27/6/16

Cirus Sh. Piedra – El diminuto corazón de la iguana



“El diminuto corazón de la iguana” es la primera novela impresa de este joven y talentoso narrador, la cual ganó el premio de novela de la Editorial Costa Rica y al año siguiente fue galardonada con el premio Aquileo en esa rama, ¡doble reconocimiento!

El narrador protagonista de la novela ha sido herido en su brazo, y por eso ha sido internado en el hospital, y aparentemente desde ahí, en medio del delirio, o más bien desdoblamiento, en un largo monólogo interior divagará en medio de sueños, recuerdos y ensoñaciones; a través de su voz se escucharán otras voces, otros lugares, distantes e inmediatos, pasados y presentes, como si en un estado alterado de conciencia, asomado a un Aleph, contemplara la totalidad sin límites espacio-temporales.

Hay que conceder a regañadientes una licencia al autor sobre el escenario inmediato de los acontecimientos que es el Hospital Calderón Guardia, donde curiosamente los pacientes están todos revueltos sin importar el padecimiento, sexo o edad, al menos para quien conoce al Hospital Calderón Guardia de la realidad, sabe que eso no es así, y que no hay coincidencia con el hospital ficcional de la novela, ese encontronazo se hubiera evitado fácilmente omitiendo el nombre del nosocomio, que no hace falta y más bien limita.

Hablamos de una novela en cascada, en caída libre, torrentosa, hábilmente tejida, las perícopas: del hospital, del seco, niquita, pamela, zeidy y antonio, macho cruz, erika, miguel, alberto reyes y manuel mora, entre otras, se intercalan, se difuminan, el artificio funciona continuamente mediante el uso de la primera persona y la segunda persona singular, menos afortunado es el uso de la conjugación de los tiempos verbales. Con ello el autor logra un efecto de simultaneidad, como si todo fuera ahí y ahora. El narrador desdoblado, sublimado, como en un viaje astral traspasa el hospital en que está, se mueve en el tiempo y en el espacio, habita la vos de los personajes que evoca, los revive.

Son estas perícopas las que salvan la novela, pues el recargado y ripioso monólogo del narrador termina a veces en una rebuscada forma de decir cosas muy sencillas de la manera más confusa posible:

“Cuando era más joven, faltaba al colegio, recién ingresado, salía de casa y viraba la esquina. Me quitaba la camisa del colegio, sacaba alguna otra camisa de dentro del bulto, y la otra la guardaba de consecuencias.” (pág. 74)

De ahí, que me interesa cuestionar algunas proposiciones sobre la excepcionalidad y experimentalidad de “El diminuto corazón de la Iguana”.

Dice nuestra apreciada novelista Ana Cristina Rossi que: “esta es una novela excepcional por varias razones, pero hay tres muy llamativas. La primera es su innegable calidad, que no tiene altibajos. La segunda es que se trata de una novela de lenguaje. En efecto, hay numerosos personajes: hombres, mujeres, niños; pero el más importante es la voz autor/narrador que se despliega desde el principio y estira, encoge, pliega, despliega y moldea a su gusto la lengua; y, de paso, da enorme gusto y sorpresas al lector.
La tercera razón es que el autor/narrador habla desde los bajos fondos de Costa Rica –se puede decir–, inmigración nicaragüense incluida.”

Vamos a ver, la novela es excepcional porque tiene “calidad”, extraño juicio, la calidad no es algo excepcional en la narrativa actual costarricense, obras formalmente emparentadas con la que reseñamos aquí como “Canción por la muerte de los niños” de Alexander Obando, “Soy el Enano de la mano Larga-larga”, de Jorge Jiménez, “La paciencia de los insectos” de José Solórzano, “Diluvio Universal” de Guillermo Barquero, por citar las primeras que se me vienen a la mente son ejemplos de que calidad hay, y que eso no es una excepción.

La novela es excepcional porque se trata de una “novela de lenguaje”, bueno, esto es como llover sobre mojado, donde Rossi lo que quiere destacar es el protagonismo de la voz autor/narrador, eso tampoco nos parece que tenga nada excepcional en la narrativa costarricense, más bien se abusa de ello.

La novela es excepcional porque “el autor/narrador habla desde los bajos fondos”, eso tampoco es excepcional, la marginalidad y la exclusión social son tópicos usuales de la narrativa costarricense. En realidad, ni por estos motivos, ni por los varios que Rossi no dice, “El diminuto corazón de la iguana es excepcional. Pero, ¿Es experimental?

En el fallo del jurado del premio de la Editorial Costa Rica se dice: “es un texto experimental que posee una marcada pluralidad de voces” Anacristina Rossi, Rafael Ángel Herra, Ruth Cubillo.

Toda novela es un experimento de resultados inciertos y erráticos. Pero más o menos se ha generalizado que la novela “experimental” o “estructural” (como también se le llama), despliega desde los años sesenta del siglo pasado, como una ruptura al realismo, en particular al realismo social, en el caso de “El diminuto corazón de la iguana” se mueve entre las dos aguas, algo característico de la última narrativa costarricense, no logramos todavía ese desgarramiento entre la obra de autor y la funcionalidad  testimonial y social.

Creo que Alfonso Chase acierta en parte refiriéndose a esta novela de Piedra cuando afirma que:  "El diminuto corazón de la iguana" tiene un aire de los antiguos escritos de los creadores y narradores beatniks y si fuera escrito en primera persona, con un personaje central, doble del autor, con aires de Henry Miller, Raymond Quenau o de José Revueltas”

Cirus Sh. Piedra - Fotografía de Mariella del Risco
Digo que, en parte, pues la novela sí está escrita en primera persona y el personaje central sí es doble del autor, y que el cambio de personaje en primera o segunda persona singular no es más que la impostación del único autor/narrador que es Cirus Sh Piedra. Más el acierto es esa ubicación temporal en el estilo. Efectivamente la novela de Piedra coincide con muchas de las proposiciones de lo denominado novela experimental, caracterizada por la elaboración de personajes en conflicto con sus existencias, en una búsqueda constante de sentido y de sí mismos, donde el antes, la evocación, el recuerdo, la causalidad ha marcado sus vidas, y la narración gira entorno a los protagonistas y su reflexión sobre sí mismos; donde se prescinde del argumento y la narración plantea una trama mínima como sustrato para el desarrollo de múltiples planos, lo que complica el relato y se vuelve exigente al lector dado que su estructura se vuelve compleja: se eliminan los capítulos, los encabezados, los puentes, el relato recurre al punto de vista múltiple (aunque no en este caso), es decir que sobre un hecho se exponen las diversas perspectivas de los personajes (el narrador está tan presente en esta novela que impide el verdadero despliegue del resto los personajes, solo existe un punto de vista) y avanza mediante el contrapunto de las perícopas, el cruce de caminos entre historias más o menos paralelas, más o menos convergentes y finalmente la ruptura lineal del tiempo, el empleo de la analépsis, y la simultaneidad, una técnica que siento adoptada hoy día del “video-clip” y el “trailer cinematográfico” géneros emergentes y de enorme influencia en las “mass media” y en la narrativa actual.

Respecto al manejo del lenguaje rompe con lo formal, emplea el neologismo, el extranjerismo, el cultismo, y el coloquialismo de manera arbitraria, sin distinción, interpolados; se juega con la puntuación, con la ortografía, se alargan las oraciones y los párrafos, para compactar el relato, para mostrarlo como un todo indisoluble.

Ciertamente, “El diminuto corazón de la iguana” aplica la mayoría de estos viejos recursos, por eso no se comprende el fallo del jurado de los premios nacionales del 2014 cuando afirman: "Posee un novedoso uso del lenguaje, como si fuera inventado, más bien irreverente como el motor de la creación de un mundo surrealista u onírico.”

Es en este uso del lenguaje donde quiero observar, que es precisamente en este afán experimental donde fácilmente se confunde el acierto con la pifia, dado que el marco de referencia no existe como tal, las coordenadas en este tipo de novela surgen de sí misma, por lo que el juicio del lector es determinante.

Por ejemplo, el uso de minúsculas para los nombres propios de manera arbitraria, y en ocasiones muy contadas en mayúsculas no es más que un capricho irreverente del autor sin consecuencias que nada suman.

La recargada y ripiosa retórica del autor/narrador, a veces de gran belleza plástica, como si de pequeños poemas en prosa insertos se trataran, pero eso, insertos, no integrados, donde una especie de visión cósmica, integradora y trascendentalista rayando en la metafísica permite esa omnivisión del narrador en el mejor de los casos, por citar uno de muchos:

“Lo veo abriendo ampliamente su mirada, y sentir escalofrío. Le veo el pelaje moviéndose angustioso y nervioso, ese de mares y moldeado de olas. Lo veo asombrado y temeroso, horrorizado y sin poder llamar a la lluvia ni a los truenos por su nombre, simplemente jugando con su memoria de días anteriores, de horror y miedo, de fuego en las copas de los árboles, estruendos, colores oscuros…” (pág.98)

En los malos, que los hay, una sobreadjetivación rimbombante:

“Soy como un abrazo gigante, espacial, cósmico, utracosmológico, universal, icosaédrico, desplazante, nómada, estelar, vacío, palpitante, atómico, nuclear, infinito, imposible de calcular.” (pág.103)

Y en los peores, que también los hay, el autor/narrador intrusivo, haciendo glosas y moralina:

“¿Es esto? ¿Escoger frugalmente en el supermercado? ¿Dosificar? ¿Racionar? ¿Teñirse de nombres que pronto habrá de olvidar la memoria? ¿Inventar romances con fantasmas que nunca nunca tocarán a la puerta? ¿Calzar a la fuerza emociones para gente que pronto habrá de morir? ¿Sumar varios números que resultarán a cero? ¿Abrir puertas de habitaciones que siempre estarán vacías? ¿Transcribir visceral y esporádicamente pensamientos, ideas? ¿De dónde nace este método de pensamiento? ¿De qué ha nacido esta estructura consciente, que comanda la neuronal? ¿Por dónde va, a dónde planea llegar? ¿Es todo esto fortuito, etéreo, romántico, el acto sin ligue de mover las pestañas? ¿Iluminar el cuarto y topar con un reflejo en el espejo, a media luz , sin poder enamorarme de esa imagen? Están las maletas ahí, la ropa está ahí, desperdigada. El pan en la cocina, el café. La cama destendida está ahí, los libros, la hornilla de gas, ahí. El baño, papel higiénico, las robustas columnas de esta habitación, sí, todo ahí, ¿Y? ¿De qué todo esto? ¿Habría que pensar en más que esto? ¿Vale todo esto más que un balde de pichas?” (pág.122)

En realidad como lector quisiera que el texto me llevara a mí mismo a hacerme estas preguntas sin la ayuda del autor/narrador/protagonista.

Vamos terminando, entre las “historias entrelazadas” o que he preferido llamar perícopas, hay una que siento que mejor alude a uno de los juicios de los jurados que le otorgaron el premio Nacional Aquileo Echeverría: “Por ser una novela que fluye y fluye, como un torrente verbal, donde los recuerdos se confunden con los sueños, las pesadillas y las alucinaciones y porque es una cornucopia de personajes desgarrados, marginales, que  a pesar de todo logran encontrar un hálito de esperanza en breves chispazos de ternura” Ternura, sí, más bien sentí benevolencia y benignidad de parte del narrador con sus personajes, y el acierto de no juzgarlos y más bien exponerlos auténticos y tal como son y sienten, me refiero a la de “alberto reyes y manuel mora”. Me sorprende por segunda vez lo interesante que resulta como personaje de ficción el fundador del Partido Comunista Costarricense, la primera vez fue en el cuentario “La última aventura de Batman” de Carlos Cortes donde aparece en un cuento magnífico “La breve guerra civil del camarada Mora” y ahora en la novela de Piedra. Sería perfecto este pasaje salvo por la reiterada expresión “otro mundo es posible” en boca de Manuel Mora, lamentable anacronismo, dado que dicha expresión surge del foro social mundial en Porto Alegre Brasil en el 2001; dudo que alguna vez Manuel Mora la hubiera usado y menos con la carga panfletaria con que se emplea en la novela de Piedra, pero salvo ese lunar, es una de las perícopas que más hemos disfrutado.

“El diminuto corazón de la iguana” es un texto pretencioso, en hora buena, pero le faltó contención, el autor, lleno de recursos, escribió desbordadamente, como todo experimento a veces acierta, otras no, y otras incluso no se sabe. Pero eso no es importante. Mi recomendación sería que lograra abstraerse un poco más de su obra y evitar ese protagonismo como autor/narrador, tenernos en consideración como lectores. Para este autor ya reconocido y en auge, pienso que eso lo tiene muy claro:

"No se le tiene que ir a uno a la cabeza, hay que seguir escribiendo. Igual yo tengo mi oficio". Cirus Sh. Piedra (En Página cero)

“El diminuto corazón de la iguana” es una novela que emplea los viejos recursos de la novela experimental, no es una novela inusual o excepcional, pero sí una muestra de un autor que va bien en el proceso de escribir una obra valiosa y perdurable.


Germán Hernández.


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