5/5/17

Dialéctica de las aspas – Gustavo Arroyo



Encantador debut para Gustavo Arroyo; (raras veces se puede decir eso de una ópera prima), “Dialéctica de las aspas” es un poemario por demás inusual, lleno de una extraña frescura y un tratamiento del humor insólito y solitario en medio de la selva de solemnidad de la poesía criolla.

Impreso por la EUNED en el 2014, Dialéctica de las aspas consta de tres secciones, I. Veintinueve ángulos de una dialéctica con 29 poemas, II. Veinticinco aspas giratorias con sus correspondientes 25 poemas y III. Corolario, de un solo poema, homónimo del libro.

Exploremos algunos poemas, deslicémonos entre fragmentos, el poemario en su primera sección arranca bien con “Reacción axiológica de ciertas figuras planas” (no tema el lector ante estos rimbombantes títulos, no son más que alarde picaresco) en él no podemos dejar pasar la sugestiva riqueza de versos como:

“La tentación de tocar sitios indebidos
bajo vestiduras de jotas y reinas
siempre pudo más
que el arte de revolver el mazo
pensando en las siete virtudes
para no caer doblemente en el vicio”

Así, vamos advirtiendo que en la poesía de Arroyo existe un modo de tratar lo vernáculo con seriedad existencial, que lo transforma discursivamente. Para Arroyo, todo tiene trasfondo y validez, sin poses iconoclastas, más bien con guiños, sonrisas, la imagen exacta de lo vulgar se vuelve trascendente:

“Lo que ha caído del cuerpo,
espontáneamente o por acción intencionada,
representa un paso más
hacia el oeste de los dedos.

Cabellos, dientes, uñas,
en casos graves hasta piernas y ojos,
se desprenden de su base para nunca más volver.
Igual que la leña.”
(En “Amortiguación higiénica”)

Nótese el sugerente inicio del poema anterior y el afortunado tratamiento del lugar común en la segunda estrofa, Arroyo se divierte al escribir, y es también capaz de compartir el gozo que siente al hacerlo. Hasta su aséptico erotismo nos hace sonreír en poemas como “Ejercitación selectiva”:

“En plena acción,
los jadeos son truenos degradados
que explotan en la cercanía de los nervios.

Eso de hacer el amor
es a veces doméstico,
a veces ambulante,
siempre plural.

No se trata precisamente
de un asunto del alma,
pero es parecido.”

No es que su poesía sea coloquial, es que logra exprimirle el lirismo y la belleza plástica a lo más obvio:

“Entre grillos, calor y deseos,
esta erección me resulta incómoda.
ya no fumo, y eso vuelve todo peor.
La tarde me consume de nuevo,
Sin piedad”
(En “Sin piedad”)

“Estoy anudado en pensamientos
que reviven la estúpida manía
de bañarme con los ojos cerrados
por el miedo a los mirones,
a los que apuñalan por encargo,
o a quienes solo desean
anular lo poquísimo bueno
que aún hay en mí.”
(En “Sapiens”)

Construye poemas de enorme hondura, aunque sean poemas de amor o quizás por eso mismo:

“Tengo miedo del hombre que soy cuando nadie está conmigo,
cuando todas las compañías se agotan de manera irremediable.
Tengo miedo de hacerme daño, queriéndolo o no,
cada vez que la secuencia del recuerdo
se aviva sobre las paredes;
por eso temo haber envenenado la comida
mientras pensaba en los deberes que no quise cumplir.
Tengo miedo de esta lluvia
que le moja la espalda a mi historia
desde las nociones más lejanas.
Tengo miedo de los libros y de la música
porque en ellos podría encontrar verdades
a las que abrí su jaula hace muchos años.
Pero el mayor de los miedos
está fuera de mi
y lleva tu nombre.”
(En “Minuta de temores”)


“Este amor tiene casi de todo:
vísceras, impulso,
azar, ambivalencias,
una rosa encapsulada,
viejos cortometrajes
y hasta un poema que grita con intenciones

….

Estás, sin duda,
ante un amor de antología,
incompleto por muy poco.

Solo faltás vos.”
(En “Industria fallida”)


“Hace tiempo que dejé de creer en lo eterno,
incluidas deidades y bestias del inframundo.

Cuando me negaste tus brazos
la saliva se volvió más espesa
en su tránsito inevitable.

Ya no hubo secretos de vida o muerte,
ni hataciones empañas,
ni sábanas que lavar con urgencia.

El amor dejó de desordenarnos
justo antes de acabarse
(En “Temporalidad del desorden”)


En todo caso,
habíamos acordado compartir solo una mentira:

la del amor.
(En “Derechos de autor”)


El poeta sabe moverse por las cosas, sabe nombrarlas, desde la cotidianidad y lo personal, las toma sin perder el propósito del poema, no son poemas sobre las cosas, las cosas son materiales para los poemas, “Consejerías culinarias” un bello ejemplo de ello.

“Cocino el arroz como lo hacía mi tío,
el que murió de sida.

Me repitió muchas veces
que se debe tostar el grano con esmero,
sin llegar a quemarlo.
Que se debe hacer despacio,
como se hacen las cosas importantes.
que en la forma de cocinar
las personas evidencian lo que sufren,
lo que anhelan, lo que ocultan.

Mi tío tenía razón.

Generalmente,
quienes queman el arroz
son arribistas y degenerados.
Capaces de los actos más viles,
como robar una res
y descuartizarla en la madrugada.

Por eso sigo los consejos de mi tío
y soy muy cuidadoso con el arroz.

No vaya a ser que por una ligereza
alguien descubra mis secretos.”
(En “Consejería culinaria”)


Cierra esta primera sección del poemario con “Dos caras/una moneda” un poema tan desolador, y al mismo tiempo reconfortante, que nos hermana en la obviedad y lo desconocido. Y hay otros poemas con ese tono, es que no entiendo bien cómo Arroyo lo ha logrado, pero siento en cada uno que me dice algo que yo he sentido, algo en lo que yo también había pensado, y que él ha sabido cristalizar de manera virtuosa, esférica y puntual:

“Sé que no voy a morir el día que quiero,
ni en la forma deseada.
He pensado en mi muerte
con pánico dulce,
con una soledad mohosa.
Aterrado y en silencio,
como se enfrentan las realidades
cuya explicación se oculta en la parte inaccesible de las alcantarillas.

En la muerte somos un calco de las ratas
y de las pestes insectiles.
El mayor desarrollo vertebral
no nos libra de la imposibilidad electiva,
salvo el caso de suicido exitoso.

¿Qué ropa vestiré es día,
o será lo mío la desnudez postrada?
¿Me quedarán dientes aún
y lágrimas de salvamento?

Lo evidente se enfriará,
con gasto de igual tiempo que al inicio.

Porque -excepto en el ínterin de incubación-
Vida y muerte dependen
De un mismo respiro.”
(En “Dos caras/una moneda”)


La segunda sección del poemario “Veinticinco aspas giratorias”, es más de lo mismo. Es decir, guiños, agudeza, sonrisa, por eso, la razón para esta división del poemario está velada para mí; aunque eso sí, hay que reconocer que decae un poco, no hay esa contundencia, ese ritmo líquido que nos deleitó durante la primera sección, aunque cabe destacar soberbios poemas como los dos que encabezan dicha sección, tal es caso de “Dentición urbana” donde Arroyo invierte con exquisita habilidad el desarrollo en devenir, y en “Ingratitud pluvial” nos lleva por un juego de yuxtaposiciones que consigue asociar con las inevitables analogías diluvianas, castigadoras, sin arcoíris al final:

“Cuando los edificios crecen hasta el top
llega el momento que dejan caer sus semillas
y son demolidos remedio.
El suelo vuelve a exhibir la desnudez
que las ropas de concreto habían escondido,
según las normas de la moral constructiva.
algo resurgirá

Los dientes están completos de nuevo.
Volverse adulto también es una forma de demolición.
La más cruel y silenciosa.”
(En “Dentición urbana”)


“Llueve, ahora nueve meses al año,
y no como antes llovía.
llueve de una manera extraña,
enferma,
atlántica,
como si las aguas escondieran
una intención desalmada de inundar,
de comerse el alcantarillado,
de apadrinar desastres repentinos.
antes no llovía así.
nunca.
Llovía acompasadamente,
con sanas proporciones meteorológicas
que basaban en la resistencia
Y no en el rencor.
A veces he pensado
que en estos días el agua cae del cielo
con el ánimo de asesinarnos.”
(En “Ingratitud pluvial”)

También destacan otros poemas como “Egoísmo de combustiones lúdicas” por su original referencia a la purificación:

“Jugaba a incendiarse con desmedida frecuencia,
y su mayor felicidad
era la del puñado de ceniza
que se esparcía sin itinerario.

No buscaba victorias,
sino reducciones:
el incendio era su camino seguro
al anonimato
o, al menos,
hacia un rol accesorio.

Por eso jugaba sola.
no quería compartir
el fuego liberador
de la hoguera inexistente.”
(En “Egoísmo de combustiones lúdicas”)

O su apologética al vicio de fumar en “Protocolo de un vicio concreto” donde reafirma otra vez que todo es objeto maleable en los versos de Arroyo, con el más descarnado erotismo de todo el poemario:

“Pocas cosas odio de tal forma como que me pasen un cigarrillo
con el filtro ensalivado.

Denota descuido en el hábito
e inobservancia de las nomas para fumar,
que nunca han sido catalogas.

No es la manera compartir la saliva a gusto,
lo que sí ocurre con algunos besos
y también en la devolución posterior al sexo oral,
para hacerla partícipe del sabor de las regiones
que por sí misma no alcanza.

Esa cuestión tan delicada de la otredad
no debe tener cabida
en el nombre arte de reciclar nubes tóxicas.”
(En “Protocolo de un vicio concreto”)


Esta poética “con las cosas” vibra intensamente también en versos como “Carpintería optimizada” o mejor decir, su fina ironía para redefinir el mito de Sísifo:

“El martillo del carpintero
tiene al otro lado del percutor
un par de dientes que desclavan.

Es decir,
trae aparejados
el logro del acierto
y la enmienda del error.

Así como ella,
que con los mismos labios
pone el primer beso
y arranca el último,
sin importarle
los clavos que sobran.”
(En “Carpintería optimizada”)


Pero pese a todo habíamos dicho que esta segunda sección decae, especialmente por poemas que no logran salvarse, carentes de “chispa” con cierres flojos que no amalgaman ni redondean los poemas y se afean con la retórica “popera” que no se salva por su espontaneidad, ni por su borrachera posmoderma, tal es el caso de: “Iluminaciones de “Single Ladies”. Y es que dentro de unos cuantos años nadie estará obligado a la ociosa tarea de saber quién es Beyoncé y tampoco a descifrar este poema:

“Mientras Beyoncé
se triplica en pantalla
por un asunto de anillos
que no termino de captar
-debido a mi consabida problemática
con la música en inglés-
Comprendo que los rótulos con vacas negras y fondo reflectivo
a veces son prevenciones
y otras, profecías.”

Es una suerte que en el hospital
dejen ver la televisión.

Gustavo Arroyo


Cierra este poemario con la sección compuesta por un poema con el título homónimo del libro. Algo obvio y esquemático para mi gusto, y para lo virtuosamente demostrado en el cuerpo del poemario. Pero tenemos en general un bello libro, y la promesa cumplida de un magnífico poeta.


Germán Hernández


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