El derecho a defenderse es semejante a un hombre que dormía por la noche y lo despertó un gran estruendo, habían entrado a su casa, saltó de su cama, corrió hacia la sala y mientras el ladrón huía le reconoció, era su vecino. Mientras el hombre contemplaba los daños pensó, tengo derecho a defenderme, no comprendía cómo su vecino se atrevió a robarle. Fue a buscar su arma, la cargó y salió, ya frente a la casa de su vecino, tiró la puerta, entró disparando, destruyó todo, encontró a los niños y la mujer escondidos en un armario y los mató. Había otros vecinos que se asomaban a la entrada atónitos y fascinados, algunos decían basta, detente, otros sonreían, sigue, no te detengas, cuando ya no había nada que matar, ni destruir, sin haber recuperado el botín robado el hombre salió conforme, no sin antes prender fuego a la casa, con planes sobre lo que edificaría sobre la tierra arrasada.
Germán Hernández
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