Nueve textos, menos de cien páginas, relatos escritos con
una prosa limpia, vernácula y filosa; sencillos, pero de una sencillez
engañosa, porque la elaboración de estos textos, tanto en forma como en trama,
implican una intuición en el manejo de los materiales compositivos que solo el
oficio y el genio otorgan.
Y es que Negrón sabe cómo contar y hacer relatos de lo más
cotidiano, desde recados escritos en papelitos en “Por Guayama” o una simple
charla telefónica en “La Edwin” o un diálogo incidental en “Junito” y “Muchos”
en fin, todo en el entorno cósmico y local de Santurce, Puerto Rico, es un
lugar más y es todo el mundo, a Negrón le calza como a pocos la máxima de
Tolstoi.
Hay una picardía en sus personajes, ácida y triste, una
forma de resignación para los que sobreviven, para los que se afirman con una
discreta dignidad personal en su modo de vida, sin eufemismos, sin consignas ni
corrección política, todas locas y maricas, enamoradas, tratando de seducir a
los chicos guapos, de comer y pagar la renta, es un mundo cruel para ellas,
para ellos, visto desde fuera y el confort heteronormal; no se trata de héroes
ni antihéroes, tan solo gente sencilla que trata de sobrevivir.
Luis Negrón |
En unos relatos abierta y directamente homoeróticos, el
autor tiene una ventaja y un plus más: sabe contar con naturalidad lo que tiene
de repugnante para las viejas beatas, los fundamentalistas y para los más
homofóbicos, pero es que lo cuenta con tanta sinceridad, que está claro que
este autor es magnánimo y amoroso hasta para quienes lo odian sin conocerlo.
Que hermoso libro nos regaló Negrón, y como es maña y vicio
mío, siempre me gusta destacar un texto en mis reseñas, y ese es “El Jardín”
una delicada pieza llena de ternura, y de dolor, donde lo sacrificial llega
hasta lo absurdo, y solo quedan unas migajas de dignidad para sobrevivir.
Sobrevivir, sobrevivir, qué mundo tan cruel.
Germán Hernández