31/3/11

Corto Circuito - Laura Fuentes




Corto circuito
  
            Ojalá se pudiera escoger el trabajo. Es decir, ese que permite pagar la renta, un par de comidas diarias y los estudios. Ojalá también pudieran escoger su trabajo quienes además de la renta, deben pagar la escuela de sus hijos. Como rara vez es posible, un ingeniero industrial termina haciendo el mantenimiento eléctrico en una cadena de supermercados lejos de su país de origen, bajo la mirada inquisitiva de un supervisor, quien le recuerda calladamente, que su tez es aceituna y su rostro poco se diferencia de la mayoría de los retratos de terroristas buscados por la Interpol.

            Dado que Hafid habitualmente atiende los problemas eléctricos de un supermercado en un barrio chic de París, tiene la costumbre de ser tratado por los clientes de forma tan indiferente como la góndola del papel higiénico. Lo sabe y ya no le importa. Sin embargo, algunos pocos le saludan y él responde amablemente, sobre todo, si como él, tienen un rostro proclive a hacer vibrar las alarmas de los aeropuertos. A veces se equivoca, confunde mexicanos con marroquíes y andaluces con persas, pero con un guiño cómplice tiende a ganarse una sonrisa del cliente interpelado erróneamente.

            Aprendió de electricidad de chico, su padre, menos afortunado  –aunque cuando lo dice hace un silencio casi imperceptible-, no realizó estudios superiores y reparaba las averías eléctricas en el pueblo. Hafid le acompañaba al salir de clases, así se fue familiarizando con los cortos circuitos, pues según él, su padre era un poco gafe, afortunadamente el pequeñín le prestaba su ayuda en aquellos trances.

            En este momento, por lo general el cliente recuerda el motivo de su visita al supermercado, corta la conversación al superdotado electricista y sigue con su lista de compras, so pena de generar un corto circuito dando a Hafid la oportunidad de mostrar su pericia en la materia. La clientela viene y va, él termina su horario de trabajo en este lugar donde es posible pagar hasta un euro con tarjeta de crédito, y toma un tren hacia un apartamento de quince metros cuadrados, donde vive con su esposa y sus dos hijos.

            Hoy el sol brilla lujuriosamente pese al invierno. Hace dieciocho días en una plaza abarrotada de gente en su país natal, una multitud clama por un cambio. Hay muchas personas más jóvenes que Hafid, han estudiado más y aspiran a tener aunque sea un empleo de electricista. También quisieran poder decirlo libremente; como Hafid cuando despotrica en el subterráneo sobre el presidente del país donde vive.

            -¡Cuánta esperanza nos ha generado Túnez!-, se deja escapar en tanto trabaja, o al menos lo pretende, con un audífono mal disimulado siguiendo los acontecimientos en el Cairo, mientras con el otro oído capta la señal electroacústica del supervisor que merodea el área. Una gentil cajera colombiana le señala el pobre disfraz de su aparato, y él, agradecido, se lo ajusta para no dar lugar a una reprimenda verbal, causa posible de despido.

            Es entonces, porque la historia toma siglos nutriéndose de actos y de memoria, pero se gesta apenas en segundos, que Hafid salta, grita como si declamara, se inclina arrodillado a llorar rezando o a murmurar  cantando palabras incomprensibles; nadie las entiende mas a todos conmueven.

            En este barrio chic se encuentran la mayoría de las embajadas de las nacionalidades que pululan en los puestos del supermercado, de la limpieza y de la construcción inmobiliaria en París. Ahí, una soleada tarde de febrero mientras el presidente de Egipto durante los últimos treinta años anunciaba finalmente su renuncia, un egipcio loco de felicidad abrazaba franceses, colombianos, andaluces y hasta costarricenses, celebrando con lágrimas el avenir de su país y el oficio de su padre; la generación de cortos circuitos. 


Laura Fuentes Belgrave. Nació en Costa Rica el 19 de diciembre de 1978, pero parte de su espíritu fecunda con su sangre la tierra de Guatemala. Como tantos otros, tiene un alma escindida a la espera de justicia.

En el campo académico, cursa el Doctorado en Sociología en l’École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS), tiene una Maestría en Estudios Latinoamericanos de la Sorbonne Nouvelle, Paris III (IHEAL), así como una Licenciatura en Periodismo de la Universidad de Costa Rica.

Ha trabajado como periodista, promotora cultural e investigadora. Tiene publicados un libro de poesía y otro de cuentos. También ha publicado poesía, cuento y ensayo en antologías y revistas de Costa Rica, México, Guatemala y Francia.

Ha Publicado:

Libros:

Cementerio de Cucarachas. Editorial de la Universidad de Costa Rica, San José. 2006 (cuento)
Penumbra de la paloma. Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes, Dirección General de Cultura, Dirección de Publicaciones. Programa de Fomento a la Lectura, San José, Costa Rica. 1999 (poesía)
           
Obra en antologías de cuento:

Historias de nunca acabar. Antología del cuento costarricense. Comp. Juan Murillo y Guillermo Barquero, Editorial Costa Rica, San José. 2009
Cuentos del San José Oculto. Otra vuelta de tuerca. Ediciones Andrómeda, San José, Costa Rica. 2007
Melocotones sin almíbar. Antología. Comp. Dorelia Barahona, Editorial Lumbre, San José, Costa Rica. 2005

Obra en antologías de poesía:

Noches de poesía en el farolito. Una mirada a la poesía costarricense en el 2007. Ediciones Perro Azul, San José, Costa Rica. 2007
Trilogía Poética de Las Mujeres en Hispanoamérica: Rebeldes. Edit. y comp. Leticia Luna, Universidad Nacional Autónoma de México, D.F. 2004
Poesía Erótica Costarricense. Antología. Ediciones Perro Azul, San José, Costa Rica. 2003
Poesía de fin de siglo Nicaragua-Costa Rica. Antología.  Ediciones Perro Azul, San José, Costa Rica. 2001 



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24/3/11

Encuentro con el Señor - William Garbanzo




 Encuentro con el Señor.
  

- Bueno, Roselena siempre ha sido media chiflada; pero no voy a hablar mal de ella, pues desde hace dos años es mi esposa.

- Tenés razón, colega pensionado!
 
Es Él, el señor Jesucristo, lo vi anoche en sueños. Él mismo que me protegía de los sátiros y mariguanos en la calle que iba a la escuela .Él que me ha perdonado y me acepta como su hija, como su oveja vuelta al rebaño.

Por suerte, Rodolfo y yo fuimos a Golfito en diciembre y compramos esta lavadora que lava más rápido y mejor. Así me voy alistando  para ir a San José y encontrar al Señor.

 - Yo no me la trago, mi cuñada, que la conocí siendo puta, puta para turistas gringos, porque, con los ticos y nicas, nada, nada de nada, viene ahora que se metió a esa iglesia y parece otra, con su biblia y poniéndolo todo en manos del señor...

- No seas tan sácalas, Marielena, y deporsí nues problema de nosotras. Ellos en su casa, aunque sea a la par.

- Ah, mamá, el mundo es diferente ahora, no como cuando nos críamos allá en Candelaria de Pérez Zeledón.
 
 Él me decía “no faltes, es hoy 20 de agosto del 2002 en San José de Costa Rica. Claro es Él, mi Señor Jesucristo, Él que me perdonó los diez años que viví en la perdición. Él sabe que comencé en eso para pagar mis estudios de derecho en la  universidad, lástima que no terminé la carrera por culpa de tantos fines de semana en Guanacaste, porque yo no quería ser como mi hermana que llegó hasta tercero y se metió a trabajar en esa fábrica de taiuaneses.
 
- Sí colega pensionado, la cosa es que desde ayer comencé a notar un poco rara a la doña, Yo la conozco muy bien, ella fue mi alumna en sexto grado,  conozco su vida y la de su familia. Sé por qué se metió en eso...

- Sí,  me lo has contado muchas veces, recuerdas cuando íbamos al Flamingo, al Brigit y a todos los naiclubs y siempre me hablabas de esa chiquilla.

- Y vos decías que me iba a quedar solterón.

- Marielena, Marielena, asómese, ya salió Roselena a coger el bus.

- Señor, respéteme, es cierto que este bus va muy cargado y todos vamos pegados, pero no se restriegue así…

- Yo te conozco...

- Ahora soy otra , el Señor me salvó. Él también puede salvarlo. Él lo ama.
 
En mis sueños vi la esquina de Monumental y el Banco Central con su bulevar lleno de viejos pensionados y ese cantante ciego que tiene esa linda voz, lástima que no la usa para alabar al Señor, que hasta podría devolverle el don de la vista.
 
- Necesito que me ayudes, después te explico cómo es  el asunto,  ahora vamos a la esquina de la antigua soda Palas, ahí dónde ahora está burgerquin y seguimos a Roselena.

- Qué raro, mamá, Rodolfo pidió un taxi, él que dice que para eso están los buses y que nunca piensa comprar carro.

- Y nuáse ni cinco minutos que salió Roselena.

El Señor me guiará, Él me  dio un aviso. Él es mi pastor entre los potreros de jaragua del mund , me hizo un llamado y aquí estoy entregada a Él en mis pensamientos y obras. Soy su sierva y Él dirá, él controla mi vida entera. Yo todo lo he puesto en sus santas manos.


- Allá va, allá va, cruzando frente al portón eléctrico del Banco Central.

- Sí, mantegamos la distancia, no sea que nos vea.
 
Siento que el Señor, mi señor Jesucristo guía mis pasos, siento una fuerza como la que derribó a Pablo en el camino de Damasco. El momento está próximo. Gracias mi señor.

¡Qué aroma más delicioso, es casi celestial, es un olor a rosas!
 
- Va para la plaza frente al correo, para dónde irá, si ella casi nunca camina en esa dirección, y va tan despacio, ella que siempre camina rápido.

- Mejor, así vemos las güilas, que cada día están más ricas.

- Así estaban antes, en 1970, sólo que ahora nos estamos haciendo viejos y las vemos más bonitas.

- No seas tan trágico, fijate bien, están más ricas ahora que en los años en que se tiraba confeti y nos hacíamos cada lance.

- Y esas jumas que nos pegábamos con el aguinaldo.

- Y con todas las putas del Herediano, del Casino, de la Terraza.

- Y del famosísimo Doce Quince, el reino de las mamadoras.

- Callate ya, y mirá, mirá...
 
Es Él, sí ese que está comprando el periódico, cómo deseo correr y abrazarlo, besarle los pies, para qué lo comprará si todo lo sabe, ah, no, es para pasar desapercibido, sí es Él, siento un temblor en todo mi cuerpo, no puede ser otro con ese rostro tan divino, ese pelo dorado brillante, algo precioso, muy alto, delgado, con pantalón corto y sandalias sin medias, con la cruz tatuada en el hombro derecho – para no olvidar que fue crucificado - tan exacto como lo he soñado, Señor, perdóname porque hasta he sentido deseos de la carne al soñar, son cosas , tentaciones del demonio que trata de volver a perderme, pero ahora soy tu sierva mi señor, ah, tan parecido a un gringo, Oh, Dios, un gringo, perdón Señor.
 
- Está mirando hacia dónde está aquel gringo hijueputa.

- No sea que quiere volver a... aaquello.
 
Señor, Señor, sí eres tú, lo sé, por tu eterna juventud, por esa  delgadez por esa mirada de preocupación y dolor por la humanidad, algo divino, pero mi señor Jesucristo por qué permites tanta maldad del demonio en la tierra, tú que eres el rey de reyes, no , no señor mi salvador, no son dudas, sólo pensamientos
 
- Ahora va siguiendo al gringo, se acerca.

- Lo toca, lo toca,

 Gracias Señor por este momento, sé que eres tú, al tocarte siento la fuerza divina, es como un  fuego que me recorre entera y estalla en toda mi piel, cómo un orgas..., no, no mi Señor, como entrar en la luz y ser la luz misma. Hueles a incienso, a paz, a perdón y vida nueva, oh, mi señor, me traspasas con la mirada, me haces temblar de emoción y placer.
 
- Sí, lo toca , ¿estará loca?.

- El gringo se vuelve y la mira , la examina, pero , pero como que no le gustó.

- Seguro le parece muy vieja con sus treinta y cinco años.

- Esos solamente les gustan las chiquillas.
 
Está cumplido el mensaje divino, el llamado para encontrar a mi señor en las calles de San José de Costa Rica, comprendo que sólo me haya mirado un segundo, porque para el Señor un segundo es como mil años y mil años como un segundo. Este segundo llenará toda mi vida, hasta el día de mi muerte, aunque me habría gustado abrazarlo, besarlo, acariciarlo, llevarlo a mi casa para que me ayude a convertir a Rodolfo que es tan incrédulo, que todavía guarda libros del Ché Guevara y Lenin, pero el señor me ayudará, cómo voy a dudar de su inmenso poder.

 - Mirá, el gringo ese lleva una banderita de Israel en el salvequillo.

- Ya, vámonos, ya me pasó el susto, pensé que la doña quería volver a eso.

- Pero mirala, como va caminando, más despacio de la cuenta y parece que va rezando, algunos la miran y medio sonríen.

- Mejor vamos a la cantina aquella donde van los pensionados y nos tomamos un par de cervezas con boca de chicharrones.

 Sé que la gente que estaba a tu alrededor no te reconoció.  Piensan que eras un extranjero, sólo yo sé, porque lo has escrito en mi corazón, sé que eras  Jesús el Nazareno, de Nazareth, en persona, claro , por eso llevabas en el salveque la bandera de Israel, la del pueblo elegido, el pueblo al que Dios todo se lo permite ahora y siempre, a pesar de haberte matado, pero como tú  eres eterno.

Señor mío, tú sabes cuanto te amo, te amo sobre todas las cosas, te pido por la paz de cada corazón, de cada persona que forma la Humanidad. Yo me entrego a ti en mis actitudes , pensamientos y obras, soy tu sierva fiel a la que tu siempre vigilas y cuidas, a la que tu has limpiado y me darás el hijo que tanto quiero tener, porque ya perdonaste todos mis abortos del tiempo de mi perdición.

Hágase tu voluntad en mí, Señor.

18- setiembre-2002



William Garbanzo Vargas. Nació un 18.Noviembre de 1953 en el Valle de El General. Campesino descendiente directo de los primeros "colonizadores" generaleños.

Después de sobrevivir a  la dura infancia y adolescencia, se gradúa en el Liceo Unesco en 1971.
Por razones de miseria, ingresa al Magisterio Nacional y logra jubilarse casi 30 años después.

En el campo literario es cofundador del Taller Literario Pablo Neruda, en San Isidro de El General. Esto el 15 de noviembre de 1978. Así se inicia el Movimiento Literario Generaleño.

Ha publicado:

Poesía:

La violenta violación. Ediciones Zúñiga y Cabal. 1992.
Las piedras más sonoras. Lean y Editores. 2003.

Ensayo literario histórico:

500 años de encubrimiento. Serie Siembra. ANEP. 1992.

Y para no quedarnos con las ganas de conocer más, les dejamos una breve selección de 7 cuentos suyos para leer y descargar aquí: Encuentro con el Señor  y otros Cuentos - William Garganzo


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21/3/11

Retratos de una Generación Imposible


Referirse a una generación es mucho más que ubicar un grupo en un tiempo y un lugar bien definidos. Ese ha sido el desafío que Gustavo Solórzano Alfaro ha intentado establecer desde la singularidad de 10 poetas que se pueden considerar contrapunto, pero sobre todo generalidad del quehacer poético de los últimos 21 años de la poesía costarricense.

Contrapunto, porque suponen en buena medida la actitud y el estado de ánimo de la producción poética actual, sus tópicos, sus acentos temáticos y especialmente su singularidad: desde el encriptado intimismo de Alejandra Castro, al culteranismo de Esteban Ureña, desde la hondura del asombro de Luis Chaves, al callejón sin salida de la conciencia con Alfredo Trejos.

Generalidad, porque una vez conjeturados y definidos los sujetos, importa ahora su naturaleza aglutinante, su capacidad dialógica con los lectores y lectoras y con las voces de los otros y otras poetas que transpiran a través de su trabajo y por ello son evidentes varias cosas:

·         La actitud cosmopolita, la poesía presente no resiste lo local, apela a la historia toda y al cosmos y a los dos o tres temas universales de la poesía: el yo, la muerte y el amor…

·         La actitud iconoclasta, la imperiosa búsqueda de la identidad, una vez que supera la soberbia juvenil, se convierte en una irreverencia estoica, el mundo es una mierda y no hay que buscar pretextos diría Onetti.

·         La actitud antiacadémica, con esto no quiero decir que se le ignore, sino que se sacrifica el formalismo por la desesperada necesidad de sentir y transmitirlo tan fielmente como sea posible; no es un asunto de arbitrariedad y caprichosa búsqueda, el idioma como única herramienta se debe someter, se le tortura, se utiliza y se le humilla, se vuelve medio y deja de ser finalidad, nunca ha sido más instrumental y utilitario el lenguaje que ahora, urge decir algo, tan vívidamente como sea necesario, la búsqueda de lo auténtico y de salvar la efímera sustancia del instante sacrifica cualquier acrobacia lingüística o plástica.

·         La actitud intratextual, el poeta no escribe  solamente de lo que vive, escribe también sobre lo que ha leído, matiza y filtra la experiencia en diálogo con otros textos y poetas, y es imposible no sentir el desbordamiento y las otras voces y obras a las se apela, y pienso que este es el aspecto más arriesgado, más peligroso de la poesía actual, el poeta está dialogando con fantasmas, para entrar en dicho diálogo hay que ser íntimo y conocido de todo su panteón de inmortales.


Pero se trata de poesía y autores en proceso, conscientemente o no, toman riesgos e interpelan a unos o ninguno, obra presente que no se grita en altavoces, se cuela sutilmente por los rincones del ánimo y la solitaria vocación de escribir.

Sentimos mucha honestidad intelectual por parte de Gustavo Solórzano Alfaro al sugerir esta muestra de poesía, en primer lugar, porque renuncia de antemano a emitir un juicio definitivo sobre la poesía y los autores y autoras de los últimos años; porque reconoce en sus juicios de valor, lo que le importa mostrar y destacar como generalidad:

La racionalidad angustiosa de Alí Víquez, que apela siempre a lo perdido:

De todas las tragedias que narra la literatura, acaso ninguna tan terrible como la de Sancho, cuando se queda solo, tras la muerte de don Quijote. ¿Recuerdan cómo le pide a su amigo que no se muera, que se vayan de pastores, y el triste caballero no consigue hacerle caso?

La obstinada posibilidad de los escenarios desconocidos en Mauricio Molina, su certeza de absorber la referencial luminosidad de lo que se sabe de otros.

Eso nos dejó dios en su parto inquieto:
las huellas confusas de las cartas, las ruletas
Herencia de vacas muertas en el inmenso espacio blanco

El utilitarismo de Luis Chaves que sabe aprovechar los desechos de lo inmanente

sí es cierto que todo muere o acaba o lo acabamos.
pero igual no se puede negar
que la belleza es insistente como la hierba
y crece donde menos de la espera
como tus letras rojas sobre un muro
o mi cepillo de dientes cuando lo usabas
o en tus manos cuando se dormían
                                                               como dos llamitas
                                                                                              sobre tus pechos.

La desnudez mortificante en María Montero de quien habla del escarnecimiento y la mutilación

Hay una mujer
que escucha
el amor
sólo cuando viene
en boca de los muertos

El expresionismo de Mauricio Vargas.

Conjuro a la fiebre
de tus ojos,
a la calentura de tu cruz,
a la muerte de tu exilio,
al Cristo de tu frente,
al vampiro de tu sombra
a la comodidad de tu cama
al temor de tus fotos,
a la complacencia detenida
en un reclamo que no habla.

La más radical y minuciosa construcción en Esteban Ureña, donde sentimos que ni una sola palabra o signo de puntuación está sin su propósito último.

Quería poner en papel
todo lo que sé sobre tu cuerpo

y no solo tus labios
no solo tus labios
no solo tus labios

El bucolismo de Alejandra Castro.

Pero eso no lo sabes
y hoy llevo mi vestido verde ondeando
con la música de todas las fiestas

La rabiosa respiración, el silencio de dios en Joan Bernal Brenes.

Y dónde estás cuando nos vamos
de las peluquerías
pendientes de creer que somos más hermosos

La ironía, casi melancólica del perdedor en Mainor González Calvo.

Sin embargo
Cuando la batalla y el ansia han fenecido
y la luz asecha tras la vigilia de las montañas
las estrellas se vuelven lágrimas pasajeras
los fantasmas buscan hibernar en sus camastros
y el amor
ese animal maniatado e insurrecto
muerde las almas de los despiertos
tras el ruido luminoso y tempranero de la ciudad

El más oscuro y siniestro dolor en la poesía de Alfredo Trejos, o en palabras de Gustavo: “una obra poblada de tristeza y amargura, que tanto mueve a la risa como  puede mover al dolor más grande”.

Estoy cansado de escribirte
de arrojar humo por la ventana
y escribirte
de doblar la camisa
pagar el taxi
y escribirte
como si todo esto tuviera importancia

Y el mérito de esta Antología y Estudio Crítico recogido por Gustavo Solórzano Alfaro es el resumir  en estas voces  y estos ánimos, la voces y los ánimos de otros y otras que escriben ahora, esa partícula constitutiva de la generalidad, de generación, son sus alientos transmitidos y representados en otros; ¿Quiénes serán recordados o no?¿Serán estos u otros?, no es un asunto que nos corresponda o  le deba importar al presente, sino a un futuro desconocido, a otros que nos examinarán sin la urgencia y el entusiasmo palpitante del ahora, sino bajo el examen forense de quien nos mira como piezas arqueológicas casi mudas a las que hay que arrancar los secretos…

Germán Hernández.

17/3/11

Maremotos - Warren Ulloa









Maremotos

 Desde que se instaló la transnacional, una canadiense dedicada al desarrollo del software, Moisés Rojas fue el primer empleado que contrataron. Era un tipo extraño y todos en la oficina lo sabían. Sin embargo, y pese a todo, era un empleado sin igual, era lo que llaman un workaholic. La empresa lo catalogó como el mejor empleado del 2003, y todo indicaba que lo volvería a repetir en el 2004, un año que empezaba expirar.

Todas esas virtudes le valieron forjar una buena amistad con su jefe, un joven canadiense mucho menor que él, de nombre Jeremy Schümmer. Ambos rompieron la férrea ley de las transnacionales, en donde jefes y empleados no pueden involucrase más allá de asuntos laborales. Moisés Rojas lo sabía, pero muy dentro de él justificaba su amistad con su jefe con varias razones: la primera, que Jeremy era joven; la segunda, por no ser de su nacionalidad carecía de los prejuicios latinos, y la tercera y última, y quizá más importante, era canadiense y no un cabrón gringo.

Moisés había llegado a su puesto no por amiguismos, en eso los canadienses no pecaban, sino por puro trabajo y esfuerzo. Gozaba de un muy buen salario que si acaso pellizcaba, el resto lo guardaba en el banco, no por avaro sino por que no tenía en qué gastarlo. Se quedaba hasta la una de la mañana. Era una forma de sobrellevar el divorcio, porque si estaba sin nada que hacer las ideas de autodestrucción le salían de los oídos y le bailaban frente a sus ojos en una macabra obra de teatro.

Un viernes por la noche, entre tragos –bebía muy poco–, le comentó a Jeremy la primera vez que intentó suicidarse. Fue a los dieciocho años, cuando supo que sus padres se estaban divorciando.

Le dijo que colgó de un árbol una soga, se trepó en la rama y no había introducido la cabeza en el nudo de la soga cuando ésta se rompió porque estaba podrida, dando al traste con su intento; fue su madre quien desde la ventana de la cocina lo vio venirse al suelo.

Aquello le valió una paliza por parte de su padre que le dijo pendejo y maricón. Su madre fue menos ruda pero más ortodoxa ya que lo sometió a la guía espiritual de un sacerdote que tenía cola que le majaran. Cuando lo visitó, el clérigo le habló del reino de los cielos, del valor de vivir la vida y del pecado en que consistía despreciarla, que había cosas muy lindas por vivir, y mientras se lo decía paseaba la mano por el muslo de un desinteresado Moisés. Cuando vio tan peculiar caricia por parte del sacerdote, Moisés, acorde con su pasiva personalidad, se la quitó como si quitara un chicle pegado a la suela del zapato y salió, no sin antes escupir la imagen del santo patrón del pueblo.

 No volvió a hacer el intento de quitarse la vida porque quedó traumatizado, no tanto por su fallido acto sino por el temor de volver a verse con algún guía trastornado.

Intentó encarrilar su vida, siguió estudiando y se resignó a ver a sus padres cada uno por su lado, se consumió por completo en su carrera de informática, contaba Moisés y Jeremy lo escu­chaba atento.

Durante su tiempo como estudiante no ligó mujer alguna, ni se emborrachó y prefería aislarse y manejar un bajo perfil. Tenía si acaso un par de amigos, ninguna amiga. Su segundo intento de suicidio se llevó a cabo cuando perdió un curso esencial en su carrera, esa vez, le contó a Jeremy, comenzó a gritar, maldecir, putear y todas las ofensas eran contra sí mismo, iba por los pasillos de la universidad gritando. Se encerró en un baño y ahí por la desesperación se tomó un poco del desinfectante que se encontró sobre el retrete, y paradójicamente fue el profesor del curso que reprobó, quien dio alerta a las autoridades. En primera instancia lo creyeron muerto pero gracias a su mala o buena suerte, Moisés sobrevivió luego de una severa desin­toxicación.

Los hechos que se suscitaron después de su nuevo intento fallido lo convirtieron en una sombra que nadie se dignaba a ver, ni en el salón de clase; su invisibilidad ni siquiera se rompió cuando se graduó. Nadie quiso fotografiarse con Moisés, y esa noche se fue a dormir temprano con todo y traje de gala.

—¿Pero a su ex cómo la conoció? –preguntó Jeremy ya un poco pasado de tragos. Moisés le contó que luego de graduado comenzó a dar clases en una universidad cualquiera de esas, de garaje. Sonia, como se llamaba su mujer, era su alumna. En su minimalismo romántico, Moisés Rojas le dijo a Jeremy que demoró en darse cuenta de que Sonia estaba muy interesada por él, y fue ella quien lo terminó por besar. Sin pensarlos dos veces y consciente de que Sonia sería la única mujer en su vida le pidió matrimonio.

—¿Y el divorcio por qué se dio? –preguntó Jeremy depositando varios cubos de hielo en su trago.

Moisés pareció apenado y confesó que Sonia se había hecho de otro.

—Las razones del por qué se hizo de otro nunca las supe –dijo con desaire Moisés.

Jeremy guardó silencio, aunque en sus adentros quería reírse a carcajadas por la vida que había llevado su buen compañero de trabajo. Por lo menos esas desgracias que le relató Moisés le dieron luces de por qué actuaba del modo en que lo hacía y tenía esa visión tan gris de la vida.

Impulsado por un súbito arranque de compasión, Jeremy le dijo que él y su novia, también canadiense, Dorothy, tenían pensado pasar la navidad y fin de año fuera del país, en otro continente y lo invitó a irse con ellos. Moisés lo miró extrañado, creyó que fue un disparate de Jeremy, que estaba pasado de tragos.

Pero el muchacho insistió, le recalcó que dejara de lado su vida y que se fuera a vivir una aventura exótica, que volviera cargado de entusiasmo, y de positivismo.

—¿Dónde tienen pensado recibir el 2005? –preguntó Moisés.

—Queríamos ir a Australia pero todas las aerolíneas están copadas, igual los hoteles, y donde vi que hay campo es en el pacifico asiático. Dorothy me dijo que Sumatra era una buena opción. Sería excitante pasar las navidades y el año nuevo allá.

—No sé, la verdad…

—Vamos Moisés, desde allá y como propósito de año nuevo empiece a vivir de forma digna. Usted tiene todo para eso, deje de lado tantos sinsabores y que allá en Sumatra nazca otro Moisés, uno nuevo, positivo, decidido, hágale a la vida el amor pero sin condón.

Aquellas frases le reanimaron, pidió un tercer trago, –ya mucho para él– y dijo que le reservaran tiquete aéreo y hotel.

Salían de vacaciones a mediados de diciembre, y la confirmación tanto de hospedaje como del hotel y del tiquete aéreo eran un hecho. Jeremy, dijo que incluso Dorothy ya se encontraba en el país, lista para emprender el viaje. Moisés Rojas respiró profundo y sintió que el aire que ingresaba en sus pulmones era aire acondicionado. Era hora de tener una vida digna.


Dorothy le pareció una muchacha encantadora, muy afable, hablaba más francés que inglés y su español era muy pobre. Tuvo que madrugar ya que el vuelo salió temprano. Dorothy y Jeremy iban al lado de Moisés quien pidió viajar cerca de la ventanilla, fue un viaje largo con varias escalas y con el temor persistente de que alguna maleta fuera a quedarse en alguna escala o que al avión lo secuestrara un grupo de terroristas. Arribaron a Sumatra por la noche. El clima era denso, caluroso y estático. Cuando Moisés salió del aeropuerto sintió que las horas de viaje las había realizado en un simulador, se sentía aún en su país. Se dirigieron al hotel a descansar del largo viaje.

Al día siguiente se despertó tarde, desayunó copiosamente y se encontró a Jeremy y Dorothy en la piscina. Jeremy estaba en el agua, y Dorothy tomaba el sol. El muchacho dijo que irían por la ciudad, a conocer el ambiente.

La idea en un inicio no le pareció muy excitante a Moisés, pero cuando empezó a ver los elefantes en la calle, los coloridos taxis, las edificaciones con relieves hindúes, y las mezquitas y la enorme estatua de Buda llena de macacos, no tuvo duda que estaba al otro lado del mundo.

Le pareció un poco surrealista ver las tiendas adornadas con árboles de Navidad y Santa Claus que también compartían espacio con Ganeshas y Krishnas.

La forma de hablar de los habitantes de la isla, le pareció cómica y una alegría creciente fue tomando posesión de Moisés.

La cena del veinticuatro de diciembre fue, para el gusto de Moisés, un tanto exótica, picante y llena de condimentos y vegetales, pero sabrosa. Dorothy y Jeremy fueron a dormir temprano y él prefirió ir al casino del hotel. Entrada la madrugada conoció a Sophie, una fotógrafa holandesa. Tenía treinta y cuatro años y estaba de vacaciones en Sumatra. Para el asombro de Moisés hablaba un español con acento peninsular. Hubo una química que Moisés no logró descifrar hasta que Sophie lo invitó a pasar la noche en su cuarto. Nunca en su vida recibió mejor regalo de nochebuena que el sexo que Sophie le proporcionó. La mañana de navidad se levantó con un entusiasmo nunca antes experimentado en él, se sentía como drogado. Se bañó con Sophie e incluso se la presentó a Jeremy y a Dorothy. El muchacho lo felicitó por empezar a vivir. Luego dijo que debía volver a Canadá, que fue llamado de emergencia y que lamentaba no pasar el año nuevo a su lado, pero Moisés dijo que de todas formas lo iba a pasar bien acompañado y que volverían a verse en el trabajo.

Luego de que Dorothy y Jeremy tomaron el vuelo de regreso a América, Moisés pasó todo el veinticinco como un quinceañero al lado de Sophie. Jugaron en la piscina, bebieron hasta quedar un poco borrachos y recibieron la noche en la playa, donde Sophie lo invitó a pasar una temporada en Holanda. Moisés vio que su cambio de actitud le traía grandes dividendos y que esa sensación de bienestar era una nueva vida que ger­minaba en su interior.

La mañana del veintiséis se levantó lleno de energía, sintiéndose dichoso, fue como si el grabado de su vida hubiera recibido una pincelada de color. Vivió la mejor navidad de su vida, y esperaba recibir en grande el año nuevo.

Dejó a Sophie durmiendo y decidió caminar por la playa. El cielo era un azul de acuarela, el sol parecía de neón, la playa más blanca de lo normal, el aire fresco y el mar, el mar y las olas, creyó que se fueron de paseo.

Se quitó la camisa, se acostó y miró al cielo. Se emocionaba al ver los pájaros pasar en bandadas, al sentir la humedad de la arena en su espalda, el susurro de las palmeras, incluso creyó que una nube le cerró el ojo, todo era diferente, se sentía reencarnado.

Escuchó un rugido extraño que le erizó la piel, se incorporó y miró hacía el mar y la sonrisa que desde hacía días tenía dibujada en la boca desapareció; se quedó ahí, resignado, esperando que su realidad lo ahogara de una vez por todas. 


Warren Ulloa Argüello. Publicó en el 2008 el cuentario Finales aparentes, con Uruk editores. Textos suyos han sido publicados en el Semanario Universidad, Suplemento Ojo, y la Revista Soho.

 Actualmente colabora con reseñas la página de cultura alternativa www.89decibeles.com. Está próximo a presentar su primer novela titulada “Bajo la lluvia Dios no existe” y actualmente trabaja en una novela negra. Coordina un grupo en Facebook titulado “Literofilia: adicción por la literatura” de igual manera posee un blog  www.literofilia.blogspot.com.


Y para que pueda disfrutar más de su lectura, descárguelo aquí: Maremotos - Warren Ulloa.

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