- La religión son las metáforas que significan una sola cosa; el
arte son las que pueden decirte lo que quieras.
Carpanta, en Los living, de Martín Caparros.
Martín Caparrós es una de las figuras más visibles del periodismo y la
narrativa argentinas contemporáneas, entre la radio, el reportaje y la crónica
periodística y, la novela, ha dicho, opinado y escrito sobre prácticamente todo
y sobre todo; a no ser por la buena fortuna y recepción que ha tenido su enorme
obra, Caparrós es lo que vulgarmente llamamos un “bombeta”.
Los living, de 2011, fue galardonada con el premio Herralde de novela
en su vigésima novena edición. Trata básicamente sobre la vida de Nito, o Juan Domingo
desde el día en que nació, precisamente el día en que murió el otro Juan
Domingo, Perón, algo significativo y lleno de connotaciones para los lectores coetáneos
de Caparrós, aunque al resto de la periferia nos resulte indiferente. Pero eso
es lo que me encanta de la literatura argentina, se escribe sin complejos, lo
local se exalta con dignidad universal y los resultados casi siempre son buenos,
y universales también. En todo caso, la novela divaga sobre la vida contada en
primera persona por el protagonista alternada con algunas escenas descritas por
el narrador omnisciente, nuestro protagonista narra y narra sin énfasis y
desenfadamente, casi impúdicamente todo sobre sí, y reflexiona, vaya que
reflexiona, como si fuera tan sábio e inteligente como el autor, demasiado a
veces, pero agudo y de una sabrosa mordacidad la más de las veces, aunque los
manierismos retóricos del autor a veces llegan al cantinflismo, lamentablemente
esa retórica que resumo así: “puede que sí, puede que no, lo más seguro es que
quién sabe o todo lo contrario” y con la que sazona toda la novela puede ser
un juego ingenioso una vez, pero no cuatrocientas veces en cuatrocientas páginas,
para muestra un botón:
“Él siempre dijo que no lo proyectó: que tampoco había sido su
culpa. Pero es difícil de creer. Al principio, decía, sólo quiso llevar más
hombres a su molino —eso decía: hombres a su molino, sin pensar en la imagen
repulsiva de hombres despatarrados revoleados por las palas de un molino,
aplastados por las ruedas de un molino, molidos por molinos— porque las mujeres
son la base, la argamasa, pero ninguna congregación puede avanzar sin hombres,
decía, y que eso era todo, sin otras intenciones. Conociéndolo como llegué a
conocerlo, yo diría que quién sabe sí, quién sabe no. Hay personas que creen
que conocer a alguien es garantía de entender por qué hace lo que hace; yo creo
que es exactamente lo contrario: sólo podemos pensar que sabemos cómo funciona
lo que no conocemos, y conocerlo es el camino a la aceptación de la ignorancia
o, por lo menos, la perplejidad de que las cosas son tanto más complejas que
cualquier explicación que alguien les atribuya. Así que nunca sabré si lo había
pensado desde el principio o no.”
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Martín Caparrós |
La vida de Nito estará atravesada por las muertes, la del padre, la
del abuelo, las que previene, sí, porque ese es su don, contarle a la gente cómo
habrá de morir y, poco a poco, su vida se hilvana con la de otros personajes, se enreda,
se retuerce y termina siendo la marioneta de Trafálgar, el pastor evangelista, de
Tinita y especialmente de Pitu Carpanta, el artista que finalmente triunfa
discretamente con su obra maestra, todos ellos bichos que parecen extraídos de
una novela de Roberto Arl, y que establecen un paralelismo entre lo que la
novela venía siendo hasta más de la mitad de esta y, que no me convence mucho
la forma en el autor hace converger el relato de Nito, con el asunto de los “living”.
La novela a nuestro modo de ver da lugar a demasiadas situaciones para
llegar a un final de parodia sobre la muerte. Me decepciona el Epílogo y la facilidad
con que la “Movida del living” triunfa y donde el autor que todo lo quiere decir
incontinentemente sobre sus personajes, nada nos dice sobre el devenir del
pastor Trafálgar o de la madre del protagonista, en fin, sobran muchas páginas,
faltó economía y contención.