31/7/15

Notas sobre la crítica literaria como experiencia



 
El vino de la fiesta de San Martín, Pieter Brueghel el Viejo

Voy a parafrasear a Gramsi pero refiriéndome no a la filosofía, sino a la crítica literaria al decir que: todo lector de literatura, es también un crítico literario. Que su aparato crítico sea más o menos sistemático, más o menos espontáneo, más o menos empírico es otra cosa. Si esa crítica tiene que ver con la experiencia particular de ese lector con un texto en particular, hablamos de crítica literaria.

Yo creo en la crítica literaria como un ejercicio libre, voluntario, intencional y democrático. Expliquemos qué entendemos por cada uno. La crítica literaria es libre porque cualquiera que se enfrente a un texto puede hacerla, y es voluntaria pues ese lector que se enfrenta a un texto puede manifestar su crítica o puede no hacerlo; y es intencional pues si ese lector decide manifestar su crítica, ésta estará traspasada por una motivación y un sentido que el lector asigna al texto; y es democrática, porque tiene igual valor que la de cualquiera que concurra y critique dicho texto, es decir, que no aplica una jerarquía de validación o juicio de experto que la haga más o menos relevante.

Entendemos también que la crítica literaria es limitada. Con esto queremos decir que tiene un marco de referencia y unos límites de expresión y recepción, los cuales también se deben ubicar diacrónica y sincrónicamente. En otras palabras, un texto está determinado socio históricamente a un lugar y tiempo, igualmente un lector en cuanto sujeto, está determinado socio históricamente. Lo que un lector sobreviviente de la peste en Florencia del siglo XV experimentó con el Decamerón de Bocaccio y lo que un Costarricense del siglo XXI experimenta con su lectura, debe ser muy distinto, aunque no por eso extrañas o divergentes una de otra, sencillamente distintas, particulares, parciales, los límites de la crítica son los límites del propio lector, es decir, el lugar y tiempo que heredó, y sus límites particulares, su experiencia, su propia vida, ese es el marco de referencia desde el cual lee y juzga. Por eso son distintas las lecturas de un niño francés de ocho años y de un etíope octogenario ante el Quijote de la Mancha. Por eso pueden haber tantas lecturas y sus críticas como lectores haya. Paradójico, ¿verdad? Limitada por un contexto, pero ilimitada por cada experiencia particular.

Otro aspecto que es necesario señalar es que la crítica puede ser abierta o cerrada. La crítica cerrada se limita a un juicio categórico: “Me gusta, no me gusta”, “es bueno, es malo”, “he dicho”. Expresada de esta manera o en cien páginas, este tipo de crítica es cerrada pues no dialoga, petrifica el sentido de un texto, lo vuelve estático, por lo tanto: mudo. La crítica abierta por lo contrario, es dialógica, el juicio de un lector es dinámico, surge del sentido literal del texto, traspasa la experiencia del lector y es devuelto con un nuevo sentido, el lector hace hablar al texto, le da sentido, y esa lectura dialoga con las otras críticas, se confrontan, se refutan, se complementan, se enriquecen unas de otras, y enriquecen el sentido del texto.

Por más que no lo pretendan, hay ciertos tipos de lectura, que por su énfasis, por su finalidad y motivación disciplinaria, pese a ello, no dejan de ser experiencias. Me refiero a la crítica especializada de un filólogo, de un lingüista, de un historiador, de un filósofo, de un sociólogo, etc. Ciertamente a través de su lectura delimitan su objeto de estudio y mediante un enfoque de análisis y unas coordenadas metodológicas interpretan el texto, ciertamente hacer sociología, filología, historia o economía de un texto literario no es propiamente crítica literaria, pero inevitablemente está implícita, la sola elección de un modelo de análisis o de un énfasis, limitan cualquier intento de objetividad y de cristalización del texto. Sea crítica o no, el análisis especializado de los textos sin duda enriquecen la experiencia de lectura para cualquier lector, arrojan luz sobre cuestiones que para el lector-crítico común podrían no estar a su alcance, como la ubicación socio histórica del texto, o las peculiaridades lingüísticas de este. En todo caso es ganancia. Pero estas lecturas, no ocupan ninguna jerarquía en particular con respecto a la del resto de lectores-críticos-aficionados.

Insistiré en esto, sin menosprecio de las credenciales de cada quien, pero en todo caso, defiendo el valor de cada lectura, sea que coincida o no con las propias. Esto supone que debemos superar al menos la lectura ingenua y cerrada del “me gusta no me gusta”, “bueno o malo”, “mejor o peor” y “he dicho”, por la sencilla razón de que no son dialógicas. Igualmente debemos superar los juicios de autoridad que asignamos a los lectores especializados, pues sus lecturas no ocupan ninguna jerarquía más que dentro de los límites y especificidad de su disciplina.

¿A qué viene todo esto? Pues bien, es resultado de las intensas polémicas que se vienen dando en redes sociales y otros medios vernáculos (y en hora buena que sea en estos medios, dado que en los medios tradicionales, tanto impresos como virtuales, estáticos y académicos son totalmente indiferentes y están ausentes dichas disputas). Destacar aquí el valor y dignidad de cada lectura es crucial, en vista que la vieja perorata de que “no hay crítica” no es más que una falacia, que sospechosamente, más bien quiere evitarla.

El recurso más usual para “evitar la crítica” no tiene nada que ver con la crítica en sí misma; consiste en descalificar al que la hace, consiste en descalificar al lector, negarle su experiencia de lectura, disminuir su capacidad a nada; los que niegan la crítica ni siquiera se detienen a refutarla, van directo a la yugular del crítico y no a las críticas, y esa manera de actuar viene desafortunadamente de los mismos autores.

Voy a ilustrarlo con dos ejemplos (que igual servirán de denuncia).

En el Semanario Universidad N° 1989 del 1° de mayo de 2013, con el título ““Alexánder Obando y la ciencia ficción costarricense” Iván Molina, autor de ciencia ficción y uno de los principales gestores de este género en el país, se refiere a dos entradas en el blog de autor de Alexander Obando en que se refiere a las antologías “Posibles Futuros” y “Objeto no identificado”. En las entradas ¿Objetivo no identificado? I y ¿Objetivo no identificado? II, Obando reflexiona sobre el quehacer del género, expresa sus opiniones y gustos, y hace sus propias valoraciones sobre los textos antologados.

La reacción de Iván Molina en su artículo no es validar o refutar los argumentos de Obando, sino descalificar a Obando diciendo que sus consideraciones están “dominadas por sus propias preferencias estéticas e ideológicas” ¿Acaso Molina no lo está o no las tiene también? ¿Existe algo de malo en tenerlas? Las piedras y los hongos no tienen preferencias estéticas e ideológicas, ¿Será eso lo que Molina le está diciendo a los lectores que nos atrevemos a hacer crítica? ¿Que seamos como las piedras y los hongos?

Lo más lamentable es cuando Molina afirma: “Ciertamente, la actual ciencia ficción costarricense necesita de crítica; pero de una crítica profesional, comparativa e informada por los nuevos desarrollos en los estudios literarios, en particular los realizados en el campo específico de la ciencia ficción”. Tristemente Molina no se molesta en indicar cuáles son esos críticos profesionales que él sí autoriza, ni cita cuáles son esos estudios literarios comparativos e informados. Pero está claro que según él, los lectores, como piedras u hongos debemos callar ante su autoridad y la de los críticos invisibles que él valida.

Como sea, Molina no hace más que “chotear” al crítico, y ni de lejos somete a examen los juicios del crítico.

Más tarde, en la Revista de Filología y lingüística de la Universidad de Costa Rica, en su Volumen 40, N°1 de enero-junio de 2014, en su artículo “El novum de la ciencia ficción costarricense” de Roy Vargas Alfaro (Creo que el medio, una revista académica y el autor Egresado del Posgrado en Literatura Latinoamericana de la Universidad de Costa Rica, están fuera de toda sospecha y deberían pertenecer a ese medio de críticos profesionales e informados de los nuevos desarrollos en los estudios literarios que señala Molina) dice más o menos que:

“…en relación con el concepto de novum desarrollado por Darko Suvin. Se plantea la poética suviniana como referente para el análisis y construcción del género de ciencia ficción, en cuanto tal enfoque permite la elaboración de una ciencia ficción que aglutine el contexto empírico del escritor y las posibilidades ocultas tras tal contexto. Asimismo, se define la ciencia ficción como una literatura crítica, que en nuestra actual situación implica una crítica a la nomocracia posmoderna. De igual modo, se establece que la denominada ciencia ficción costarricense no es realmente ciencia ficción.

Entre los muchos textos citados por Roy Vargas, están “Posibles Futuros” y “Objeto no identificado” los que antes también criticara Alexánder Obando. Que el novum establecido por Darko Suvin sea el canon definitivo o no para determinar qué es o no es Ciencia Ficción (por cierto que yo siempre he preferido llamarla Ficción Científica) y si la Ciencia Ficción costarricense lo es o no (yo pienso que sí), es algo que se puede discutir. Pero hay que ver la inmediata reacción de Iván Molina en el periódico la Nación en la sección de Opinión del 22 de octubre de 2014 “El libre juego de la irracionalidad” donde dice:

“¿Cómo un artículo, escrito para descalificar ideológicamente a un conjunto diverso de autores y obras, que carece de fundamentos analíticos mínimos, y que califica más como ciencia ficción académica que como estudio académico, fue aprobado por la Revista de Filología y Lingüística?”

¿Pero no es eso lo que Molina hace con Obando como crítico y ahora con un crítico autorizado como Alfaro? ¿En qué quedamos? Tristemente, los que en este país intentamos hacer crítica, desde nuestra experiencia o desde la academia estamos expuestos al escarnio y la lapidación de los autores, que niegan que exista crítica. Iván Molina es una evidente constatación de ello.

El segundo ejemplo que quería exponer es más reciente, tiene que ver con una entrada en el muro de Facebook del escritor, amigo y también lector y crítico Cristian Marcelo el pasado 2 de febrero que decía provocadoramente lo que sigue:

“Cada día me sorprendo más de la profunda objetividad y capacidad analítica de nuestros críticos literarios y de nuestras revistas culturales. Son verdaderos iluminados, capaces de ver la aguja en la paja, o la paja en la paja. Debemos rasgarnos las vestiduras ante tan poderoso espectáculo de sapiencia y conocimiento. ¡Poetas costarricenses, cuentistas, novelistas, dramaturgos, arrodillaos! ¡Mirad estos cuatro gatos que con sus maestrías y sus doctorados nos muestran la verdad irrefutable, la verdad verdadera!”

La reacción fue impresionante, dicha entrada desató una enconada discusión, un “miche”, lo malo es que en el proceso dialéctico no hubo síntesis. Pero igual es ilustrativo, las reacciones fueron de primera entrada interpelando a Cristian:

“GA Chaves: Escribí vos tus críticas y refutaciones y dejá de hablar paja sobre la paja.
2 de febrero a las 13:07
Santiago Porras: En esto de las críticas somos víctimas y victimarios.
2 de febrero a las 14:12
Benedicto Víquez Guzmán:  Ni doctor ni crítico Un simple lector de literatura y profesor ya jubilado que me gusta mucho la literatura.
2 de febrero a las 14:20
Edmundo Retana Jiménez: Pienso que tienen tanto derecho los críticos de escribir sus "verdades verdaderas", como Cristian de criticarlos. No aplica la Ley mordaza...
2 de febrero a las 14:23
Santiago Porras: Sí, los derechos no están en cuestión.
2 de febrero a las 14:36”

El intercambió se intensificó, yo por variar, siempre llego tarde a todo y me enteré de último, pero es más que relevante destacar aquí que las más enconadas críticas contra los críticos (que no a sus críticas) fueron las de los autores, más adelante, luego de varios comentarios, destaco el intercambio entre el escritor Gustavo Solórzano-Alfaro y el escritor Jorge Mendez-Limbrick donde se lee:

“Gustavo Solórzano-Alfaro: Guillermo, entonces a lo mejor podrías poner ejemplos de críticas aparecidas en medios extranjeros (periódicos o revistas) para poder distinguir. Por ejemplo, yo podría pensar que Germán Hernández, Sergio Arroyo, Cristian Marcelo, GA Chaves, Carlos Soto Bogantes, entre otros, hacen crítica en CR, como la hacen en otros países; mejor o peor es otro asunto”.
2 de febrero a las 16:45
Jorge Méndez-Limbrick: Bueno, parece que la charla no dio para más. Y yo no concuerdo con vos Gustavo Solórzano-Alfaro: creo que a los sujetos que afirmás hacen crítica literaria acá en Costa Rica, no poseen el palmarés ni la erudición, menos la cultura literaria para hacer crítica. Así de simple pienso. Sé que son amigos tuyos y vos lo defendés pero eso es otro asunto.
2 de febrero a la(s) 16:51
Jorge Méndez-Limbrick: Acá cualquiera por tener un blog piensa que hace crítica. ¿Crítica Literaria? Acá existen RESEÑISTAS y eso siendo benévolo.
2 de febrero a la(s) 16:54
Jorge Méndez-Limbrick: Y la verdad: ni sé para qué discutir este asunto de crítica literaria en Costa Rica. Si Costa Rica (NI LA MISMA CENTROAMÉRICA CUENTA LITERARIAMENTE HABLANDO) para el resto de Latinoamérica. Somos la región más tristemente olvidada de Latinoamérica. PUNTO FINAL.
2 de febrero a la(s) 16:59
Gustavo Solórzano-Alfaro: Jorge, entonces ¿mejor no decimos nada más? Diay, estamos listos, entonces. En cuanto a la "amistad", que no entiendo por qué la traen a colación siempre, puedo afirmar que la mitad de los citados son amigos personales. El mismo Cristian difícilmente me pondría en su grupo de amigos, por ejemplo. A otro ni lo conozco de nada. Como que algo no me calza.
2 de febrero a la(s) 17:06
Jorge Méndez-Limbrick: Es sencillo... Gustavo... la verdad que cada uno haga lo que mejor le parezca... Y todos contentos. IMPRIMATUR.
2 de febrero a la(s) 17:08
Gustavo Solórzano-Alfaro: Jorge, hiciste una afirmación sobre las personas que yo cité, incluido el anfitrión de este muro. ¿Por qué considerás que estas personas no tienen los atestados para ser críticos?
Sobre las diferencias en cuanto a qué es crítica, vale, pero ¿por qué nunca dialogamos directamente con los "reseñadores"? Es más que obvio, que este tema surge debido a la lista de "Literofilia". Pero ahí nadie dijo nada, en el sitio, y hay comentarios muy diversos, de gente joven como Byron Salas o de reconocidos académicos, como Albino Chacón. ¿Lo que dicen no merece ni una palabra? La crítica es muy diversa, como he sostenido. No podemos esperar que haya un gurú que hable de todos los libros. Eso sí es dañino. La crítica va desde todas las contratapas que redactó Guillermo Fernández para la ECR hasta las revistas especializadas, pasando por blogs y afines. ¿O no?
2 de febrero a la(s) 17:58
Jorge Méndez-Limbrick: Para ser crítico de Literatura hay que conocer, estar al tanto de corrientes literarias, leer, estar en una Universidad y estudiar Literatura como vos. Ser abogado o politólogo y sacar una maestría en Literatura de esa manera no me merece respeto el que se dice crítico, es una manera de blanquear un título. De todas maneras es mi opinión, personal, nadie posee el LITERÓMETRO de los 7 demonios para decir esto es lo máximo. Esta es una discusión Bizantina Gustavo y vos lo sabés muy bien. Pienso de esa manera porque, al menos lo que les he leído a tus amigos no me agrada ni como "críticos" y mucho menos como escritores que los considero muy mediocres. Pero, te vuelvo a repetir es mi opinión. Yo al menos doy la cara y digo lo que pienso con nombres y apellidos como cuando dije que la novela de Obando EL MÁS VIOLENTO PARAÍSO NO ERA UNA NOVELA. Pero, parece que el señor Cristian Marcelo, no es de mi opinión y se reserva los nombres de los 4 gatos que critica.
2 de febrero a la(s) 18:14”

Lo subrayado es por mí. Donde quiero destacar la posición del escritor don Jorge Méndez-Limbrick respecto a los críticos, que no a la crítica de la que no dice nada. Intentemos sistematizarlo:

1. Queda prohibido y desautorizado en el que hacer crítico en palabras de Méndez-Limbrick quienes “no poseen el palmarés ni la erudición, menos la cultura literaria para hacer crítica.” Según esto, el resto de lectores seguramente debemos ser piedras y hongos.

2. “Acá cualquiera por tener un blog piensa que hace crítica. ¿Crítica Literaria? Acá existen RESEÑISTAS y eso siendo benévolo”. (Se agradece la magnanimidad don Jorge) Según esto, los y las lectores (incluso los de su obra) piedras y hongos que escribimos en los blogs, no merecemos la menor consideración, seguramente escribir en blogs o en redes sociales es una constatación de diletantismo y que nuestras lecturas no merecen la atención de nadie más, y nuestras reseñas no merecen tampoco dialogar con nadie más y que los blogs (criaturas maravillosas en vías de extinción) no tienen la dignidad y el valor de otros medios (sabrá Méndez-Limbrick cuáles).

3. “Para ser crítico de Literatura hay que conocer, estar al tanto de corrientes literarias, leer, estar en una Universidad y estudiar Literatura como vos (Refriéndose y choteando a Gustavo Solórzano-Alfaro, poeta, editor, y profesor universitario). Ser abogado o politólogo y sacar una maestría en Literatura de esa manera no me merece respeto el que se dice crítico, es una manera de blanquear un título.” Si para ser un lector cuyas críticas merezcan el respeto de don Jorge Méndez-Limbrick hay que hacer tantos méritos académicos y todavía ser estudiante activo, quién sabe cuántos requisitos habrá que cumplir para ser un escritor inapelable como él.

4.  “Pienso de esa manera porque, al menos lo que les he leído a tus amigos no me agrada ni como "críticos" y mucho menos como escritores que los considero muy mediocres.” Y la descalificación. El argumento de autoridad se reafirma siempre: ellos son mediocres, ergo, todo lo que hagan lo es. Qué pena, porque dudo mucho que don Jorge Méndez se haya tomado la molestia de leer la obra en proceso de Sergio Arroyo, Cristian Marcelo, GA Chaves, Carlos Soto Bogantes, Gustavo Solórzano-Alfaro, a quienes a priori llama mediocres, pero bueno, la chota es su espada. Y con ella eficazmente impide cualquier diálogo, y anula cualquier posibilidad de crítica de antemano. Muy conveniente al multipremiado escritor (premio Una Palabra, premio de la Editorial Costa Rica, dos veces Aquileo Echeverría) ante él, lectores y lectoras, solo podemos ser piedras y hongos mudos. Por demás creo que sería inútil pedirle a don Jorge Méndez-Limbrick que señale críticamente, exhaustivamente, convincentemente, con argumentos nuestra mediocridad, en eso es una piedra y un hongo.

En Costa Rica existe crítica literaria. En Costa Rica la crítica literaria la hacen los lectores, los académicos, y todo el que quiera concurrir. La crítica literaria se hace desde los vehículos tradicionales y también desde los emergentes, sin jerarquías. La vitalidad de cualquier obra literaria la concede y la alimentan los lectores, descalificarlos de antemano me parece un suicidio cuando viene desde un autor; sin lectores no hay literatura. Podrán haber editoriales, publicaciones y toda la parafernalia de los premios que sin los lectores y sus críticas nada son.

Nada me haría sentir más reivindicado que sentirme respetuosamente refutado en una de mis críticas (no hacia mi persona, sino hacia mis argumentos, decirme mediocre lo hace cualquiera) si con ello se abre el puente que permita el intercambio y el enriquecimiento que da la lectura de cualquier texto y su disputa que no se limita al pueril y dicotómico resultado de un ganador o un perdedor, sino a la inagotable búsqueda de sentido y experiencias.

Soy una piedra que hiere, soy un hongo que dispersa sus esporas.

Germán Hernández

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