16/5/10

El vacío existente en el cristianismo: El Dios de la Creación





Existe una lectura en particular sobre el mito de la Creación que ha influido y sustentado hasta hoy una determinada actitud con respecto a la naturaleza. Esa actitud ha sido posible gracias a cierta visión desde occidente que corresponde a una visión antropocéntrica de la creación, en que el ser humano es dentro de esta culmen y finalidad.


En estas notas, nos referiremos a esta particular visión de mundo y cómo ha influido sobre nuestra actitud respecto de la creación, una actitud ciertamente violenta contra esta y contra la vida. Quiéralo o no, esta actitud contra la Naturaleza y la Creación es insostenible teológicamente y hace evidente un vacío enorme en las comunidades cristianas, este vacío respecto a la Naturaleza, es a final de cuentas un vacío con respecto a una teología de la vida, y sin este, evidentemente está incompleta, le hace falta una pata a la silla, la restituimos o nos caemos.


1. ¿Someter la tierra o la Creación?

En el relato de Génesis, una cita en particular ha servido en muchos casos para denunciar al cristianismo como un credo que menosprecia la naturaleza, que la mira de una manera instrumental y para su provecho, la famosa cita en cuestión es la siguiente:

Y los bendijo Dios con estas palabras: “Sean Fecundos y multiplíquense, y llenen la tierra y sométanla: manden en los peces del mar y en las aves del cielo y en todo animal que repta sobre la tierra” Génesis 1, 28.

Ciertamente, no se puede negar que leído el texto de manera literal sin considerar su contexto definitivamente es verdad que muchos cristianos lo han interpretado como un mandato inequívoco: someter la tierra; en otras versiones de la Biblia, el lenguaje es todavía más fuerte: domeñar, pisotear, dominar.

Desde luego que dicho mandato está dirigido a una comunidad específica, en un momento específico, ¿qué podría significar este mandado para esa comunidad?

Y es fácil suponer que el redactor no estaba pensando en una sociedad industrializada del siglo XIX, o en una sociedad como la nuestra. Si se toma literalmente el sentido del mandato, de manera intemporal, podríamos decir que lo hemos cumplido cabalmente, no sólo hemos pisoteado la tierra, estamos a punto de aniquilarla también.

Pero si consideramos el texto en su contexto, podríamos pensar que la redacción del texto está dirigida a una comunidad exiliada, amenazada por sus vecinos y además, portadora de una promesa de liberación y que en dicha liberación poseerán una tierra fértil, abundante, donde se instalará un reino según la justicia y la voluntad de su Dios. Es importante recordar también que la cita en cuestión viene del primer relato de la creación, el cual corresponde según la tesis redaccional, al documento Sacerdotal, que tiene muy presente conservar la ley y la tradición.

Pensemos además que estamos alrededor del siglo sétimo antes de Cristo, y que la redacción final del texto fue hacia el siglo tercero antes de nuestra era. Hablamos de sociedades muy cohesionadas en clanes y grupos patriarcales, en una sociedad que está en transición entre el pastoreo y el nomadismo y se dirige a una vida más gregaria y basada en la agricultura.

Teniendo todo esto en cuenta, podríamos decir que el significado para la comunidad para la cual se escribió el texto arriba mencionado, definitivamente tendría un significado muy distinto, al que podría indicar a la sociedad occidental contemporánea. Igualmente, pertenece a una tradición muy distinta al cristianismo

Veamos:

“Sean fecundos y multiplíquense:,”

Definitivamente para sociedades a las que se refiere el texto, la fecundidad era clave para la sobrevivencia, la tasa de mortalidad infantil al nacer, la esperanza de vida, la tasa de mortalidad de las mujeres al parir, eran altísimas para estas comunidades, tener muchos hijos y que sobrevivieran era además en términos económicos una garantía de sobrevivencia, pues los oficios y tareas se transmitían de generación en generación, era extraño para la mayoría de personas de ese momento tener servidumbre y esclavos a sus servicio, pero tener muchos hijos era fundamental. Luego…

“y llenen la tierra y sométanla”

Se refiere a la tierra en minúscula, no al planeta en sí, ni a la creación en particular, es el espacio que se debe conquistar a costa de inmensos sacrificios, guerra y muerte, defensa constante, y una vez ganada igualmente hay que exprimirla… faltan milenios para la “revolución verde”. Someter, dominar, pisotear esa tierra tiene connotaciones muy distintas para el hombre actual, pero en ese momento, pisotear significaba afirmarse en un espacio geográfico y extraer de él el sustento, los campos para el pastoreo y la agricultura, y además…

“manden en los peces del mar y en las aves del cielo y en todo animal que repta sobre la tierra”

Porque el dominio de esa tierra también implica todo lo que la habita, y todo ello era fundamental para la subsistencia; nos encontramos entonces en una sociedad que vive de manera precaria, amenazada, bajo cautiverio, y que debe poseer y defender un espacio geográfico determinado para subsistir.

Desafortunadamente, para muchos cristianos, y para no cristianos, este texto tiene como ya hemos dicho, otros significados. Para muchos, una lectura literal e irresponsable sería como una licencia, como una justificación venida de Dios para someter ilimitadamente la tierra, pero creemos que va más allá, la creación entera.

¿De dónde viene esta particular interpretación? Esta idea viene desde inicios de la era cristiana, y como veremos, se vasa en una visión antropocéntrica la Creación.


2. La Visión Antropocéntrica de la Creación

La visión antropocéntrica de la creación podríamos describirla de la siguiente manera: Dios creó el universo, la tierra y todo lo que hay en ella para el servicio del hombre. Decimos hombre, porque además esta visión de la Creación es patriarcal, está centrada en el ser humano masculino.

Es una visión instrumental de la creación, que al mismo tiempo la menosprecia, ¿Por qué? Porque no reconoce ningún valor intrínseco en la naturaleza sino es en función del hombre.

Posiblemente, esta visión no viene necesariamente de la tradición judía, sino más bien de los griegos y su dicotomía entre el cuerpo y el espíritu. Ya Platón hablaba de esa prisión que era el cuerpo, que lo limitaba y le impedía liberarse finalmente e ir hacia ese mundo donde habitaba la perfección y las ideas, un espacio inmaterial por completo, donde habitaban los espíritus, es decir las esencias tal y como son y no bajo su apariencia material.

Esta visión sin duda impregnó el pensamiento de su época y es evidente durante el desarrollo de toda la escolástica medieval, lo material se asocia con la carne y es además lo pecaminoso, lo que definitivamente nos somete y nos impide llegar a Dios, que es lo inmaterial, lo perfecto, lo bueno, lo espiritual.

Esta tención entre lo material y lo espiritual, se manifestará en todos los ámbitos. La naturaleza, temible, desconocida, indómita será siempre una amenaza, debe ser sometida y controlada, es además una naturaleza imperfecta, una naturaleza caída, por que cayó con el pecado original.

Esta visión instrumental, patriarcal y antropocéntrica sobre la Naturaleza, tendrá más adelante consecuencias enormes en el desarrollo posterior de la sociedad occidental.

Pero vale también hacer una salvedad y debemos indicar, que no se le puede culpar al cristianismo de esta visión utilitaria de la Naturaleza, pues en numerosas sociedades y civilizaciones a lo largo de la historia, también se les podría señalar esa actitud instrumental con respecto a esta, tanto así que existen hipótesis que suponen su auge y caída en relación a su actitud con la Naturaleza.

Sería injusto, decir que la visión antropocéntrica de la Creación y su actitud ante la Naturaleza es exclusiva de occidente y del cristianismo, porque entonces obviaríamos lo que ocurre en otros lugares y otras civilizaciones, por citar un ejemplo: China y su infame primer lugar como la nación que más contribuye al calentamiento global y la desertificación de su propio territorio.


3. Una Teología de la Vida y de la Creación

Si desplazamos el centro de atención de la visión antropocéntrica de la Creación, y dirigimos nuestro enfoque hacia una visión de esta en su totalidad, hacia la vida como posibilidad ¿podríamos sustentarla teológicamente? Pienso que sí, y esto no quiere decir que dicha sustentación sea necesariamente bíblica.

La Biblia, no es un contenedor de verdades inmutables, y tampoco es un manual de respuestas para todos los problemas de la humanidad donde podremos encontrar soluciones prácticas. La Biblia desconoce y poco puede decirnos sobre muchos de los problemas que vive la sociedad contemporánea, y también, no tiene nada que decirnos sobre el Calentamiento Global, el agotamiento de los recursos vitales como el agua, la pesca, etc.

Infortunadamente, en algunas comunidades cristianas, especialmente las más fundamentalistas, ven la crisis ecológica actual como un signo de los tiempos, una especie de constatación de las revelaciones escatológicas que afirman el fin de los tiempos, la segunda venida de Jesús y cuyo contenido no es más que una revelación. Igualmente infortunado resulta el vacío y el silencio que el resto de comunidades cristianas sobre la situación.

¿Por qué este silencio? Parece ser que el cristianismo está impregnado todavía de esa visión antropocéntrica de la Creación, de esa dualidad entre carne y espíritu.
Una teología de la vida, implica toda la Creación y la humanidad contenida en la Creación, no más arriba, ni en jerarquía pero sí en una situación especial y particular, corresponde a la humanidad la edificación del reino de Dios.

La realización del reino de Dios no ocurrirá en un futuro, si la fe es un proceso, entonces el reino de Dios está ocurriendo, y capa sobre capa, se realiza en lo concreto, en la vida cotidiana y en la relación de los seres humanos entre sí y con la creación; no es posible asumir una distinción entre la corporeidad y la espiritualidad porque toda nuestra experiencia y vivencia de la espiritualidad es solamente posible en el ahora en nuestra corporeidad. Al negar la Naturaleza en el plan de salvación de Dios, negamos una parte de nosotros mismos, y nuestra responsabilidad con respecto a la Creación.
Negar la Naturaleza, es negar el sustrato que hace sustentable la vida. Por eso, parece un imperativo cristiano contemporáneo incluir dentro del plan de salvación de Dios a toda su creación.


Conclusiones

Para el cristianismo presente, no es posible mantenerse al margen de la Creación y distinguirse de ella desechándola del plan de salvación. Igualmente, no es posible sostener aquella dualidad funesta entre la carne y el espíritu, cuando toda experiencia y aproximación a la realidad está traspasada en la conciencia de ambas.

Dios es también Dios de lo concreto y sensible, de la carne y las formas; lo concreto también es contenedor de la infinitud y de lo abstracto, que se recrea y se transforma en las parcelas del tiempo que transcurrimos y el espacio que somos capaces de abarcar. En los límites de lo cognoscible habita la hermosa sensación del misterio, una red intrincada de relaciones de todas las cosas por una voluntad creadora, que puede entretejerlas de maneras cuyas relaciones apenas son intuidas y no comprendidas totalmente.

Para el cristiano, resulta imperativa una nueva actitud para reafirmarse en la Creación, un fundamento ético basado en la vida como valor primario y abarcador que dialoga de manera responsable con los elementos.

Por más pasivos que creamos los componentes de la Creación con respecto a la acción humana, más reveses y desengaños comprobaremos de nuestro menosprecio por esta, que tarde o temprano nos rebasará correctivamente ante nuestra intervención; esto no quiere decir que la Naturaleza se desquita con nosotros, pero es imposible no considerar que responde como cualquier ser viviente a las amenazas y los estímulos del exterior y que se adapta.

Una de las advertencias que Hinkelhamer nos hace constantemente en su obra respecto a la actitud de la sociedad contemporánea respecto de sí misma y con la Naturaleza y que ilustra de manera singular con aquella imagen de quien está cortando la rama del árbol en que está sentado, tiene que ver también con su otra expresión más radical y vehemente: la del suicidio heroico de occidente. Que parece decirnos: O restauramos nuestra relación con la Naturaleza, la vida y con la Creación, o estamos en contradicción con el plan de salvación de Dios, con la vida y su Creación.


Germán Hernández.


8/5/10

Vaca





Escribo este homenaje a la vaca
y me despido
de la última vez que traspasaré
esta mueca batiente llamada puerta,
adiós
noble tenedor
humilde cuchara,
adiós para siempre a la cavidad
invisible que dejó mi cabeza,
adiós cristales rotos,
adiós amarillos cementerios amarillos
sobre los ladrillos pálidos del suelo,
digo,
hasta luego sin lágrimas
que broten de la cerradura,
adiós trapos, adiós,
dejo un trozo de pasto,
un poco de tierra violada amorosamente,
algunas flores y plantas débiles
dejo muchas señales
sin su significante…
… perdonen
(pero toda disciplina acurrucada
o llena de codicia
deja de servir a mi vaca
llena de rocío y dignidad
en las madrugadas)
por eso siempre tendré que regresar
a terminar otra vez y a despedirme,
otra vez,
pero un día como este
dejarán de creer en mis adioses,
confiadamente dejarán de esperarme,
encontrarán buenos motivos para odiarme
y mientras esto dure, podré permanecer
en su paisaje.

Pero mi vaca yacerá un día en un barranco
asimilada por un ejército de estómagos
y no quedará más que repartir
su dulce piel por las aceras.

A veces la dibujo, y sus ojos son temibles
como un espejo que no puede reflejarme,
otras veces, la recuerdo tibia, distante
entre potreros de flores venenosas.

Pero no importa una vaca entre todas las demás
(algunos la sodomizan
otros jalan de su rabo
otros beben la leche de sus ubres dolientes)
¿pues acaso estos muebles que ahora estoy acariciando
recordarán mis manos?
¿acaso no me dejará este asfalto partir como vine?
descansen en paz víctimas de mi frecuencia
adiós otra vez

Germán Hernández.


1/5/10

Algunos se Hacían Dioses - Juan Murillo



Fue una lectura ardua, para la cual hubo que improvisar nuevas técnicas y nuevas maneras de someter al texto y de someterse a él, por que si algo es evidente en "Algunos se Hacían Dioses" de Juan Murillo, es cómo se amasaron estos textos con la más deliberada y rigurosa voluntad de apropiarse de la más esquiva y dura forma de plasmar, que no es otra que el cuento.

Siempre me he sentido tentado de escribir algo de teoría sobre el cuento, comentar y/o antologar algunos de esos casos ejemplares, pero creo que es un trabajo de una vida, y apenas hemos podido vertir algo de y sobre él cuando reseñamos el trabajo de los colegas y amigos.

Amigos!!!! es algo que no se puede decir sin sospechas y recelos en los medios "especializados y cultos" pero que justo y apropiado es desde este espacio que es mío, y de los amigos, de los que se asoman y visitan, donde podemos interpelar y cuestionar sin llegar a poner punto final y elevar altares de piedra.

Cabe preguntarse: ¿Por qué reseñar un texto que apareció hace ya 14 años? Tengo tres motivos: 1. Algunos se Hacían Dioses es la primer obra impresa de Juan Murillo, y por su ambición y propuesta técnica, seguramente será punto de referencia de lo que vendrá. 2. Porque el texto tiene vigencia física y concreta, todavía habita los estantes de algunas librerías como Claraluna en San Pedro e insto a que muchos después de estas notas vayan y acaben con ese pequeño lote que resta. 3. Juan Murillo es un viejo amigo de hace muchos años, y el tiempo y la distancia no nos han permitido más encuentros y más comunión, lo que no omite la deuda y el necesario reconocimiento de su trabajo, aquí vamos....

La Edición de Algunos se hacían Dioses, viene encabezada por una presentación llena de emotividad del hermano David Maradiaga, cuyo testimonio y obra lo van convirtiendo poco a poco en una poderosa y peligrosa figura mítica (a pesar de sus asesinos) y para bien de la vida. Luego los cuentos se dividen en cuatro secciones, la primera y última a manera de entrada y la última de epílogo, y las otras dos como cuerpo propiamente de los textos que están finamente unidos y son complementarios entre sí por ciertas sutiles reminiscencias, por pequeños objetos dejados intencionalmente entre la escenografía con el objetivo de distraer un instante, o de sugerir caminos tórridos y nuevos.

Así nos encontramos con textos como "Unico Ascenso" alegórico y simbólico, y que nos lleva al vértigo de hacer interpretaciones, donde el personaje casi sin coerción del exterior, ha aceptado la linealidad fatal de un trayecto único, que se cumple deontológicamente y que al final carece de sentido conforme se van contemplando los escenarios perdidos, a los que no se negó, la oportuidad perdida con la chcia de al lado que igual que nosotros se perdió a sí misma cumpliendo una misión que nadie le obligaba a cumplir.

En esa atmósfera de "vida perdida" de "fijación de la memoría" llegamos al cuento "Rios que van al Mar" donde se constata que los recuerdos no traen de vuelta las cosas sino su sombra, y por un momento un pasaje inolvidable con reminiscencias de Antoine Saint-Exupery, cuando el niño de las rosas pide al hombre que recuerda que le dibujen un tigre... con la sana desconfianza que todos los niños deberían tener y sentir por los sacerdotes y los hombres nostálgicos que regresan de un viaje infinito y solo ven escombros...

Conforme penetramos en la densidad estética de los textos, conforme se vuelven espesos, llegamos a narraciones como "Así matan los Dioses", "Pequeña Bohemia", "Inundaciones", donde quienes narran son fantasmas, o dioses, seres que han perdido la cualidad más importante: el control sobre su propia creación. Esa tonalidad fantasmal, esa casi petrificación de la acción en medio de un narrador que habla y reflexiona de los hechos dándo por enterado al lector de antemano exige a este último descifrar y buscar sin estar seguro dónde las claves que resuelvan el texto.

Esa sería una tarea más bien ingenua, no hay por qué buscar un "nudo" que al desatarlo resvuelve los textos, posiblemente no lo hay, en estos cuentos hay como pocas veces en la narrativa de nuestro país un afan deliverado por experimentar y someter a prueba el cuento propiamente como género literario, lo cual está perfectamente plasmado en textos como Huracán de Mariposas" y "Si Huyen de Mi yo soy sus Alas" donde la anécdota ha perdido toda su importancia, donde el recorrido del texto se hunde en el pesado hilo emosional de quien experimenta su popria circunstancia.

Un único texto en todo el conjunto es capáz de liberar a sus personajes de ese tórrido oceáno del que no pueden escapar: "Día de Resurrección" aunque para que esa liberación sea posible se tenga que aniquilar y destruir.

Húmedos y llenos de frío llegamos por fin hacia un lecho falso, en un texto magnífico: "Mujer que duerme" donde asechamos y seguimos mórbidamente junto al narrador hasta el callejón sin salidad de la realidad, de la puertas cerradas, de las ventanas a oscuras, hasta el territorio donde solo suponemos, o volvemos a recordar.

Cerrando la obra, un misterioso visitante: Jacinto, podría ofrecernos las respuestas no de la vida, pero sí para vivirla... se podría elegir la inercial y moribunda respuesta. También se podría desafiar la propia creación y transformarla...

No recomendamos el libro de Juan Murillo a los lectores acostumbrados a textos planos, corrongos y llenos de moralejas... en "Algunos se hacían Dioses" la elaboración de los textos ha sido tan meticulosa hasta llegar a algunos excesos plásticos, pero siempre se mantiene dentro de sus límites, y es a su manera una ejecución magistral del cuento, una manera de afirmarse definitivamente en un género que solo admite a quien lo transgrede dentro de sus propios límites y en esta oportunidad, Juan Murillo nos ha permitido saborearla.

Recomiendo también la excelente reseña de Guillermo Barquero a propósito de Juan Murillo y Algunos se Hacían Dioses dando clic aquí.


Germán Hernández.

Juan Murillo