9/5/12

Los Salvajes – Jessica Clark


Portada de la primera edición de los Salvajes
de Jessica Clark. Editorial Costa Rica .2005

En el 2005 debuta con su primer libro impreso la narradora Jéssica Clark, se trata de su colección de relatos “Los Salvajes”, editado por la Editorial Costa Rica.

Pocas veces hemos quedado tan fascinados con un cuentario como este,  y tan representativo de la nueva narrativa costarricense. Y es que son cuentos que se disfrutan y están construidos con una técnica impecable.

Hay dos elementos que caracterizan a la narrativa joven en nuestro país y que sentimos presentes en la obra de Clark, el cosmopolitismo y la visión de clase media. Por cosmopolitismo nos referimos a esa capacidad para abordar la ficción y composición de textos que ocurren en cualquier lugar y en cualquier tiempo, que no se ven afectados por el localismo y cuyos únicos límites son los que el propio autor se imponga, así nuestra autora se desplaza por una Inglaterra decimonónica en “Ripper” como igual recorre una historia secreta a través del tiempo en “Conspiracy Teory II” o también es capáz de crear sus propios mundos y realidades en “Ricochet”.

Decimos también que estos cuentos están escritos desde una visión de clase media, pero sin falsas mediaciones, es decir, no es mirando hacia el otro, si no hacia sí misma, por lo que logra un efecto de auto reflexión y cuestionamiento,  curiosamente los cuentos más demostrativos de esto están escritos en primera persona a manera de testimonio “Los Salvajes”, “Memo Personal”, “Enroque”. Y son en estos últimos donde la ironía, el humor y el cinismo encajan con perfección hasta llegar a incomodar, especialmente a quienes les molesta tener que verse a sí mismos en dichos textos.

Y desde luego hay más, Clark tiene una capacidad de crear mundos ficcionales en cada relato con suficiente verosimilitud y autosuficiencia para bastarse a sí mismos, lo hace con una economía y soltura envidiables al punto de que con lo mínimo el lector es perfectamente capaz de comprender el contexto y la situación en que se dan los relatos, algo siempre deseable en un género cerrado y que busca la exactitud y la pertinencia, tal es el caso de textos como “Mandelbrot”, “Ricochet” y “La Femme”.

Abre el cuentario con “Conspiracy Teory II”, el título no termina de ser enigmático, como todos sus elementos, un recorrido por el tiempo hasta un músico de jazz que recibirá una ofrenda, una especie de alianza y que con ella se sumará a una lista selecta de músicos, de toda época y lugar, ¿las razones? Esas quedan para el lector que se deje seducir por la atmósfera oscura y noctámbula de los jazzman.

“Mandelbrot” por su parte es la maldición de todo riguroso investigador, tener que rechazar su propia hipótesis de investigación, de ahí que sonreímos junto al gato, cuando el protagonista termina de hacer maletas y partir.

Fantasmal y al mismo tiempo con exquisito humor, “La Tala” gira alrededor del remordimiento y la culpa. Por cierto, la parte introductoria de este cuento en sus dos primeros párrafos se describe un juego de perspectivas (desde un auto que pasa, y desde una barra de cantina) bellamente logrado.

“Ripper”, es una vuelta al mito, una más entre las miles de explicaciones para resolver la identidad del oscuro personaje de Jack el Destripador y su misterio. Esta vez no desde el ángulo del sabueso policial que va a la casería del asesino, sino del amigo que trata de redimirlo.

Tres textos que tienen una sutil afinidad, “Los Salvajes”, “Memo personal” y “Enroque”. Se siente una curiosa familiaridad en ellos, el lector puede reconocer  en los personajes a alguien que conoce, en “Los salvajes” hay una dosis de derrota asimilada con cinismo, igual que en Enroque  que (¡cómo no!), nos recuerda los “Cuentos Misóginos” de Patricia Higsmith en el recurso de someter a examen la falsa conciencia y la moral privada que sólo aplica para sí mismo pero no para otros, pero el cuento va mucho más allá, en la alusión ajedrecística están todas las claves y llaves del cuento con ingenio y lucidez; pero si el lector reconoce a los personajes de estos cuentos, en “Memo Personal”, tiene que reconocerse a sí mismo en ese narrador cerebral, lógico, intelectualmente coherente, y así, éste se desarrolla en el más frívolo de los contextos, entre el hastío y escepticismo del que cuenta, para finalmente recibir una bofetada llena de dignidad en un desenlace que hace de este cuento una joya de la literatura costarricense.

Jessica Clark, fotografía de David Vargas
Y finalmente llegamos a otra triada de cuentos “Veinticuatro”, “Ricochet”, “La Femme”, en donde se da magistralmente esa capacidad de crear universos propios en Clark. En veinticuatro se describe el vínculo invisible entre dos antagonistas, en “Ricochet” entre una especie de olimpiadas poéticas, se van desprendiendo sutilmente las piezas que constituyen el tramado emocional que poco a poco vamos perdiendo en esa vieja costumbre de sentir. Por otro lado, restituye un elemento que a veces olvidamos: la poesía es en primer lugar oralidad y no escritura. Y cerrando el libro llegamos a un divertimento ejecutado con maestría, “La Femme” un reciclaje con los materiales del espionaje y la conspiración, donde la fatalidad de la “femme” hace homenaje a la tan mal valorada “intuición” que otros confunden con “súper poderes”.

Está más que recomendada la lectura de estos cuentos, porque son un ejemplo de dominio técnico y plástico, porque son entretenidos y eficaces, porque desafían al lector y también la narrativa tradicional en nuestro país. La versatilidad y la minuciosa capacidad de construir personajes desde dentro en la narrativa de Clark, está claramente presente en su primer libro, y mucho más en su siguiente obra, “Telémaco” de la cual hablaremos la próxima semana.

Germán Hernández 

3 comentarios:

  1. Leí este libro gracias a una reseña de Juan Murillo en la c ual se deshacía en elogios por él. Los elogios resultaron justificados y mucho.

    Luego de leer "Los salvajes", quedé impresionado por la prosa de Jessica Clark; tanto que ahora busco todas sus narraciones en antologías.

    Recuerdo que Murillo aseguraba que no había encontrado en "Los salvajes" erratas y otros defectos que, generalmente, sí encontraba en otros libros. Afortunadamente, yo sí encontré errores y creo que hasta una tilde (de menos o de más, eso no lo recuerdo) y eso me alegró mucho. Un libro sin errores correría el riesgo de no ser una obra humana.

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  2. Y te recomiendo que busques su última novela Daemonicon, la cual puede comprarse en línea en Kindle.

    Y sobre las erratas, es tristemente cierto, en Los Salvajes son pocas, pero en Telémaco son muchas, que pena tanto descuido de parte de los editores.

    Saludos Sergio, gracias por comentar.

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  3. Acabo de comprara "Daemon". No he leído Los Salvajes por falta de versión digital, pero Clark ya es, sin duda, nombre de calidad en las letras costarricenses.

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