31/10/13

El asco – Horacio Castellanos Moya

Algunos dicen que es el ajuste de cuentas de un resentido, o un indispensable ejercicio de salud pública, o una carta de amor al país que no pudo ser. Lo único que le puedo asegurar es que mientras lo escribí me divertí como el chiquillo que hace la peor travesura. En cuanto a las reacciones, creo que fue Robert Walser quien dijo que no se hace frente impunemente a la nación propia.

Horacio Castellanos Moya



Horacio Castellanos Moya, es uno de los más destacados y relevantes narradores centroamericanos de las últimas décadas y uno de los de mayor proyección internacional, en parte, gracias a su novela “El asco”, publicada en 1997. 

Esta novela está narrada como un diálogo, un diálogo curioso, pues la única voz que escucharemos será la de Vega (que es Thomas Bernhard) quien regresa a su país, en este caso El Salvador (aunque puede ser cualquier país centroamericano, muchos nombres, lugares, y referencias son intercambiables, haga la prueba), el motivo, la muerte de su madre y la herencia de esta que ha de gestionar con su hermano. El protagonista se encuentra con Moya, viejo amigo y paciente escucha de sus confesiones en un bar, el único donde Vega se siente cómodo, y donde puede disfrutar de la música de Tchaikovski. Novela vertiginosa, su ritmo es intenso, fluye, es líquida, la diatriba de Vega por su espontaneidad obliga a leerla de un tirón a pesar de las arcadas.

Las confesiones de Vega son el saldo de amargura que siente por su país natal, del que reniega. Así, la voz de Vega no es de resentimiento, ni de revancha, ni de odio, no es el discurso de un “ganador” ni de un “perdedor”, sino la de uno que se aparta, porque lo que siente es asco; no de las cosas en sí, sino de la imagen que sus compatriotas tienen de ellas: la música, la cerveza, la cultura, la educación, los políticos (de cualquier bando) hasta que prácticamente no queda un solo tópico de la idiosincrasia nacional que quede libre del juicio devastador de Vega; sea que el lector converja en algunos de esos juicios, al final, también sus propias idealizaciones quedarán hechas pedazos por este personaje.

El asco”, se publica poco después de un momento particularmente importante en la región: “la firma de los acuerdos de paz”, y todas sus consecuencias, entre ellas: la desmovilización y el desarme, la integración económica global, y la consolidación de la democracia electoral. Me atreverá a decir que esta novela correspondería de manera velada a un vistazo sobre “los resultados” de los acuerdos. El saldo es lamentable, las viejas consignas no bastan, la retórica revolucionaria o anticomunista quedó vacía, la identidad nacional no basta, esa fracción de historia recorrida desde la invención de los estados centroamericanos, arroja números rojos, su fracaso corresponde a divagar erráticamente por las torrentosas aguas de los centros hegemónicos, Vega destruye los “contenidos” para juzgar las formas concretas, los hechos desnudos.

Horacio Castellanos Moya
Literariamente, “El asco” se ha convertido en la punta de lanza para una generación de escritores y escritoras que surgen del “desencanto”. Si se pierde de vista el momento histórico en que surge, se corre el riesgo de caer en la moda del “espíritu postmoderno” y en la desmesurada interpretación hegeliana de la historia al peor estilo de F. Fukuyama. La retórica postmoderna del “desencanto” en el artista no es más que “pose”; los verdaderos desencantados, si lo son, ni siquiera pueden tomar conciencia de ello. En cambio, yo prefiero llamarla “generación del asco” que implica una actitud ante la realidad y una acción concreta mediante la literatura en este caso.

Todo es proceso, todo momento histórico es transición y no fin. Leer “El asco” es confrontarse, asimilar nuestra complicidad, nuestra zona de confort ideológica, es obligarnos a reírnos de nosotros mismos en el mejor de los casos, o vomitar sobre nuestros credos. ¿Será que la única salida sea: quemar las naves, demolerlo todo, comenzar de nuevo?

Yo pienso que ya hemos comenzado a hacerlo, estamos en la fase de demolición todavía, la actual narrativa centroamericana que vale la pena destacar está en esa tarea: la desmitificación de la añoranza, de los dogmas, de los viejos proyectos, de la falsa identidad nacional; tan inútil es llamarse “ciudadano del mundo” como afirmarse en la imaginaria felicidad del terruño, todo debe ser cuestionado, todo debe ser confrontado, si alguna razón hay para escribir es para someterlo todo a un examen implacable, sin militancias ni condescendencias, lo único que puede surgir al final debe ser una nueva conciencia y una nueva narrativa. Quien lea “El asco” de Catellanos Moya se obliga a ello o a lanzar el libro por la ventana.

Germán Hernández.

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23/10/13

Maigret y el hombre del banco – George Simenon




 “Aún no es un hecho suficientemente aceptado que Simenon fue uno de los grandes escritores del siglo XX. Esta evidencia queda eclipsada (como sucedió alguna vez con Stefan Zweig o con otros autores muy leídos en su tiempo) por su abundante producción, así como por la extraordinaria popularidad de la que gozó en su día. El hecho de que Simenon escribiera una serie de novelas policíacas (los llamados “Casos de Maigret”) ha hecho que, para el lector poco advertido, no sean consideradas más que una lectura de distracción, meras novelas de género, equiparables a las de cualquiera de los escritores también de género que le fueron contemporáneos. El error de este juicio se hace evidente en el mismo momento en que el lector sin prejuicios empieza a leer cualquier obra del escritor belga: se asombrará al verse arrastrado con mano firme por un narrador poderoso. Quien se acerque a Simenon no podrá dejar de sentir la extraordinaria fascinación con que, en unos ambientes obsesivos y quién sabe si amorales, es capaz de acercarnos a lo más profundo del ser humano. Sin juicios, sin más lentes que las de aumento, Simenon nos ofrece un panorama diseccionado de la naturaleza humana como pocos han sabido retratar. Por fortuna, su extraordinaria calidad empieza a ser reconocida: popularidad y calidad no son dos conceptos irreconciliables”. 

Jaume Vallcorba 


Maigret y el hombre del banco, fue publicada en 1953 con el título en francés “Maigret et l’homme du banc”.

El cadáver de un hombre ha aparecido en un callejón; la investigación revela que la víctima es un tal Louis Thouret, que el negocio donde laboraba había cerrado hacía tres años, y en ese tiempo, había fingido ante su familia que todo transcurría con normalidad, cada día fingía salir a su trabajo y regresaba como siempre, el ingreso familiar no había faltado. ¿Cómo lo hizo? ¿Qué hacía entonces? El Comisario Maigret, va descubriendo la vida secreta de este hombre insignificante, una pista lo alerta sobre su doble vida: un par de zapatos amarillos que portaba al momento de su asesinato, lo cual desconcierta a su viuda, quien no puede explicar aquella extravagancia en su marido; el comisario descubre que Thouret tiene una amante, que en asociación con un extraño pillo llamado el “Acróbata” roban tiendas y almacenes, que su hija y su futuro yerno lo extorsionaban para no delatarlo, hasta llegar finalmente a la resolución de la infortunada suerte de este ensimismado hombre.

Desfilan en esta novela personajes siempre singulares, pero ante todo sus relaciones, la de Thouret con su mujer, dominada por ella, siempre controladora e insatisfecha con él; lo que explica el horror de su marido a poner en claro las cosas, y hasta aceptar los chantajes de su propia hija  y en paralelo, la relación de su hija y su yerno, en otra relación igualmente desigual en que ella controla a su pusilánime novio.

Georges Simenon
Sobre estas relaciones ha comentado  Enrique Bienzobas Castaño, “El joven Georges Simenon vivió un entorno semejante. Su madre Henriette machacaba al marido criticándole una y otra vez su falta de iniciativa, le reprochaba constantemente el que llevara más tiempo trabajando en la compañía de seguros y ganara menos que otros más jóvenes. No nos extrañe, pues, que Simenon cree personajes que sufran las mismas injusticias” La salida a estas no parece ser otra para el pobre Thouret que transgredir secretamente el orden de las cosas, no tiene el suficiente valor para romper con todo lo que lo oprime, pero al menos sí el ingenio de desdoblarse, de habitar las bancas de las plazas con su par de zapatos amarillos y su corbata roja, que se pone al salir de su casa y se vuelve a quitar al final del día antes de regresar; y encuentra los medios para sustentar económicamente su precaria y frágil libertad. En este sentido, también dice Bienzobas “Una corbata roja y unos zapatos amarillos son los símbolos de la libertad en el pobre Thouret”

El hombre del banco, es otro episodio más en la majestuosa saga del Comisario Maigret donde la miseria de unos personajes, Thouret y su yerno, o la falta de escrúpulos y la tiranía de su mujer y su hija, desatan un pequeño infierno doméstico, o bien, como otros han señalado: una constatación de la persistente misoginia del autor, en que sus personajes femeninos encarnan las peores virtudes; como sea, estamos ante otra novela imponente del autor belga.

Germán Hernández


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18/10/13

Mentiras que miramos - Luis Andrés Ulloa



La soledad del parque. Fotografía de Angel Martínez


Mentiras que miramos
  

Desde hacía tiempo, salía al anochecer a caminar, terminaba mi recorrido en alguna banca para quemar mis dudas como el humo de un cigarro. En una ocasión algo atrapó más que mi atención, tanto que noche tras noche regreso al mismo lugar para no perder nada de aquel acontecimiento.

Aquel día me senté en una banca en donde quedaba al descubierto, los vi acercarse, era una pareja o tal vez solo un par de amigos que disfrutaban del transcurso del tiempo sin buscar nada, sin apoderarse de cosa alguna, pero yo me apoderé de ellos. Cruzaron el parque hasta acercarse al kiosco, se situaron en una banca delante de un árbol, la tenue luz quedaba atrapada entre las hojas, se sentaron de frente tan cerca cómo se los permitían sus cuerpos que en ese momento les estorbaban pero también los protegían de convertirse en presas de sí mismos. Había un fuerte lazo entre ellos que parecía nutrirse de la luz del sol que se iba difuminando, para este momento yo estaba en mi tercer cigarro y ellos cerca de fundirse con el cemento de la banca mientras se miraban. Seguían buscándose, una caricia, un beso hubiera dado fin a esa búsqueda; finalmente, querían ser libres pero tampoco lo sabían.

Pero nada es eterno, ni mi quinto cigarrillo, ni el momento que ellos disfrutaban; entonces, me distraje buscando en mis bolsillos, cuando mi atención regreso a ellos, él estaba de pie hablando por el celular, al retomar su lugar en la banca todo había acabado; ella, se acomodó el abrigo, dijo algo mientras miraba su reloj; él, respondió con una risa y unas cuantas palabras mientras sacaba su celular y se lo ofrecía a ella con una mueca burlona.

Partieron juntos y yo, impulsado por la curiosidad, decidí seguirlos, pero ya eran otros, aquellos que segundos antes fueron casi uno, eran ahora extraños. Se detuvieron frente a un tercero, yo estaba a punto de alcanzarlos mientras, inesperadamente, él la entregó al recién llegado; en ese momento, la nueva pareja enlazaba sus manos y reía, el otro se fue sin mirar atrás, y yo partí hacia casa.

De esto hace más de un año y medio, y aún regreso al mismo parque, a la misma banca que tomé aquel día, y no dejo de pasar por el sitio en la espera de encontrarlos juntos de nuevo, pero nada, a él lo he encontrado con sus amigos en el parque en tremendo alboroto, a ella la he visto trotando en buzo con audífonos. Cada vez que los he vuelto a ver se ven más felices, no añoran nada.



Luis Andrés Ulloa A. Modelo 1984. Actividad favorita pasear por los estante de las librerías; está haciendo sus primeras tintas en la escritura; disfruta del preciado arte de narrar historias para evitar la cordura, que es siempre una mala consejera. Es miembro regular del Taller Errante









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10/10/13

El cazador cazado - William Wilkie Collins



MIL CUENTOS



William Wilkie Collins nació en Londres, Inglaterra en 1824, su vasta obra abarca la novela, el teatro, el cuento y el ensayo. Para muchos es el padre del género policiaco, en particular por su novela La Piedra Lunar, sobre ella dice T. S. Eliot: "la primera, la más larga y la mejor novela de la moderna literatura policiaca inglesa, en un género inventado por Collins y no por Poe", igualmente la escritora Dorothy L. Sayers la considera “la mejor novela policiaca jamás escrita" Y su personaje, el Sargento Cuff, se le considera como el arquetipo literario que dará origen a Sherlock Holmes.

El cazador cazado es prácticamente indispensable en toda antología del género policiaco; pese a ello, no podemos decir que Collins sea un escritor dedicado profesionalmente a este género, eso tendrá que esperar un tiempo. El cuento que comentamos pertenece originalmente a la obra La reina de corazones una singular colección de diez relatos que recuerda a las Mil y una noches, el Decamerón o a los Cuentos de Canterbury, por el notable recurso de estar narrados por otros personajes del mismo libro, en este caso por tres ancianos que comienzan a contar cuentos de diversos tópicos para entretener y evitar la partida de una bella joven.

El cazador cazado está escrito como un epistolario en que el inspector Matthew Sharpin reporta a su superior el inspector jefe Francis Theakstone sus avances en el proceso de investigación de un robo. La singular personalidad del primero y la sobreestimada imagen que tiene de sí mismo, le harán pasar un mal rato, en un caso que como bien indicará el inspector jefe Francis Theakstone al sargento Bulmer (donde el autor hace un disimulado guiño al lector): “Usted puede señalar al ladrón en cinco minutos”.

Este cuento, con humor satírico, y una amenidad impresionante, sería un exquisito disuasivo para que una bella señorita, o un buen lector, esté encantado de quedarse, y por qué no, también invitado, a leer La piedra lunar, obra maestra de este autor.

Germán Hernández

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