* Este texto corresponde a nuestra intervención durante
la presentación del libro “Antierótica feroz” el pasado 16 de mayo de 2013 en
la Alianza Francesa.
En 1999, Laura Fuentes debuta con un poemario juvenil e
intenso “Penumbra de la paloma” (MCJD) y del que Guillermo Fernández dijo en su
momento: “sus paisajes no quieren regalarnos complacencia sino un profundo
vértigo como al que llega el vidente maleficiado” algo que todavía hoy tenemos
que tener en cuenta. Siete años más tarde, en el 2006 vuelve a debutar, está
vez en narrativa, con su libro de relatos “Cementerio de Cucarachas” (EUCR),
donde a mi gusto, es donde mejor comenzamos a beber de la fuente torrentosa del
mundo ficcional de Laura.
Siete años más tarde, otra vez, y a lo mejor es algo a tener
en cuenta para quienes gustan de las cábalas, Laura nos ofrece su tercera obra
impresa, Antierótica Feroz, (Club de Libros) que emerge como el aullido
ancestral del ADN, recordándo nuestra fraternidad con la ameba, el elefante y
la lagartija.
Estas Antiéroticas, son un largo proyecto gestado hace mucho,
ya en “Cementerio de Cucarachas” nos encontramos con tres antieróticas, que no
se encuentran en este texto, pero valen de precedente, y en el 2009 tenemos una
primicia de lo que será este libro, cuando tres de ellas, la “Antierótica X”, “Antierótica
XIV” y la “Antierótica XXI” son recogidas en la inestimable antología del nuevo
cuento costarricense (ECR) recogida por Juan Murillo y Guillermo Barquero.
La versión final que tenemos ahora, ese prolongado proceso de
germinación, que no culmina con la cristalización de los textos, sino que
continúa con su proceso de reelaboración, corrección, y puesta al día. Laura no
se ha precipitado a presentarnos los primeros arranques de un trabajo
inspirado, sino un texto añejado y concienzudamente trabajado, y que no
culminará, sino a partir del momento en que usted comience a leer sus páginas,
y un lobo dentro de cada uno comience a aullar.
Aclaremos eso. Nosotros los homínidos de la especie Mono
Lampiño como le gustaba llamarnos el famoso zoólogo Desmond Morris, nos hemos
autoproclamado suma y pináculo de la evolución, y si esta no basta, también la
religión ayuda a afirmarlo. De esta manera llegamos por distintos caminos a la
misma conclusión: siempre estamos arriba de todos, en la cama y en la
naturaleza, pero bajo nuestras superestructuras, sean místicas y trinitarias o
bellas y científicas petrificaciones.
Con “Antierótica Feroz” constatamos indirectamente que hemos
construido un edificio de hermosas y maquilladas proposiciones, hemos inventado
el “erotismo” como recámara y refugio para distanciarnos de la animalidad y de
la sexualidad de los otros mamíferos y con los otros mamíferos.
La poesía, la narrativa y otras mediaciones artísticas han
perseguido distinguirnos de la naturaleza, llenamos nuestras glándulas,
impulsos y secreciones con otros nombres e intangibles deseos, pero nada de eso
puede contener el aullido feroz del lobo, y ahí estamos devuelta otra vez,
tratando de creer que los humanos tenemos una sexualidad distinta de las
gallinas, los ratones y las ballenas, o que las muchachas reconstruidas con
PHOTOSHOP y que se pelan el culo en SOHO, son más artísticas, y bellas que las
que salen en la Teja.
“Antierótica feroz” nos lleva a la conclusión de que como
especie hemos fracasado en la empresa por distanciarnos de nuestra sexualidad
mediante sofismas e inversiones de sentido. ¿Y cómo logra Laura Fuentes
derrumbar este edificio de mediaciones y disimulados consenso?
Primero con una prosa solvente, hábilmente distanciada de la
moralina, sin acrobacias lingüísticas (que nos recuerda a George Sand y
Patricia Higsmith y por qué no, hasta Woody Allen) pero ante todo, aplicada a
derribar uno por uno todos los clisés y lugares comunes del erotismo a partir
de la fáctica comprobación de lo que somos. Por eso, quien se atreva a decir
que estamos ante un catálogo de vicios, desviaciones y parafilias, se está
negando a sí mismo.
Y si no, en estas “Antieróticas” encontraremos diversidad de situaciones
y sujetos: un sacerdote que va de regreso al celibato luego de probar la fruta
prohibida (Antierótica II), una mujer descubierta con su amante se libra de un
duelo (Antierótica III), : Una lesbiana impotente entre mujeres que han
desatado su libidinosidad (Antiérotica IV), un filólogo que muere por la
palabra (Antierótica V), un travesti que sueña ser esclavizada por machos
liberados (Antiérotica VI), o un buen marido que repite el rito cotidiano de violar
a su mujer (Antierótica VII), o el que por fin encuentra a la mujer de sus
sueños: una mamá con sexo (Antierótica VIII); el necrófilo asalto de una chica
muy tímida (Antierótica IX), el zoofílico amor que tienen los roedores por los
humanos (Antierótica X), la perplejidad de un retrasado mental que no comprende
por qué llora la bebita (Antierótica XI), o la mala profilaxis en un mundo obsesionado
con la asepsia y los anticonceptivos (Antierótica XIII), algo que los
defensores del derecho natural reprochan, pero que secretamente practican
(Antierótica XIV), no así los antropófagos y viudas negras (Antierótica XV), y
por qué no, hasta podríamos toparnos con un siempre patético Bukousky que nos
visita de incognito y lleno de escrúpulos (Antierótica XVI), no como el buen
vigilante, que cumple su deber moral de asechar a las malas muchachas, que
andan provocando por ahí, porque bueno, ¿Quién las tiene provocando?
(Antierótica XVII), de la misma manera que hay padres putativos, biológicos ó adoptivos
que saben cobrar sus derechos de crianza a sus hijas (Antiérotica XVIII), igual
que como cobran los taxistas, solidarios y cómplices aunque no sepan lo que es
un orgasmo (Antiérotica XIX), hasta las angustiante iniciación de un
universitario mostacilla (XX), pese a todo, no importa cuánto sexo podamos
tener, lo más seguro es que no hemos obtenido más sexo del que queremos, pero tampoco
nos hace más felices (Antiérotica XXI), y hasta puede volver culpables a las víctimas (Antierótica XXII) o
bien poner en riesgo nuestro status quo y para mantenerlo tengamos que recurrir
a la maternidad (Antierótica XXIII) o al recurso más conveniente y que parece
nunca venirle mal a los viejos gatos, que es comer ratones tiernos (Antiérotica
XXIV) aunque no funcione muy bien para las gatas cuando quieren estar con gatos
jóvenes como ellas (Antierótica XXV) pero siempre habrá una pareja de
ratoncitos para una gata veterana (Antierótica XXVI). Por todo esto, no debemos
olvidar que habrán excepciones a la regla, y más de una sádica manera de
desmentir el mítico psicoanálisis aunque tengamos que cortar con uñas dientes
lo que sobra y lo que cuelga (Antierótica XXVII) o ya sea invirtiendo los
papeles edípicos (Antierótica XXVIII) y sin importar cuál sea la telenovela de
enredos en que cada uno viva, tal vez el amor nos ayude a mantenernos juntos
más allá de las apariencias (Antierótica XXIX) y a pesar de todo, y a pesar del
amor, también existen ovejas con piel de
lobo (Antierótica XXX) mientras Nadine se la gran onanista nos contempla
(Antierótica I).
A la larga, esta galería de personajes cotidianos como todos nosotros,
tendremos que aullar finalmente, o nos quedamos con nuestros medrosos
atavismos, continuamos decorando la habitación del deseo, o bien, como sujetos
históricos, tomamos la decisión de asumir nuestra sexualidad tal como es, pero
con la absoluta consciencia de que podemos transformarla.
Germán Hernández.
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Gracias por esta óptica, Guega. Por otro lado, trsite que no haya comentarios.
ResponderEliminarGracias Alex, nada me halaga más que constatar que siempre te das la vuelta por aquí.
ResponderEliminarPor otro lado, yo comprendo que el lector tiene el derecho de callar lo piensa. Pero tristemente como vos, pienso que a veces es indiferencia.
Saludos!