Hace unos días, disfrutaba de un cigarro frente a la ULICORI
antes de dar clases, de repente, sentí un bastonazo en mi pecho, alcé la vista
y una figura derrengada y patética me miraba, me costó mucho reconocerla, más
tarde, tiempo más tarde me cayó la peseta de quien era, (sentí pesar por lo
arruinado que se ve) pues no era otro que el más grande poeta jamás parido en
nuestra nación. La figura me miraba con odio y comenzó a declamar:
- “Usted me la debe carepicha, usted me la debe carepicha”
Así de breves fueron sus versos, no puedo negar que, pese a
lo lacónico, y que no es lo conversacional su mejor estilo, son los mejores versos
que le he escuchado recitar. Por cierto, que al poeta no le debo plata ni
favores, así que no sé de qué deuda hablaba, pero me sentí halagado de recibir
tanta atención de su parte.
Recién salido de mi asombro y de tan gratuito recital, mi
reacción fue de incontenible risa, no podía parar de hacerlo mientras veía su errático
andar apoyado en su bastón alejándose de mí, volviendo hacia mí su vista
intermitente tras de sus lentes culo de botella, lo juro, no quería reírme de
él, pero era tan gracioso… Jamás pensé que fuera tan importante para él mi
opinión sobre su obra.
(Como dice el invaluable Alí Víquez: “True story”)
Germán Hernández