31/10/15

Rodrigo Soto se refiere a "La colina de los niños"



Bajo el acecho de lo inesperado

“Hay otros mundos pero están en éste”, sentenciaba el poeta Paul Eluard. De eso, precisamente, tratan los cuentos de este, el segundo libro de cuentos del narrador costarricense Germán Hernández (San José, 1974). Por la ocurrencia de lo inesperado, la vida ordinaria nos devuelve su carácter misterioso y profundo. Una de las muchas formas legítimas de entender la poesía, es precisamente esa: la revelación de lo insondable que acecha en lo cotidiano y más humilde.

En estos cuentos, personajes perfectamente reconocibles de nuestro entorno social se confrontan con lo inesperado  y, de ese modo, se transportan –y a los lectores con ellos–, a una dimensión de la existencia que, por su intensidad, solo podemos llamar “poética”.  Pero, atención: lo inesperado, en estos cuentos, no tiene relación con lo fantástico, es decir, con otra dimensión que trastoque o subvierta lo que habitualmente consideramos “real”. Lo inesperado ocurre por lo fortuito, aunque también puede incorporar lo onírico. ¿Acaso alguien negará que soñamos, o que los sueños hacen parte de nuestra existencia?

Rodrigo Soto
Es cierto que, como en la mayoría de los libros de relatos, los que aquí reúne el autor tienen características diversas y difícilmente pueden valorarse de la misma forma. Los mejores –los que ponen el listón más alto—son precisamente los que reúnen las características que venimos de reseñar. Otros resultan más bien estudios de personajes, retratos en donde predomina el análisis sociológico (o social), mientras que en algunos más asoma la ironía o la deformación caricaturesca, pero en cualquier caso, prevalece un deslumbrado asombro por la condición humana y sus rarezas. Por último, en otros relatos se impone el afán lúdico, a veces por la apropiación irreverente de referencias, personajes o hechos de la tradición literaria.

Pero en todos los cuentos del volumen se advierte un esmerado cuidado de lo formal, tanto en el dibujo de los personajes, como en el manejo de las estructuras narrativas y, sobre todo, en el trabajo de las palabras, el ritmo y el fraseo. Otro rasgo común a todos los relatos es la deliberada omisión de los nombres  propios de los personajes. Este “anonimato”, sin embargo, dista de restarle singuaridad y precisión al dibujo de los personajes, al que ya hicimos referencia.

Germán Hernández confirma con este volumen que hace parte del nutrido contingente de voces  que, desde hace algunos años, renueva y enriquece la literatura centroamericana de inicios del siglo XXI.

Rodrigo Soto.





  

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