En el género policiaco, detectivesco o también llamado negro (con toda
su generosa amplitud) la delimitación siempre termina siendo estrecha cada vez
que surge algún autor innovador que logra ampliar el espectro las posibilidades
de la investigación criminal, tan solo con mencionar un título como “El plazo
expira al amanecer” de William Irish, nos damos cuenta por donde va el asunto.
Quizás la nominación del género más apropiada entonces es la de los
norteamericanos quienes la llaman “crime fiction” tan amplia para que todo lo
criminal quepa en ella, y sin toda la subtrama sociológica que se le quiere
achacar por comodín o por criollismo.
Uno de esos autores capaces de reinventar el género contando lo mismo
una y otra vez es Erle Stanley Gardner y su mítico personaje Perry Mason,
¿detective, policía? No, abogado criminalista. Su fórmula es sencilla, un
sujeto cualquiera es víctima de las circunstancias y es inculpado de un crimen
siendo inocente, Perry Mason toma el caso y no solo logra su absolución en el
estrado, sino también encuentra y desenmascara al verdadero culpable. Simple,
sin embargo, en su momento causó furor, vendió más de cien millones de
ejemplares solo en USA, fue traducido a más de dieciséis idiomas, dictaba a sus
cinco secretarias hasta dos novelas simultáneamente para un saldo de más de
ochenta entregas solo de Perry Mason.
Erle Stanley Gardner |
Por si todo esto fuera poco, su personaje inspiró 25 largometrajes para
televisión y dos series televisivas, la primera de 1957 a 1966 y la segunda de
1973 a 1974; dando un rostro inconfundible al abogado con la interpretación del
actor canadiense Raymond Burr y a sus colaboradores, la más que secretaria Della
Street interpretada por Barbara Hale y del investigador Paul Drake interpretado
por William Hopper. Con todo, su estilo es lineal, sexista (Gardner está
obsesionado con las piernas de sus personajes femeninos) y estereotipado, pero
intenso, entretiene al máximo.
En el caso de la esposa bígama (The case of the bigamous spouse) impreso
en 1961, el bígamo realmente es su esposo, el autor logra mantenernos hasta la
última página en vilo, y cuando parece que el infalible abogado lleva todas las
de perder (esto también es parte de la magia de la saga) desentraña al
culpable.
Quien rescate del olvido y el tiempo al implacable abogado, Stanley
Gardner, debe saber que éste en su momento constituyó el “Tribunal de último
recurso” un equipo de expertos en medicina forense, psicología y criminalística
cuyo afán era defender a personas injustamente condenadas; o bien, al otro
abogado, Perry Mason, paradigma de todos los dramas del cine, la televisión y
la literatura sobre abogados.
Germán Hernández
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