Continuamos con nuestra semblanza sobre el autor Alexánder Obando sobre su vida y su obra, anteriormente nos referimos a él sobre sus Primeras Letras, ahora empezaremos con la gestación de la obra que lo consagró definitivamente entre nuestros más valiosos escritores, "El más violento paraíso"
5. La Casa de Dionisos – La Gestación de
una Obra
Alexánder Obando - Fotografía de Jorge Vega |
Después
de la etapa del taller Eunice Odio, y dos poemarios premiados y sin publicar
nunca, comienza el momento más importante en la obra de Alexánder Obando: la
gestación de su obra de madurez. En ese entonces, últimos años del triste siglo
veinte, Obando, más conocido como poeta entre propios y extraños, nos confiesa:
“Comencé escribiendo narrativa tan pronto pude manejar un poco el
español. De esa época es uno de los concursos que gané en el Liceo. Mi amigo de
escritura fue William Fernández, compa de cuarto año de quien me he hecho amigo
de toda la vida. El escribió unas cuantas obras, no publicó nada y luego dejó
de escribir.
En 1980 los médicos me dijeron que definitivamente mi vista no tenía
arreglo y debía aprender a vivir con mi poca visión. Debido a eso, decido
abandonar la carrera de filosofía y dedicarme a algo que me obligue a menos
lecturas. Empiezo a estudiar formalmente inglés.
Al mismo tiempo que cambié de carrera, cambié de género literario y me
dediqué a la poesía creyendo que tal vez ella no me obligaría a tanta lectura.
Así, de 1982 hasta el 91 me dedico casi exclusivamente a la poesía. Pero en ese
mismo año, y sin meditarlo mucho vuelvo a la narrativa, entusiasmado,
irónicamente, por las la muerte de Reinaldo Arenas (quien fue el tipo de
novelista que yo quería ser) y produzco mi primera novela de vida adulta:
"El fin del mundo en nuestra fiesta usual durante una noche de
lluvia". La escribo a máquina y la
divulgo entre mis amigos; a algunos les gusta mientras otros se ríen de ella.
En definitiva, era una novela mala pero que me ayudó a crecer como narrador
inmensamente. Para cuando terminé de corregirla (92-93) ya no era una obra en
papel sino en pergamino, o así parecía por las gruesas capas de corrector
líquido en el texto. Traté de transcribir la novela en la compu, y en eso, se
me murió ese aparato primitivo que tenía y perdí todo el trabajo de la
transcripción de "El fin del mundo...". Me mantuve tranquilo unos
meses y en febrero del 95 empecé a escribir El Más Violento Paraíso, originalmente fue de 36 capítulos. Luego pasó a 48. Y
para Navidades de 1997, había reescrito y expandido el libro a 63 capítulos. Lo
imprimí y lo hice circular entre amigos.”[1]
Efectivamente, fue en casa de Álex a comienzo de 1998, cuando me entregó cuatro enormes carpetas rosadas con el título a mano: La Casa de Dionisos, primer título de lo que sería luego El Más Violento Paraíso, la condición sería esta: “Tenés que leerlo en una semana, entregarme tus impresiones, para entregar el libro a mi editor”. No sé a cuantas víctimas Álex le encomendaría tal castigo, digo castigo porque un libro así no es para leer en una semana y rumearlo dignamente como debe ser. Pero yo le cumplí, una semana después en mi apartamento y con varias Imperiales, capítulo por capítulo estuvimos platicando de la novela, para mi hasta hoy es una de las cosas que más recuerdo con satisfacción, orgullo y vanidad. No les voy a decir que Álex le haya cambiado ni una coma a su novela por algo que yo le dijera, pero el hecho de haberme hecho cómplice de su obra es algo que sigue siendo invaluable, pues sigo considerándola como la gran novela costarricense de fin y comienzo de siglo en Costa Rica. También me gusta presumir que conservo conmigo las cuatro enormes carpetas todavía.
Las cuatro carpetas que atesoro de "La casa de Dionisos" que me entregó Alexánder para su lectura y que más tarde serían "El más violento paraíso". |
En
ese entonces la determinación de Alexánder
para publicar su novela era definitiva, en cuanto a al editor, hay
bastante que decir, se trataba ni más ni menos en ese momento que de Editores
Alambique, un proyecto integrado por Gerardo Cerdas, Manuel Arce Arenales y
Jorge Arturo, que a fin de cuentas, por su hermetismo, o rigor, nunca pasaron
de publicar más que libros de ellos mismos, vale eso sí destacar que fueron
ellos quienes editaron por primera vez “Vámonos para Panamá” de Rodolfo Arias y
también y casi reescribieron “Los Dorados” de Sergio Muñoz. Pero no sería
Alambique quien publicaría El Más
Violento Paraíso, divergencias en el camino lo impedirían
“Gerardo Cerdas lo presentó a sus
colegas de Alambique. Me tuvieron en ascuas un buen tiempo hasta que un tiempo
después me dijeron: "Cuando fundamos la editorial la idea era que algún día
nos llegara un libro como el tuyo. Y ya ves, se cumplió". [cito de memoria].
Entre el 97-98 estuvo en marcha su
filosofía del "tucán solidario" y creo que recogieron de entre mis
amigos más de 130 mil colones. Pero para el mes de junio apareció la serpiente
en el jardín. Mauricio Molina me dijo que en México había un Sor Juana de narrativa,
y que pagaban dos millones y no incluía la publicación. Eso me emocionó mucho.
Pensé que si lo ganaba me quedaba con un millón y le aportaba el resto a
Alambique para que la publicación les saliera de gratis. Le dije a Gerardo que
les pidiera que detuviera la publicación (el levantado de artes ya estaba en
marcha) y que esperáramos a que lo mandara a México, a ver qué pasaba. ¡Eso
desató el fin de todos los tiempos! Tuvieron una de sus reuniones y decidieron:
a. descartar la publicación de la novela.
b. pedirme que les devolviera las artes
que yo estaba revisando.
c. pedirme que desestimara todos los
comentarios y sugerencias que hasta ese día me habían hecho con la novela.
Y a partir de ese momento se
desvincularon totalmente de mí.
Después supe de boca de Gerardo que
ellos se indignaron profundamente con mi oferta pues ellos no eran "una
editorial mercantil" sino de otro tipo. Insinuaron por varios medios que a
mí me derrotaba la lujuria de la fama y que eso atentaba contra el mismo
propósito de la editorial. Yo les respondí:
a. devolviéndoles las artes hechas
trizas en varias bolsas plásticas (lo consideraron una niñería de mi parte,
pero ERA mi propiedad intelectual, aunque el puto papel fuera de ellos, y tenía
que protegerla).
b. les dije que no desestimaba las
correcciones y recomendaciones que me habían hecho en tanto ellos no habían
desestimado las recomendaciones y correcciones que yo había hecho a
"Colmillos confidenciales" de Manuel Arce y "Los correos del
diablo" de Jorge Arturo.
Esa fue la última vez en mi vida que
tuve comunicación con ellos, salvo por la amistad de Gerardo Cerdas que valoro
mucho.
Algunas de las recomendaciones fueron
muy buenas, especialmente las de Gerardo. Él era bueno para captar y criticar
inconsistencias en los textos. La de Manuel, algunas buenas otras risibles como
sacar los capítulos de homosexo fuertes y escribir Nataraya como Nataraja
porque esa era la ortografía clásica anglo-india. Yo le rebatí eso y le aclaré
que Nataraya era la nueva transcripción al castellano de la palabra hecha desde
medio siglo atrás. Eso dejó al "lingüista" muy mal parado ante mis
ojos.
Así pasaba el tiempo y no le encontraba
editor a la novela.
A finales de 1998 o principios de 1999,
remití la novela al último Certamen EDUCA de Novela. Los jurados eran Mario
Roberto Morales, Carlos Morales y Manlio Argueta. El dictamen: desierto.
A finales de ese mismo 1999 Mauricio
Molina se ganó el sor Juana en poesía y a mí me tocó co-presentarlo en el
Instituto México. Esa noche conocí a Carlos Aguilar (ya editor de Mauricio)
quien me ofrecía leer la novela para posible publicación. Por algún motivo, yo
estaba muy nervioso y muy atarantado, por lo que posiblemente di una imagen de
condescendencia y falta de interés. Al menos así lo sintió Carlos y me lo dijo
después, pero eventualmente fui a Perro Azul a entregarle el texto. Él empezó
la digitación a principios del 2000 mientras íbamos recogiendo plata de mis
amigos.
Como no había suficiente dinero, yo
saqué un préstamo del Banco Popular, un millón para cubrir lo que faltaba de la
edición. Así pues, EMVP se publicó en primera instancia con mi plata y la de
los amigos que habían colaborado. Carlos me dijo que su colaboración costaba
otro millón que él ponía. El arreglo que Carlos y yo hicimos es que él se
dejaba un número determinado de ejemplares y la plata de las ganancias me las
daba a mí para cubrir las cuotas del préstamo. Y así funcionó por poco más de
medio año. Yo terminé solo de pagar el préstamo, casi ocho años después. [2]