Con motivo de un post en Facebook, en donde me excedí con un
comentario (cuando no) de buenas a primeras me referí a los premios nacionales
Aquileo Echeverría de la siguiente manera:
- ¿Quién necesita ese
premio de mierda?
Reaccionó a mi comentario con autoridad y argumentos mi bien
amado amigo y poeta Alfredo Trejos de la siguiente manera:
- Germán, hace algún
tiempo te lo dije y hoy te lo repito con algunos detalles:
- Espero que sigás
escribiendo y publicando y mejorando como autor. Espero, además, que llegués a
ese punto en que un jurado del Aquileo te considere y te premie para ver si sos
coherente y rechazás el galardón mediante un buen documento en el que, ahora sí,
expongás con claridad y autoridad por qué te negás a recibir dicho "premio
de mierda".
- Mientras tanto, solo
descalificás a destajo el reconocimiento en sí y, de paso, a quienes lo hemos
recibido, por varias posibles razones: posás para la foto de los criticones, o
criticás por resentimiento, o denunciás un proceso evaluador que ni aquí ni en
ninguna parte es infalible, o cuestionás la honorabilidad de todos los
involucrados en él por conflictos personales, o solo te gusta provocar y hablar
y congraciarte con los detractores de temporada de los premios literarios
(quienes se mueven todos por uno o varios de los motivos que he enumerado) los
cuales en este país han de ser bastantes. En fin, mejor que ojalá se te haga y
un día te den un premio valioso, digno y "limpio", según tus gustos.
Mi réplica fue más lacónica:
- Nunca nadie
cometería el error de premiarme por algo, pero qué rico sería rechazar el
Aquileo. 😜
A lo que Trejos me emplaza con justicia:
- ¿Con qué objeto?
- ¿Por qué sería tan
placentero?
Le prometí a Trejos responderle, y estas notas tienen ese
propósito. Lo hago por aquí, pues me parecería una impertinencia mía hacerlo en
el post ya mencionado arriba, dado que no está bien “ensuciar el muro de otros”
y la verdad es que yo ya me había pasado de la raya.
Vamos a ver, y aquí hago una confesión, he tenido la
ensoñación muchas veces de ser proclamado ganador de un premio nacional, pero
la cosa apenas empieza ahí lo que verdaderamente he anhelado es rechazarlo.
Pero ciertamente eso es poco probable, no creo que eso ocurra jamás, yo mismo
soy consciente de ser un narrador si acaso aceptable, sin nada publicado que merezca
mayor relevancia y atención, tampoco cuento con los medios, ni tiempo para dedicarme
a escribir una obra como yo quisiera, y menos tengo las habilidades para
generar las sinergias, camaraderías y complicidades tan necesarias para hacerse
notar en el medio literario. No, la verdad es que no veo ninguna posibilidad de
hacer realidad mi anhelo de rechazar un premio.
Al menos, el hermano Trejos me desea generosamente que siga
escribiendo, publicando y mejorando como autor, esos deseos los valoro
sinceramente. Pero, lo que más quisiera es tener lectores y lectoras, ni siquiera
creo en la posteridad de mi obra, pero sí que anhelo lectores y lectoras cada
uno y cada una capaces de hacer su propia valoración de su lectura. Para qué
escribir tanto y publicar y tal vez mejorar, si lo que yo quisiera es que un
escritor de la talla de Trejos leyera mi obra, con el compromiso y compulsión
con que leo la suya, esa reciprocidad y esos lectores son según mi modesta
aspiración el mayor de todas las recompensas.
¿Y con qué objeto rechazaría un Aquileo? Bueno, en lo
personal para mi sería bochornoso que mi nombre y mi obra apareciera junto al
nombre y la obra de otros y otras que considero sinceramente mediocres (la gran
mayoría) me sentiría indigno de que mi nombre y mi obra aparecieran en los
anales literarios al lado de otros y otras que considero superiores. Me
sentiría indigno de recibir un premio cuando hay tantos otros autores, autoras
y obras de inmenso valor que nunca fueron reconocidas en su momento. Mi rechazo
sería un reclamo por todo eso.
Voy a poner un caso, mentaré aquí a Alexander Obando, ¿Acaso
“El más violento paraíso no fue y sigue siendo una pieza fundamental de nuestra
literatura, una de las obras que más ha influenciado las obras posteriores de
toda una generación de jóvenes poetas y narradores, todos nosotros deudos de
ella? Pero fue una obra que en su momento fue ignorada, por los jurados,
¿Alguien recuerda quien fue el ganador del Aquileo ese año en la rama de
novela? Yo no, pero acabo de consultar Wikipedia, y dice que fue Fernando
Contreras con “El tibio recinto de la oscuridad”. Pero años más tarde, Obando
es reconocido en la rama de poesía con un hermoso y atrevido poemario “Angeles
para suicidas” valioso sí, pero no con la relevancia de su primera novela, pero
sorpresa, comparte el premio junto a la autora Silvia Castro y su poemario “Agua”
una obra francamente mediocre, los premios no pueden así nada más homologar y
homogenizar, es repugnante esa sabiduría salomónica y quijotesca de “repartir
justicia”, partir premios y “enderezar entuertos”.
No me voy a exceder con más casos, pero hay muchos más. Esa
supuesta canonización les ha hecho injusticias a muchas obras valiosas, eso es
un buen motivo en mi caso para rechazar un premio. Además de que el estipendio
económico es indigno, creo que recibe más una familia en riesgo social del Plan
Puente al Desarrollo que un autor con el premio nacional. En fin, quién sabe, a
lo mejor mi deseo es insano, (aunque inalcanzable), rechazar un premio nacional
sería una bofetada a una institucionalidad en la que no creo, y el embeleso que
me produciría es irracional e inexplicable, como todas las cosas que amamos.
Germán Hernández