Fotografía de José Díaz y Dominick Proestakis |
Yo,
humilde ignorante, sin doctorados, ni galardones, ni acólitos, tan solo un escritor y crítico
diletante; desde mi experiencia (que es lo único que sé y que tengo) y
deliberadamente lejos de todo intento o esfuerzo por ser objetivo (dado que
dicho don es imposible para el ser humano) pretendo de la manera más honesta
posible ( pues todo alcance es siempre limitado y parcial) referirme a seis
notas, tres de ellas aparecidas en el suplemento Ancora de La Nación el pasado
20 de diciembre de 2015, y otras tres aparecidas en el blog El laberinto del
verdugo del Escritor Jorge Méndez-Limbrick. Todas ellos giran alrededor de la
valoración de la producción literaria en novela y en poesía durante este año
que pasó.
La
primera nota es: Áncora 2015: Arte, corte y
construcción de Doriam Díaz quien introduce el suplemento dominical con el encabezado
“Recuento del quehacer cultural”
y que dice:
“Al filo del año, invitamos a 10 especialistas a confeccionar una
revisión y balance de lo que pasó en teatro, danza, literatura, artes
visuales, música y cine. Sus textos hilvanan hitos, transformaciones, flaquezas
y vacíos.” (aquí
y en adelante todos los subrayados son míos).
La
segunda y tercera nota son: “Poesía en Costa Rica: Un 2015
conservador” de G.A. Chaves y “Literatura: Narrativa en Costa Rica
este 2015: Mil y una historias” de Álvaro Rojas, ambos también del
suplemento Ancora.
La
cuarta, quinta y sexta nota, son las que aparecen en el Blog El laberinto del
Verdugo del escritor Jorge Méndez-Limbrick que son: “Críticos de hoy con bolas de
cristal”
de
Guillermo Fernández y Jorge Méndez-Limbrick, la quinta es de Paúl Benavides titulada: ENLATADO CRÍTICO DE NARRATIVA 2015 y la sexta es de
Méndez-Limbrick NOVELAS COSTARRICENSES DEL AÑO 2015.
Comencemos
con la nota de Fernández y de Méndez-Limbrick, que sentencia al inicio:
“Es
imprudente y riesgoso pretender erigirse en el censor de la producción de
cualquier género literario del país en menos de mil palabras. Pero en
Costa Rica suelen darse estas “iniciativas” que podrían adecuarse al folclor
con el cual se mira el vasto universo de los sucesos. Se trata de una osadía poco realista. ¿Cómo referirse a tantos libros publicados en tan pocas líneas? ¿Qué
clase de don es ese? Es algo que hemos visto en muchos medios
periodísticos, blogs y páginas literarias de Facebook. A su vez, el hecho de
forjar un rating tomando la opinión de buenos lectores tampoco es sobrio. No creemos que exista un solo lector que
haya leído toda la narrativa o poesía y que pueda definir cuál es el mejor
libro. En otros años, quizá cuando el folclor era menos visible, un
solo hombre, desde una tribuna periodística, definía los mejores libros del año
con una autoridad de piedra. Un solo hombre. Inmenso criterio.
El 20 de diciembre del año en curso,
Áncora publicó dos comentarios sobre la producción literaria del país:
“Narrativa en Costa Rica este 2015: Mil y una historias”, de Álvaro Rojas; y
“Poesía en Costa Rica: Un 2015 conservador”, por Gustavo Adolfo Chaves. Ambos
son presentados como “especialistas”, además de otros tantos en otros campos
artísticos.
La
nominación de “especialista” eleva un tribunal infranqueable y nos induce a que
seamos, nosotros los lectores no especialistas del suplemento cultural,
receptores pasivos y resignados de lo que los conocedores han logrado percibir
como los mejores libros, o los peores, o los que no merecen ni siquiera una
mención”
Tienen
razón los autores de la nota respecto: ¿A quién puede determinar el mejor
libro? Afortunadamente ninguno de los dos articulistas mencionados lo hace. Se
les reprocha que los llamen “especialistas”, pero, ¿es que no lo son? En todo
caso la responsabilidad es totalmente de la presentadora del suplemento, me
refiero a Doriam Díaz, es ella quien denomina especialistas a los invitados, no
son estos los que se autoproclaman como tales (aunque lo son). Por cierto, ¿de
dónde habrán sacado Fernández y Méndez-Limbrick esa florida e hiperbólica
definición de “especialista”?
¿De
dónde sacaron Fernández y Méndez-Limbrick que los autores de los artículos
pretenden “erigirse” “censores” de la producción literaria?, (¿Por qué el
malintencionado uso del verbo pronominal?) ¿Qué es lo que censuran? Tan solo
hacen un recuento y un balance de la producción del año, exponen aquello que
mejor expresa sus afinidades, sus gustos, sus valoraciones, es parte de la
crítica literaria donde nunca puede darse por agotada ninguna lectura. ¿Por qué
Fernández y Méndez-Limbrick se victimizan y denominan “receptores pasivos y
resignados”, acaso no replican (por qué pueden y lo hacen) por otros medios su
inconformidad? Eso es un sinsentido. Me parece que Fernández y Méndez-Limbrick
sobrevaloran y acusan a un suplemento dominical de un medio de prensa y a los
colaboradores que en ellos escriben de algo que no son ni pretenden ser. De
verdad hay que ser ingenuo para darle tanta pelota a Ancora y erigirla de
censora y tribunal infranqueable como lo hacen Fernández y Méndez-Limbrick.
También
es verdad que no puede decirse todo de la producción literaria del año en menos
de mil palabras, (¿Cuántas se requieren mis ociosos cuenta palabras?) cosa que
tampoco observo que intenten Chaves o Rojas, pero sí que logran ambos abrir con
sus textos un portal hacia la discusión, el debate, la polémica, a convergencias
y divergencias, lo opuesto sería el silencio, la indiferencia de esos lectores
“receptores pasivos y resignados”, pero no hay nada de eso, hay muchas personas
interviniendo, refutando, avalando o reflexionando, pero nuevamente no creo que
haya nadie tan ingenuo como para creerse que en los artículos mencionados sus
autores pretendieran decir con “autoridad de piedra” la última palabra. Eso en
crítica literaria no existe.
Es
evidente que en el espacio dominical de la Nación tampoco cabe mucho, y menos
cuando lo que se quiere destacar son las fotografías que ilustran las secciones
(en este caso las fotos de las tijeras de José Díaz y Dominick Proestakis que
por cierto me encantaron, son filosas, cortantes, agudas, sugestivas).
Tampoco
son tan graves las omisiones, y no porque
“no merecen ni siquiera una
mención”, por ejemplo Álvaro Rojas cuyo artículo era sobre narrativa no
mencionó nada sobre la narrativa breve, tal vez porque el año pasado apenas se
publicaron cuatro nuevos libros de cuentos “El país de las certezas” de Fabián
Coto Chaves, "Reparticiones" de Diego van der Laat, "Manual para
perderse en la penumbra" de Andrey Sequeira, “La Colina de los niños” del
hijo de mi mamá y una antología; incluso, G.A. Chaves que se esfuerza por
incluir una lista de 44 poemarios publicados (aparece en la versión digital no
en la impresa) omitió "Pleamar de Vejez " de Jorge Marín Guzmán (y
quién sabe cuántos más), pero bueno, nadie va hacer pataletas por eso, al menos
yo no.
Méndez-Limbrick
sí hace pataletas en su otro artículo NOVELAS COSTARRICENSES DEL AÑO 2015 (Refiriéndose al de Álvaro
Rojas) donde afirma:
“Además, también observamos el
ninguneo como es frecuente en Costa Rica no solo por los comentarios de este
señor – que la verdad no poseen
juicio de autoridad como crítica literaria – sino lo que es más grave, que ni señala la obra de nuestro colaborador y
amigo Guillermo Fernández con su novela “Te busco en las tinieblas”
publicada este año por Uruk editores.”
Ojo,
véase que lo “más grave” para Méndez-Limbrick en el artículo de Rojas es que éste
“ni señala la obra de nuestro colaborador y amigo Guillermo Fernández”. Pero
eso no es ninguneo, se me ocurren dos razones para no mencionar la novela de
Fernández, una es que quizá Álvaro Rojas no tuvo oportunidad de leerla y no
quiso mencionarla sin fundamento, o bien, que sí la leyó y no encontró nada
relevante que decir de ella. Ninguneo sería que esa novela de Fernández fuera
todo un suceso editorial en ventas, multipremiada y alabada de forma unánime y
con todo no se le mencione. (Vamos Méndez-Limbrick, ilumínanos y escribe la
gran reseña sobre la novela de tu amigo para que la humanidad comprenda su
valor y lo que es la crítica literaria normal y verdadera, no esperes a que
otro lo haga).
Continúan
Fernández y Méndez-Limbrick:
“Algunos que han suspirado por una
crítica literaria en el país, siempre a favor del crítico y en contra de los
escritores narcisistas y delicados, pueden sentirse satisfechos. Ahora sí hay
quienes definan lo correcto, ahora sí se hieren susceptibilidades y que
aguanten los que no merecen consideración de los respetables investigadores.
Sin embargo, nada más lejano que esa
presunción. Leyendo sin más
compromiso que el exigido por la objetividad, nos topamos con que los comentarios de los críticos están,
lamentablemente, poblados de herméticas afirmaciones, si no personalísimos
puntos de vista que no soportan una ligera discusión.”
La
crítica literaria es sobre textos, no sobre autores. Que hay algunos que se lo
toman como un asunto personal y quieren cortarse las venas o contratar un
sicario cuando alguien expresa que no le gustó un libro suyo es otro asunto.
Tienen razón Fernández y Méndez-Limbrick, nadie suspira por esa crítica
literaria que según ellos definen. Eso sí, empleando sus propias palabras, me
parece “imprudente”, “riesgoso”, “osado” hablar en nombre de la “objetividad”
¿Cuál? ¿Podrían explicar cuál es ese método suyo, imparcial, infalible, exacto,
medible, estadístico, científico, independiente de juicios personales que hacen que sus
sentencias sobre los críticos (Chaves y Rojas) sean objetivas?, “¿qué clase de
don es ese?” ¿Hablar en nombre de la objetividad no te hace “censor” y
“tribunal infranqueable”? ¿No será más bien una “osadía poco realista”?
Pero
bueno, todo el preámbulo anterior que hacen Fernández y Méndez-Limbrick no
tiene otra intención que la de preparar su ataque hacia Gustavo Adolfo Chaves,
se olvidan de Álvaro Rojas (quien ha recibido su indulgencia y magnanimidad “objetiva”)
el verdadero propósito es desautorizar al crítico como persona, no su crítica.
Sigamos
a Fernández y Méndez-Limbrick y recuerden que, según ellos, todo lo que
escriben no son opiniones personales ni juicios de valor, sino sentencias
iluminadas por la “objetividad”:
“Gustavo Adolfo en su artículo nos
indica que este ha sido un año conservador en poesía. Sin embargo, nunca define
para él qué significa que sea “conservador”. ¿Es un término negativo? ¿Cómo
debe ser una poesía no conservadora? ¿Una que no se apoye en la tradición? ¿Y
cuál es esa tradición? ¿La de los nuevos poetas que ya no son tan nuevos?
–algunos de estos también publicaron–.”
En
un sentido general, conservador es exactamente eso, algo que se apoya en la
tradición, que figurativamente viene a ser: “lo mismo de siempre” y eso es lo
que yo interpreto que G. A. Chaves nos dice en su artículo: que la poesía
costarricense en 2015, fue como la del 2014, y 2013, y de ahí para atrás…
¿Positivo o negativo, bueno o malo?, eso depende de la perspectiva de cada
quien, hay gente para todo.
“ Puede decir, mondo y lirondo, que
hay poemas de amor que en él despiertan su “indiferencia” y poemas de sexo que
le provocan “castidad”, otros que “incitan a bailar salsa” y otros que son
“imitaciones ad infinitum del estilo que ha ganado premios y becas”. Ergo, el
año en poesía ha sido conservador. Es decir, de lo anterior se deduce que sea
un año conservador. Y con esas apreciaciones. Pero tampoco establecemos por
ningún lado cómo logra establecer la deducción.”
Efectivamente,
G. A. Chaves es lapidario, a mi modo de entender dice que la poesía en 2015 no
es más que un “déjà-vu”, un lugar común, lo mismo de siempre. ¿Cómo no entender
las reacciones encendidas de algunos y algunas que se sienten aludidos? Pero
innegablemente, eso nos obliga a salir de la confortable autocomplacencia. La
poesía costarricense no ha producido nada memorable en décadas, ni un solo
poemario que yo quisiera llevarme a una isla desierta. (Incluidos mis amigos
poetas). Ya sé que suena grosero, concho, que hiere, que no es diplomático,
pero eso no es requisito tampoco.
¿Qué
de dónde lo deduce Chaves? Se preguntan Fernández y Méndez-Limbrick, pues
muchachos, el señor G.A. Chaves lee, escribe y publica desde hace años, si eso
no le basta a él y a cualquiera para formarse un criterio y sacar sus propias
conclusiones de algo, entonces no sé qué se necesitará. (¿O se estarán
refiriendo al método deductivo de Sherlock Holmes? Por favor, es un artículo de
un suplemento dominical no una tesis de doctorado, eso cualquier lector lo
tiene claro, no pretendan confundirlo).
“De acuerdo con su amplia lectura de
los libros de poesía del año –según parece–, para el crítico que es Gustavo
nadie ha roto los moldes. Pero, ¿cuáles moldes, de qué corriente literaria, con
respecto a la moral o al estilo? ¿De qué habla? ¿Contra qué paradigma se
dirige? No entendemos.”
Yo
les explico, y me extraña que siendo tan “literarios” se vuelvan tan
“literales” que ya no entienden que “romper moldes” es una imagen en sentido
figurado, algo que más o menos significa “romper con lo normal, con la tradición,
con lo consensuado…”, y que reitera lo que según yo es el mensaje central del
artículo de G.A. Chaves y que resumo así: La poesía costarricense en el 2015
fue el mismo lugar común de siempre. No se trata de moral, ni estilos, ni
paradigmas, y menos de corrientes literarias, o modas (a estas alturas hablar
de vanguardias o ismos es un anacronismo). Creo que a un texto no se le puede
obligar a decir algo que no intenta, ni criticarlo por lo que no es.
“…algo está ocurriendo, el análisis
cuidadoso está siendo reemplazado por el aforismo iluminado, por la inspiración
del hierofante, algo que les ocurría a los que leían mucho a Nietzsche y
terminaban en trabalenguas.”
“… El problema es que no expone, no
argumenta ni discute. ¿Cómo se puede discutir con alguien que se expresa con
burlas? Es lamentable que no haya sido eficaz teniendo el espacio para serlo.”
¿Por
qué le reprochan y exigen a G.A. Chaves en un breve artículo de opinión algo
que no es la intención de este, y tampoco el espacio? ¿Cómo va haber espacio
para lo que pretenden en algo como Ancora? A ver, ¿dónde están los extensos y doctos
estudios sobre literatura costarricense de Fernández y Méndez-Limbrick? (Visite
el blog del segundo para qué pueda constatar cuántas entradas dedica a la literatura
costarricense).
Si
el sentido del humor de G.A. Chaves les resulta chocante, pues no se reían,
pero tampoco se lamenten, la burla es hilarante para los espectadores, salvo
cuando son objeto de ella. O es que todavía hoy tenemos que repetir los ya
lejanos versos de Nicanor Parra:
“Durante medio siglo la poesía fue
el paraíso del tonto solemne.
Hasta que vine yo
y me instalé con mi montaña rusa.
Suban, si les parece.
Claro que yo no respondo si bajan
echando sangre por boca y narices.”
O
aquellos de Pablo Neruda:
“Yo
me río,
me sonrío
de
los viejos poetas,
….
siempre
dicen’ yo’ “
a
cada paso
les
sucede algo,
es
siempre “yo”,
por
las calles
sólo
ellos andan
o
la, dulce que aman,
nadie
más,
no
pasan pescadores,
ni
libreros,
no
pasan albañiles,
nadie
se cae
de
un andamio,
nadie
sufre,
nadie
ama,
sólo
mi pobre hermano,
el
poeta,
a
él le pasan
todas
las cosas”
Ya
es hora que bajen de su torre de marfil.
Creo
que la intención de G.A. Chaves en su artículo es sencillamente mortificar,
provocar, darnos un socollón a todos para que nos dejemos de juicios de valor
indulgentes, un bofetón, sí, para los poetas, “para que no nos atrasen”.
Pero
Fernández y Méndez-Limbrick son muy solemnes, no les gusta la mofa, (aunque a ratos
se pongan “mofosos” también, que no tiene nada de malo y es más divertido) sin
embargo:
“Pues la mofa en sí misma no es una
forma de convencimiento, sino la señal de una
actitud donde prevalece la ostentación, la petulancia o, peor aún, la
prepotencia. En una barra de bar uno podría indicar que la fruta es un
referente anodino para un poema erótico, pero en un suplemento cultural, la
exigencia sería que el crítico rompa el molde de ese escenario y nos lleve por
los caminos de su mente diáfana, no de la chota cantinesca.”
Puede
ser que Fernandez y Méndez-Limbrick tengan razón, lo malo aquí es que ya no se
están refiriendo al texto, se meten hacer crítica de la actitud y personalidad
del crítico, lo llaman ostentoso, petulante, prepotente. Insisto, lo que menos
me interesa saber de un buen o mal texto es si el autor también lo es, reitero,
cuando hacemos crítica literaria nos interesan los textos, no si sus autores
van a misa o les gusta el futbol, si son simpáticos o pedantes.
Yo
por ejemplo puedo decir muchas cosas sobre la personalidad de Guillermo Fernández,
de Jorge Méndez-Limbrick y de G.A Chaves.
De
Guillermo puedo decir que es un hombre generoso, me consta su beligerancia de
muchos años en la promoción de nuevos poetas. Recuerdo que al inicio de nuestra
locura que es todavía la “Convocatoria permanente de narrativa”, él fue de los primeros en
colaborar y no con un cuento, sino con una antología de sus textos breves, algo
que publicamos con regocijo, y que encantado invito a visitar en: En el zoológico – Guillermo
Fernández. La única oportunidad en que he
podido platicar frente a frente con él fue durante la presentación de su novela
“Ojos de muertos”, en que casi me trapeó por haberla comprado, y de buenas a
primeras me dijo: “yo te la hubiera regalado”, incluso, hasta me pidió que le
contactara para asuntos laborales y hasta me recomendó cierto remedio para mi convalecencia
de una recaída de salud que recién había pasado, todo en un breve intercambio,
algo que recuerdo con aprecio.
De
Jorge Méndez-Limbrick, igual, una única vez nos vimos personalmente, de él
puedo decir que es un hombre encantador, un maravilloso conversador, vehemente
y apasionado; nos dimos una cafeteada inolvidable en los altos de Periféricos
de la Gran Vía al lado de otra encantadora persona y valioso artista: Faustino
Desinach.
Y de
G.A. Chaves, pues un amigo entrañable, cómo no agradecer toda su gentileza en
prestarnos tanto tiempo una salita en Libros Dulouz para el taller de narrativa
309, o su agudeza e inestimable lectura de mis textos, de la que tanto he
aprendido y tanto ha enriquecido mi trabajo, mi deuda con él es enorme.
En
fin, que sobre los autores de los artículos aludidos solo cosas buenas tengo
que decir, como cualquier ser humano tendrán sus lunares, pero bueno, en mi
caso nada tengo que reprochar; por otro lado, para efectos de lo que venimos
escribiendo, y de lo que interesa al lector, esto no es relevante, y nada tiene
que ver con que nos hagamos pedazos en disputas literarias y la clase de
personas (buenas o malas) que seamos. Eso no se vale para descalificar una
crítica.
Aunque
para G.A. Chaves, el saldo anual es conservador, no omite decir “con todo,
siempre hay recompensas” y a partir de ahí destaca algunas como: Ser un tercero, de Esteban Alonso
Ramírez (EUNED), Detener la historia
(Espiral) de Alejandra Solórzano, Sentimos
una cosa en un momento de Juan Hernández (edición del autor), Ganamos el partido, de Mario Zúñiga
(Germinal) El señor Pound, de Juan
Carlos Olivas (EUNED). Bartender, de
Paola Valverde (Perro Azul), la poesía reunida de Carlos Cortés, de Mauricio
Molina y de Alfredo Trejos quien además publicó Crooner (EUNED) y la obra póstuma de Felipe Granados. Diez obras de
cuarenta y pico, nada mal diría yo; en esas obras que G.A. Chaves subraya, es
que concluye:
“En definitiva, están pasando cosas.
Lo que faltó este año es lo que ha faltado siempre", pero ya finalmente se
vislumbra.”
Una
conclusión con la que podemos coincidir o no, que podemos refutar o ampliar, aunque
no logro asociar esto con ninguna “bola de cristal”, creo que lo que G.A.
Chaves vislumbra surge precisamente de las obras y autores que menciona.
Desafortunadamente, Fernández y Limbrick, prefieren despotricar contra todo
juicio de G.A. Chaves, pues evidentemente no les gusta su estilo laudatorio o
lo opuesto. Su tarea consiste en desautorizar sin más a G.A. Chaves. Por
ejemplo dicen:
“Advierte Gustavo Adolfo, finalmente
(porque ya nos salió la crítica de la crítica más larga que esta misma), nos
reserva una mención “curiosa” sobre el libro “Crooner” del autor Alfredo
Trejos. Su mención es la siguiente: “Trejos no es que sea predecible, es que es
confiable. Uno va a él como quien va a la cantina del barrio: por ʻlo de
siempreʼ.” Como si no bastaran los juegos de palabras que encontramos ya
arbitrarios para definir lo que se publicó en poesía en 2015, ahora nos exige
Gustavo que nos imaginemos que se va al libro del poeta como se va a la cantina
del barrio a pedir el mismo trago. Una comparación que bien pudo haberse
quedado –de nuevo insistimos– en dicha cantina. Pues no todos los chistes de
cantina sirven para hacer crítica literaria, salvo que la chistosidad haya
logrado ser hoy día otra cosa.”
Ni
modo, si no te gusta la chistosidad, no te gusta. A mí lo que no me gustan son
los símiles, pero creo que el lector queda advertido respecto de la poesía de
Alfredo Trejos en opinión de G.A. Chaves, habrá que comprobarlo o no leyendo a
Trejos, pero para llegar ahí, habría que hacer referencia al objeto de la
crítica, cosa que Fernández y Méndez-Limbrick no hacen. Dadas así las cosas, me
muero por saber de ellos: ¿Qué vislumbran en la poesía costarricense, cuál es
su balance en el año que recién pasó, qué destacan, qué tendencias o
innovaciones señalan, a qué obras o autores sugieren que pongamos atención,
pues hasta ahora, quienes alzan su voz bajo la luz de la objetividad nos lo han
quedado debiendo. ¡Muéstrennos cómo es una crítica literaria normal y verdadera
escribiendo una!
A
manera de coda.
En
el mismo blog de Méndez-Limbrick aparece otro artículo firmado por Paúl
Benavides en referencia al de Álvaro Rojas, es un artículo cortado con la misma
tijera que el de Méndez-Limbrick y Fernández: Hay que desautorizar al crítico.
Dice:
“Es importante discutir sus
aseveraciones por cuanto intenta presentarse su comentario como un grupo de
criterios de autoridad.
Un solo comentador seleccionado por
Áncora se enfrenta a todas las novelas publicadas en el 2015, que no fueron
pocas, y elige la “mejor”, en tan solo mil doscientas veintidós palabras.”
Esta
acusación es tendenciosa, no veo por ninguna parte que esa sea la intención de Álvaro
Rojas, la misma fórmula de Fernández y Méndez-Limbrick: afirmar algo sobre
alguien y luego acusarle sobre esa afirmación, vaya formulita truculenta.
¿Y
qué es esa majadería de contar palabras? (Lo mismo hacen Fernández y Méndez-Limbrick)
Pero
Benavides no se detiene en despotricar y desautorizar todo cuando Rojas diga,
le pide respuestas que su artículo tampoco pretende responder (ya estoy
entendiendo lo de receptor pasivo y resignado, ¿El que espera que le expliquen
todo?) Y para muestra un botón, leamos los juicios de Benavides:
“Una nota de párrafos que parecen
hilados a la fuerza es lo que nos ha parecido este comentario de Álvaro Rojas”
“La falta de información de la que
hace gala, las generalizaciones burdas sin estadísticas a mano, las reprimendas
que lanza contra el mundillo literario y el ambiente pueblerino, y el recuento
colegial de las obras seleccionadas, sin más análisis”
“Las notas enlatadas en este caso
revelan que el comentario falló en la lectura de las obras publicadas en el
2015. Que no hizo más que un resumen de algunas novelas.”
“Cualquiera puede confirmar aquí un
alto grado de dubitación del crítico, de temblor por firmar una nota que no le
cuajó y que ha aceptado escribir de manera torpe y despreocupada.”
“Álvaro Rojas solo nos confunde y nos
extravía en sus deliberaciones. Es tan vacilante que no puede dejar nada claro,
salvo que ahora ya él no es el crítico, pues todo lo deja al tiempo.”
Lo que sabemos es que Álvaro Rojas
debió haberse abstenido de analizar el panorama narrativo del año (por lo menos
en novelas, porque en cuento no hace ninguna alusión), porque obviamente no
estaba a la altura de dicha tarea.”
Pero
claro, el único confundido y extraviado es Paúl Benavides, igual de Fernández y Méndez-Limbrick se equivocan de
función, piensan que van a una defensa de Tesis Doctoral y olvidan que están
leyendo un suplemento dominical (bastante venido a menos como Áncora)
por eso sus reproches son tan gratuitos y malintencionados.
El
primero de Octubre de 2015, Paúl Benavides comentó en el muro de Facebook de
Alfonso Chase (en alusión no explícita a mis comentarios en Facebook) donde
define más o menos los atestados que según él deben tener los críticos para
hacer crítica literaria:
“Uno espera que escriban reseñas o
comentarios sobre textos poéticos o novelísticos, críticos literarios
especializados - con cinco o ocho años de literatura o de filología.- con publicaciones
en revistas especializadas universitarias, dentro y fuera del país, con libros
sobre crítica, con ponencias, con referencias de otros autores o especialistas,
con investigaciones científicas. Es preciso salir del comentario impresionista,
con palabras como "inquietante", "provocador", o
"farandulismo", "chimazón" "joyita" etc. Este
tipo de expresiones que las hace quien oficia de "crítico literario"
no revela más que el nivel que deberá superar la literatura nacional para
transitar hacia esfuerzos más serios, sistemáticos, científicos de análisis de
los textos literarios.”
En
otras palabras: Ante esa arrogante pretensión científica positivista seamos
todos “lectores pasivos y resignados”, no se atreva a sentir, ni opinar, la
crítica del arte y la literatura es ciencia, usted no tiene los atestados ni
para hacerlo en Facebook. “¡Mirala!” dice el poeta Aquileo Echeverría.
Tal
parece que dicho criterio es compartido por Méndez-Limbrick quien por su cuenta
en su blog despotrica contra Álvaro Rojas pero advirtiéndonos antes que:
“Una mala crítica es aquella que
revela un canto o un panegírico a amigos o conocidos y súmele también aquello
del ninguneo. Además, de la forma
frívola que se desprende del texto debemos de investigar quién es el autor .
Lo anterior es importante porque es una forma de delimitar un juicio de
autoridad. Si la persona no posee los
atestados literarios, ni académicos para realizar afirmaciones tajantes me
parece entonces, que sus comentarios debemos de leerlos con cierta reserva.”
¿Acaso
estos autores que deploran a todo crítico y le exigen tales credenciales no
deberían exhibirlas también? ¿Acaso estos autores que deploran las
publicaciones en línea, no las emplean también? ¿Por qué no mejor reconocemos
la horizontalidad de la crítica, que todo lector o lectora puede exponer con
igual valor y dignidad sus criterios sobre la literatura en general o un texto
en particular, para bien o para mal, nos guste o no nos guste, pero eso sí, sin
la censura y la condena, sino con el contrargumento o la convergencia?
Pero
nada de eso, Méndez-Limbrick, igual que Benavides no hacen nada más que
descalificar al crítico, (y hasta sus fuentes) de manera que cualquier cosa que
el crítico quiera decir quedará anulada, (otro recurso truculento):
“Un comentario que se inicia
señalando las publicaciones en “grandes” editoriales (no por ello buenas o de
buen control de calidad literaria) ya denota lo “amateur” y bisoño de quien
escribe. ¿Por qué razón de lo anterior? Porque, da por un hecho, como una
verdad meridiana que publicar en una “gran” editorial es sinónimo de calidad,
algo que está muy lejos de la verdad. Basta
ver solo los títulos de algunas “grandes” editoriales como Planeta: basura.
E igual su poco profesionalismo
se denota en señalar premios de autores para “justificar” la presunta calidad
de una obra literaria. Es decir, ya desde un principio se está confundiendo:
publicación con editoriales y premios.
De si existe material para hacer
estudios por la gran cantidad de obras publicadas es otro comentario poco feliz
porque, no todo lo publicable debe de
ser aceptado para una buena crítica literaria. Peor aún, señalar al
“estilo” de x o z profesor universitario como modelo de crítico denota cierto
compadrazgo.
Pero, desde luego que la persona está
en su derecho de hacer tales afirmaciones a ultranza. Pero, yo también tengo la obligación de señalar que este señor o
autor de referencia fue un profesor de marcada orientación política con una
visión de gran sesgo literariamente hablando por lo que no me convence lo dicho
por el comentarista de Ancora.
Pero, aún van más allá los temerarios
comentarios en Ancora y se señala la “inteligencia” de este profesor
universitario. Es evidente que lo
amateur no se le puede quitar de la cabeza – a este señor - cada vez que tecleó
e hizo la reseña literaria para el suplemento de Ancora.
Mi abuela, tenía un refrán que
supongo lo decía de sus mayores, y que yo siempre me recuerdo: el papel aguanta
TODO lo que le pongan o le escriban. Hoy sería el papel y la Internet aguantan
todo lo que le pongan.
Cualquier persona puede escribir lo
que le venga en gana pero, existe un peligro: esa “democratización” nos ha llevado que cualquiera, pero cualquier
persona puede escribir lo que le venga en gana con ribetes de autoridad, una
autoridad asolapada, una autoridad larvada: en este caso escribir en Ancora un
artículo de alguna manera, la persona forma “criterio”.
Una persona
que no posee ninguna carrera ni como escritor, ni como académico, ni como
crítico es un peligro para la comunidad literaria costarricense. Pero, acá hay que exculpar a la persona de los comentarios
porque al final, es el periódico el responsable de contratarlo.”
Méndez-Limbrick
resume:
“Un artículo
como el anterior publicado en Ancora, es un artículo poco profesional, con un error de sesgo y que es evidente privilegia en
comentarios a algunas obras y margina a otras sin explicar el por qué.
Es lamentable que se hagan este tipo
de artículos, la verdad que cuando una persona se sienta ante su computadora
para “hacer” crítica literaria si va a ningunear a algunos y van a proliferar
los calificativos positivos a otros sin justificarlos con seriedad y
profundidad mejor que no haga el
artículo.”
No
tengo nada que comentar, creo que las notas de Méndez-Limbrick hablan por sí
solas de sus intenciones y sus dogmas; en palabras de Méndez-Limbrick: “los
comentarios de los críticos están, lamentablemente, poblados de herméticas
afirmaciones, si no personalísimos puntos de vista que no soportan una ligera
discusión.”
Entonces,
¿quiénes son los que se erigen de censores y tribunal infranqueable?
Con
todos los recursos disponibles hoy y con todas las facilidades de interactuar
mediante las nuevas tecnologías de comunicación las posibilidades de hacer
crítica literaria se vuelven infinitas de una manera colectiva y dialógica, eso
sin duda es algo transformador, y no hay que temer por sus resultados, todos y
todas podemos concurrir en ese desafío. Por lo contrario, qué horror me produce
imaginar una crítica literaria sólo para científicos, consensuada y normal.
Prefiero
pensar como Tito Monterroso: “en literatura no hay nada escrito”. El territorio
de la página en blanco está servido para todos y todas.
Germán
Hernández