Desde el punto de vista del patriarcado, las mujeres son inmateriales,
habitan un cuerpo que no les pertenece.
Esta idea se refuerza ideológicamente mediante: “el don de
concebir y el mandato de ser madre”. En eso se resume el propósito y razón de
ser de la mujer; si estudia, si tiene éxito en los negocios, si es artista, si participa
en la vida pública y en la toma de decisiones, está bien, pero es secundario si
no cumple con la primera premisa.
El mandato de la maternidad es el último recurso del
patriarcado para someter a la mujer, el mismo lo refuerzan las leyes e
instituciones tanto religiosas como seculares. “Emancípense cuanto quieran, su
útero sigue siendo mío” parece gritarles el patriarcado.
En lo particular, yo no tengo el menor derecho a negar a una
mujer su derecho a elegir o no la maternidad; no me compete. Tampoco compete
esa elección a las sotanas de los curas, ni a las gabachas de los médicos, ni a
las togas de los juristas.
Cuando las mujeres se materializan, es decir, ocupan un
cuerpo que es suyo, y no para otros, El patriarcado y sus instituciones entran
en crisis. Quien sabe cuántas cosas insospechadas surgirán entonces en la
manera en que convivimos hombres y mujeres, habrá que inventar tantas cosas, aprender,
corregir, ajustar, un enorme y hermoso desafío, no cabe duda.
Ante estos procesos históricos, ante estos cambios, ninguna
persona debería sentirse amenazada, las únicas que están amenazadas son las viejas
estructuras, creencias y mandatos que ya no dan vida, que no liberan, y que ya
no pueden seguir oprimiendo.
Germán Hernández.