” a ver qué le pasa. Por favor, tenga el mínimo rigor académico!


Siembra vientos y cosecharás tempestades

Esta advertencia del profeta Oseas que tomo prestada de la tradición judía, es oportuna en situaciones como la actual. Con qué facilidad Miguel Rojas emula las palabras de Laura Chinchilla cuando dice: “qué ironía la de la historia, que del mismo país donde Juan Santamaría ofrendó su vida para defenderlo, llegaron ahora nuevas botas filibusteras a ultrajarnos” que palabreja tan maleable esa: filibusterismo, aplica a todo, así nos llamaron a los que luchamos contra el TLC, y seguramente quien le escribió el discurso a Doña Laura.


Para evitar sospechas, aclaro que soy costarricense, nacido en Costa Rica, cédula 1,  mi madre también lo es, mi padre no, él es nicaragüense (posiblemente eso me hace sospechoso a los ojos de Miguel Rojas), pero en mi Costa Rica, un pequeño país tan rico en diversidad, un país donde somos tantos ticaraguenses, donde todos tenemos un amigo, un cuñado, un abuelo nica, y un largo etc. Una realidad que nos exige llamar a la concordia y la unidad de los pueblos, al entendimiento y la creatividad por construir puentes y no fronteras.

Que don Miguel Rojas no nos venga a hablar de constitucionalidad ni tratados y laudos, precisamente esos instrumentos sólo sirven para distanciar lo que está unido, que no nos hable desde el odio, aunque sea eso lo único que conoce, que hable como catedrático y honre ese honor y postura opinando con rigurosidad, apelando a argumentos y exhaustiva investigación y no con la doxa digna de un borrachín haciendo catarsis dominical en cualquier barra de cantina.

Cuando Miguel Rojas siembra vientos diciendo: “¡Nicas invasores sin excepción, váyanse, no los queremos y los combatiremos a muerte!”  Debe saber que las tempestades que cosechará son de odio, xenofobia, intolerancia, que los que gritarán su consigna serán los peores, los que odian, los que se refugian con miedo ancestral en su caverna sintiéndose amenazados de todo cuanto los rodea, que solo los miserables dan la vida luchando contra lo que odian.

Germán Hernández

3/5/11

La Ética Radical de Jesús


Muchos cristianos se han preocupado y se preocupan sinceramente sobre qué es aquello que tiene de exclusivo y de original el cristianismo, cuál ese núcleo teleológico que lo sustenta y distingue de otras religiones y credos; la redundante respuesta parece ser siempre la misma: Jesucristo, su personalidad y su acción sacrificial, su muerte indigna en la cruz y su posterior resurrección para derrotar la muerte y el pecado, su cumplimiento de la ley para ofrecer la gracia de la salvación.

Al menos dentro del cristianismo parece no haber discusión al respecto, con esto en mente el cristiano se afirma ante la realidad y su propia existencia, pero no lo hace solo, en una sociedad global el hermetismo y el aislamiento no son posibles, el cristiano convive con una diversidad que no es nueva, pero que ya no está velada y oculta, la diversidad aflora. Quizás esta sea la principal consecuencia no advertida por la mundialización, cuanto más quisieron los arquitectos de la modernidad construir una sociedad homogénea y sin historia y cuando más pretendieron los padres eclesiásticos imponer sus dogmas universales y definitivos, más y más se agitaba y fertilizaba el sustrato humano haciendo germinar una diversidad enorme de formas de comprender la realidad.

Por eso, es cada vez más sospechoso, cuando algún grupo o magisterio se autoproclama como dignatario de la verdad, genera recelo y rechazo inmediato entre aquellos que histórica o culturalmente no encajan con el modelo impuesto.

¿Puede el cristiano sostenerse en su credo y ser respetuoso de esa diversidad no cristiana?, ¿puede convivir con ella, puede admitir la capacidad liberadora que tienen esas otras verdades? ¿Puede discernir dónde está el engaño dentro de su propia estructura y fuera de ella y dónde están las semillas de verdad?

Pues surge un conflicto en la conciencia de cada cristiano cuando la seguridad y homogeneidad de su mensaje de salvación se ve comprometido y confrontado ante otros credos (que no tienen por qué ser explícitamente religiosos, ni ateos) y se buscan maneras de afrontarlos equilibradamente, sin caer por un lado en el extremo de la total negación de los otros y su sensibilidad, lo que llevaría a la violencia, o bien el extremo de la total permisibilidad hasta diluirse en puras generalidades, difuminándose aquella esencia identitaria del cristianismo.

Ante estas cuestiones, surge la necesidad de proponer una ética, un modo de conducirse en el mundo y sus instituciones y convivir con él, “estar en el mundo sin ser de este mundo” diría Juan. El mundo entendido como la trama de relaciones y estructuras donde el sujeto se mueve y se realiza, en suma, el mundo como vehículo y no como finalidad, donde los individuos vale recalcar no son “objetos de”, sino “sujetos para”, libres de cualquier externalidad controladora; en este sentido, la ética correspondería a una actitud, una forma libre de expresarse.

Llegados a este punto en que el sujeto cristiano libre de ortodoxias e instituciones, completamente solitario y frágil si se quiere, portando apenas su discernimiento y su conciencia, debe decidir, y debe actuar, esa es su única responsabilidad, actuar de conformidad. ¿Qué guía su conciencia? ¿Qué espera de sí mismo y que se espera de él?

La respuesta de Jesús es demoledora y no parece admitir matices:

Amen a sus enemigos, traten bien los que los odian, bendigan a los que los maldicen, recen por los que los injurian. Al que te golpee en una mejilla, ofrécele la otra, al que te quite el manto no le niegues la túnica, da a todo el que te pide, al que te quite algo no se lo reclames. Traten a los demás como quieren que ellos los traten a ustedes. Lucas 6: 27-32.

Este extracto del discurso de Jesús que comienza con las bienaventuranzas, es seguramente el resultado de una larga sistematización de dichos y parábolas transmitidas oralmente y finalmente reelaboradas en dicho discurso, esto está claro por las diferencias de composición entre Lucas y Mateo, cada uno pone su énfasis, pero lo que sí está claro, es la radicalidad del mensaje de Jesús.

 El texto comienza por lo más escabroso: Ámen a sus enemigos; y termina con una máxima que nada tiene de exclusivo para el cristianismo: Traten a los demás como quieren que ellos los traten a ustedes. Decimos que nada tiene de exclusivo, pues dicha máxima ha sido expuesta a lo largo de historia en todas las culturas, dentro y fuera de cualquier fe, no dudo que incluso quien se pretenda ateo concuerde plenamente con ella.

Lo difícil parece ser lo que encabeza a dicha máxima.

“Amar nuestros enemigos”, y yo me pregunto, ¿quién es mi enemigo? ¿Quién es el que me maldice? ¿Quién es el que me despoja de mi abrigo, de mi seguridad y de mis bienes? ¿Quién es ese que me roba?

Y nuestros enemigos siempre son quienes ponen en peligro nuestro status de vida, quien amenaza el orden y la estabilidad de nuestras instituciones, quien compromete nuestro orden, ¿pero ese “enemigo” tiene rostro y nombres concretos? ¿Acaso se siente igualmente amenazado y en peligro ante mí?

¿Entonces, ofrecer mi otra mejilla expresa un estoicismo absoluto? Nietzsche ante esta situación escandalizado planteaba lo siguiente:

“Aquel –alegre mensajero- murió como vivió, como había enseñado – no para “redimir a los hombres”, sino para indicar cómo se debe vivir. La práctica de la vida es lo que nos dejó en herencia a los hombres: su comportamiento ante los jueces, ante los sayones, ante los acusadores y ante todo tipo de calumnia y ultraje – su comportamiento en la cruz.  No se resiste, no  defiende su derecho, no da un paso para apartar de sí lo más extremo; antes bien, lo provoca… y reza, sufre, ama con aquellos, en aquellos que le hacen mal… las palabras dirigidas al ladrón en la cruz encierran en sí todo el evangelio “este en verdad ha sido un hombre divino, un hijo de dios” – dice el ladrón, “ si tú sientes eso – responde el redentor – tú estás en el paraíso, también tu eres un hijo de dios…” No defenderse, no encolerizarse, no hacer responsable a nadie… Pero tampoco poner resistencia al malvado – amarlo…” El Anticristo 35.

 Y esta suele ser la reacción más usual, incluso entre los cristianos, a pesar de Nietzsche, difícilmente esa supuesta práctica que deduce de los cristianos tiene verificación histórica, dos mil años de cristianismo y en medio de dolorosas reformas, concilios, cruzadas, inquisiciones, esa práctica, ese estoicismo está ausente, por el contrario, en la historia, de una manera más o menos evidente, el cristiano ha sido llamado a ser el “soldado de Cristo” a defender su fe de cualquier cosa que la desvirtúe, por todos los medios que le sea posible, que es el otro extremo.

Para encontrar un camino intermedio entre el “cristiano estoico” y el “soldado”, se debería apelar a eventos concretos y cotidianos.

En la ética radical de Jesús el cristiano ante el mundo globalizado no tendría enemigos, pues no amenaza a los otros ni su fe, no desvalija de sus bienes a los demás, no odia, no injuria, no maldice a los otros, y si se ve agredido, si es víctima de la injusticia, de la opresión, de la violencia, no se queda impasible ante ella, ofrece su otra mejilla, es decir, que ante el homicidio, el no será un homicida, que ante el robo, él no será un ladrón, que ante la intolerancia él será tolerante, ofrecer la otra mejilla no es dejarse aplastar, es responder de manera radical. Sería ingenuo que actuar de esta manera no conllevaría sacrificios, la historia está también llena de Cristos, dentro y fuera del cristianismo, pero sería ingenuo pensar como Nietszche, y suponer que la finalidad del cristianismo es ser mártir (más peligroso, y en ese sentido es la encíclica Veritatis Explendor de Juan Pablo II).

Entonces, tratar a los otros como queremos que nos traten a nosotros, queda perfectamente puesta en contexto, no se refiere a los que son semejantes, ni a una comunidad de fe; es abierto, los otros son todos, a través del amor se puede encontrar la humanidad del otro, se puede crear la empatía para reconocer que si bien las divergencias culturales, de fe, e históricas son divergentes, los anhelos y sentimientos son los mismos.

No hay nada de estoico en la ética de Jesús, no hay nada de sometimiento e inactividad en él, por el contrario apunta a una actitud tan beligerante y temeraria, que puede parecer arrogante por momentos: pretender conciliar las diferencias, restituir el patrimonio universal de la vida, para que nadie diga mío o tuyo.

Es verdad que podemos sentirnos atrapados por determinantes sociales, culturales e históricos que es imposible evadir, es verdad que la fragilidad de vida nos lleva hacia la inercial búsqueda de abrigo y protección y preservación. También es cierto que todas ellas son buenos motivos para persistir en ese evangelio radical, que solo puede ser realidad en la vida concreta, aquí en la Tierra, ahora.

Germán Hernández