Querido poeta, (lo
digo en sentido amplio, no importa si eres narrador, dramaturgo, poeta o
ensayista) dedico a vos estos consejos para que no te pase lo que a un amigo,
que no vale la pena mentar aquí, tal vez algo de provecho encuentres en ellos.
¿Te has preguntado por qué escribes? Yo mismo no sé responder
a esa pregunta, te puedo decir que en mi caso es algo vital, que sale de mis
entrañas, que no puedo imaginar mi vida sin literatura, sin leer, sin escribir
componiendo y retocando viejos y nuevos proyectos literarios. Solo eso. Tal
vez, debo reconocer en el fondo (algo oculto) que es una vocación sin
propósito. Yo no creo que la literatura me haga mejor persona, no le encuentro
la menor utilidad práctica fuera del infinito gozo que me genera, que paradójicamente
va desde de la más refrescante dicha hasta la más desgarradora angustia.
¿Y de qué escribimos? De las cosas que nos importan, que nos
conmueven, que nos preocupan y nos ocupan, de aquello que creemos relevante y
quizás a otro u otra le importen. Al final, todo lo que escribimos es como el
mensaje de un náufrago en una botella, el viaje que habrá de transcurrir será errático
en el tiempo y el espacio hasta llegar a alguien que se sienta remitente de ese
mensaje, o ni eso, y esa botella mal sellada se llenará de agua, y se hundirá
hasta el fondo de un océano de indiferencia. Que es lo más probable y no
importa.
Pero no pienses que no he tenido mis delirios y ensoñaciones,
que ese mensaje en la botella encuentra su playa, no desierta, sino populosa y
llena de náufragos que sienten que ese mensaje era para ellos, pero eso ya no
depende de mí, sino de mareas y corrientes que no controlo. Tampoco importa.
Alguna vez pensé, cuando empezaba a escribir, que lo que
estaba haciendo renovaría las letras y la lengua entera, que los académicos y
estudiosos escrutarían mi obra y escribirán grandes tratados sobre ella. Pensé
que se traduciría en innumerables lenguas, que llegaría a todas las
generaciones posteriores, incluso creí que serviría para mucho más y que
cambiaría vidas… Pero hoy sé que nada de eso ocurrirá, y tampoco me importa. La
literatura me ha hecho dichoso, y soy yo quien le debe a ella.
Entonces, ¿de qué escribir? De lo que te plazca, pero olvídate
de lo accesorio, a nadie le importa que te dejó tu novia, a nadie le importa
que sufres, a nadie le importa quienes son tus cantantes, poetas y películas
favoritas, por favor, deja de ser el gran protagonista de tu obra si realmente quieres que alguien se apropie de ella.
¿Quieres salvar al mundo? Entonces trabaja en alguna Ong,
pero a la literatura trátala con respeto y ámala y gózala por lo que es: arte. No pretendas que sea un instrumento para hacer proselitismo, no la emputezcas.
Pero sobre todas las cosas, date cuenta que no tienes nada
que decir, no existe nada de especial ni original en lo que escribes, todo lo
que se te ocurre ya lo dijo o lo escribió alguien (y de mejor manera); el
patético soliloquio cartesiano de que eres tú y tu circunstancia hoy suena como
sacado de un libro de autoayuda, y hoy existen mil maneras más prácticas y eficaces
de decir y comunicar las cosas que un poema, un cuento o una novela.
Teniendo todo esto claro, escribe, con absoluta devoción y
compromiso, sin importar a quién, a dónde o cuándo llegue.
¿Ha leído algo recientemente que lo haya impulsado a escribir esta nota? Saludos.
ResponderEliminarNada en particular.
Eliminar¿Tiene estudios sobre poesía?
Eliminar¿Quién sos?
EliminarUn simple lector que se ha interesado por la crítica de poesía que hay en este blog. Ahora bien, como crítica de la crítica considero que se puede hacer crítica sin mencionar palabras como "patético". ¿Sabe que una crítica negativa podría destrozar el panorama de un futuro Neruda? En este país, debe haber algo bueno en poesía aún sin publicar, y autores estudiados que podrían dar la cara por el país en el exterior. Como consejo: a un buen poeta, hay que ensalzarlo (porque son escasos).
EliminarNo tengo interés en ser indulgente con nadie. Menos con hipotéticos Nerudas. Tampoco me interesa platicar con alguien que no se identifica.
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