27/1/17

Flavio Güell Casalvolone – Accesos



Accesos es el debut del joven narrador Flavio Güell Casalvolone (1986). Editado por Veredasoleada, está compuesto por 23 narraciones breves y un prólogo.

Al comenzar leyendo el prólogo del autor en esta colección de textos, temimos lo que luego constataríamos, que se trata de una obra demasiado íntima y personal, el autor está demasiado comprometido afectivamente en estos textos, viñetas, estampas, anécdotas, más no cuentos propiamente dichos.

Como está ocurriendo mayoritariamente con la última narrativa breve publicada en Costa Rica, sus textos son planos y homogéneos, siempre la misma vos narrativa en primera o tercera persona, la misma manera de narrar, la misma perspectiva y punto de vista.

En particular, la prosa de Güell está recargada de un preciosismo kitch y rimbombante, no por haber un enjambre de imágenes (ahora los llaman tropos, que son la misma cosa) es prosa poética, ni esta contribuye con el desarrollo de la trama en sus relatos.

Flavio Güell Casalvolone. Fotografía de Melissa Fernández.
Hay chispazos, eso sí, en particular vale destacar tres textos que logran salirse de los límites que el propio autor se impone, “Vivo/muerto” paranoico y extraño, el cual logra hacernos de principio a fin cómplices de una situación que nos lleva a los límites de lo absurdo y la soledad. “Encuentro lejano” que sabe dejar abiertas algunas puertas y ventanas para especular, y finalmente “Inmanencia” probablemente el mejor relato, cargado de una extraña atmósfera de perversidad que estremece.

Lo demás se lo traga la evidente falta de retroalimentación y de un editor riguroso. Cansa la prosa ripiosa y las narraciones llenas de epifanías e iluminaciones metafísicas. Mal debut, pero con lectura y garrote me parece a mí que hay aquí un muy buen narrador en ciernes.


Germán Hernández


25/1/17

Pregunta estúpida 001 - ¿El Ministerio Público en Costa Rica exculpa a los criminales?



El Ministerio Público anunció orgulloso el pasado 17 de enero (Ver nota de prensa), que, tras cinco años de extenuantes investigaciones, logró reducir de 48 a 26 los sospechosos del descarado robo por el famoso asunto de La Trocha Juan Mora Porras y reducir el daño a la Hacienda Pública de más de 20.000.000.000 (veinte mil millones) a tan solo mil y pico de milloncillos. Una tarea sin ninguna duda difícil.

Lo cierto es que de los más de veinte mil millones de colones despilfarrados mediante el Decreto Ejecutivo suscrito por la presidenta Laura Chinchilla y el Ministro de Transportes Francisco Jiménez no queda nada, y de La Trocha menos, tan solo el  nombre embarrialado de nuestro libertador Juan Mora Porras en lo poco de lodazal que queda.

Y qué pasó con el artículo 11 de la Constitución Política que en su segundo párrafo que dice:

“La Administración Pública en sentido amplio, estará sometida a un procedimiento de evaluación de resultados y rendición de cuentas, CON LA CONSECUENTE RESPONSABILIDAD PERSONAL PARA LOS FUNCIONARIOS en el cumplimiento de sus deberes. La ley señalará los medios para que este control de resultados y rendición de cuentas opere como un sistema que cubra todas las instituciones públicas.”
 
La presidenta y sus colaboradores inaugurando en el 2011 su obra estrella.
¿Cómo fue que el Poder Judicial logró exculpar de responsabilidad a la presidenta y al ministro de transportes? ¿No firmaron ellos el decreto de emergencia? ¿No ordenaron ellos la construcción de la trocha? ¿No dispusieron ellos de fondos públicos? ¿Acaso no son ellos entonces quienes deben rendir cuentas sobre los resultados de la obra que emprendieron?

Germán Hernández



20/1/17

Consejos a un joven poeta – Los epígrafes



Querido poeta, (lo digo en sentido amplio, no importa si eres narrador, dramaturgo, poeta o ensayista) dedico a vos estos consejos para que no te pase lo que a un amigo, que no vale la pena mentar aquí, tal vez algo de provecho encuentres en ellos.


¿Qué son los epígrafes?

Seguro que lo sabes, y seguro que los has usado. Pues bien, los epígrafes son paratextos, en este caso citas breves de otros autores entre el título y tu poema, ensayo, novela o capítulo de tu novela. La cita puede ser falsa, lo cual es muy divertido, ¿te acuerdas de aquella archifamosa?:

“ladran Sancho, señal de que cabalgamos”

Pues nunca la dijo el Quijote ni la escribió Cervantes, algunos dicen que es una broma de Borges, pero no hay duda que ha sido empleado hasta el cansancio.

También el autor puede ser falso, eso también es divertido, o atribuir falsamente una cita a otro autor, por ejemplo:

“has el bien sin mirar a quien”
Joaquín García Monge

Pero bueno, el propósito de los epígrafes no es divertir, sino, y como indican los que saben, los epígrafes tienen una función enunciativa-discursiva, veamos:

Genette ([1987] 2001), indica entre la funcionalidad directa de los epígrafes: esclarecer el título de la obra y comentar el texto en vistas de precisar su significación. Entre las funciones indirectas u oblicuas, se distingue la de otorgar, a través de su autor, una cierta garantía al relato que introducen. Para Authier (1984), los epígrafes rompen la unicidad aparente del hilo del discurso para presentar una voz otra, que también constituye al discurso desde fuera. Los epígrafes pueden entenderse como espacios discursivos que permiten la comunicación con un exterior, que resulta crucial para la constitución del discurso en vías de desarrollo. Estos elementos pueden entenderse como formas de la autonimia simple (Authier-Revuz 1984, 1995); las formas de autonimia simple señalan un fragmento como extraño al discurso y conllevan la ruptura del orden sintáctico. En el caso del empleo de un epígrafe en obras literarias, se registra una cita directa sin presencia del marco citante, cuyo locutor -el autor de la cita- no coincide con el locutor responsable de la enunciación del texto, el narrador. Así, la inclusión de un epígrafe implica la evocación de dos puntos de vista.

Yo personalmente debo disentir respecto de los autores anteriores y confesar que para mí el epígrafe no tiene más que dos funciones: una decorativa, y la otra es curricular.

Los libros deberían venir con menos accesorios, los lectores a veces no sabemos (y no tenemos por qué saberlo) para qué son todas esas citas que encabezan los poemas y otros textos, cuya funcionalidad y sentido es dudoso y extraño, aunque corresponda a alguna críptica circunstancia personal del autor que solo a él le puede importar.

Y es que hay libros, pero especialmente poemarios, donde abundan los epígrafes, si los extrajéramos todos de un solo poemario, tendríamos verdaderas antologías, summas poéticas y sapiensales de enorme belleza, lindas lentejuelas y bisutería. (también se ha puesto de moda utilizar todo tipo de artefactos como cumbias, slogans, frases hechas, como para estar entonado (o borracho más bien) con el “espíritu posmoderno”.

Esas bellas hilachas descontextualizadas llamadas epígrafes advierten al lector de eso que la crítica literaria forense llama intertextualidad, es decir, las influencias, lecturas y gustos del autor (son la misma cosa).

¿Pero acaso, esa exhibición del amplio y diverso número de autores y obras asimilados por el autor, que abarcan centurias y continentes, multitudes de otros autores y autoras con las cuales el poeta se iguala al citar, no es también una especie de alarde, de presentación de credenciales?

Quien sabe, lo cierto es que también algunos hasta ponen epígrafes en otras lenguas, en especial en inglés y francés.

Como puede verse, los epígrafes fuera de su pura función decorativa y curricular, no hacen mayor cosa en el texto.

Inclusive, se corre el riesgo, y eso ocurre prácticamente siempre, que el epígrafe que encabeza un texto, es mejor que este. Incluso, le pasó a una amiga poeta lo que sigue: resulta que se encuentra con un lector entusiasta y despistado de su obra, platican un poco de su último poemario y el lector dice -¿Sabes cuál fue el poema que más me gustó? -No, ¿cuál?- Responde la poeta con el pecho henchido, -Uno pequeñito, de dos líneas que estaba en letra chiquita y abajo con el nombre de un señor, al puro comienzo de otro más largo.

Sí, así es, siempre ocurre, por eso mi joven poeta, mis consejos son:

1. Procura que el epígrafe no sea mejor que el poema que encabeza, recuerda que solo es para decorar.
2. Por más que pretendas trazar un puente imaginario entre el epígrafe y tu texto, un sentido implícito y trascendente en esa otra voz que citas y la tuya, no olvides que eso al lector no le importa.
3. Pero si lo que quieres es impresionar a tus lectores por tu amplio bagaje, olvídalo, a nadie le impresiona tu vocación de ratón de biblioteca.

Teniendo todo esto en cuenta, usa todos los epígrafes que quieras, a lo mejor el lector merece también leer en tus libros algo merezca la pena.


Germán Hernández


13/1/17

Gustavo Arroyo – Los amores imaginarios



Gustavo Arroyo otra vez en el Signo Roto, nos comparte una breve muestra de su delicado trabajo poético, ahora con esta pequeña muestra de su último poemario “Los amores imaginarios”, esperamos que este pequeño bocado lo tiente a hacerlos realidad.



Resistencia del instinto


Mi perra gime desde sus vértebras.
Es sabido que no se trata
de una perra de Alejandría,
y sin embargo,
también camina bajo el sol,
sobre una arena verdosa, de distinta textura;
arena, a fin de cuentas,
si se defiende como tal.

El verdadero llanto
no es exclusivo de especie alguna:
consiste en la negación primera.
Todas las especies son proclives a negar,
lo cual les viene
–cómo no–
del principio universal de conservación.

Así,
llorar es la forma más rudimentaria
de decir que no.
Inaugurada por el Adán que nunca existió
cuando el Caín que nunca existió
le partió la cabeza al Abel
cuya existencia ni siquiera importa.

Mi perra se resiste a llorar.
Gime bajo el sol,
como una iguana de la planicie,
pero no llora.
Mediante esa resistencia
niega la negación:
afirma un dolor sin comprenderlo.

Su existencia sí que me importa.

Más allá del caso puntual,
la pregunta en el aire:
de qué sirve comprender un dolor
aquí o en Alejandría.

De qué sirve,
si todo acaba un segundo antes
de que empiece el olvido.



Expansión conceptual


Es muy probable que de todas las inmigraciones, la más triste sea la que sucede con éxito. Hasta ahora nos hemos dedicado, con la ruin expectativa de los topos, a las inmigraciones entre países. Ignoramos, bajo la odiosa lupa, el desplazamiento definitivo que realizan ciertos hombres y mujeres, de una ciudad a otra. Se subraya la referencia a contingentes humanos, pues aunque somos proclives al amor para con las aves migratorias –que nos parecen más decentes e incluso más universales que la representación de propia especie–, en este caso el referente es preciso: una gota en el embudo. La inmigración que se enmarca entre fronteras regionales, trae también consigo su cuota necesaria de tristeza, su dolor en las rodillas, la ruptura inesperada de una extremidad que nunca nos sirvió para volar. ¿Quién estableció que no se puede ser inmigrante en el país de origen? Pienso en esto, mientras viajamos en vagones distintos del mismo transporte y ojeo aquel libro de Ayn Rand, con decepción reiterada. Sé que salimos de Kazán a las nueve de la noche, con destino a Rostov: yo, por orden judicial, y vos, para instalarte en una ciudad donde podás visitarme cada diez días. De nuestros hijos, nada sé.


Carrusel


No podría ser del todo malo
un instante de oscuridad
bajo la luz invasiva.
La invasión así se quiso,
así se permitió
entre sugerencias y elecciones.
Elijo con frecuencia
mis posturas,
mis ropas,
las necedades que a diario me abordan.
El abordaje no tiene un arte definido,
como el que define a la guerra
y del que ahora dudo,
entre lo terrestre y lo aéreo.
El aire, aunque pervierte la quietud,
se acelera con rencor
al amparo de los giros.
Gira la vida,
giran los ojos,
giran los malditos ventiladores.
Ventilo pensamientos.
Pienso en Simone de Beauvoir,
en su nombre musical,
en el círculo pequeño
que hay que formar con los labios
para la pronunciación afrancesada.
Francia y Napoleón,
clítoris y angustia,
Grecia y Heráclito, tal vez.

Qué función más extraña
la de un teatro del absurdo.
Qué ironía, qué bajeza,
qué moral más conveniente.
Es ineludible entender
que los virus que lleva el aire
también pueden verse acelerados.

Vida,
ojos,
ventiladores.

Qué función más extraña,
qué rotundo fracaso.
Justo cuando se intuía
un mínimo jaspe de oscuridad
reina la luz,
y la sentencia de mi abuela
se ve confirmada
por un examen de laboratorio.

Todo está dicho.

Adiós, Simone.
¡Hasta siempre!



Gustavo Arroyo
Gustavo Arroyo (San Ramón, Alajuela, 1977). Escritor, abogado litigante, notario público y consultor jurídico. Cofundador del Conversatorio Poético Ceniza Huetar (fundado en el año 2012, con sede en San Ramón, Alajuela), agrupación que se dedica al estudio de poesía contemporánea nacional e internacional. Participó en el II Encuentro Nacional de Escritores Costarricenses (Pérez Zeledón, 2012). En el año 2013, fue parte del Taller-Laboratorio Tráfico de Influencias, promovido por el Ministerio de Cultura y Juventud de Costa Rica. En el año 2015, integró el jurado del Certamen de Poesía Lisímaco Chavarría Palma, certamen de convocatoria nacional, organizado por el Centro Cultural e Histórico José Figueres Ferrer, con sede en San Ramón, Alajuela. Es titular del blog de reseñas literarias La medalla es amuleto. Ha publicado tres poemarios: Dialéctica de las aspas (EUNED, 2014), Círculo de diámetro variable (Uruk Editores, 2016) y Los amores imaginarios (EUNED, 2016).