20/9/11

Carlos Alvarado - Abad revelación



 Abad Revelación


 
―Si pedimos a un Dios bueno, y aún así hay tanta hambre, dolor, enfermedad, calamidad y colapso ¿no sería lo mismo o mejor, pedirle a su adversario, el que es responsable de todo esto? ¿Cómo dejó Dios que todo esto pasara?

―Tenés una crisis de fe y es comprensible.  Pero los verdaderos responsables son los hombres, no es Dios.  Y el instigador del mal de los hombres es el adversario.

―Quisiera llenarme de la fuerza que da el adversario, y hacer sufrir a esos que me quitaron a mi mujer y mi hija. Mi vida.

―Dicen que la venganza es hacer que el otro sienta el mismo dolor que nos hizo sentir. ¿Pero qué ganamos con eso? Terminaríamos matándonos los unos a los otros.

―Pero ¿no es eso lo que hicimos ya?  La extinción es inminente.

El generador de clatrato de metano fluctuó, y la energía que liberaba para alimentar el campamento improvisado hizo que la luz y la ventilación titubearan por unos instantes, y luego de manifestar su vacilación, volvió a la normalidad. 

―En este momento me vendría mejor un padre que predicara que las cosas no tienen sentido.

―Yo no soy ese tipo de cura.

―Es una pena... ―dijo el hombre afligido mientras los roedores despellejados seguían girando circularmente sobre la parrilla para cocinarse de manera uniforme.

―Repite conmigo La Palabra:  Amarás a Dios tu Señor sobre todas las cosas...

Pero un sonido los interrumpió.

―Padre, ¿por qué no recita sus verdaderos mandamientos? ―invadió la fragilidad del campamento una tercera voz, una forastera, una peligrosa y desconocida. La voz de un barbudo sucio y hediendo que estaba armado.

―El Señor esté contigo ―le dio la bienvenida el padre sin inmutarse, en tanto el hombre del campamento que cocinaba de cuclillas llenó su rostro y pecho de sangre, preparándose para el fin. El recién llegado le quitó el seguro a su arma.

―Recite Padre: no puedo hacer daño a un ser humano, por inacción, o permitir que un ser humano sufra daño ―comenzó a decir el forastero.

―Detente hijo ―dijo el religioso poniéndose lentamente de pie.  El hombre lo siguió, pero se irguió en un salto violento, listo para luchar por su vida contra el sujeto armado.

―...debo obedecer las órdenes dadas, excepto si estas entrasen en conflicto con el primer mandamiento... ―siguió el forastero apuntando su arma al otro hombre tenso y enardecido.

―...te lo suplico ―repuso el padre.

―...debo proteger mi propia existencia en la medida en no entre en conflicto con los primeros mandamientos...― y sin esperar más, el forastero se dispuso a descargar su arma sobre el hombre atemorizado. 

Pero el padre se interpuso y recibió por lo menos tres tiros, uno en la frente, dos en el cuello. Pausa suficiente para que el otro se lanzara sobre el atacante, clavándole el pulgar en el ojo, atenazando el afiance con la oreja. Cae el arma. La otra mano lanzando repeticiones a la cara y los testículos, alternado con rodillazos.  Luego un mordisco para arrebatar la otra oreja.  Ya en el suelo, la oreja desprendida y el hombre, repeticiones de una dos tres más patadas, todas destructivas, huesos traqueando, órganos torcidos, sangre prensada dejando el cuerpo estrujado.  Por último, un tiro de gracia a la bestia herida, un solo tiro para guardar el resto de las balas, un tiro que por un momento dudó si ponerlo en el corazón o entre los ojos, pero se decidió por la cabeza, para no toparse luego con esa bala si llegaba a comerse el corazón en vez de las asquerosas ratas.

Una vez descargado el disparo, se volvió a su acompañante herido.  Pero no dio crédito a lo que vio. 

No había sangre, no había un hombre herido o agonizando.  Había cables expuestos saliendo del cuello y algunas piezas sueltas. El abad desnudado por dentro. El otro se mantenía de pie, incrédulo.  El cura se adelantó. 

―Somos pocos, cada vez menos lo que llevamos el mensaje del Señor. Tienes que entender. Porque es tu fe la que te ha salvado.


Carlos Alvarado Quesada. San José, Costa Rica. 1980. En 2006 la Editorial Perro Azul publicó su libro de cuentos Transcripciones Infieles. Ese mismo año ganó el Premio Joven Creación de la Editorial Costa Rica con la novela La Historia de Cornelius Brown, (2007).

Revistas como Los Noveles y Punto de Partida han publicado cuentos de su autoría y fue incluido en la antología de relato costarricense Historias de nunca acabar (ECR 2009). Periodista y politólogo graduado de la Universidad de Costa Rica, con una maestría en Estudio del Desarrollo en la Universidad de Sussex, Inglaterra.


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