16/12/11

Laura Frost - Misivas Imposibles




Misivas Imposibles
  
Aquella mañana, el Sombrerero Loco decidió escribir una carta.

“Querida Alicia:

¿Cuándo vas a regresar? Te echo de menos.”

Siempre tuyo, el Sombrerero.

Más tarde decidió no enviarla. Quizás Alicia ya no le recordaba, o había elegido otro lugar donde no tener que contestar preguntas absurdas. Al fin y al cabo, tampoco es tan divertido jugar al cróquet con erizos y flamencos, y mucho menos que alguien desee cortarte la cabeza. Alicia siempre fue valiente pero no estúpida. Se sirvió otro té y lo endulzó con dos terrones de melancolía.

Antes de desayunar, Alicia optó por hacer una de esas cosas imposibles. Entonces escribió:

Querido Sombrerero:

¿Podrías venir a buscarme? Creo que he perdido a la niña que habitaba en mi.

Alicia.


  
Pentimento, diario de lo que sucede entre mis pechos.


Sevilla, 15 de octubre de 2011

El viaje hasta la casa ha sido silencioso. Yo me he entretenido en descifrar las imágenes que se proyectaban a través del puzzle de luz que construían los árboles y también a sonreír. Mientras tanto, él conducía, deleitado en la música y en mis piernas. Piernas de niña, como le gusta decir. Está enamorado de los pinos, por eso insiste en visitar ese lugar, circular por esa carretera.

“Nunca me dices qué es lo que te gusta de mí, lo que te impulsó a elegir esta vida conmigo”, me ha preguntado. Nunca le respondo a esas preguntas y quizás por eso me las hace. Cerrando los ojos le contesté: “Yo no sé hablar del amor”.

Le escuché murmurar un “ya” y con eso entendí todo lo que él comprendía y que yo jamás había dicho. Todas las cosas que se arremolinaban en mis tripas esperando tan solo el disparo de salida para precipitarse hacia él, todas y cada una de las certezas que nunca escuchó. Pero, si yo hubiera sido honesta con él y conmigo, hasta con el espejo, habría contestado:

“Me gusta tu nariz y el diente que se te rompió mientras esquiabas. Me gusta como se te arruga la camisa y no te importa. Me gustan tus dedos ágiles acariciando mi piel. Me gusta usar tu camiseta de Canadá y oler a ti. Me gusta la crisálida que formas con tus brazos porque allí me siento protegida. Me gustan tus cartas de una sola línea: ¿Te he dicho hoy que me encantas? Y me gusta cómo me miras, con esa mirada de niño grande, con los ojos ingenuos y voraces de quién parece estar observando a un ángel. Pero sobre todas las cosas, lo que más me gusta es que todo eso puede ocurrir en el interior de tu coche, mientras los espejos dan cuenta del delirio de tus manos en mi sexo, de mis ojos proyectando la dulzura de toda tu grandeza. De ti y de mi atrapados para siempre en un espacio-tiempo perfecto”.

Si debería ser honesta… pero bueno, quizás mañana.



Habitando en la Luna


La pequeña Luna se acercó sonriente a la mujer que tarareaba aquella bonita canción infantil junto a la salida del jardín: “Dulce voz, ven a mí, haz que el alma recuerde…”

—Qué canción más bonita.

La mujer se giró con una sonrisa.

— ¿Te gusta?

La niña asintió con un ligero movimiento de cabeza. Ambas continuaron cantando ajenas al resto del mundo, mientras se dirigían hacia una de las butacas de mimbre.

—Vamos a hacer algo con esas coletas ― le sugirió la mujer ―. ¿Quién te ha peinado, chiquilla?

—Mi papi ― musitó la niña.

— ¿Y qué pasa, que llegaste la última cuando repartieron los padres? — bromeó la mujer.

Ambas rieron y Luna se dejó peinar sentada en el regazo de aquella mujer de mirada perdida.

Desde el rincón, Francisco contenía las lágrimas y luchaba contra el dolor que le oprimía el pecho. Todos los sábados se repetía la misma historia. Todos los sábados se veía obligado a soportar cómo su mujer de treinta y ocho años no les reconocía, atrapada entre las paredes de aquella residencia, atrapada en las fauces del Alzheimer.



Pequeño Bestiario de Seres Interiores: La Libélula


DONDE HABITA:
Toda libélula mora en el reino de los sueños.

SU IMPERFECTA ANATOMÍA:
Frágil como el cristal de una pompa de jabón, una libélula solo adquiere el peso de los besos que transporta entre sus alas. La eclosión de una libélula interior es el fruto del lento madurar de una mujer que nunca dejará de ser niña.

QUÉ HACE Y DESHACE:
Una libélula está condenada a esperar detrás de la puerta, desde allí observa caprichosa cuando su amor entra y cuando se va. En cada tránsito ella le entrega una parte de su alma.

LO QUE AMA:
La tortura de una libélula está en haber elegido —entre todos los seres que habitan el submundo emocional—, a aquel que reside en la otra orilla del río que no puede cruzar.

LO QUE ESCONDE:
Una pestaña que robó en el más incauto de los sueños, un frasco de esencia de anhelo y dos cajas de cuchufletas.

SU SECRETO:
Tú.



La Espera


Como cada día María espera el autobús de las seis. Siempre con cinco minutos de retraso, el chirriante vehículo abre sus puertas y ella sonríe entusiasta. Cierra su lectura y se atilda la falda antes de subir. Los peldaños de subida son para ella como un pequeño camino de baldosas amarillas que la han de llevar hasta su secreto objeto de deseo. Jaime, el chofer, que la ha de saludar como cada día con un cortés: “Buenos días, señorita”. María levanta la mirada y cualquier atisbo de felicidad se desvanece de su rostro ante la presencia de un poblado bigote y una camisa sudada absolutamente desconocidas. Se recompone pero los pasos que la conducen hasta su asiento junto a la ventana están poblados de una oleada de desilusión que le arrasa el alma. Entonces recuerda las palabras de su madre: “La desilusión se pega al alma como la melaza”. Qué sentido tiene ahora juguetear con el bies de la falda para captar su atención a través del espejo retrovisor. Para qué dejar caer el libro y permitir que el aroma de su cabello le alcancé en un sutil movimiento. María baja del autobús apretando el libro sobre el pecho y de camino el paso. Solo entonces permite que las gruesas lágrimas del desencanto comiencen a surcar su rostro. Lágrimas dulces de melaza.



Laura Frost. Nació hace 37 en Minas de Riotinto, Huelva. Aunque centra su actividad profesional en el ámbito de la intervención sociofamiliar, más concretamente en el área de Protección de Menores, la escritura es su principal vía de escape. Las historias mínimas son sus preferidas, esos pequeños bocados de realidad y ficción que se condensan en pocas palabras como un disparo emocional directo al corazón del lector. En los próximos meses algunos de sus microrrelatos saldrán publicados en la primera edición de Gigantes de Liliput y también muy pronto dispondrá de un libro eléctrónico donde se recogerán las pequeñas historias que dan vida a Dragonfly, su blog. Ama a su familia y a las libélulas. Visite el blog de la autora: http://www.elhadapirata.blogspot.com/

Aquí puede descargar en formato pdf: Laura Frost - Misivas Imposibles y otros cuentos

Síga las publicaciones y comentarios de la Convocatoria Permanente de Narrativa en Facebook


_________________________

¿Desea mejorar la calidad literaria de su obra?

Más información aquí

4 comentarios:

  1. Felicitaciones Laura, tienes la particularidad en tus relatos de conducir al lector de tu mano sin poder resistirse y dejarlo estupefacto al final de cada cuento.

    Mis felicitaciones para Germán Hernández por el buen ojo.

    Un abrazo, Juan Zapato.

    ResponderEliminar
  2. Hay más de lo que parece sin duda en el estilo minimalista de Laura... Gracias por pasar Juglarias, bienvenido siempre

    ResponderEliminar
  3. especial persona ;) y artista. Un ejemplo a seguir

    ResponderEliminar
  4. Bravo, Laura. Son unos textos preciosos. Tu estilo es personal, inconfundible... único. Gracias a ti por compartirlos y gracias a quienes favorecen su difusión.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar

Deja tu signo