27/4/12

Alexánder Obando - El escritor puente III


Continuamos con nuestra semblanza sobre el autor Alexánder Obando sobre su vida y su obra, anteriormente nos referimos a él sobre sus Primeras Letras, ahora empezaremos con la gestación de la obra que lo consagró definitivamente entre nuestros más valiosos escritores, "El más violento paraíso"


5. La Casa de Dionisos – La Gestación de una Obra
  
Alexánder Obando - Fotografía de Jorge Vega
Después de la etapa del taller Eunice Odio, y dos poemarios premiados y sin publicar nunca, comienza el momento más importante en la obra de Alexánder Obando: la gestación de su obra de madurez. En ese entonces, últimos años del triste siglo veinte, Obando, más conocido como poeta entre propios y extraños, nos confiesa:

“Comencé escribiendo narrativa tan pronto pude manejar un poco el español. De esa época es uno de los concursos que gané en el Liceo. Mi amigo de escritura fue William Fernández, compa de cuarto año de quien me he hecho amigo de toda la vida. El escribió unas cuantas obras, no publicó nada y luego dejó de escribir.

En 1980 los médicos me dijeron que definitivamente mi vista no tenía arreglo y debía aprender a vivir con mi poca visión. Debido a eso, decido abandonar la carrera de filosofía y dedicarme a algo que me obligue a menos lecturas. Empiezo a estudiar formalmente inglés.

Al mismo tiempo que cambié de carrera, cambié de género literario y me dediqué a la poesía creyendo que tal vez ella no me obligaría a tanta lectura. Así, de 1982 hasta el 91 me dedico casi exclusivamente a la poesía. Pero en ese mismo año, y sin meditarlo mucho vuelvo a la narrativa, entusiasmado, irónicamente, por las la muerte de Reinaldo Arenas (quien fue el tipo de novelista que yo quería ser) y produzco mi primera novela de vida adulta: "El fin del mundo en nuestra fiesta usual durante una noche de lluvia". La escribo a máquina y la divulgo entre mis amigos; a algunos les gusta mientras otros se ríen de ella. En definitiva, era una novela mala pero que me ayudó a crecer como narrador inmensamente. Para cuando terminé de corregirla (92-93) ya no era una obra en papel sino en pergamino, o así parecía por las gruesas capas de corrector líquido en el texto. Traté de transcribir la novela en la compu, y en eso, se me murió ese aparato primitivo que tenía y perdí todo el trabajo de la transcripción de "El fin del mundo...". Me mantuve tranquilo unos meses y en febrero del 95 empecé a escribir El Más Violento Paraíso, originalmente fue de 36 capítulos. Luego pasó a 48. Y para Navidades de 1997, había reescrito y expandido el libro a 63 capítulos. Lo imprimí y lo hice circular entre amigos.”[1]

Efectivamente, fue en casa de Álex a comienzo de 1998, cuando me entregó cuatro enormes carpetas rosadas con el título a mano: La Casa de Dionisos, primer título de lo que sería luego El Más Violento Paraíso, la condición sería esta: “Tenés que leerlo en una semana, entregarme tus impresiones, para entregar el libro a mi editor”. No sé a cuantas víctimas Álex le encomendaría tal castigo, digo castigo porque un libro así no es para leer en una semana y rumearlo dignamente como debe ser. Pero yo le cumplí, una semana después en mi apartamento y con varias Imperiales, capítulo por capítulo estuvimos platicando de la novela, para mi hasta hoy es una de las cosas que más recuerdo con satisfacción, orgullo y vanidad. No les voy a decir que Álex le haya cambiado ni una coma a su novela por algo que yo le dijera, pero el hecho de haberme hecho cómplice de su obra es algo que sigue siendo invaluable, pues sigo considerándola como la gran novela costarricense de fin y comienzo de siglo en Costa Rica. También me gusta presumir que conservo conmigo las cuatro enormes carpetas todavía.

Las cuatro carpetas que atesoro de "La casa de Dionisos" que me entregó Alexánder
para su lectura y que más tarde serían  "El más violento paraíso".

En ese entonces la determinación de Alexánder  para publicar su novela era definitiva, en cuanto a al editor, hay bastante que decir, se trataba ni más ni menos en ese momento que de Editores Alambique, un proyecto integrado por Gerardo Cerdas, Manuel Arce Arenales y Jorge Arturo, que a fin de cuentas, por su hermetismo, o rigor, nunca pasaron de publicar más que libros de ellos mismos, vale eso sí destacar que fueron ellos quienes editaron por primera vez “Vámonos para Panamá” de Rodolfo Arias y también y casi reescribieron “Los Dorados” de Sergio Muñoz. Pero no sería Alambique quien publicaría El Más Violento Paraíso, divergencias en el camino lo impedirían


“Gerardo Cerdas lo presentó a sus colegas de Alambique. Me tuvieron en ascuas un buen tiempo hasta que un tiempo después me dijeron: "Cuando fundamos la editorial la idea era que algún día nos llegara un libro como el tuyo. Y ya ves, se cumplió". [cito de memoria].

Entre el 97-98 estuvo en marcha su filosofía del "tucán solidario" y creo que recogieron de entre mis amigos más de 130 mil colones. Pero para el mes de junio apareció la serpiente en el jardín. Mauricio Molina me dijo que en México había un Sor Juana de narrativa, y que pagaban dos millones y no incluía la publicación. Eso me emocionó mucho. Pensé que si lo ganaba me quedaba con un millón y le aportaba el resto a Alambique para que la publicación les saliera de gratis. Le dije a Gerardo que les pidiera que detuviera la publicación (el levantado de artes ya estaba en marcha) y que esperáramos a que lo mandara a México, a ver qué pasaba. ¡Eso desató el fin de todos los tiempos! Tuvieron una de sus reuniones y decidieron:

a. descartar la publicación de la novela.
b. pedirme que les devolviera las artes que yo estaba revisando.
c. pedirme que desestimara todos los comentarios y sugerencias que hasta ese día me habían hecho con la novela.
Y a partir de ese momento se desvincularon totalmente de mí.

Después supe de boca de Gerardo que ellos se indignaron profundamente con mi oferta pues ellos no eran "una editorial mercantil" sino de otro tipo. Insinuaron por varios medios que a mí me derrotaba la lujuria de la fama y que eso atentaba contra el mismo propósito de la editorial. Yo les respondí:

a. devolviéndoles las artes hechas trizas en varias bolsas plásticas (lo consideraron una niñería de mi parte, pero ERA mi propiedad intelectual, aunque el puto papel fuera de ellos, y tenía que protegerla).
b. les dije que no desestimaba las correcciones y recomendaciones que me habían hecho en tanto ellos no habían desestimado las recomendaciones y correcciones que yo había hecho a "Colmillos confidenciales" de Manuel Arce y "Los correos del diablo" de Jorge Arturo.

Esa fue la última vez en mi vida que tuve comunicación con ellos, salvo por la amistad de Gerardo Cerdas que valoro mucho.

Algunas de las recomendaciones fueron muy buenas, especialmente las de Gerardo. Él era bueno para captar y criticar inconsistencias en los textos. La de Manuel, algunas buenas otras risibles como sacar los capítulos de homosexo fuertes y escribir Nataraya como Nataraja porque esa era la ortografía clásica anglo-india. Yo le rebatí eso y le aclaré que Nataraya era la nueva transcripción al castellano de la palabra hecha desde medio siglo atrás. Eso dejó al "lingüista" muy mal parado ante mis ojos.

Así pasaba el tiempo y no le encontraba editor a la novela.

A finales de 1998 o principios de 1999, remití la novela al último Certamen EDUCA de Novela. Los jurados eran Mario Roberto Morales, Carlos Morales y Manlio Argueta. El dictamen: desierto.

A finales de ese mismo 1999 Mauricio Molina se ganó el sor Juana en poesía y a mí me tocó co-presentarlo en el Instituto México. Esa noche conocí a Carlos Aguilar (ya editor de Mauricio) quien me ofrecía leer la novela para posible publicación. Por algún motivo, yo estaba muy nervioso y muy atarantado, por lo que posiblemente di una imagen de condescendencia y falta de interés. Al menos así lo sintió Carlos y me lo dijo después, pero eventualmente fui a Perro Azul a entregarle el texto. Él empezó la digitación a principios del 2000 mientras íbamos recogiendo plata de mis amigos.

Como no había suficiente dinero, yo saqué un préstamo del Banco Popular, un millón para cubrir lo que faltaba de la edición. Así pues, EMVP se publicó en primera instancia con mi plata y la de los amigos que habían colaborado. Carlos me dijo que su colaboración costaba otro millón que él ponía. El arreglo que Carlos y yo hicimos es que él se dejaba un número determinado de ejemplares y la plata de las ganancias me las daba a mí para cubrir las cuotas del préstamo. Y así funcionó por poco más de medio año. Yo terminé solo de pagar el préstamo, casi ocho  años después.[2]


 Germán Hernández.



[1] De la correspondencia entre Alexánder Obando y Germán Hernández.
[2] De la correspondencia entre Alexánder Obando y Germán Hernández.

20/4/12

Alexánder Obando - El Escritor Puente II


Esta es la segunda entrega de una serie de artículos dedicados a la vida de  Alexander Obando y su obra, anteriormente nos referimos a los Primeros Años, damos inicio ahora a sus Primeras Letras y la etapa en  El Taller Eunice Odio.
  

2. Primeras Letras

Alexánder Obando - Fotografía de Jorge Vega
Las inclinaciones literarias de Alexander Obando comienzan temprano, en su adolescencia.

“Tan pronto aprendí a escribir en español empecé a leer en el mismo idioma (1973-75). Gané el segundo lugar en un concurso de cuento de Liceo (1974) para luego enterarme que el primer lugar lo había ganado un compa cuyo padre le había escrito el cuento. (El ganador me lo confesó en persona). Mi segundo lugar, me contaron los profes, se debía a que mi texto, más que un cuento, era un extenso diálogo entre cuatro generales de Alejandro Magno... tenían razón.”

En 1975 se da otro concurso, sobre ex directores del Liceo. Yo escogí a Luis Schönau, primer director (suizo) del colegio. El señor se había ido del país en la década de los 1890, por lo que toda la labor de investigación tuve que hacerla en la Biblioteca Nacional, donde seres humanos comunes y corrientes todavía podían leer la prensa de cien años atrás. También entrevisté a don Amando Céspedes, nonagenario de Heredia y único sobreviviente de la primera generación de alumnos del Liceo de Costa Rica. Me tomó varios meses recopilar la información y presentar la monografía, pero lo logré y obtuve un 2do lugar. El primer lugar fue para un alumno que hizo su monografía sobre un ex director aún vivo. ¿Quién me tenía de vivazo escribiendo sobre los muertos?

“Era la edad en que uno leía libros y luego se paseaba por la U o por San José comentándolos con amigos de similares intereses. Esa "peripatéticas" eran a veces de una tarde entera, no obstante la lluvia. Era la época en que el conocimiento tenía en sí un bordado mágico que lo hacía todo un maravilloso tesoro”. [1]



3. Los años del Taller de Literatura Activa Eunice Odio 1985-1993


Conocí a Alexander Obando en 1992, y lo tuve que conocer de a pocos, primero con terrible recelo, por aquel entonces, yo era miembro del Café Cultural Francisco Zúñiga Díaz, y Alex era miembro del Taller de Literatura Activa Eunice Odio, y no es que existiera una guerra de talleres literarios, pero sí debo admitir que existía una infantil y natural rivalidad tribal entre talleres literarios, pero que nunca pasó de ahí, sin problema los grupos podían convivir en algún recital, y hasta en una mesa de tragos sin problemas mayores.

Quizás algún día, todo lo dicho hasta ahora sobre las horneadas de talleres literarios que surgieron en los noventas sea más diáfano y se pueda valorar su aporte o lastre para la literatura costarricense. Como sea, fue útero fértil para la poesía sin duda, pero no siempre para la narrativa, los narradores son los más solitarios y extraños especímenes en los talleres. Pero vale decir más sobre el Eunice Odio citando a Alex:

El Taller Eunice Odio se fundó en San José un mes de junio de 1985. Primero se llamó Taller de Poesía Activa, luego Taller de Poesía Activa Eunice Odio y finalmente Taller de Literatura Activa Eunice Odio. Cada vez que cambió el nombre se debió a un reacomodo del taller con respecto a su realidad inmediata. [...]

Quien les habla llegó al taller en el mes de diciembre de 1985. Una semana más tarde entró Mauricio Molina, de 18 años y recién salido del colegio. Pronto también ingresó Arturo Solís quien tendría un papel importante en el taller. Esta segunda generación tomó la bandera de la poetisa Eunice Odio, junto con la orientación pro-popular que ya tenía el taller y salió a las comunidades. [...]

Taller de Literatura Activa Eunice Odio. A inicios de la tercera etapa se nos unieron escritores como Esteban Ureña (en ese entonces de 17 años) Julio Acuña y Luis Fdo. Rodríguez. Este último era narrador, por lo que una vez más cambiamos el nombre de nuestro grupo literario. Así pues, y para ponerlo en palabras de Laureano Albán, el taller empezó a “cometer prosía”, es decir, una mezcla de prosa y poesía. En esta etapa final que fue la más larga de las tres, fue cuando el grupo tuvo más miembros e intereses más diversos. En principio, todo taller se rehúsa a morir, por lo que perduramos en una suerte de statu quo desde 1990 hasta setiembre de 1993 cuando el taller murió definitivamente o mejor dicho, cuatro de los miembros de entonces cometimos el doloroso pero ya muy necesario parricidio.

Ustedes saben mejor que yo que todo taller literario es como una estación de bus —todos, o casi todos, estamos de paso. Hubo gente maravillosa y gente que realmente daba miedo. Porque no hay manera de negar que todo taller es también un manicomio de papel. Egos y poemas vienen y egos y poemas van. [...]

Pero esto pasa o ha pasado en casi todo grupo literario. Lo que hizo al Eunice Odio un taller más o menos sui géneris fue más bien una carencia. El taller no tuvo gurú, como sí lo tuvo, por ejemplo, el Taller del Café Cultural; y no tuvo junta de notables ya publicados como si lo tuvo, por ejemplo, el Taller del Lunes. Esa carencia de un miembro prominente o de un grupo ya publicado nos ayudó a aprender una cosa fundamental: la poesía no existe; lo que existen son las poesías. [...] Una de las cosas que más ayudó en este proceso era que más o menos la mitad del los miembros del taller hablaban una o más lenguas extranjeras, permitiéndonos, por ejemplo, analizar la obra de Lawrence Ferlinghetti en su versión original, e intentar incluso, algunas discretas traducciones de autores varios. [...]

Así pues, la ausencia de capitán hizo que el barco navegara ebrio a donde los marineros lo llevaran. Y este azaroso itinerario fue lo que nos dio un mapa amplio del mundo literario. (Como ustedes pueden ver, no siempre es bueno que el barco tenga capitán). [...]

Resumo, entonces, diciendo que lo que más caracterizó al Eunice en sus años de vida fueron dos cosas: a) su carencia de cabecilla y por tanto su libertad para viajar y experimentar por todo país imaginario que los miembros del taller quisieran; y b) la lealtad del grupo nuclear para con su taller, lo que permitió la continuidad de una obra literaria que se extendió ininterrumpidamente por casi ocho años.”[2]

Uno de los aspectos más notables del Taller Eunice Odio, fue que prácticamente todos sus miembros publicaron posterior a esa etapa, cuando ya se ha superado la “calentura”:

“Cierto, todos los miembros del Eunice hemos publicado tarde. Mauricio a los 32, Esteban a los 34, Julio Acuña alrededor de los 30 y yo a los 42, Luego, compañeros como Memo Acuña y otros no publicaron sino hasta en años muy recientes. Pero no hubo plan premeditado al respecto, salvo la común convicción de que publicar antes de estar el texto bien listo es un desatino. Muy al contrario yo quería publicar desde siempre (por dicha no me dieron pelota). Pero de haber sido distinto hoy habría mucho texto mío del que estaría arrepentido. Para nosotros ir publicando fue un asunto de ir apareciendo en folletines mimeografiados y engrapados por pequeñas asociaciones de estudiantes. Así, mi primer poema publicado apareció en 1986 en un boletín de la Asociación de estudiantes de Historia de la UNA. y tres años más tarde Mario Alberto Marín publicó mi cuento "Mapaches"[3] en la revista Contrapunto”.[4]



4. Instrucciones para salir del Cementerio Marino


Portada de Instrucciones para salir del
Cementerio Marino - 1995
Visité el Taller Eunice Odio tres o cuatro veces, todo lo que platicaban en él me parecía fuera de este mundo, pero yo medroso y torpe no supe aprovecharlo en ese momento, pero me sirvió para conocer gente maravillosa que sigo apreciando mucho como Mauricio Molina, Esteban Ureña, Gustavo Induni, Julio Acuña y claro a Alexander Obando con su capacidad como conversador erudito y accesible desde abuelitas ortodoxas hasta catedráticos recalcitrantes, para todos y todas, Alexander fue siempre un escucha atento y risueño, y el más delicioso interlocutor, virtud maravillosa y peligrosa, pero siempre ventajosa si se trata de conciliar con novias, amantes, madres y padres preocupados por sus hijitos e hijitas desorbitados y lunáticos, mediador exquisito.

En 1993 el proyecto del taller finalmente llegaba a término, y con un poco de persistencia y para cerrar con broche de oro en 1995 salía una bella, artesanal y paradigmática antología del taller: Instrucciones para salir del cementerio marino, dejando el rastro de 14 de sus miembros. Para el caso de Alex, se publicaron seis de sus  poemas: Durmiendo con ellos, Ducha y Adiós, Vivir solo, Fotografía en la arena, Suerte de la señora Butterfly, Los Angeles, los cuales muchos años después podemos disfrutar recogidos en su único poemario publicado Angeles para Suicidas.

En esos primeros años de la década de los 90, Alex era mayormente conocido como poeta y ya en 1988 había ganado el segundo lugar de poesía en el certamen “Carmen Lyra” de la Municipalidad de San José con el poemario nunca publicado Anabiosis y más recientemente en 1991 el primer lugar en el Certamen Centroamericano de Literatura Joven auspiciado por el Instituto de Cultura Costarricense-Salvadoreño y el CSUCA con el poemario Hotel de Puerta Amarilla, que tampoco fue publicado nunca. Las Razones:

“Del certamen Carmen Lyra, los ganadores del primer y tercer lugar fueron Rodolfo Gutiérrez y José Ricardo Segura, respectivamente. Nos dieron promesas vagas de una eventual publicación que nunca se dio. Mi libro, Anabiosis, lo he descartado por completo. Es decir, no rescaté ninguna de sus poemas para posteriores publicaciones.

Del III Certamen Centroamericano de Literatura Joven Juan Ramón Molina. Los miembros del jurado fueron Osvaldo Sauma, Manlio Argueta y Mario Roberto Morales. Para mala suerte de David Maradiaga y mía al año siguiente se empezó a resolver la guerra civil en El Salvador, por lo que Manlio hizo maletas para regresar y el ICCS quedó medio al garete. David y yo estuvimos llamando dos años enteros sin que nos resolvieran nada. Luego él murió y yo me cansé del asunto. Sí recibimos el día de la premiación un sobre con $300.oo cada uno. Uno de los miembros claves de ICCS años después me contó la verdad: Manlio dejó plata en CR para que se coordinara con EDUCA la publicación del libro, pero un intermediario se dejó el dinero.[5]


Germán Hernández



[1] De la correspondencia entre Alexander Obando y Germán Hernández
[2] Alexander Obando. El Taller Eunice Odio: Un Barco Ebrio en la literatura de Costa Rica. En: http://elmasviolentoparaiso.blogspot.com/2008/09/el-taller-de-literatura-como-un-mal.html
[3] Que es parte del Cuentario: “Teoría del caos”. De pronta publicación.
[4] De la correspondencia entre Alexander Obando y Germán Hernández.
[5] De la correspondencia entre Alexander Obando y Germán Hernández.


13/4/12

Alexander Obando y su Obra - El Escritor Puente I

Este es el primero de una serie de artículos dedicados a la obra y vida de Alexánder Obando, poco a poco mediante entregas, esperamos ofrecer una visión general de su obra publicada con apoyo de diversas fuentes más calificadas y testimonios del mismo autor sobre su vida.

¿Por qué dedicar estas entradas a la Obra de Alexánder Obando y su persona? Porque sin duda, es uno de los autores que más ha influido a mi generación tanto a poetas como narradores jóvenes costarricenses, ha sido veleta y aspiración para muchos, porque su obra supone un antes y un después en la narrativa costarricense y porque no es frecuente en nuestro país dedicar un examen extenso, crítico (fuera de lo académico) y digno a nuestros escritores contemporáneos, y una última razón, porque me unen un cariño y amistad inmensos con Alexánder Obando.


1. Primeros Años

Retrato de Alexánder Obando, Oleo sobre lienzo,
 2010, del pintor Cecil Gaspar
 
Arranquemos de una vez por las generalidades, dónde y cuándo nació, en cuál kindergarten estudió y todas esas cosas que nos acreditan como miembros de la sociedad. Alexánder Obando nació en Costa Rica en 1958. Muy pronto, en 1964, su familia emigró a los Estados Unidos de Norte América, ¿la razón?

“problemas económicos. Mi madre había tenido un aserradero (en la época cuando ella y mi padre habían hecho dinero) pero una mujer joven, trabajando en una cosa tradicionalmente masculina, tenía pocas posibilidades. Después de que vendió el depósito abrió una pequeña sodita (Sodita El Carmen) 25 metros al este de la antigua Biblioteca. Clientes de renombre: Manuel de la Cruz González (entonces dueño de la propiedad donde estaba la soda), Ricardo Marchena (mi pediatra) y Julián Marchena, hermano de Ricardo y director de la biblioteca. En 1964 alistamos maletas y nos fuimos a EUA como residentes legales (en esa época era más fácil).

Instalados en Los Ángeles, California, empecé la escuela ese mismo año en la
Hobart Boulevard School, desde primero hasta el quinto año. Luego me trasladaron a Saint Thomas the Apostle School donde hice sexto, sétimo, y un poco el octavo año.”[1]

En 1972, Alexander Obando retorna a Costa Rica e inicia la secundaria, los motivos oficiales:

“aprender bien el español y evitar los colegios infestados de drogas de Los Ángeles. Pero la razón real: mi madre ya tenía planes secretos para que la familia regresara a Costa Rica. Entre 1972 y 1975 estuve itinerante en entre CR y los EUA: de marzo a noviembre en CR y de Diciembre a febrero en EUA. Pero ese arreglo salía muy caro. En 1975 mi madre se vino definitivamente conmigo para Costa Rica. En EUA, se quedaba mi hermano recién casado.”[2]

Si bien la lengua materna de Alexander Obando es el español, fue primero en inglés que aprendió a leer y a escribir, para cuando aprendió a hacerlo en español ya tenía más de siete años de hacerlo en inglés.

Ingresé al colegio en 1972. Ese año el director me condicionó la matrícula a que aprendiera a escribir en español y que me aprendiera de memoria el Himno Nacional. Tenía permiso ese primer año de llevar mis cuadernos en inglés y de hacer algunos exámenes de manera oral. Para segundo ya podía escribir en castellano (aunque mal) y ya todos los exámenes eran por escrito. Debido a que me devolvieron dos años yo era siempre el grandote y más viejo de la clase. Esa diferencia física aunada a una apariencia “no gay”, siempre me salvó del hostigamiento homofóbico en el cole. Fui de los pocos homosexuales que no recibió ningún tipo de hostigamiento (hasta 4to año, pero es ya sería otra historia.

Terminé el cole en 1976 pero no me gradué por mis malas notas en matemática. Dejé el cole y me metí a sacar el bachillerato por madurez en letras. Lo logré en 1978. Al año siguiente ingresé a la UCR con la intención de estudiar Filosofía.).[3]

Sería muy sencillo con lo dicho por Alexander Obando sobre su temprana definición por una preferencia e identidad sexual, determinarlo y encasillar su obra literaria en ella. Quienes lo conocemos desde hace años, sabemos que se ha sacudido del forzado ostracismo que nuestra sociedad impone referente al asunto y por otra parte, en medio de su beligerancia y actitud consecuente sobre la diversidad sexual, este tópico ha sido uno más en la riqueza y densidad de su obra y no un determinante de esta, y en el peor de los casos una etiqueta que otros han querido sugerir con intenciones de parcelarla. Sobre esto último hemos bromeado y disfrutado de su poesía, me decía Álex en cierta ocasión: - ¿Y qué te parecen los poemas homo-eróticos? – me preguntó mientras hacía una lectura de Ángeles para suicidas poco antes de su publicación - ¿Homo-eróticos? – Le pregunté yo – Pues me parecen poemas de amor y despecho que tanto valen para un chico como para una chica.

Pero por otra parte, algo que sí ha sido latente y perturbador a lo largo de la vida de Alexander Obando fueron sus problemas de la vista.

En el 80 mi vista empeoró sensiblemente así me operaron pero no dio resultados positivos. Ese mismo año me fui donde mi hermano a LA donde me quedé dos años (80-82). Las consultas y terapias allá tampoco dieron resultado. Diagnóstico final: senilidad visual por conjunción de cuatro enfermedades oculares: estrabismo convergente, miopía, nistagmos latente y astigmatismo agudo. Calculaban que me iría quedando ciego progresivamente, designio que poco a poco, lamentablemente, se está cumpliendo. Desde ese entonces, a mis 24 años, ya tenía una orden médica estricta que nunca he obedecido: DEJAR DE LEER.[4]


De vuelta a EUA, y luego  a Costa Rica en 1982, son los años de la juventud, de la universidad:

“A retomar mis estudios, pero me pasé a música, luego a teatro, luego filología española y finalmente a inglés. Puntos altos en la U: ¡haber sido alumno de cinco cursos con Joaquín Gutiérrez no tiene precio! (Gutiérrez, Carmen Naranjo y Chase son mis padres literarios en CR. De una forma u otra dejo eso patente en “El más violento paraíso”). Hice cursos en Bellas artes, Música, Filología española y Filosofía. En resumen acumulé suficientes créditos para una buena formación humanista, pero no los suficientes para una carrera en específico. Creo que tengo más de 160 créditos universitarios por ahí.”[5]

Gracias al uso nativo del inglés y tres años de didáctica:

“Viví de ser profesor de inglés con salario equiparable desde 1985 hasta 2008. Mi único problema era que no podía trabajar en lugares donde el título fuese más importante que el desempeño. En 1994, aclimatándome muy bien en Centro Cultural Costarricense-Norteamericano, tiré la toalla y dejé de ir a la U.”[6]

Germán Hernández.

[1] De la correspondencia entre Alexander Obando y Germán Hernández
[2] Idem
[3] Idem
[4] Idem.
[5] Idem.
[6] Idem.