20/3/10

Reflexiones en torno a una ética mundial para la economía en Hanz Küng


1. La Globalización y las Promesas Incumplidas





Anteriormente habíamos puesto a colación Hanz Küng a propósito de la “Éthos, y la Regla de Oro”; quisiéra ahora exponer en estas notas algunas de las observaciones que hace el teólogo suizo respecto del papel de la ética en la Economía, la cual considera indispensable. Más adelante, pondremos en contraste algunas de estas observaciones en el marco de la actual crisis financiera internacional y cómo ésta es el resultado de una voracidad incontrolable.


Tenemos que partir de antemano con el siguiente presupuesto: La Economía está en bancarrota en su afán de querer reducir axiomáticamente fenómenos sociales y económicos cuya complejidad escapan a su análisis y pretensiones de previsibilidad.


Lo anterior es indispensable para comprobar que existen en la economía una serie de promesas perdidas que tienen que ver con la acción concreta de diversos actores económicos y no solamente con presupuestos ideológicos. La práctica económica ha sido lo menos ortodoxa en su aplicación muy al contrario del discurso de sus seguidores. Los mercados han sido libres en tanto responden a las expectativas de las transnacionales y tan regulados cuando dichas expectativas no han madurado o bien han fracasado. Existe una sutil diferencia entre “regulación” y “distorsión” que es casi eufemística.


Consideramos que el ejercicio económico ha sido pragmático, y se ha acomodado a las circunstancias inmediatas ante su fracaso de más largo alcance; consideremos por un momento la crisis financiera internacional y los inmensos – por una parte – fondos de capitalización para sacar a flote diversos entes bancarios, aseguradores, etc. – pero insuficientes - por parte de gobiernos pretendidamente liberales como los de la UE, USA y China .


Ante procesos que parecen rebasar cualquier acción local y que afectan globalmente, es válido preguntarse cuál es el peso de nuestras economías en este proceso y cuáles serían los modelos apropiados que orienten la política económica local y global, por lo que procederemos a examinar lo que nos plantea Küng.

2. La Globalización

En el largo proceso histórico de mundialización hasta el presente conocido y experimentado como Globalización, Küng lo caracteriza de cuatro maneras distintas:

a. La Globalización es inevitable. Visto así, no caben elecciones, ni conjuras ni conspiraciones, los desarrollos tanto en los países industrializados y no industrializados, deben responder a una economía más entrelazada, facilitada por la tecnología, particularmente en las nuevas comunicaciones. No es posible revertir este proceso ni aislarse de él.

b. La Globalización es ambivalente. A veces provechosa, pero capaz de crear desajustes profundos. Las grandes corporaciones transnacionales aprovechan muy bien la mano de obra barata de los países en desarrollo, crea nuevos puestos de trabajo, pero también los destruye, quiere decir esto que presenciamos una transferencia de mano de obra; un ejemplo paradigmático es Centroamérica y México, crear miles de puestos de trabajo en las maquiladoras y ensambladoras satisfizo la demanda y reducción de costos de las transnacionales, pero también provocó la destrucción de empleo en sus países de origen y por mucho que se quiera alabar la creación de empleo en nuestras economías, este supone un desplazamiento de la mano de obra disponible en actividades tradicionales destruyendo empleo y al no poder absorber la mano de obra disponible ha desatado una inmensa migración de mano de obra hacia los países industrializados que puede contarse por millones. Complementariamente, las políticas agrarias de los países industrializados hacen inviable las economías tradicionales en los países en desarrollo, África es ejemplo de ello. Adicionalmente, se pueden constatar los efectos ambientales; estamos convencidos que las epidemias estacionales y el calentamiento global son apenas el comienzo de diversas amenazas a la vida humana y del planeta, no sabemos nada sobre los efectos de nuestras acciones, para citar otro ejemplo: en un instante a todos nos parecía magnífico la generación de agrocombustibles y en un instante descubrimos que para llenar el tanque de un auto económico (para un rendimiento de unos 400 km) se necesita cosechar el mismo maíz que una familia guatemalteca necesita para su consumo en un año. Y más dramático aún, la hambruna global de 2008, no por escases de alimentos, pues se cuenta con las reservas de alimentos para nutrir a la humanidad y a pesar de ello había hambre. Finalmente, al igual que se globalizan los intercambios de capital, de personas y de mercancías, también se globalizan las mafias y el crimen organizado, la lista podría continuar.

c. La Globalización es Impredecible. Las previsiones condicionadas de la economía, son incapaces de medir el logro de los efectos buscados, y mucho más de los no buscados, esto también tiene que ver con los politólogos, así que en términos de política económica, nadie pudo prever: El fin de la URRS, la caída del Muro de Berlín, la actual Crisis Financiera Mundial, la fiebre SARS y la HINI, La hambruna de los países en Desarrollo, etc. Sin salirnos del objeto de estas notas, parece que a las ciencias políticas y económicas les está haciendo falta un evidente examen epistemológico y un profundo replanteamiento de sus axiomas básicos, si es que quieren responder a la realidad y no a sus modelos teóricos.

d. La Globalización es Gobernable. Ciertamente la globalización no es un fenómeno natural como la ley de la gravedad, responde y se comporta en función de decisiones humanas, como tal, se supone que es gobernable, es decir, se puede intervenir y encausar. Pero se debe de tener en cuenta ciertas condiciones: la gobernanza no implica solo decisiones de tipo técnico-económico, también incide en ella las decisiones políticas, sociales y culturales, y estas implican cuestiones éticas que las rijan.

3. Cuando los Modelos no rinden

Ocurre que los diversos modelos de organización de la sociedad responden a unas determinadas metas, el camino por recorrer para alcanzarlas es errático, es decir, que sus resultados de largo plazo son inciertos. Se puede graficar en una pizarra, pero es mucho más difícil de concretar en la realidad. El Socialismo Real da cuenta de ello, El Estado de Bienestar de los países Nórdicos también, y la Economía de Mercado está pasando ahora por una serie de crisis que obligan más que nunca no solo a acciones “estabilizadoras” como las que se están implementando, sino también a profundos cambios de rumbo y de método. ¿En dónde quedó la Ética en todo esto? Nos adelantaremos a observar lo siguiente: Conscientemente o no, intencionalmente o no, toda acción humana comporta una ética y unos valores.

La economía liberal propuesta por Milton Friedman, se ha basado en tres principios fundamentales: A. Libertad del Individuo para sin coacciones externas, persiga libremente sus intereses económicos. B. Libre Mercado, donde actúan los sujetos económicos racionalmente, cuanto más libres se irán dando automáticamente la dirección de los procesos económicos mediante la competencia y C. Inhibición del Estado, a este le compete la defensa y el orden del país, garantizar la protección de los ciudadanos y garantizar el libre desarrollo económico, sin afectar en ámbitos donde solamente el mercado interviene: precios, créditos, infraestructura, negocios, producción, etc., es decir, el Estado está fuera de cualquier decisión económica.

Este modelo radical de Friedman está ampliamente reconocido y aceptado por muchos políticos y economistas, a pesar de la crisis y de sus acciones , y es cuestionable por su contenido ético, ¡Pues lo tiene!. Según Friedman, la libertad suprema del Individuo no está coaccionada por nada, independientemente de sus fines egoístas o heroicos, salvo por la libertad del otro, según esto, el acento ético y su valor supremo es la libertad al que todos los demás valores deben subordinarse.

Estamos entonces ante una escala de valores, “dime cuál es tu valor supremo y te diré quién eres”, si existen unos valores que se pueden subordinar a otros, entonces existe la posibilidad de justificarlo todo en nombre de esa escala de valores, a fin de cuentas “la historia (más bien un futuro lejano) me juzgará, y no estaré ahí ver si me condena o absuelve”. Insistimos, nadie dice que la ética no es importante para la economía, y mucho menos nadie dice no tenerla, verdaderamente estamos en un callejón sin salida.

4. La Responsabilidad de cada quien

Las llamadas a la moral, tienen un efecto limitado si no van unidas a las acciones políticas, así, la exigencia y redefinición de deberes sociales y ecológicos globales de la economía suponen unas motivaciones éticas sobre otras. Existe sin duda suficiente material para orientar un reordenamiento mundial y de la economía bajo ciertos determinantes éticos y metas, contamos con declaraciones y documentos emitidos por las Naciones Unidas, por Instituciones Religiosas y confesionalidades de millones de seres humanos diversos que coinciden sobre las mismas metas y necesidades de una sociedad que respete la vida, el respeto a los derechos humanos, la conservación del ambiente, que promueva el comercio justo; etc. Es decir, ya existe el contenido básico, lo que no hay es el aparato coercitivo y/ó capaz de exigir y/o persuadir para su cumplimiento.

En todo caso, las normas éticas no son soluciones fijas e inmutables, y difieren de una nación o cultura a otra, y de un tiempo a otro. Es lo que Künz denomina: Variables Éticas, pero también existen Constantes y hay que atenerse a ambas para no caer en los extremos de un fundamentalismo que solo ve constantes morales, o por el contrario en un relativismo que solo ve variables morales.

En primer lugar, Künz propone: que no hay soluciones éticas simplistas: Dios o Mammón, que no es un asunto de idealismos y convicciones si descuidan la realidad económica. Puede ser evidentemente deseable la prohibición bíblica del cobro de interés, pero no es viable en las actuales circunstancias. No bastan las buenas intenciones y el pietismo, si no se actúa responsablemente ateniéndose a los efectos secundarios no deseados de sus actuaciones, entonces quien actúa lo hace de manera irresponsable y culpable; para cualquier valoración, los motivos y los resultados deben ser inseparables.

En Segundo Lugar: No hay soluciones económicas realistas vacías y sin convicciones, el análisis económico no se puede basar únicamente en el éxito económico basado en la utilidad y que santifica los medios para obtenerla. Ante esto, tal parece indispensable imponer límites a las acciones bajo cualquier motivación, bien intencionada o no, egoísta o no, con tal de preservar a los seres humanos y el planeta de la explotación y el abuso. Una consideración complementaria que tiene que ver estos ordenamientos ético-políticos, es la odiosa práctica de aceptarlos en ámbito nacional pero se rechazan para él ámbito internacional. Es decir: es muy malo que mis productos sufran toda clase de obstáculos para llegar a los mercados internacionales, pero no lo es tanto cuando impongo esas medidas a los productos que ingresan. Resulta indeseable cómo China manipula su moneda e inunda su mercado de crédito blando, pero sí conviene que yo refinancie mi sistema financiero artificialmente. Con este tipo de incongruencias, es imposible mantener un acuerdo y de manera infalible justificar la intransigencia: “ellos dispararon primero”.

En tercer Lugar: Debe tenerse como fin de la economía garantizar las condiciones básicas de la vida humana y del planeta y responder a esta pregunta: ¿Es indispensable para la supervivencia humana la maximización de las ganancias? En todo caso las ganancias pueden justificarse éticamente siempre que estas no afecten valores superiores (la vida humana), pero no siempre es sencilla la verificación de cada caso concreto según estos principios éticos, parece necesario de otros ordenamientos políticos. ¿Pero, será acaso necesario otro acuerdo de Naciones Unidas, otro Concilio Ecuménico, cuando en principio todos estamos de acuerdo en lo mismo?

5. Las Empresas y sus Valores

Las Empresas desean un Estado Regulador, que intervenga activamente en ciertos aspectos macroeconómicos y sociales, eso sí, sin afectar para nada los aspectos íntimos y microeconómicos de las Empresas. Veamos, es rutinario observar manifiestos y declaraciones de los sindicatos de empresarios sobre temas como: la inversión pública en obras de infraestructura, carreteras, puertos, aeropuertos, etc. La inversión social en educación, seguridad y estabilidad política para un buen clima de inversión y negocios, un buen desempeño macroeconómico, previsibilidad de los principales indicadores, etc. Todo esto en nombre del beneficio común, eso sí, un beneficio común que no cueste, que no implique cargas tributarias, ni sistemas de solidaridad que distorsionen la cuentas de las Empresas. Pero en general ellas manifiestan igual entusiasmo e incluso alaban sus acciones, pues las consideran encaminadas hacia valores dirigidos hacia el bienestar de la sociedad, los derechos humanos, etc., Los hechos negativos siempre son aislados, obra de algunas “manzanas podridas”. No del modelo en sí mismo.

En este sentido, no hay discusión por parte de las Empresas sobre la solidaridad, la necesidad de la participación estatal, la seguridad social etc., todo se empantana cuando hay que discutir cuánto hay que comprometer. Es como si de manera simultánea se dieran dos modelos económicos: en la superficie un modelo donde el Estado interviene, siempre que sea como paraguas para el otro modelo, de libre mercado, las consideraciones éticas no están en disputa, mientras no contradigan el desempeño económico de las Empresas. Los sacrificios tendrán que hacerlos otros.

Llegamos a una situación inviable: No es posible un modelo “Todo Estado”, porque este no cuenta con el consenso social necesario, Ni las empresas están dispuestas a financiarlo, sacrificando intereses, ni las Familias pueden soportar esa carga, primero porque ya desfallecen con el aporte que hacen, segundo porque han perdido confianza, ya nadie cree en las promesas, impregnados de un realismo fatalista, cada quien es dueño de su destino y no espera un punto de apoyo ni lo ofrece. El hombre libre que proponía Friedman, tiene que enfrentarse además como consecuencia indirecta, a la más profunda soledad existencial y material.

¿Se pueden posponer los proyectos particulares en nombre de la construcción de una plataforma que permita a largo plazo la sustentabilidad de las generaciones futuras y el proyecto de nación? Desde luego que sí, pero no me lo exijan a mí, parecen decir las empresas, para eso están las hordas proletarias, así se ha construido “el milagro” económico en China y aparenta funcionar.

Cada vez que se determina proteger a los trabajadores, el ambiente, o contribuir para la realización de obras para mejorar la infraestructura, el empresario replica: ¿Cuánto me costará? A veces las empresas están dispuestas a asumir el pago del peaje, para continuar su rumbo, pero nunca para desviarse de él.

6. En Tiempos de Crisis

La satisfacción inmediata de necesidades en situaciones apremiantes, está movida muchas veces por la desesperación y no por el egoísmo, todo se puede justificar en nombre de la necesidad cuando solamente quedan pérdidas, el caso más evidente ha sido la reciente Crisis Financiera Internacional, ninguna objeción ideológica, si no puro pragmatismo y necesidad justifican la “insostenible” ayuda estatal al sistema financiero y el llamado a la prudencia, una “coacción” estatal también impensable en buena teoría neoliberal.

Un acto desesperado es prenderse fuego o lanzarse desde la azotea de un edificio cuando el precio de las acciones bajan y el hombre libre, pero solitario también se enfrenta ante la bancarrota, su acción es moralmente injustificable, porque de algún modo está rechazando las reglas que a si mismo se impuso, igualmente injustificable desde ese punto de vista, es la revitalización de su corporación con una inmensa capitalización, pero en tiempos de desesperanza, todo es justificable, incluso saquear el negocio del carnicero egoísta que propone Adam Smith. El interés egoísta de Smith tiene matices, es funcional siempre y cuando no prevalezca el egoísmo de ninguno sobre otro, de lo contrario, estaríamos desatando ahora sí: una carnicería.

En el caso de Costa Rica las medidas financieras fueron: Estricta supervisión de las entidades financieras (para evitar la lasitud del crédito y evitar el desfinanciamiento) y por otra parte, refinanciar la banca estatal (al menos para crear ahorro ficticio). Nada de cargas tributarias a las rentas que puedan desestimular la inversión, y finalmente, la socialización de las pérdidas, parcialmente implementadas mediante la flexibilización laboral, pero ninguna de estas medidas se estima permanente, ni se apuesta a un cambio estructural. Es mientras pasa la tormenta.

La actual Crisis Financiera Internacional, parece indicar que las ganancias deben planificarse con probidad y que buena parte de estas deben servir también como colchón para los tiempos difíciles; la discusión pesa entonces en a quién corresponde la gestión y administración de esa riqueza, si al Mercado o a los Gobiernos. Por una parte, el Mercado no se autoregula, no piensa, no toma decisiones, porque no es una persona; desde luego los Gobiernos tampoco son personas, pero al menos representan el consenso de las mayorías, pero carecen de confianza, nunca antes ha existido una mayor desconfianza como ahora hacia las instituciones políticas; igualmente es evidente su fragilidad y estabilidad .

7. Todos deben de ceder en algo.

En una sociedad global, donde las crisis, las pandemias, las hambrunas, los negocios y prácticamente todos los fenómenos sociales impactan de manera global, y cada vez más conscientes y mejor informados de estas relaciones y sus efectos, por conciencia estamos obligados a enfrentar la globalización de manera responsable. Para los diversos grupos sociales está claro poner un acento ético en las prácticas que contribuyan en la formulación de políticas que permitan la realización de una sociedad más equitativa, y sustentable para la vida de las personas y el planeta.

Ninguna corporación hoy en día se considera ajena a la necesidad de mejorar la vida de sus clientes, trabajadores y accionistas, compartiendo con ellos el bienestar que han creado. (al menos en su discurso y estrategias de mercadeo). Por eso se les ve con recelo y desconfianza. También los Estados y Gobiernos deben administrar no solo un déficit fiscal y comercial, también tienen que administrar su déficit de confianza, hoy más que nunca, nadie se siente dispuesto a ceder más de lo que ya ha cedido, sin ver algún resultado satisfactorio. Finalmente, las organizaciones y movimientos sociales perduran en el mantenimiento de su status quo o lo que les queda de ellos.

Asistimos a una sociedad fracturada, donde difícilmente se pueden construir consensos mínimos. En principio los contenidos éticos están dados y nadie parece contradecirlos, lo que se ha vuelto inviable es la manera de implementarlos. No debería continuar por más tiempo la confrontación reduccionista entre “los capitalistas salvajes” y los “socialistas trasnochados” sin reconocer al menos los diversos matices entre unos y otros, y sus interdependencias, asociaciones, y relaciones de cooperación y no únicamente sus espacios de disputa. Para ceder debería existir al menos la capacidad y empatía para comprender la circunstancia del otro y su validez parcial. Al menos hay que reconocer que el “otro” juega un papel más importante que simplemente estar ahí para llevarse la culpa de todo.

Las preguntas fundamentales de la Economía no han variado: ¿Qué producir?, ¿Cuánto Producir? y ¿Para quién? Pero quizás sí han variado las respuestas, y para poder responderlas eficazmente, muchos de los instrumentos técnicos de esta ciencia deberán ser examinados de manera rigurosa, metodológicamente y puestos a punto.

Ya sea que la economía se aproxime a la ética, como propone Zen, los verdaderos cambios se implementarán en la vida cotidiana de las personas; no existen soluciones inmediatas ni simples, porque por una parte hay que resolver rezagos históricos, y por otra parte darles sostenibilidad en el tiempo, y el presente es muy corto para ello, pero la urgencia de desplazar la utilidad, como el fin último de la economía sería un buen comienzo, así quizás la crisis se replantearía otros desafíos distintos, ya no solamente el asunto del “Crecimiento de las economías”, o la cuestión del Crédito para la Inversión, si no también qué se hará con los “empleos perdidos”, con los proyectos particulares de las personas y las promesas incumplidas.


Germán Hernández.



2 comentarios:

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  2. buen amigo, gracias por tus comentarios en mi blog, bien atinados,..tye espero por alla de nuevo, pues hay carne fresca, esperando...por ser vista

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