Relatos de supermercado
Estoy en el cielo
raso del edificio, lleno perling y zinc, viendo el gran gentío que compra las mercancías
de la quincena. Desde uno de esos perlings que sostienen la estructura, miro ir y venir los pensamientos de la gente entre una
botella de Coca Cola, un yogurt y una o dos manos que cogen los respectivos
productos.
Dos chavalos
jóvenes de un barrio marginal, con puñal en la media del zapato, no llevan
mayor cosa que unos cuantos abarrotes a la mujer que los esperaba en la casa.
Volviendo a
ver en otra dirección había un hombre de piel trigueña y desaliñado, planeando un
asalto en los siguientes días con la ayuda de dos tipejos más de la pandilla de
la Quince.
Más allá,
esas mujeres habladoras, una de ellas, guapa con accesorios de moda y
torneaditas piernas. Y ahí van unos
chicos de la escuela de San Patrick corriendo por los pasillos, de cuando en
vez botan sin querer algún alimento de los estantes. Hay dos señoritas en la sección de comida de
mascotas, trabajan de noche en un bar de la ciudad con una blusita y pantys
negros a rayas.
Con pánico
me pasé de perling y me ubiqué al lado norte del establecimiento. No recordé en
realidad, cómo putas desemboqué entre estos
fierros fríos. No sé, pero ningún guarda o la demás gente se ha dado
cuenta de mi atrevimiento, de seguro ha de ser porque estoy tan alto… Me entró sed, me muero por un jugo, pero está
muy lejos.
No sé como
bajar de aquí, pero no quiero gritar auxilio y causar un escándalo y pasar vergüenza. Y entre tantos pensamientos
de la gente, me cuesta diluir alguno, no me explico como es que en medio de
familias decentes, se esconde la maldad y la escoria, es que lo puedo oler y hasta sentir… gente con
tornillos sueltos, otros que de seguro morirán en un accidente o
puñalada. Estoy cansada y mi vida cuelga de un hilo y
para peor, no sabía si estaba imaginando todo este puñado de estupideces.
Cuando me
paso de viga pierdo el equilibrio, -¡Dios mío!, por más que hago a agarrarme,
caigo al vacío, Un horrible chillido me siguió y los recuerdos de mi vida
me corrieron brevemente, como todo un puto
cliché.
Cuando iba a
dar de bruces contra el pavimento y despedazarme en piezas inciertas y bizarras,
noté que me volví a levantar donde estaba, en las vigas. Quería ver si había sido el brazo de una grúa que me había
recogido justo a tiempo.
Pero no fue
esto. ¡Mierda!, ¿Qué pasó? - Ciertamente
que no lo sé, solo sé que de repente, atravesé la pared.
Jill Barquero (Jilthy de Jesús Barquero
Vindas) nace en Dic 1973. Fue premio de poesía Liceo Anastasio Alfaro en 1990
donde concluye el bachillerato al año siguiente. Es bachiller en Informática y miembro
de la Cadena de Artesanos de Curridabat, ha realizado estudios de acabado de
muebles, de dibujo y pintura.
Fue miembro del taller conducido por Dlia
Mcdonald y actualmente es miembro del “Taller sin Nombre”. Algunas de sus
publicaciones han aparecido en el periódico Ecos de la Carpintera de Tres Ríos.
Conduce dos blogs Los árboles sueñan de
pie y Merodeando.
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me gusto la primera vez y esta mas +1...
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