30/10/11

30 Libros. 24: Uno que no le prestaría a nadie - El Siglo de la Poesía en Nicaragua


Motivado por una entrada aparecida en el blog "Jacintario" de la escritora Jacinta Escudos, que se llama 30 libros, me interesé por este curioso reto que surgió en el blog del mismo nombre "30 Libros", que consiste en recomendar un libro cada día, durante treinta días, siguiendo el esquema propuesto. Vamos a intentarlo...

24. Uno que no le prestaría a Nadie - El Siglo de la Poesía en Nicaragua

¡Soy un tonto! Y nunca me he podido negar a prestar libros, me siento una porquería si le negara eso a alguien querido o entusiasta por un libro, y mucho más cuando es un libro que yo también aprecio. Por ello he pagado un alto precio, en vista de que muy raras veces me los han devuelto, de esa manera, he visto desaparecer a lo largo de los años muchos libros de mi biblioteca.

Pero si algo definitivamente jamás saldrá de mi biblioteca mientras viva, son mis tres tomos de la maravillosa antología de poesía nicaragüense "El  siglo de la poesía en Nicaragua", recogida por Julio Valle Castillo y que recoge críticamente y antologa lo más relevante de la poesía nicaragüense en lo que va de 1880 hasta 1980. Son más de 2000 páginas de poesía!!!!!

28/10/11

30 Libros: 23. Uno que le gustaría volver a leer en su vejez - El Quijote - Miguel de Cervantes


Motivado por una entrada aparecida en el blog "Jacintario" de la escritora Jacinta Escudos, que se llama 30 libros, me interesé por este curioso reto que surgió en el blog del mismo nombre "30 Libros", que consiste en recomendar un libro cada día, durante treinta días, siguiendo el esquema propuesto. Vamos a intentarlo...


23. Uno que le gustaría volver a leer en su Vejez - El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha

Ya sé que era el más predecible y más manido... pero, si de verdad existe un tiempo llamado vejez en que el individuo finalmente hace las paces con el tiempo, y ya no urgen las cosas importantes, si para mi llegara ese momento, quisiera dedicarlo a leer, y más que leer, estudiar El Quijote.

Yo he amado ese libro por años, lo mal leí en mi secundaria, y a pesar de que el sistema educativo hizo todo lo que tuvo a su alcance para que lo detestara, mi amor por la literatura comenzó ahí. Y años más tarde, lo volví a leer, concienzudamente, lo devoré y me solacé con la novela... pero es cierto eso que dicen: uno con el tiempo cambia y los libros permanecen... cómo quisiera poder olvidar todo lo demás, sentarme cada mañana, con enormes diccionarios, y fichas, y artículos y pinturas, block de notas, y en el centro, el Quijote, leerlo tan quedamente y exprimirle todo cuanto fuera posible, como si yo fuera una especie de reencarnación de Clementín.

Quién sabe, quizás tenga una vejez para eso...

27/10/11

Laura Quijano - El Precio de la Eternidad



El precio de la eternidad


             Don Andrés Batista no creía en fantasmas. Ni en predicciones, ni en maldiciones, ni en brujas. Para él lo único real eran los hechos desnudos. Durante seis décadas había ejercido la magistratura con fiero criterio aferrado a la verdad, la justicia y la demostración mediante la prueba confiable. Consideraba por debajo de la inteligencia humana dar fe a supersticiones “baratas”, amén de ser un enemigo declarado de la mentira. 

            Su pueblo natal rebosaba de imaginativas historias sobre seres fantásticos, en especial de relatos fantasmales, pero él, endurecido en las cortes urbanas, recién retornado al terruño, miraba desdeñosamente las antiguas tradiciones. Aquel diciembre no era ni sería la excepción. Todos se preparaban para las “apariciones” del fantasma de Rufino Solera, al cual Batista recordaba bien. Siempre ocurría lo mismo. En las hermosas tardes de diciembre, cuando el sol acariciaba con sus fríos rayos las aguas oscuras del río, la figura difusa y blanca del viejo Solera se deslizaba con cautelosa atención por la orilla, buscando otro ser que salvar, otra alma que arrebatarle a la muerte…

            Batista recordaba nítidamente cuando aquel hombre, simple sin pena ni gloria, se había convertido de pronto en el héroe del pueblo, y luego en la leyenda de la región. De mediana edad, poco brillante, nada afortunado, vagaba un día por la ribera, añorando un empleo, cuando vio que una mujer viajaba con un bebé corriente abajo, presos ambos de las aguas alborotadas. Sin pensarlo dos veces, se lanzó al rescate… ¡Y menudo jaleo se armó en el pueblo tras aquel altruismo tan espontáneo! Había corrido un peligro mortal, pero había arriesgado su vida misma por un par de desconocidos.

            La historia posterior fue benigna para el héroe. La mujer resultó ser una dama de rica familia que había sufrido un accidente al volcarse el coche en el que viajaba, y pagó con largueza la generosidad de Solera. Éste se vio de pronto dueño de una pequeña fortuna, que con el tiempo se convirtió en una hacienda poderosa.

            Por otro lado, Batista recordaba otra noticia de aquel extraño día: Gonzalo Casas, sempiterno borracho del pueblo, había desaparecido. De hecho, nunca más se supo de él.  Nadie, excepto su mujer, se inquietó, pues se suponía que el beodo acabaría mal tarde o temprano. Además de borracheras, Casas gustaba de cazas furtivas y viajes alocados. Se le supuso entonces perdido o muerto. 

            Batista, sin embargo, se había sentido intrigado por dicha desaparición. Durante años investigó las circunstancias que rodearon a Casas aquella tarde, fatídica para él y afortunada para Solera, pero nunca logró una conclusión satisfactoria. Recordaba con pena a la viuda de Casas, pobre mujer esperanzada del regreso de su marido, que rechazó la ayuda de Solera y que murió sola, décadas más tarde…

            Aquel día, pues, luego de tantos años, otra vez el pueblo entero esperaría ver “aparecer” al fantasma y muchos irían al río intentando “verlo”. Batista, naturalmente, prefería la tranquilidad hogareña a especulaciones vanas, y así se encontraba, listo para tomarse un café con un buen libro en mano.

            Estaba en la cocina, mirando por la ventana. La tarde caía…

Era la hora de los muertos… El fantasma vagaba ya por las frías riberas asesinas…

Batista sonrió desdeñoso, mientras tomaba un trozo de pan recién horneado, reservado para aquel momento.        

            —Buen pan casero— dijo entonces una voz de hombre a su espalda—. Recuerdo con nostalgia las tardes que pasaba en mi hacienda disfrutando de cafés como ese y de un pan tan delicioso como el que usted ha tomado.

            A Batista se le erizaron todos los vellos de la nuca. No había oído que la puerta se abriera, sentía un frío helado recorrer su columna vertebral y hacía al menos unos 50 años que no oía esa voz más que en su memoria…

            El otro emitió un suspiro.

            —No se inquiete, mi apreciado señor juez— dijo—. En verdad necesito su ayuda. ¡Quién iba a decir lo señorial que se volvería cuando lo veía jugando en el campo!

            Una risita de anciano lo sacudió y Batista, luchando con su incredulidad y su miedo repentino, se dio la vuelta lentamente.

            Don Rufino Solera estaba sentado a la mesa de su cocina, iluminado por los últimos rayos de sol de una tarde de diciembre agonizante. No era difuso ni blanquecino. Vestía con sus ricas ropas de antaño y hasta sus zapatos se veían lustrosos. Su blanca cabellera era escasa y sólo sus ojos se veían apagados. Tal como había sido por última vez cuando estaba vivo.

            —Esto es ridículo— dijo de pronto el jurisconsulto sacudiendo la cabeza—. Me estoy imaginando cosas.

            —¿Se refiere a mí?— contestó el fantasma, con su voz normal (nada de sonidos cavernosos de ultratumba o similares)—. Pues, no, mi estimado señor juez. Soy tan real como la taza que lleva en la mano. Admito que no debería estar en su cocina, pero mis tribulaciones me han llevado a la desesperación. Creo que es usted la única persona que puede ayudarme.

            Batista se sentó despacio en una silla y con extraña parsimonia colocó la taza en la mesa. Intentaba aparentar que no sucedía nada fuera de lo común y hasta el momento lo estaba logrando.

           —Bien— dijo lentamente—. ¿Podría ser más… explícito?

           —¿Sabe cuánto cuesta la eternidad?— le preguntó Solera como si estuviera hablando de negocios de oficina.

            Batista denegó con la cabeza.

            —Pues cuesta exactamente la verdad— le dijo Solera con una mueca.

            Batista lo miró sin entender. Era todo tan irreal que hasta le parecía familiar.

            —Aclaro— anunció Solera arrellanándose en la silla como si todos los días lo visitara—. Me aproveché de la hazaña generosa de otro cristiano, nunca otorgué el mérito a quien debía y ni siquiera me preocupé por salvarlo de la muerte. El resultado es que él descansa en su sueño eterno, feliz por siempre jamás, lo mismo que su abnegada y leal esposa, que nunca creyó en mí, mientras que yo estoy condenado a vagar por esta tierra mientras no repare mi crimen. Mi eternidad es angustiosa…

            Batista lo miraba aturdido. ¿El fantasma estaba explicándole por qué vagaba?

            —Y… y… ¿y por qué yo?— musitó.

            —Porque usted es el adalid de la verdad, hombre— le dijo Solera frunciendo el ceño, lo cual hizo estremecer a su interlocutor—. Hechos, pruebas, justicia. Es su especialidad. Nunca me admiró, nunca creyó en las habladurías que señalaban a Gonzalo Casas como un fugitivo, nunca aceptó mi penar tras la muerte. Puede entonces conseguirme la eternidad verdadera, la del descanso que añoro y por el que sufro. Le pido, le exijo incluso, que diga por mí la verdad: ¡que presencié cómo Casas salvaba a la mujer con su hijo, cómo intentaba revivirla, cómo al lograrlo corrió al río, para traerle agua, cómo tropezó malamente y cayó al agua, donde se ahogó por estar inconsciente! Ella permanecía desmayada y yo aproveché la coyuntura. ¡Él, no yo, fue el verdadero héroe aquel día!

            —¿Usted no lo ayudó?— preguntó Batista de pronto sin temor, con la mirada cargada de censuras, sin sorprenderse con aquella extraña confesión.

            Solera contrajo dolorosamente su expresión.

            —Necesitaba dinero y la había reconocido— explicó—. Era de una familia generosa. Me daría algún reconocimiento, estaba seguro. Y Casas se habría gastado el dinero en bebida. ¡Jamás pensé que me daría tanto! ¿Cómo iba a desdecirme entonces?   Intenté reparar el daño con la viuda, pero la mujer me miraba como a un criminal… Nunca le conté la verdad, aunque supongo que la intuía…

           —Tenía razón— dijo Batista en tono justiciero, irguiéndose como en los tiempos de su magistratura—. Dejó morir a un buen hombre y sobre una mentira monstruosa cimentó una vida regalada de fama y fortuna. ¿Y ahora sufre por la eternidad? Gonzalo Casas se ganó el derecho a la beatitud, su mujer a la santidad y usted tiene muy bien merecida su eterna condena. No pienso mover un dedo por ayudarlo. Casas no necesita de mis oficios, ni le importa. Es mi sentencia.

            Solera se irguió cuan largo era y aún creció más y más en medio de un rojizo resplandor que ocultó la tarde que moría.
            —¡Te ganas mi cólera, Batista, y mi eterna persecución implacable, te lo advierto!

            El jurisconsulto, armado una vez más con el conocimiento de la verdad y con la seguridad que le proporcionaban sus decisiones en materia de justicia, levantó indiferente su café, inclinó la vista sobre su libro, y sin mirarlo, murmuró con frialdad:

            —Yo no creo en fantasmas.

            Solera lo miró un instante. Luego, se desvaneció silenciosamente.

            La noche cayó sobre la casa. En su imperturbable vivir, el viejo juez disfrutó de su lectura y de su cena, así como de la satisfacción de solucionar un caso antiguo. Mientras, en el pueblo la gente no dejaba de murmurar que Rufino Solera recorría su camino año tras año, década tras década, en un paseo eterno, infinito.


Laura Quijano Vincenzi. Costa Rica. 1971. Abogada y filóloga, es autora de relatos y novelas, principalmente de ciencia ficción y fantasía. Ha publicado hasta la fecha algunas novelas y numerosos relatos en diferentes instancias. En cuanto a sus publicaciones, cuenta en su haber tres novelas (Una sombra en el hielo, ECR 1995, y las dos primeras partes de la trilogía A Través del Portal, Lulu Press 2006 y 2008) y diversos relatos. Éstos aparecen tanto en publicaciones electrónicas, como Axxón (2006), Aurora Bitzine (2007 y 2010) y NGC 3660 (2007 y 2010), como en una colección propia (Por siempre otro y otros relatos, Leer-E 2007) y en antologías de varios autores, como en ¡Jodido Lunes! (Bubok, 2008), Posibles Futuros. Cuentos de ciencia ficción (EUNED, 2009), (Per) Versiones: Cuentos Populares (Sedice, 2010) y (Per)Versiones: Historia (Sedice 2010).

Reconocimientos. En 1995, recibió el Premio Joven Creación de la Editorial Costa Rica por su novela Una sombra en el hielo. En 2007, su cuento El precio de la eternidad obtuvo el 3er. lugar en la sexta edición del certamen literario de jurado popular “Tierra de Leyendas” del portal Sedice.com. En 2008 sus relatos Por siempre otro y El último pozo fueron seleccionados para integrar las antologías de la Asociación Española de Fantasía, Ciencia Ficción y Terror (AEFCFT) Fabricantes de Sueños 2008 y Visiones 2008, respectivamente. De manera más reciente, en 2009, su cuento Sueño Profundo fue seleccionado como finalista del XXI Certamen Literario Alberto Magno de Ciencia Ficción (UPV, España).


Otros sitios: http://lauraescritora.blogspot.com (blog personal),

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26/10/11

30 Libros. 22: Uno de Poemas (No valen antologías) Abrí la Verja de Hierro - Fayad Jamis

Motivado por una entrada aparecida en el blog "Jacintario" de la escritora Jacinta Escudos, que se llama 30 libros, me interesé por este curioso reto que surgió en el blog del mismo nombre "30 Libros", que consiste en recomendar un libro cada día, durante treinta días, siguiendo el esquema propuesto. Vamos a intentarlo...


22. Uno de Poemas (No valen antologías) Abrí la Verja de Hierro - Fayad Jamis 

De Fayad Jamis, solamente sé, que a pesar de su nombre que suena medio libanés, nació en México, pero era cubano. Que fue además de un maravilloso poeta, un aceptable pintor. Totalmente identificado con la Revolución Cubana, en mucha de su poesía destila esa tonalidad veligerante y optimista de los años de contrucción revolucionaria, pero prefiero su otra poesía más existencial, con un sutil optimismo en medio de la amargura y el abandono. 

Su poemario, "Abrí la verja de hierro", me impactó de tal manera que todavía releo muchos de sus poemas, ha influenciado mis tímidos poemas y de manera más evidente mi narrativa. Su poesía es como una rara mezcla entre lirismo y exteriorismo, En "Abrí la verja de hierro", todavía me son entrañables poemas como: "12 y 23", "A tu luz, a tu gente, a tu galaxia", "Puede ocurrir", "¿Qué es para usted poesía?" y sobre todos ellos:  "Retrato de una mujer y versiones sobre su (hipotético) asesinato".

Como sé bien que será dificil conseguir sus libros y su poesía, comparto con todos y todas esta bella selección de su poesía publicada por Editorial letras cubanas en 1973 y que reune treinta años de obra poética, lo pueden descargar aquí, Fayad Jamis - La Pedrada.

25/10/11

Esqueleto de Oruga – Guillermo Barquero




Publicada en el 2010 por Ediciones Germinal. La segunda novela de Guillermo Barquero, es a mi modo de ver, la consagración de un estilo y una identidad narrativa. Con una frondosa obra narrativa publicada en menos de 10 años, Guillermo Barquero es el más maduro y acabado narrador de su generación.

Como una especie de modelo para armar, Esqueleto de Oruga va transcurriendo sin prisa, ofreciendo claves y referencias como herramientas perdidas u objetos olvidados deliberadamente, que como catalizadores, promueven una lectura asertiva y creadora, realmente no importa lo que sabemos sobre su protagonista Calero o aquello que creemos saber, tampoco importa lo que le ocurre, realmente sentimos que su autor nos invita a que seamos parte del proceso de invención y podamos inventarnos algo que llene el vacío.

Rocío y Calero, será el reverso de las grandes parejas latinoamericanas (Juan Pablo Castell y María Iribarne; Martín Santomé y Laura Avellaneda, Horacio Oliveira y la Maga) se dilata hacia la extrañeza como recurso narrativo, es decir, todo en Calero resulta extrañeza, desapego, la más fría y brutal racionalidad mecanicista, este personaje imposible, monstruoso precisamente por ser el más puro portador de los valores más apreciados de la modernidad, genera extrañeza, ni el manual de tapas rojas, ni el cuerpo de Rocío pueden generar la menor inspiración y sentido, cursan como objetos espaciales y oscuros que divagan por un universo sin propósito, incluso, la supuesta promiscuidad de Rocío nos arrasa por un sendero exasperante, nos hace preguntarnos ¿y tiene que ser realmente así, no es posible un instante de afectividad?.

Y esto en el lector tiene que generar angustia, debería apelar por el contenido que llena de finalidad sus propios actos, sus pequeñas hazañas cotidianas y sus anhelos colectivos, es decir, desayunar, pensar en comprar una casa, terminar la maestría… pero si realmente carecen de sentido, si todo se derrumba y se acaba y continúa entre la animalidad y el devenir… entonces Calero somos todos, pero sin los pretextos y los convencionalismos morales, ya lo dijimos, perfectamente racional, objetivo como un animal que examinamos en un vaso con formol, eso hemos sido.

Nota: Esta entrada fue editada y rectificada, pues erróneamente habíamos indicado que "Esqueleto de la Oruga" había sido galardonada en 2011 con el Premio Áncora en la rama de Novela. En efecto, el autor Guillermo Barquero fue galardonado y por partida doble, pero la novela reconocida fue Diluvio Universal. Pido disculpas al autor y a los tres lectores de este blog.

Germán Hernández

24/10/11

30 Libros: 21. Uno de Cuentos (No valen antologías) Cuentos de Angustias y Paisajes - Carlos Salazar Herrera

Motivado por una entrada aparecida en el blog "Jacintario" de la escritora Jacinta Escudos, que se llama 30 libros, me interesé por este curioso reto que surgió en el blog del mismo nombre "30 Libros", que consiste en recomendar un libro cada día, durante treinta días, siguiendo el esquema propuesto. Vamos a intentarlo...


21. Uno de Cuentos (No valen Antologías) Cuentos de Angustias y Paisajes - Carlos Salazar Herrera
Entre los muchos cuentistas y libros de cuentos que podría citar, me inclino por esta obra maestra, por su calidad formal y técnica exquisita, y también por que sus cuentos me emocionan como la primera vez que los leí. Este libro, prácticamente único de este buen profesor de artes plásticas (que por cierto ilustra sus propios cuentos con bellos grabados en madera) Es en muchos sentidos un escritor frontera en la literatura costarricense, sería una estupidez juzgar su obra como costumbrista  por el hecho de que las situaciones y personajes de sus textos habitan el espacio rural; pienso que ahí está su mérito, en poder elaborar complejísimas tramas psicológicas en los límites del cuento, en contextos que nunca antes habían sido explorados con la tensión existencial que Salazar Herrera lo hace. (Considero herederos de ese estilo en alguna medida al magnífico cuentista Jorge Montero Madrigal con "Al Pairo" y a Francisco Zúñiga Díaz con su "Viento Viejo").

Siguen siendo joyas impecables cuentos como "La Bocaracá", El Bongo, "La Calera", "El Puente", "El Calabazo", "El Cholo"... y desde luego, el que sigo considerando el mejor cuento escrito en Costa Rica: "La Ventana"

Recomiendo que descarguen esta selección de cuentos: Carlos Salazar Herrera - Cuentos de Angustias y Paisajes.

12/10/11

30 Libros: 20. Uno que lo haya sorprendido por malo - Las Fisgonas de Paso Ancho - Samuel Rovinsky

Motivado por una entrada aparecida en el blog "Jacintario" de la escritora Jacinta Escudos, que se llama 30 libros, me interesé por este curioso reto que surgió en el blog del mismo nombre "30 Libros", que consiste en recomendar un libro cada día, durante treinta días, siguiendo el esquema propuesto. Vamos a intentarlo...

20. Uno que lo haya sorprendido por malo - Las Fisgonas de Paso Ancho - Samuel Rovinsky

Esta obra de teatro, quizás sea la más conocida, más leída y más representada escrita en Costa Rica y creo que todavía es libro de lectura obligatoria en las secundarias. Me temo que pertenece a esas obras sacralizadas. Pero por lo menos para mi es pésima.

Escrita desde un punto burgués y/o pequeño burgués, se ubica en un barrio marginal para ridiculizar a los sectores socioeconómicos rezagados. Con una profundidad epidérmica, elabora unos personajes que son apenas caricaturas. Expone unas situaciones que por cotidianas, al mismo tiempo se les niega y friboliza ¿Por qué será que ha gustado tanto este libro?

Pienso que de alguna manera esta obra permite a los sectores pequeño burgueses reírse de lo que más temen. De hecho este tipo de teatro que se basa en ridiculizar al "otro" es el que más se difunde hoy día, se ridiculiza al pobre, al negro, al nica, al gay, al protestante, en fin, se ridiculiza todo lo que no pertenezca al mito del "buen costarricense" muy blanco, muy europeo, muy culto, muy católico, saprissista o ligista, liberacionista o de unidad, y muy macho.

Basta mirar la cartelera de teatro en el periódico para ver lo que obras como Las Fisgonas de Paso Ancho han engendrado.

11/10/11

Alexander Obando - La misma canción de siempre



La misma canción de siempre

                                                                                 Para J. H., por haberme contado
                                                                                                      parte de esta historia.
 
Toqué sin estar seguro de que este fuera el apartamento. El edificio olía a humedad y lo más probable era que el agua se metía por las rendijas en invierno.

            Me había costado conseguir la dirección porque Chris, aún en sus buenos tiempos, era peor que un ermitaño. No dejaba dirección; nadie sabía su teléfono y en la última universidad donde trabajó ni siquiera quisieron hablar conmigo cuando les pregunté por él. Tal parece que mi amigo se había vuelto un verdadero anatema. Y esto de verdad me molestaba. Si alguna vez Chris había sido un peligro, la única víctima posible era él mismo. Hombre culto y decadente, mi amigo Chris Bone era amante del tabaco oscuro, el buen whisky y las mujeres hermosas. Su otra pasión era casi un producto colateral a estas tres: porque en noches de frío y soledad, Chris, seguro acompañado de dos de sus pasiones, también era buen poeta. Nunca había querido publicar nada, pero en su apartamento o dormitorio de universidad, siempre tenía guardados unos cuadernos donde de vez en cuando escribía poemas.

            Insistí de nuevo en la puerta pero no hubo resultado. No estaba seguro si esta era la dirección correcta, y de serlo, tal vez Chris no estaba. Podía estar dando clases o quizás andaba de compras.

            Toqué la puerta una tercera vez por si acaso.

            Nada.

            Toqué una cuarta vez. Primero no hubo respuesta, pero un segundo después oí su voz:

            —¡Por favor, váyase!

            Quedé atónito pero reaccioné rápidamente:

            —Chris, soy yo, Bill Hodges.

            —¿Bill Hodges?

            La voz sonaba emocionada, o al menos a mí me lo pareció.

            Oí el ruido de un pie o un brazo golpear una botella que rodó por el piso, luego una caja, o algo parecido, siendo arrastrada una cierta distancia. Chris volvió a hablar.

            —Espérate un momento.

            Y así fue. Dos o tres minutos después un hombre ojeroso y barbudo me abría la puerta de su cuchitril: era Chris Bone.

            La primera impresión que me dio fue la de un espantoso envejecimiento prematuro. Chris parecía veinte años más viejo de los años que debía tener. Un poco de canas en la frente le daba la apariencia de un niño envejecido. Me pasó adelante con un gesto de la mano. No hubo abrazo u otro rasgo de emoción más que un débil apretón de manos.

            —¿Qué haces por estos lados? —preguntó en un tono casi distraído.

            —Me detuve en la ciudad para verte. Costó encontrarte, hermano.

            —Sí, pues no salgo mucho estos días.

            Sin dar ninguna otra indicación, se sentó en una destartalada silla junto a la mesa. Los viejos libros de antes aparecían por todo lado: Marx, Shelley, Milton, Marcuse. Su cuarto parecía una antigua compra y venta más o menos entreverada con elementos domésticos: un viejo coffeemaker junto a la pila, unas ollas (creo que sucias) vasos a medio vaciar y sobre todo un enorme arsenal de botellas vacías; Johnny Walker, Robbie Duh, Old Parr, White Horse y hasta bourbon de tercera. La marca era definida por las posibilidades del bolsillo. Hoy tomaba etiqueta negra, mañana un rasca gargantas de marca desconocida. En eso era genio y figura hasta la muerte. Sus compañeros de generación decíamos que Chris había sido herido desde joven por el ángel del alcohol, y hoy me parecía que ese ángel no sabe perdonar: sus estocadas siempre son fatales.

            Chris me indicó una silla cercana y me preguntó si quería café o tomar algo de bourbon. Le dije que no. En verdad me daba miedo alterar el delicado equilibrio de esa habitación. Un libro o una botella que se corriera más allá de lo necesario y el mundo de Chris Bone se iba a pique.

            Su tos de fumador le recordó su otro amigo y de inmediato sacó unos viejos cigarrillos de la bolsa de la camisa. De nuevo me ofreció y yo le mentí diciéndole que no fumaba.

            Le conté que había tratado de encontrarlo por medio de la universidad y de cómo me habían tratado al preguntar por él.

            —Esa gente no me quiere, Bill. De veras me jodieron, hermano.

            Luego empezó una conversación casi alucinada de cómo una alumna lo había acusado de hostigamiento sexual y del juicio de intramuros por el que había pasado. Fue despojado de todos sus honores y privilegios como profesor de literatura inglesa. Lo único que le quedaba ahora era una ínfima pensión del welfare y un ocasional trabajo como profesor de inglés en algún college de barrio pobre.

            —Lo peor de todo, Billy —me dice con una mirada intensa—, es que nunca la toqué. La gran perra me armó todo el escándalo porque no la quise ayudar con las notas.

            Se volvió hacia la ventana y tosió un poco. Los ojos se le habían puesto rojos, pero estoy seguro de que no había sido por efecto del humo. Quise entonces cambiarle rápidamente el tema y me acordé de su poesía.

            —Oye, ¿sigues escribiendo poemas?

            Sonrió levemente y me volvió a ver con algo de tristeza.

            —¿Estás seguro de que no quieres un trago de bourbon?
            Ya no me podía negar. Cuando Chris ofrecía licor una segunda vez era porque la conversación iba a ser intensa.

            Lentamente sacó un vaso de un estante y me sirvió una porción generosa.

            —Sabes, Bill —me decía mientras se servía él también un poco de bourbon —, yo le vendí el alma al diablo. Exactamente hace quince años que sucedió.

            Su pulso temblaba un poco, pero sus palabras eran firmes y exactas.

            Estaba en Haley´s, un bar concurrido del barrio universitario. La noche anterior había tomado mucho por lo que ahora tenía una goma terrible y poco dinero. Estaba corrigiendo algunos de sus poemas cuando se le sentó un chico a la par. Era uno de esos jóvenes roqueros que a veces tienen una relación putativa con la poesía; un rollo psicológicamente relacionado con el síndrome de Jim Morrison, me aclaraba Chris con algo de humor.

            Pues bien, el muchacho se interesó por lo que Chris escribía y estuvieron hablando de poetas y leyendo algo del trabajo del profesor. De repente el muchacho se quedó congelado en medio bar. Tenía un poema de Chris en la mano y empezó a leerlo con un aire de profundo misticismo. Tan pronto terminó le preguntó al poeta a quemarropa:

            —¿En cuánto me vendes este poema!

            Chris no supo qué contestar y respondió solo por seguirle la broma al chico:
            —Trescientos dólares.

            —¿Me esperas un momento?

            —Claro —contestó Chris quien estaba convencido de que todo era una broma—. Tómate tu tiempo.

            El chico salió apresuradamente del bar y Chris siguió su trabajo de corrección convencido de que nunca vería otra vez al roquero.

            Media hora después el muchacho estaba frente a Chris.

            —Aquí están los trescientos dólares. ¿Todavía tenemos un trato?
            —¡Claro que sí, si tú quieres! —respondió Chris incrédulo.

            Pues bien, esos trescientos dólares se fueron en dos semanas de juerga y licor.
            —Sabes que el chico y su grupo se hicieron millonarios, verdad.

            —Algo he oído —respondo con cautela. Sería muy cruel recordarle a Chris que su poema se convirtió en una canción que le reportó a sus dueños ganancias millonarias y un lugar prominente en el mundo de la música pop-rock.

            —Y bueno —dice Chris como queriendo cambiar el tema—, cuéntame de ti.

            Y le relaté algunas de las minucias de mi vida; que Karen y yo nos habíamos ido a vivir a Costa Rica; que ambos trabajábamos en un centro binacional como profesores de inglés; que el país era hermoso pero los salarios eran muy bajos, y le seguí hablando de las bellezas naturales del pequeño país hasta que pude notar un cierto dejo de aburrimiento en la cara de mi viejo amigo.

            Hice entonces lo que uno siempre hace en estos casos: se inventa un compromiso que se tiene más tarde y se disculpa con el anfitrión. Él, quizás sabía que yo estaba mintiendo, pero era mejor así.

            Me dio otra vez la mano con cierta suavidad y me acompañó hasta la puerta. Intercambiamos correos electrónicos y ambos prometimos escribirnos pronto.

            Ya en la puerta, Chris me hizo la pregunta de rigor:

            —¿Te gusta la canción?

            —¿Cuál? ¿Dust in the wind?...

            Iba a continuar pero Chris no me lo permitió.

            Antes de que yo respondiera, mi amigo de juventud ya estaba cerrando poco a poco la puerta.


San Juan del Murciélago,
21 de septiembre de 2005.


Alexánder Obando Bolaños. Costa Rica 1958. Ha sido miembro de varios talleres de poesía, tales como el Taller de Literatura Activa Eunice Odio, el Taller Julián Marchena y el Colectivo Octubre-Alfil 4. Poemas, cuentos y artículos suyos se encuentran dispersos en diarios y revistas de Costa Rica. Se dedicó a la docencia y laboró como profesor de inglés en el Centro Cultural Costarricense-Norteamericano.


La obra de Alexánder Obando se ha convertido en punto de referencia de la literatura costarricense. Sus trabajos más destacados, hasta ahora dos novelas de gran formato, han influenciado a las nuevas generaciones. Asimismo, por su tono de ruptura, su estilo particular, donde se entrelazan la novela gótica y bizantina; los mitos grecolatinos y la ciencia ficción; así como la visión de los mass media y la cultura fragmentaria de la posmodernidad, ha sido cuestionado y criticado por ciertos estratos académicos conservadores. Esto último, se hace evidente, pues los textos de Obando muchas veces utilizan intertextos relacionados con personajes de la vida pública costarricense. Sin embargo, la recepción de sus textos, entre escritores y sectores más abiertos de la crítica, ha sido amplia y positiva. Sobre El más violento paraíso, señala Adriano Corrales Arias:

...es una novela más que compleja. Construida con los hechos y desechos industriales del cine de ciencia ficción, los cuentos de terror, las guías turísticas, las drogas o "sustancias del sueño", el folletín rosa o el relato pornográfico, pero sin menospreciar la narración histórica, el grimorio y el mito antiguo, esta enorme novela pretende, de muchas maneras, ritualizar la violencia y el deseo en un mundo complejo que se devora a sí mismo ineluctablemente. (...) Este texto es probablemente el mayor esfuerzo narrativo de la contemporaneidad costarricense, para darnos una visión amplia de la fragmentación, la enajenación y la exclusión propias de nuestra época. Barroca en mucho, laberíntica siempre, excesiva a veces, esta novela puede parecernos inusitada en nuestro país, pero nos propone una lectura totalmente nueva tras la cual se agazapa un narrador bien dotado apostando a la sustancia dentro del griterío y vacío posmodernos. (Corrales, 2005: 52)

Igualmente, en el 2001, año de publicación de esta novela, se auguraba una ruptura dentro de la tradición novelística. Rodrigo Soto plantea lo siguiente:

En resumen, estamos ante una obra ambiciosa y de difícil lectura, pero también valiente. Valiente en su apuesta estética y también en su posición filosófica y moral. A esto le añado, como ya señalé, el contar entre sus páginas con algunos pasajes sin duda memorables. Decía Faulkner que la dimensión de un escritor se mide por la dimensión de sus fracasos, más que por la de sus éxitos. Si Faulkner tenía razón (y yo creo que la tiene), estamos ante la primera novela de un gran escritor. Veremos qué dice el tiempo, y qué dice Obando en su próximo trabajo. (Soto, 2001: 10)

La crítica parece ser unánime, al reconocer el trabajo de Obando como un nuevo hito dentro de las letras costarricenses y centroamericanas. Se ha hecho acreedor del Premio Nacional Aquileo J. Echeverría de poesía 2010, por Ángeles para suicidas, Ganador del Certamen de Poesía Centroamericana Juan Ramón Molina auspiciado por el CSUCA (Consejo Superior de Universidades Centroamericanas), EDUCA y el Instituto Cultural Costarricense-Salvadoreño, 1991.

Entre sus publicaciones destacan: El más violento paraíso (novela, San José: Ediciones Perro Azul, 2001; San José: Ediciones Lanzallamas, 2009.). Canciones a la muerte de los niños (novela, San José: ECR, 2008). La gruta y el arcoíris. Antología de narrativa gay/lésbica costarricense (compilación y prólogo, San José: ECR, 2008). Ángeles para suicidas (poesía, San José: Arboleda Ediciones, 2010).

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10/10/11

30 Libros: 19 Uno que le haya sorprendido por bueno - Estúpidos Hombres Blancos - Michael Moore

Motivado por una entrada aparecida en el blog "Jacintario" de la escritora Jacinta Escudos, que se llama 30 libros, me interesé por este curioso reto que surgió en el blog del mismo nombre "30 Libros", que consiste en recomendar un libro cada día, durante treinta días, siguiendo el esquema propuesto. Vamos a intentarlo...


19. Uno que le haya sorprendido por bueno - Estupidos hombres blancos - Michael Moore

Harto conocido como documentalista, Michael Moore también escribe, y lo hace tan sabrosamente como en sus trabajos fílmicos. Mi lógico temor cuando comencé a leer este libro, que es crónica, sátira y humor, es que fuera como esos juguetes que vienen en las cajitas felices de Macdonal's, afortunadmanete no fue así, y este libro me abrió el camino a otros libros de Moore... este simpático hombre me resulta enigmático, ¿qué quiere?

En resumen, a la larga estará ganándose tan solo la simpatía de las estrellitas de hollywood y de los organizadores de Cannes, quizás, a lo mejor es la conciencia más lúcida de su tiempo y la que más hiere en su país, quizás, también podría tratarse de un juego mediático, irreberente como un reality show, quién sabe, el libro me gusto mucho, y si se toma en serio, podría ser una fuente infinita de autoreflexión para un pueblo adormecido con papitas fritas...

6/10/11

30 Libros: 18. El que más veces haya leído - Cien años de Soledad - Gabriel García Márquez

Motivado por una entrada aparecida en el blog "Jacintario" de la escritora Jacinta Escudos, que se llama 30 libros, me interesé por este curioso reto que surgió en el blog del mismo nombre "30 Libros", que consiste en recomendar un libro cada día, durante treinta días, siguiendo el esquema propuesto. Vamos a intentarlo...

18. El que más veces haya leído - Cien años de Soledad - Gabriel García Márquez


Lo he leído 5 veces. La primera vez fue a los 13 años, cuando mi profesora de orientación en el colegio me lo prestó junto a una recopilación de ensayos de teólogas feministas (la verdad es que me desorientó totalmente en esos años adolescentes con esos libros). Lo dramático de todo esto es que no entendí ni jota de lo que estaba leyendo. La segunda vez ya lo leí con gusto, y me enamoré de él, ya estaba comenzando a escribir mis primeros versitos y cuentitos y todo era garcíamarquiano, que es uno de los peligros de leer Cien años de Soledad. 


La tercera vez fue casi enseguida, eran los días en que creía que no existía nada antes ni después de Márquez, mi madre maquilaba en casa trajes para un sastre, trabajaba hasta la madrugada, por mi parte cuando yo ya había dado de comer a mis hermanos, y los había acostado, me sentaba al lado de ella para ayudarle a zurcir camisas, ruedos, hacer ojales y pegar entretelas, o bien, a leerle en voz alta hasta la madrugada, fue así como mi tercera lectura fue para mi madre mientras ella cocía.


La cuarta lectura, fue a los 17 años, había dejado los estudios tirados y había conseguido trabajos como vendedor de periódicos, de enciclopedias, y como cocinero en una soda, de esta manera pude al fin comprarme mis primeros libros, me obsesioné por comprar todos los libros de Márquez, no fueron difíciles de conseguir, todos de segunda, escarbando en las compraventas, y casi de un tirón me leí todos en orden cronológico (incluyendo a Cien años de Soledad).


La quinta y última vez, fue como a los 30 años, lo leí con gusto (aunque prefiero ahora el Otoño del Patriarca) pero ya inmunizado a la tentación de imitarlo, y es que pienso que todo escritor consciente, sea que reniegue o no de Márquez y de Cien años de Soledad, ciertamente debe evitar imitarlo. 


Es probablemente cierto en parte que la literatura de Márquez ha contribuido en alguna medida a crear mitos y estereotipos sobre la literatura latinoamerica  en la manera cómo se ve y juzga en Europa y Norteamérica, pero creo que esto es más cierto por parte de las editoriales ávidas de ventas y de escritores mediocres y maleables. En fin, sigo considerándola una obra determinante.