30/11/12

Patxi Irurzun - Dios nunca reza y ¡Oh, Janis, mi dulce y sucia Janis! (Memorias de una estrella del porno – Amateur -) "Fragmentos"





¡Oh, Janis, mi dulce y sucia Janis!
(Memorias de una estrella del porno – Amateur -)
  

(...) yo ya no sabía, no discernía la realidad de los sueños, estaba en el séptimo cielo, y este era una fiesta de un pueblo de la Ribera de Navarra lleno de chicas morenas que se reían en voz muy alta, que se ponían brazos en jarras para cantar una jota y de la boca les salía un pajarico mientras la falda blanca de tablas les hacía pinza justo en la raja del culo, un culo duro y respingón como un pan de pueblo, y en la blusa se les marcaban los pezones igual que nueces, chicas que te llevaban a lo oscuro y te daban besos con lengua que sabían a zurracapote, o te la cascaban, sin dejar nunca de reírse, mientras sus novios hacían recortes a las vacas, chicas que te hacían una mamada sin sacarse la polla de la boca, y repitiendo despacito el nombre de su pueblo, Fustiñana, Cintruénigo, Ribaforada...

***
(...) mi polla era la polla de todos los muertos de hambre del mundo, de todos los enfermos y salidos, yo los alimentaba con fantasías, sanaba los carcinomas que habían hecho engordar la religión, la moral, el pudor, el rechazo, sí, mis películas interesaban a alguien, se convertían en objetos de culto, yo había nacido para eso, había nacido con ese don, aquella minga como una grúa, capaz de levantar toda la basura del mundo y arrojarla a la papelera (...)

***
Volví a buscarla la noche siguiente, y la otra, dejé de recorrer los sex-shop y de cantar en el metro, la acompañé bajo los puentes, a los descampados, se la metí por detrás mientras nos calentábamos en una fogata dentro de una casa en ruinas y dieciséis borrachas en el cofre del muerto se retiraban las telarañas de su coño, acaricié la cicatriz de su cabeza en un coche abandonado mientras le introducía un dedo de la otra mano en el culo y escarbaba toda su mierda acumulada en las tripas, mientras la oía gritar y cagarse en su padre, que la violaba con una botella de Ricard cuando solo tenía diez años, o tirarse pedos en la boca de su madre, que la quemaba con cigarrillos Gaulois para que amara ese dolor más que el de la polla paterna desgarrándole su ano núbil, la hice tragar fuego y lefa cada noche, hasta que pude conocer cada rincón de su interior, hasta que comprendí que en realidad, la sangre con la que había pintado las paredes de sus cuevas era igual a la mía, a la de cualquier ser humano, la amé hasta que no pude más, hasta que no pude enfangarme más, hasta que supe que debía de guardar algo de luz y de calor para mí, hasta que aprendí a amarme otra vez a mí mismo, y solo entonces la abandoné como a una perra vagabunda, después de haberle pasado la mano por el lomo, quizás ahora Juliette tenga otra cicatriz en la cabeza, como la que se hizo arrojándose desde un puente cuando otro devoró también su corazón como si fuera un plato caliente, solo para no morirse de hambre y de frío. Y tuve mucho miedo, todavía lo tengo, incluso aunque me encuentre a miles de kilómetros de París, en Bangkok, en Manila, en México DF, de que sus ojos como lanzallamas vuelvan a buscarme, entre la multitud, para convertirme en ceniza.

Tomado de ¡Oh, Janis, mi dulce y sucia Janis!. Patxi Irurzun (Eutelequia, Madrid, 2011)


  

Dios nunca reza


Sábado 6 de septiembre de 2008
  
Me ha pillado desprevenido, mientras conducía, ha encontrado el hueco a través de la armadura, ha pinchado en blando, y he comenzado a llorar como un tonto. Forever young, de Bob Dylan, en la radio. Ni siquiera sé qué dice exactamente la letra, a mí la canción me ha dicho que cuando dejas de ser un niño la vida sigue siendo un cuarto lleno de cajas por desembalar, pero que a menudo estas explotan en la cara al abrirlas, te dejan ciego, te amputan las manos, o hacen que tú las sientas amputadas, que no quieras mirar hacia delante, que tengas miedo a seguir abriendo cajas, a encontrarte dentro de ellas cadáveres despedazados, trozos de ti mismo; me ha dicho también que yo tengo una habitación llena de cajas, en una casa nueva, pero que ni eso, ni la mudanza cambiarán nada, no tendré ninguna sorpresa cuando las vacíe, me encontraré lo mismo que tenía antes; que, sin embargo, mis armas deben ser la perseverancia, no ceder espacios a la sustancia gris y viscosa, que debo seguir combatiéndola, poniendo diques, leer un libro, escuchar un disco de vez en cuando, escribir unas líneas cada noche, aunque me pesen los párpados, esté agotado y malhumorado, como ahora, sentir que esa es mi pelea, y que no me van a tumbar nunca, que puede que esté equivocado, solo sea un boxeador sonado, pero no me importa, seguiré siendo joven, por siempre joven, si sigo peleando, aunque sea contra el viento.

Y he recordado también la última vez que escuché esa canción -tal vez esa ha sido la fisura que esta ha encontrado para herirme-, fue en una proyección de diapositivas que nos hizo en el trabajo Iñaki Otxoa de Olza, el montañero que falleció hace unos meses en el Himalaya. Le invitó un compañero, amigo íntimo del alpinista, un compañero que lo único que pretendía era que mi jefe se rascara el bolsillo, para la siguiente expedición de Iñaki (por supuesto, mi jefe no lo hizo, aunque luego, cuando él murió, se sumó al coro de plañideras y escribimos en la revista un artículo muy emotivo, mencionando los proyectos que el montañero tenía en mente -un artículo que ni siquiera escribió su amigo, mi compañero, porque lo acababan de despedir-).

El caso es que Iñaki nos habló de sus sueños, de lo que significaba para él la montaña, de los compañeros que había visto caer desde el techo del mundo, de las veces que él había estado a punto de hacerlo y cómo se había levantado. Yo le escuché con cierta desconfianza, nunca me ha atraído el frío, la nieve, el sufrimiento como superación, desafiar a la muerte por placer, cuando hay tanta gente que tiene que pelear por no perder la vida cada día. "¿Qué significan esos aros que llevas en las orejas, cada uno es un ochomil?" fue lo único que se me ocurrió preguntarle. Iñaki dijo: "no, en realidad no significan nada, simplemente me gusta llevarlos, sirven para definirme, para que determinadas personas vean que no tengo nada que ver con ellas", contestó. Para definirse, posicionarse, enfrentarse, ponerse en guardia frente a los enemigos... Esas eran sus armas.

Iñaki era un rebelde, sin nómina, ni hipoteca, que eligió no solo su propia vida, también su propia muerte. Uno puede morirse, en realidad, de muchas maneras, muerto de asco a causa de un trabajo seguro pero que odia, muerto de soledad en mitad de una ciudad repleta de muertos, muerto de puta casualidad (un accidente, cualquier loco que se cruza en tu vida...) un día cuando menos te lo esperas, muerto mientras observas tus miembros, tu cabeza, tu corazón despedazados en varias cajas de cartón, sin saber que estás muerto... Iñaki murió muy cerca del cielo, o al menos muy lejos de la tierra, a 7.400 metros, en el Annapurna, y allá se va a quedar para siempre. Como quería. La mayoría de las personas nunca podrán hacer esa elección, y probablemente yo sea una de esas personas, pero al oír Forever Young me he sentido -por una vez- orgulloso de mí mismo, de no haberme rendido -y saber que nunca lo haré ya- de no haber dejado de luchar, ni de esperar algo mejor para mí y, ahora, también para mis hijos; orgulloso de no haber bajado nunca la guardia, ni arrojado la toalla para mis sueños, de no haberme apartado jamás de este camino, largo y tortuoso, pero que yo mismo he elegido y he trazado.

Tomado de “Dios nunca reza”. Patxi Irurzun. (Alberdania, Irún, 2011)

   

Patxi Irurzun (Pamplona, 1969), es autor de los libros de cuentos 'Ajuste de cuentos', 'Cuentos de color gris', 'Cuentos sanfermineros', 'El cangrejo valiente' y 'La polla más grande del mundo', las novelas 'Cuestión de supervivencia', 'Ciudad Retrete' y 'Odio enamorado' y el libro de viajes 'Atrapados en el paraíso', sobre su viaje al vertedero de Payatas (Manila) y a Papúa Nueva Guinea. Ha escrito además varias biografías para niños (Beethoven , Franklin, Mozart... ) y la colección "Érase una vez en Navarra".

Cuentos y reportajes con su firma han aparecido en diferentes medios: El Canto de la Tripulación, El Europeo, Rolling Stone, La Jornada de México, Dominical, Mono Gráfico, Gara, ADN, Vinalia Trippers... Actualmente tiene una popular colaboración humorística en la revista Guía del niño, donde habla de sus aventuras como padre.

Ha ganado diferentes premios, como "El Viajero", de El País-Aguilar, el "Ciudad de Palencia", el Certamen de textos teatrales sobre San Fermín (con una adaptación de su cuento Fiambre, estrenada en el Teatro Gayarre) o el Francisco Yndurain de las letras para autores jóvenes, y sido finalista en otros como el 'Desnivel 'o el 'Libro deportivo Marca'. Ha participado en diferentes antologías, como 'Golpes', 'Tripulantes', 'Beatitud', 'Viscerales', 'Nadando contracorriente' o 'Cuentos de fútbol' (en italiano, idioma al que también se han traducido varios de sus cuentos). Junto con Vicente Muñoz ha coordinado el libro de homenaje a Bukowski, Resaca/Hank Over' (y ambos mantienen el blog homónimo) y con Esteban Gutiérrez 'Baco' 'Simpatía por el relato. Antología de cuentos escritos por rockeros'. Acaba de publicar su diario 'Dios nunca reza' y la novela '¡Oh, Janis, mi dulce y sucia Janis! Memorias de una estrella del porno -amateur-'. En los años 90 fue editor del referencial y pionero fanzine literario digital Borraska. Mantiene varios blogs entre los que destaca Ajuste de cuentos .




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1 comentario:

  1. Un escritor imprescindible en las distancias cortas. Sus cuentos son de lo mejor que he leído.

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