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Debo aclararme algunos puntos para ver si así logro
explicarme mejor relativo al asunto de las naciones autóctonas o pueblos
originarios. El tema es sensible, y tiene que ver con la identidad y la alteridad.
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Yo me llamo Germán Hernández, soy costarricense por
nacimiento, de padre nicaragüense y madre costarricense. Toda mi vida la he
vivido dentro de lo que se conoce política y administrativamente como República
de Costa Rica, específicamente en lo que se denomina Gran Área Metropolitana.
Soy depositario de una lengua, de unos valores y visiones de mundo que me han
servido para integrarme y pertenecer más o menos a un colectivo de personas.
Pero dentro de los límites territoriales de esa República de Costa Rica,
conviven de manera heterogénea diversidad de personas con subjetividades,
identidades, valores y visiones de mundo. Esa convivencia está llena
de puentes que les permiten comunicarse, y relacionarse, pero también está
lleno de tensiones y contradicciones que pueden generar recelos y hasta
confrontaciones.
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Antes de que existiera la República de Costa Rica, ya había
personas y naciones viviendo por siglos en el territorio que hoy ocupa. Estas
naciones que todavía persisten y resisten, son poseedoras de lenguas, valores y
visiones de mundo, incluso son portadoras de genotipos que las diferencian
claramente entre sí. Un cabécar no es un bribri, un malecu no es gnobe, cada
una de estas y otras naciones posee sus propias identidades y reconocen lo que
tienen en común con los otros y también su alteridad.
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Para quienes pertenecemos a la generalidad hegemónica, es
decir, que somos portadores de la lengua, los valores y la visión de mundo
dominante dentro del territorio que ocupa la República de Costa Rica, las otras
naciones no existen como tales, para nombrarlas, sencillamente las llamamos “indios”, la cual tiene una fuerte connotación
racista, o bien, para suavizarlo, los denominamos “indígenas”, palabra muy
cómoda para reducir a todas esas naciones de las que ignoramos todo, en un
mismo saco.
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Mi amigo y gran escritor Adriano Corrales me advierte sobre
el significado de la palabra “indígena”, me escribe: “Indígena proviene del latín (inde: “de ese lugar”; gen (población,
gente), por tanto es un habitante originario, autóctono; no tiene ninguna
relación con la India. Por ende, en Costa Rica sí hay pueblos (poblaciones)
indígenas. Indio, que seguramente se confunde, es (significa) sí, “de la India”.
Lleva Adriano toda la razón, y por extensión, todos y todas somos indígenas de
alguna parte. Lo curioso es que el uso de la palabra indígena se reserva para
ciertos grupos, pero se excluye para otros. Veamos, nadie dice: “Soy un
indígena de París”, o “soy un indígena de Paso Ancho”. No, existe un sesgo
desde los grupos hegemónicos que reservamos la palabra indígena para los
pueblos y naciones autóctonas y profundas, es un sesgo sutil, que ni define a
las naciones originarias, y de las que nos autoexcluimos a conveniencia, pues
inevitablemente, todos y todas somos indígenas de algún lugar.
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Me han dicho “indio” muchas veces, seguramente mi
constitución genotípica hace pensar a algunas personas que seguramente
pertenezco a alguna nación autóctona. Recuerdo a una de mis profesoras de
estudios generales en la UNA que me preguntó si yo pertenecía a alguna reserva
indígena, yo no la contradije y ella se pasó todo el semestre repitiendo lo
orgullosa que se sentía de tener un “indio” en sus clases. Recuerdo que otra
vez a una señora, creo que inglesa por su acento, se me acercó en el aeropuerto
y me preguntó que, si yo pertenecía a una tribu indígena, le dije que sí, y
ella no se aguantó las ganas de sacarse un selfi conmigo a lo que accedí
encantado. Recuerdo también que una amiga hondureña me decía que yo era
igualito al guerrero Lempira que aparece en el billete un Lempira en Honduras,
eso me halagó. Recuerdo que en mis veintes tuve una novia que adoraba y que me
dijo que yo le gustaba porque parecía un “indio americano" refiriéndose a las naciones en lo que hoy entendemos como USA, aclaro que ese es el
piropo más maravilloso que me han dicho, pues me cuesta imaginar que me parezco
a esos guerreros ya míticos y exquisitos. En fin, mucha gente me ve como un “indio”
o un “indígena”. Debo aclarar que no soy indio, y si soy indígena, lo soy de Paso
Ancho, pero no pertenezco a ninguna de las naciones autóctonas, ignoro sus
costumbres, subjetividades, visiones de mundo, ignoro sus lenguas, y sus religiones,
con profundo respeto les admiro, pero no soy uno de ellos, tan solo soy un
ladino, un mestizo, cuyos genes están irrigados con la sangre de muchas
naciones.
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Goyaalé |
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El asunto aquí es que quienes lo suscriben tratan de
explicar que el término indio es inapropiado por sus estigmatizaciones, y
tienen razón. Pero para nada se atreven a decir “racismo”, y sugieren la
palabra “indígena” que igualmente está cargada de las mismas estigmatizaciones
y racismo. Lo cierto es que es un artículo escrito por quienes ni son, ni se
sienten ni “indios”, ni “indígenas” y que desde luego no son ni miembros de las
naciones autóctonas, ni de los pueblos profundos de lo que hoy llamamos
América. El artículo no hace más que resguardar la corrección lingüística, desde
un único punto de vista: los no indígenas, los no indios, pero para nada se
preocupa por la alteridad y el parecer de las naciones autóctonas a las cuales
ni siquiera se les toma el parecer. Eso es un sesgo más: La opinión de quienes
ni son ni se sienten “indios” ni “indígenas” pero sí autorizados para definir
quienes sí lo son.
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Mi buen amigo y uno de los mayores juristas costarricenses Roberto
Zamora, me señala que indio, hindú e indígena son conceptos distintos, y claro
que lo son, indio es el natural de una nación llamada India, hindú es el quién
practica la religión hinduista y finalmente indígena es quien es nativo de un
territorio, y como ya explicamos, todos y todas somos nativos de alguna parte.
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Yo en lo particular me siento costarricense, y no quisiera
que me confundan con un puertorriqueño, no porque exista nada de malo en ello,
pero los puertorriqueños son una nación y yo pertenezco a otra, con la fortuna
de que puertorriqueños y costarricenses comparten muchas cosas en común y eso
nos permite comunicarnos, entendernos y hasta transculturarnos. Pero yo soy
costarricense, no puertorriqueño, ni mexicano, ni argentino. Yo creo que un Bribri
no es un Cabécar, que un Térraba no es un Gnobe, que cada una de estas naciones
tiene su propia identidad y que la palabra “indígena” es incapaz de contenerlos
y definirlos.
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Voy terminando, indígenas somos todos y todas de alguna
parte. El término es tan genérico y amplio, que no define nada. Que cuando me
refiero a las naciones autóctonas, lo hago con humildad y respeto, ya ellos y ellas
estaban aquí mucho antes de que algo llamado Costa Rica existiera, que sus
luchas y resistencia las apoyo, y lamento lo que ladinos y mestizos como yo
hacemos contra ellos, que siento vergüenza de las autoridades costarricense que
son incapaces de resolver los históricos conflictos y afrentas contra los pueblos
y naciones autóctonas, que no comprendemos su relación con la tierra, ni sus visiones
del mundo, que no hablamos sus lenguas ni respetamos sus dioses, me avergüenza que
existan quienes creen que deberían vivir y pensar y consumir como lo hacemos
los ladinos, me avergüenzan todas las estigmatizaciones y prejuicios que sobre
quienes son y sienten diferente sean evaluadas y juzgadas por nosotros sin
comprender su alteridad, que son diferentes.
Un mundo hegemónico que solo sabe hablar de los valores del
mercado, donde no hay lugar para la alteridad, anuncia su definitivo fracaso.
Quisiera que llegara pronto.
Germán Hernández.