3/12/18

Manuel Vázquez Montalbán



Manuel Vázquez Montalbán, periodista, ensayista, novelista, poeta, genio hipertrofiado y padre de uno uno de los bichos policíacos más entrañables: Pepe Carvalho, aunque hoy día existe la necedad de justificar la ficción criminal desde una perspectiva sociológica, leer a este maestro nos demuestra que el género va más allá, y que es más que una solapada forma de denuncia social, mucho más, es literatura. Y para muestra un botón, aquí les comparto mi colección de su obra en formato epub para que se den gusto.

Germán Hernández.





Sobre el autor el proyecto Scriptorium dice:

(Barcelona, 1939 - Bangkok, 2003) Escritor y periodista español. Considerado uno de los más importantes testimonios del final del franquismo y de la transición española, así como una de las voces críticas más respetadas del país, es autor de una vasta obra que incluye los géneros de la crónica periodística, la poesía, el ensayo y la novela.
Todos cuantos reconocen el papel de Vázquez Montalbán dentro de la cultura española coincidieron en que hasta el fin de su vida se obstinó en ser fiel a su Barcelona natal, a la que regaló uno de sus paisajes literarios más densos y reconocibles, con rincones y personajes que hablan el «catalán bastardo» o el castellano mezclado con catalanismos de los barrios bajos; en esto, como en muchas otras cosas, se mantuvo fiel a su origen, porque era hijo ilegítimo de un gallego y exiliado republicano, Evaristo Vázquez, y de Rosa Montalbán, y había nacido el 14 de junio de 1939, poco después del final de la Guerra Civil.


Entre la labor periodística y literaria

A mediados de la década de los ochenta entró en el diario El País como columnista. Allí, este trabajador rapidísimo e incansable, de curiosidad desbordante, mostró sus dotes de maestro en todos los géneros del periodismo, que había practicado desde los dieciocho años. Sólo que ahora viajaba con soltura y conocía a los intelectuales, escritores y políticos más influyentes. Además, agregó a las formas tradicionales, que practicaba como nadie —viñeta, sátira, retrato o parodia—, grandes cuadernos de viaje que algunas veces utilizó como material para su obra narrativa (tal es el caso del Quinteto de Buenos Aires), mientras que en otras ocasiones mantuvo la estructura y el tono del reportaje clásico, como el del subcomandante Marcos de la guerrilla zapatista que realizó en Chiapas.
A partir de 1979, tras la obtención del Premio Planeta por Los mares del Sur, pudo «comprar tiempo para la literatura». Las dos últimas décadas de su vida estuvieron marcadas por una voluntaria y ambiciosa transformación de su carrera literaria. Ya no le bastaban la crónica o la novela negra. Ni tampoco la columna periodística. Sus nuevas novelas fueron más arriesgadas, más ambiciosas y más libres. Esta peculiar vertiente fue inaugurada en 1985 con El pianista, una obra en la que puso todo su talento y en la que se pueden leer algunos de los pasajes más conmovedores y verdaderos de la peripecia de la Barcelona de los vencidos.
Y la continuó con Galíndez (1991) o la monumental Autobiografía del general Franco (1992), donde un viejo escritor recibe el encargo de escribir una seudoautobiografía del dictador que aprovecha para ofrecer su voz y su versión de la historia del tirano como contrapunto. Poco tiempo más tarde emprendió otra pesquisa de similar alcance en el Quinteto de Buenos Aires, obra en la que se preguntó por los resortes secretos del régimen argentino responsable de los desaparecidos entre 1976 y 1983.
Estos fueron unos años de producción febril. Por ejemplo, en 1994 publicó Roldán, ni vivo ni muertoEl estranguladorPanfleto desde el planeta de los simiosy Pasionaria y los siete enanitos, además de anunciar una nueva novela de la serie policíaca protagonizada por Pepe Carvalho, El premio, que aparecería en 1995.
Todo hacía suponer que mantendría los cauces conocidos de sus distintas líneas literarias. Pero en 2002, la novela Erec y Enide marcó un cambio radical en su concepción del género. Por primera vez, la fórmula más conocida de sus relatos, que incluía el devenir individual de personajes imaginarios y reales en un cuidadoso cañamazo histórico y social, fue sustituida por un relato de honda belleza nostálgica, en el que utilizó un motivo perteneciente al ciclo artúrico para componer un mosaico de voces actuales que reflexionan sobre los vínculos amorosos: en Erec y Enide se enlazan los temas de la decadencia de la edad, el amor y la responsabilidad de manera mucho más intimista y lírica que la habitual en Vázquez Montalbán.


Proyección internacional
Tras obtener el Premio Planeta, en 1979, recibió numerosos galardones en Cataluña, en España y en el extranjero (entre ellos, el Premio Nacional de Narrativa, el Premio Nacional de las Letras, el Premio de la Crítica de la antigua República Federal de Alemania, el Premio Recalmare de Italia), y se convirtió en un autor de culto para los lectores de novela negra de Francia e Italia, sobre todo. Era habitual ver sus novelas de Pepe Carvalho en las grandes librerías europeas.
Pero Vázquez Montalbán desconocía el reposo. Entre los años 1989 y 2000 fue sometido a varias operaciones del corazón (se le habían implantado cuatro bypass), lo que no le impedía seguir dietas severísimas, adelgazar veinte quilos y volver a engordar con inusitada celeridad, algo que llevaba haciendo desde mucho tiempo atrás.
Mientras se consolidaba su fama en el ámbito europeo, siguió participando en numerosas antologías de recetas, canciones, fotografías, la memoria viva de la España franquista y posfranquista, etc. Asimismo, puede decirse que buena parte de los relatos sobre la transición española fueron obra suya. Vázquez Montalbán retrató a todos los actores de ese período, mientras los hechos tuvieron lugar, y volvió a hacerlo en la celebración de los distintos aniversarios: la muerte del general Franco, la Constitución, la Generalitat catalana, el «tejerazo».
Tenía una habilidad única para volver sobre los personajes y descubrir en ellos alguna nota desconocida. Y los pintó a todos, desde el rey Juan Carlos hasta Jordi Pujol, pasando por Josep Tarradellas, Adolfo Suárez o Felipe González. Pero también retrató las anónimas sensibilidades colectivas de la España de la transición, cuyo repertorio más formidable y exhaustivo se le debe sin duda.




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